Superar los criterios raciales para encontrar las clases sociales. Perspectivas de la salud y la educación en EEUU

en Aromo/El Aromo n° 122/Novedades

Aunque poco conocidas para nosotros, en la principal potencia imperialista se libran importantes batallas. Algunas, en el terreno más concreto de la lucha de clases, como las huelgas de Starbucks o Kellogs a fines del 2021. Otras, en el terreno ideológico, como el incipiente cuestionamiento a la presencia omniexplicativa del criterio racial que pretende ocultar las relaciones de clase.

Ricardo Maldonado – GISA (Grupo de Investigación de la Salud Argentina)

In your fase, Jeff!

Una de las más alentadoras noticias (para la clase trabajadora) originada en los EEUU en las últimas semanas ha sido la votación de los trabajadores de Amazon de Nueva York para organizar un sindicato independiente, superando las presiones (una cáfila de trolls inundando los teléfonos y mails de los trabajadores con infamias), los aprietes policiales (sus líderes fueron detenidos el 23 de febrero de este año y, luego, liberados) y el dinero (4,3 millones de dólares) que la patronal encabezada por Jeff Bezos utilizó para intentar impedirlo 1. Aunque su fundador, Christian Smalls, ha mencionado algunas cuestiones raciales entre las que lo llevaron a dar esta batalla, su obra, el ALU (Amazon Labor Union) se define por la clase y no por la raza 2. Ahí se encuentra una de las claves de su éxito, ya que, aunque Amazon perjudique en mayor medida a las mujeres, los negros o los latinos, lo que permitió la unidad de la mayoría trabajadora son las demandas relativas a la explotación de la fuerza de trabajo y su precarización generalizada.

“ALU tiene claras las demandas de los trabajadores: un salario mínimo de 30 dólares por hora, aumento del tiempo libre remunerado y de los días de vacaciones, descansos remunerados durante la jornada, representación sindical en cualquier reunión disciplinaria y un fuerte apoyo para el cuidado de los niños.”

Como queda claro, no importan el sexo, el origen ni el color de piel para entender cuál es la frontera trazada por el nuevo sindicato.

Paralelamente, los mismos medios de prensa burgueses más encumbrados de EE.UU. dan cuenta de un debate que, desde los suburbios de la población trabajadora estadounidense donde tiene su origen, ha llegado a las alturas como la noticia de la sindicalización en Amazon Nueva York. Es importante que en estos medios aparezca un debate en los términos que la burguesía yanqui trabaja incansablemente por desterrar: clases sociales.

El cuerpo de los negros funciona como el de los blancos

Para dar un ejemplo de cuál es el obstáculo, el muro que comienza, aparentemente, a mostrar sus grietas, podemos mencionar un artículo de una de las más prestigiosas revistas de salud a nivel mundial, la británica

The Lancet. En ella se publicó 3, un par de meses atrás, un artículo titulado “Disparidades raciales en enfermedades cardiovasculares entre pacientes con cáncer en los Estados Unidos: El elefante en la habitación”.

A partir del título era esperable una innovadora propuesta en la que las enfermedades cardiovasculares de pacientes con cáncer tuvieran trayectorias diversas y terapéuticas distintas según las diferencias fisiológicas de las de las razas. Consistente con el criterio racial biológico afirma inicialmente:

“A medida que el paradigma de la atención del cáncer continúa evolucionando desde un enfoque puramente en la enfermedad hacia un enfoque más centrado en el paciente, existe un énfasis creciente en el desarrollo de estrategias para el diagnóstico y tratamiento tempranos de la enfermedad y las complicaciones relacionadas con el tratamiento, como la ECV. Sin embargo, las disparidades raciales y étnicas en ECV entre pacientes con cáncer continúan planteando un desafío significativo en esta dirección.”

