Respuesta a los planteos contra la vacunación masiva

en Aromo/El Aromo n° 116/Novedades

La ciencia contra la ignorancia, una vieja batalla

A dos décadas de iniciado el milenio parecería increíble tener que argumentar sobre la utilidad de las vacunas en general y de la vacuna para el Covid en particular. Sin embargo, la persistencia de estos cuestionamientos indica los mecanismos contradictorios y las tensiones propias del desarrollo normal del capitalismo. Este no se caracteriza por una barbarie absoluta, como tampoco por un progreso luminoso. Sino justamente (algo totalmente novedoso en la historia de las sociedades humanas) por combinarlos de distintas maneras, y en cantidades crecientes de barbarie mientras, a la vez, se destacan bolsones de desarrollo cada vez más pequeños y más sofisticados. Por lo tanto, no es extraño que, junto al dominio creciente de las ciencias sobre los enigmas de la naturaleza y el universo, coexistan y se desarrollen elementos bárbaros en el pensamiento que expresan el otro polo de esa contradicción.

Ricardo Maldonado – GISA (Grupo de Investigación sobre la Salud Argentina)

Estos elementos tienen además una raíz profunda en el propio funcionamiento del sistema, es decir que el propio desbarajuste social en el que vivimos genera, a la vez, desconfianza en la razón y una apelación desesperada a la mística, el pensamiento mágico y las conspiraciones secretas. Por lo tanto, reafirmar y justificar la importancia, la necesidad, el carácter indispensable de las vacunas en este momento, requiere no tanto exponer los fundamentos técnicos y científicos de las mismas, si no la incoherencia notoria de los cuestionamientos. El funcionamiento de las vacunas lo hemos desplegado en notas anteriores ahora trataremos de abordar brevemente algunos de los argumentos principales contra las vacunas incluso los que se contradicen entre sí.

Relativizar el número de víctimas

Un argumento en franca declinación debido a que los números lo han ido demoliendo, es el que minimiza el impacto del Covid en la morbi-mortalidad nacional y mundial. Si a esta altura del año pasado simplemente se mencionaba que no había casi contagios y muertos, ahora se sostiene que siempre muere gente y que los causados por el Covid no son tantos. Antes de pasar a la contabilidad conviene comparar las condiciones. En Argentina mueren por año alrededor de 350 mil personas, este año muchas de las variables que causaban esa mortalidad se vieron contenidas por las medidas aislamiento. Sobre todo, en el trimestre de mayores restricciones descendió notoriamente una de las causas más importante de muertes evitables, los accidentes de tránsito. Y por otro lado las enfermedades respiratorias comunes como la gripe se vieron controladas de manera superior a otros años porque la vacunación superó ampliamente los rangos habituales, y porque las actividades sociales restringidas limitaron el número de contagios no sólo del Covid sino de otras enfermedades. Cualquier comparación debe tener en cuenta que en el país y en casi todo el mundo, el 2020 fue un año sin eventos multitudinarios deportivos o musicales, sin teatros, cines, o fiestas y, muy importante, sin clases. Y, aun así, se contabilizan 55 mil muertos aquí, y más de 2.700.000 en el mundo. Y a eso hay que sumarle el número excedente trastornos graves que llevó hasta el límite (y en algunos lo atravesó) de la capacidad de las terapias intensivas. Esa tensión sobre el sistema sanitario, y ese exceso de muertes, demuestra la letalidad de la epidemia aún en condiciones tan especiales como las mencionadas. Y a eso hay que agregarle que a nivel mundial se calculan en más de medio millón las muertes que exceden a la suma de las tasas habituales de años previos, más las muertes por Covid,, Para dar un ejemplo, en España se reportaron 50 mil fallecimientos atribuidos al Covid, pero la cantidad de muertes por arriba de las ocurridas en años anteriores llega a 71 mil, un quinto más. Por lo que es probable que el recuento final de la mortalidad que causó la pandemia sea aún mayor de lo que hasta ahora sabemos.

