No es un gobierno de mongoles

en El Termómetro socialista/Novedades

Mongolia tiene 4600 km de frontera con China. Mongolia no tiene ningún fallecido por coronavirus. Mongolia decidió el uso de tapabocas generalizado, cerró sus escuelas y clausuró la frontera con China en el mes de enero. Mongolia suspendió las actividades por el importantísimo año nuevo lunar mongol, el Tsagaan Sar del 24 de febrero, y las del festival Naadam, conmemoración de la independencia de mitad de julio.

Mongolia (el país de los pastores nómades de la película La historia del camello que llora) utilizó seriamente el conocimiento y las advertencias previas sobre epidemias. Mongolia tomó medidas aun contrariando a la población que deseara festejar el año nuevo mongol. Para esa misma fecha, enero, los científicos habían obtenido el genoma del virus para seguir avanzando hacia las soluciones terapéuticas (tratamientos) o preventivas (vacunas) mediante caminos racionales.

Probablemente esta determinación debiera surgir en cada responsable de la salud pública ya que la posibilidad de una pandemia estaba en la agenda sanitaria. Lo que sigue se publicaba como balance de la gripe H1N1 del 2009, en un artículo de diciembre del año 2013:

“En 2012, un equipo de epidemiólogos liderado por los CDC revisó los registros de salud y estimó que solo 284,400 personas murieron por complicaciones relacionadas con el H1N1 en todo el mundo en los primeros 12 meses de su amplia circulación. (…) El número relativamente bajo de muertes no fue el resultado de una vacuna enormemente eficaz que detuvo un virus mortal. En un estudio de 2013, los investigadores de los CDC estimaron que la vacuna tenía solo un 62 por ciento de efectividad en personas menores de 65 años. (…). Resultó que la gripe H1N1 2009 tuvo pocos problemas para propagarse, pero muchos problemas para matar a gran escala. Un futuro virus de la gripe podría tener muchos menos problemas. Hemos sido advertidos.”

El 1 de abril publicamos en El Aromo una nota sobre el coronavirus (vigente, sin tener que retocarla cada semana) y, entre otras cosas señalamos que: “El control en las fronteras es el mecanismo de menor costo, pero su incidencia se resiente rápidamente. Su costo se abate sobre cierta parte de los negocios (turismo, eventos deportivos, hotelería, cruceros, aerolíneas) pero si no se toma de manera rápida y rigurosa pierde efectividad. Los países asiáticos lo tomaron bastante presurosamente, en un momento, el año nuevo lunar, en que se realizan millones de viajes en el extremo oriente. Sólo así se explica el relativo éxito obtenido. No fue nuestro caso: tan tardíamente como el 1 de marzo ingresó el virus desde Italia.»

Un día más tarde en una nota de Perfil lo reiterábamos describiendo las mudables declaraciones de los responsables de la salud en el país: “Aquí no iba a llegar por el verano. Era una “gripecita”. Y finalmente “sorprendió” su llegada el 1 de marzo.”

El 3 de mayo insistíamos en El Aromo: “El virus no llega” decía el ministro de salud y un par de semanas más tarde el virus ingresaba tranquilamente por Ezeiza sin que le revisen el equipaje. Si es correcto, y lo es, que Catamarca esté en cuarentena sin haber tenido ningún caso, la espera a tener casos al interior de nuestro país para cerrar las fronteras fue un crimen.”

Finalmente, en La Nación del 4 de setiembre, el ministro de salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán reconoció que “Entre las cosas que hubiese hecho diferente, reconoció que se debería haber controlado mejor la llegada de personas a través del aeropuerto internacional de Ezeiza.”

Los socialistas de Razón y Revolución no creemos en la astrología, sostenemos nuestras propuestas en otros pilares. Por un lado tratar de conocer, entender, informarnos sobre lo que está pasando. En segundo lugar distinguir con la mayor premura posible, que es lo que en cada situación favorece a la clase trabajadora, y que es lo que favorece a los patrones.

El reconocimiento de Gollán nos muestra que ellos, los políticos patronales también se informan y conocen las medidas sanitarias correctas. Por eso sabe lo que hicieron mal, aunque lo confiese tardíamente. La diferencia es que sólo toman las medidas que favorecen a su clase, a la burguesía. Su impericia y su ignorancia no son el problema, el problema es la clase social para la que gobiernan, la clase social a la que pertenecen.

Sí, nos gobierna el hecho maldito del país burgués, y sus maldiciones caen como plagas sobre la clase trabajadora. Ya es hora de sacarnos de encima esta peste.

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