Y afirma, como si fuera absolutamente indiscutible:

“Se sabe que las personas afroamericanas tienen una aparición más temprana de varios factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como hipertensión, diabetes, obesidad, etc., que posteriormente aumentan la incidencia de insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular y enfermedad vascular periférica en estos pacientes.”

Todo parece indicar que el cuerpo de los afroamericanos respondería de una manera distinta y particular al cáncer y a la aparición de la enfermedad cardiovascular, que el de los blancos, asiáticos o de origen latino, pero torciendo el carácter de la nota de manera impensado se menciona:

“La mayor prevalencia de CVD en personas afroamericanas también se ha relacionado con un acceso más deficiente a la atención primaria.”

Y como si esto fuera poco, se agregan otros factores:

“También es posible que la falta de seguro de salud o la presencia de un estado de seguro menos favorable pueda potenciar las disparidades en las enfermedades cardiovasculares entre los pacientes con cáncer. Las personas afroamericanas e hispanas tienen más probabilidades de no tener seguro durante la edad adulta que las personas no hispanas. Se ha informado que la muerte cardiovascular en específico es más alta en pacientes con cáncer y Medicaid (más común entre las minorías socioeconómicas) que aquellos con cobertura de seguro sin Medicaid.”

E incluso:

“Se ha descubierto que las minorías raciales y étnicas, como los afroamericanos y los pacientes hispanos, no se notifican en los ensayos clínicos de cáncer. Es posible que las disparidades en cardiooncología se vean agravadas por la inscripción dispar de pacientes que representan a estas poblaciones en ensayos clínicos que investigan agentes potencialmente cardiotóxicos.”

Si bien el artículo adjudica a cuestiones raciales una diferencia en la evolución y desenlace de los pacientes con cáncer y enfermedades cardiovasculares, todos los ejemplos, explicaciones y posibles causas no se basan en la raza sino en la condición social. Si el dato relevante es, por ejemplo, el acceso a Medicaid, al que señalan como más común entre las minorías socioeconómicas, el problema es la pobreza y no la raza. El término “minoría socioeconómica” apunta a invisibilizar a la clase trabajadora explotada y presentarla en términos de diversidad y minorías.

Según datos oficiales del año 2019, la población en Estados Unidos es de 324.754.000 habitantes. Se contabiliza bajo la línea de pobreza al 10,5% de ese total (34 millones de habitantes).

La pobreza afecta diferencialmente a distintos grupos étnicos raciales:

Blancos 9,1% (22.152.000),

Blancos no hispanos 7,3% (14.152.000),

Negros 18,7% (8.836.000),

Asiáticos 7,1% (1.588.000)

e Hispanos 15,7% (9.544.000).

Si bien estos números sirven para probar la pervivencia del racismo, claramente expresada en la diferencia entre el 7,3% de pobres entre blancos no hispanos y el 18,7% entre los negros, no prueba nada en términos de salud y acceso sanitario. El verdadero “elefante en la habitación” se haría visible comparando las condiciones y evoluciones de la salud de los casi 9 millones de negros pobres con la de los 14 millones de blancos pobres y, así, poder determinar si lo que condiciona distintas resultados en las enfermedades cardiovasculares en pacientes con cáncer es la raza o es la clase.

Existe una profusa literatura científica al respecto y, curiosamente, suele mantener y sostener la misma confusión. Doce años atrás, el Journal of the American Medical Association publicaba el artículo “Factores asociados con las decisiones de someterse a una cirugía en pacientes con cáncer de pulmón en estadio temprano recién diagnosticado.” Allí se afirma:

“Las percepciones de peor comunicación y menos certeza diagnóstica afectan tanto a los pacientes blancos como a los negros, pero la falta de una fuente regular de atención y documentación de enfermedades comórbidas se asocia exclusivamente con tasas quirúrgicas más bajas para los pacientes negros.” 4

Una y otra vez, los problemas no son parte del cuerpo de los negros sino de las relaciones sociales. ¿O alguien puede suponer que Barack Obama o Condoleezza Rice carecen de una “fuente regular de atención y documentación de enfermedades comórbidas”?