Todo cálculo estadístico y epidemiológico debe eludir los extremos y las abstracciones. Dicho de otra manera, siempre hay muertos y esa cantidad de muertos varía de año en año. Lo que la epidemiología tiene que determinar y medir es si esa variación es sustantiva, si se debe a una causa determinada y, fundamentalmente, si esa causa es evitable de algún modo. Y aquí lo fue, 55 mil es alrededor del 16% de la mortalidad general, es un número inmenso, una variación inocultable. Para que se tenga idea de qué estamos hablando, en una cancha de Boca repleta, la segunda bandeja norte, esa en la que se ubica la Número Doce, toda completa, es el 16% de la capacidad del estadio. La diferencia entre la mortalidad con Covid o sin Covid es proporcionalmente la diferencia entre la Bombonera llena, o con su más importante tribuna popular vacía. Luego, siendo eso innegable, también lo es que si ese exceso es atribuible a una enfermedad infecciosa, es posible evitarlas con medidas de distinta eficacia que impidan su trasmisión, desde los cuidados y el aislamiento, hasta la vacunación masiva. Siempre muere gente, lo importante es que no mueran o enfermen siendo posible evitarlo.

Nos quieren implantar un chip

Otro argumento se refiere al novedoso tipo de vacunas basados en la edición genética que se están aplicando. Estas tecnologías tienen dos lazos muy profundos con la Argentina, uno de los que sentó las bases para sus desarrollos posteriores fue el premio Nobel César Milstein, nacido en Argentina y expulsado de la universidad por la dictadura de Onganía, que recibió el premio por sus descubrimientos sobre el tema, sobre los procedimientos que está en la raíz de los utilizados para elaborar fármacos biológicos, el hibridoma, del cual se derivan los anticuerpos monoclonales y las múltiples soluciones que ofrecen. Éstos, a la vez, son los que han permitido muchos avances en tratamientos de tumores, autoinmunes y problemas hormonales. Volviendo a Argentina, uno de estos problemas hormonales, afectaba a Messi y motivaron su partida a Europa en busca de un club que solventara sus costos. Barcelona lo hizo y pudo adquirir la envergadura física que le permitió lucir su talento en el deporte de elite. Cuando el canciller del Gobierno de Cristina solicitaba permiso para viajar a Estados Unidos a tratarse de su enfermedad sólo estaba reconociendo, aun a costa de cierta contradicción en su discurso, que en Estados Unidos existen desarrollos novedosos e inalcanzables para la mayor parte de la humanidad con los que él quería contar. Casi todas las campañas solidarias de recolección de fondos para que alguien viaje a EEUU a tratarse porque sólo allí se realizan tratamientos para tal o cual dolencia, intentan acceder a fármacos biológicos, si no se denuncia a esas campañas es porque no se puede cuestionar sus posibilidades curativas. El universo de los fármacos biológicos es deslumbrante en sus posibilidades, e indignante en relación a su distribución y acceso. De allí que cuestionar las vacunas por las tecnologías ARNm, o cualquiera de las utilizadas, es una hipocresía servil a la concentración de los logros científicos en manos de pocos privilegiados.

No se puede lograr una vacuna en tan poco tiempo

La desconfianza por el corto tiempo utilizado esta vez para crear y producir la vacuna también se toma de un pequeño elemento discordante con los antecedentes. Pero esto es así sólo si pierdo la envergadura total del problema. En primer lugar, el tiempo de desarrollo de una vacuna ha variado a lo largo del tiempo. La razón es que una técnica conocida permite realizar variaciones sobre ella en menor tiempo y el descubrimiento de técnicas nuevas lleva un tiempo y costos mayores. Por lo tanto, el hecho de que desde el año 84 se vengan desarrollando los presupuestos para los medicamentos biológicos y que hayan logrado salir al mercado en la primera década del 2000 explica que, progresivamente, esos tiempos se acorten. El otro elemento mucho más sustantivo es que estamos hablando de la producción en el marco del capitalismo. Los tiempos dependen de las inversiones, que implican disponer de más trabajo humano y de mayor calidad. Dado que las vacunas no han sido un tema central de las farmacéuticas (por sus beneficios no muy atractivos, obviamente) tampoco han recibido históricamente inversiones importantes, que acortaran esos tiempos. Pero por la importancia económica de estas vacunas que permitirían reiniciar el ciclo económico, la industria farmacéutica recibió un empuje de muchos cientos de millones de dólares para vacunas que modificaron el ritmo normal de la industria. El tiempo de fabricación de una vacuna no es un tiempo místico sino un tiempo productivo. Si bien tiene algunas limitaciones propias de la biología y la espera de sus respuestas, también tiene una amplia elasticidad de acuerdo al dinero que se aporte y en este caso el dinero aportado fue mucho para estos productos y su tiempo de elaboración disminuyó en proporción. Lo que se oculta con este pensamiento es que todos estos grandes avances lo realizan trabajadores, un inmenso proletariado científico, trabajando de manera conjunta, y asalariados de grandes corporaciones. Todos estos trabajadores producen avances que quedan en manos de los patrones, pero podrían hacerlo mejor, y todo quedaría en nuestras manos, si las relaciones sociales fueran socialistas. No hay que desconfiar del trabajo humano y sus logros, sino del régimen capitalista y sus desastres.