Promedios y generalidades

La palabra “argentino” encubre bajo su amplio manto a Cristina, Videla, Macri. Y también a la mayor parte de nuestros compañeros de trabajo. Y una familia argentina promedio estaría ganando algo así como medio millón de pesos mensuales, según el PBI per cápita estimado. Ambas afirmaciones son verdaderas, pero es necesario hacer la salvedad que estos promedios, y esas clasificaciones y mediciones pueden ser perfectamente utilizadas para encubrir conflictos y problemas. En Argentina, la unidad nacional o cualquier tipo de sucedáneo de la misma, cumple esa función. También las denominaciones raciales pueden ser fuente de distorsión de los problemas cuando los efectos se colocan como causas. E incluso sugerir la validez del racismo, al asignar a las razas características que sólo son efectos sociales. Podemos rastrear cómo se extiende este velo sobre los problemas de la sociedad mencionando la insistencia y prevalencia de ciertos términos:

“Un análisis de los artículos de prensa en el archivo Newspapers.com muestra que los términos ‘brecha de riqueza racial’, ‘división de la riqueza racial’, ‘desigualdad racial’ y ‘privilegio blanco’ aparecieron 4.689 veces en la década de 1990 y luego se triplicaron en la década de 2010, alcanzando 15.758 menciones. En la década de 2020 –es decir, sólo en el último año y medio– ya se han producido 10.658 referencias a estos términos. En cambio, durante la década de 1960, el apogeo de la era de los derechos civiles, sólo aparecieron 4.560 veces.” 5

Pero la realidad es que

“El 10 por ciento más pobre de la población estadounidense es aproximadamente un 54 por ciento blanco, un 27 por ciento negro, un 12 por ciento hispano y un 3 por ciento de algún otro grupo. El siguiente estrato más empobrecido es un 42 por ciento de blancos, un 32 por ciento de negros, un 20 por ciento de hispanos y un 5 por ciento de otro grupo. Y el tercero desde abajo es el 53 por ciento de blancos, el 20 por ciento de negros, el 20 por ciento de hispanos y el 7 por ciento de otros. Cuando se llega a los tres deciles superiores de riqueza, la composición racial empieza a favorecer fuertemente a los blancos. El mayor desequilibrio se da en el nivel más alto. La brecha de riqueza racial es principalmente significativa para los afroamericanos de élite, que se sienten frustrados por estar infrarrepresentados donde se concentra la gran mayoría del patrimonio neto.”

El racismo es un problema real, su origen es histórico y está anclado en la justificación ideológica de formas de explotación, como la esclavitud utilizada por el capitalismo en Estados Unidos. Pero ni su raíz está en la población blanca en general, ni hace que todos los negros sufran de igual manera. Su sostén principal en la actualidad es la utilidad que le brinda al capital dividir a los trabajadores. Como mencionamos al principio del artículo, para enfrentar el capital es necesaria la unidad de los explotados, enfrentando a los explotadores cualquiera sea su raza, sexo o religión.

Los estudios que intentan mostrar diferencias sustanciales en la salud de las distintas razas basados en criterios raciales y no en diferencias sociales, ocultan la realidad y promueven de esa manera la profundización de los problemas y las diferencias.

En la segunda parte veremos cómo también en la educación aparecen fisuras en esta ideología divisionista.

Notas

  1. times.com/2022/04/01/technology/amazon-union-staten-island.html
  2. https://jacobinlat.com/2022/04/03/comienza-un-nuevo-capitulo-para-los-trabajadores-de-amazon/?mc_cid=29cbeb536c&mc_eid=fa33ebb6ec
  3. https://www.thelancet.com/journals/eclinm/article/PIIS2589-5370(22)00027-X/fulltext
  4. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4152904/
  5. https://www.wsws.org/es/articles/2021/07/01/gapr-j01.html

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