El virus lo inventaron los laboratorios

También se incluyen los cuestionamientos a las vacunas como parte de un cuestionamiento más general, la duda sobre la existencia del virus o sobre la producción del mismo como arma biológica o como una acción determinada por un grupo de poder en detrimento de otros. Otra vez la historia viene nuestro auxilio. No por la mención a epidemias antiguas o centenarias, sino por la referencia al puñado de epidemias abortadas en su desarrollo global de este mismo siglo. SARS, MERS, N1H1, etc., desde el año 2003 está en ciernes la posibilidad de una pandemia. Estas epidemias tienen como puntos en común surgir en ciudades de decenas de millones de seres humanos con urbanizaciones recientes que conjugan lo más atrasado y lo más sofisticado de la civilización, con canales económicos globalizados que llevan y traen miles de viajeros del mundo. Wuhan es una de ellas, con una población como la de CABA y el conurbano. De hecho, la mayor desmentida a una provocación planetaria, a una guerra bacteriológica de este tipo, son las propias cadenas globales de valor del capitalismo. Extrañamente se menciona la globalización para casi todo aspecto de la vida y se la soslaya la hora de considerar la imposibilidad de una guerra biológica, al menos en las condiciones actuales de intercambio e interpenetración. En Wuhan está instalada una de las más modernas plantas robotizada de la General Motors ¿cómo diseminar una infección que no afecte algunos y sí a otros? ¿A que cadena hotelera o aerolínea le sirvió la jugada? Las aerolíneas chinas habían caído en su facturación un 68% en abril del 2020, las norteamericanas en 71% ¿Implantaron un virus para provocar un quebranto mutuo y generalizado? Los capitalistas están interesados en dominar el mundo, pero para hacer negocios, no para que fracasen.

Es sólo un negocio de las farmacéuticas

Otra variante distinta del rechazo a las vacunas es porque son un negocio de las farmacéuticas. En este caso se supone, como base del pensamiento, que hay algún tipo de consumo, alguna posibilidad de supervivencia al interior de la sociedad en que vivimos, pero por fuera del mercado. Que hay alguna manera de desarrollar la vida sin que la provisión de los medios para ella termine generando ganancias para algún patrón en particular. Casi toda la cerveza que se toma en Argentina alimenta los beneficios de AB InBev la mayor cervecera mundial ¿qué razón habría para aceptar engordar a un holding capitalista y no aceptar hacerlo con otro? Quien se toma en serio este argumento debería oponerse a todo tipo de tratamiento sanitario, ya que todos, invariablemente, favorecen la billetera de algún burgués.

En la misma línea se plantea que las farmacéuticas no pueden aportar soluciones reales a la curación de las patologías porque viven de las enfermedades, comparándolas con los fabricantes de armas que no quieren el fin de las guerras. Mas allá de la forzada comparación entre dos ramas de disímil estructura, la rama de la salud no obtiene sus beneficios más importantes de las vacunas masivas, sino de los sofisticados medicamentos ya mencionados, para cáncer, autoinmunes, enfermedades huérfanas, etc. La pandemia, tal como lo señalan numerosos medios, no ha sido una buena noticia más que para un sector restringido de la rama salud, para la gran mayoría ha significado quebrantos. Y no sólo para capitales menores como la Clínica San Andrés de Caseros que atiende a PAMI, sino también para los top del mundo como la Clínica Mayo, a la que dejaron de llegar los jeques árabes a realizarse tratamientos como acostumbraban. La rama de la salud ansía la solución de esta pandemia que le impide desplegar sus mejores negocios como los implantes mamarios.

Hay que esperar hasta que demuestren total eficacia

Más sofisticada, pero no menos plagada de ignorancia, es la idea del rechazo a las vacunas hasta que estén absolutamente comprobadas, testeadas y no registren casos adversos. Dicho de otra manera, no aplicar las vacunas hasta que dejen de ser vacunas. Porque todos los medicamentos poseen efectos adversos potenciales, e incluso, en cierto número de casos, esos efectos adversos potenciales se hacen efectivos. Volviendo sobre lo planteado sobre el número de muertos, aquí tampoco hay nada que sea blanco y negro. En el caso de las vacunas, o de cualquier otro medicamento, la cuestión no es que alguien tenga problemas por su aplicación, sino cuál es el porcentaje de esos problemas, cuál es su gravedad y qué relación tiene con las consecuencias de no aplicarla. Es decir, la decisión es entre aplicar las vacunas con su eventual monto de problemas, o dejar a la enfermedad diseminarse en las condiciones actuales y afrontar un monto mayor de adversidades. Otra cosa es la demora lógica en verificar este mismo criterio en poblaciones particulares como mayores de cierta edad o portadores de cierta enfermedad. En esos casos la especificidad del grupo requiere de una verificación especial y posterior. El hecho de que tal vacuna se aplique a tal o cual población particular puede no indicar más que un momento particular de sus mecanismos de validación, es decir que no significa ningún peligro en sí misma, sólo que no ha sido probado el criterio de seguridad exigible. Por eso no es lógico esperar que mágicamente un fármaco demuestre su eficacia en abstracto sino reclamar, algo que Argentina no tiene, una correcta farmacovigilancia que permita detectar ponderar y resolver los casos adversos. Sabiendo que el porcentaje en el que una vacuna es eficaz en el laboratorio sufrirá una variación al ser aplicada a poblaciones masivas en donde expone su real eficacia. No sólo estos, sino todos los productos que utilizamos para resolver nuestras dolencias, han realizado este recorrido y se han sometido estas condiciones.

Si por un lado hay tantas prevenciones, por otro hemos presenciado el despliegue del mecanismo opuesto. Es decir, la apuesta a tratamientos o medicamentos caseros o improvisados. La salud es un problema de orden social, los casos individuales aún agrupados en cierto número no dejan de ser insignificantes, sólo el mecanismo de los estudios clínicos aplicados a una cantidad suficientemente grande de personas, bajo los protocolos que permiten comparar el tratamiento a verificar con un grupo que no es tratado, para ser luego evaluado y puesto a revisión por pares, permite decisiones con algún nivel de confiabilidad. Y por lo tanto no se trata de evaluar si un medicamento es bueno o malo en abstracto, si no si sus efectos positivos conllevan la posibilidad de efectos negativos en una medida que vale la pena afrontar por el beneficio para la salud global.

Todo es un artilugio del poder para sacarnos de las calles

Un último argumento que no es específicamente anti vacuna, pero mella la confianza en las mismas al desacreditar los peligros de la epidemia, es el que afirma que la epidemia es una acción concertada por el poder para encerrarnos. Para sacarnos de las calles. Esta apreciación surge de una concepción del poder puramente moral, el poder es malo en sí mismo y actúa movido por la maldad. En contraposición afirmamos, como hemos visto durante el desarrollo de la pandemia, que el poder está al servicio del capital, y el capital no tiene otro Dios que la acumulación. De manera que ya muy tempranamente (y de manera desatada y criminal hoy en día) observamos a la burguesía presionar una y otra vez por la apertura. En sus versiones más descaradas como Bolsonaro y Trump, y también en las más hipócritas como la argentina. Todos han ido incorporando un sector tras otro, durante el año 2020, a la actividad. Cediendo a las presiones burguesas, y desatendiendo la salud de los trabajadores. El planteo de la cuarentena como acción represiva, no sólo va en contra de las vacunas y de las acciones sanitarias, sino de la propia lucha socialista ya que supone un mundo en el que la acumulación ha dejado de organizar la vida social y ha pasado a un lugar subalterno e insignificante. Dejando su lugar a una voraz e idiota sed de poder.

Lamentablemente la mayor desmentida a la idea de que la cuarentena es un artilugio destinado a contener el descontento de las masas trabajadoras y su ímpetu revolucionario, su empuje antisistema o siquiera su enojo reivindicativo, es que a medida que se han ido aflojando estas restricciones aquí y en todo el mundo, o que se ha pasado a una fase de mayor amplitud, no ha surgido ese descontento, contenido y amordazado, en las calles. Y esto no es casualidad. En el caso de nuestro país el problema para unificar el descontento y expresarlo en las calles no es el Covid y las medidas necesarias de cuidado. El problema es la conducción burguesa de las organizaciones de los trabajadores, el peronismo y la burocracia sindical. No fue la cuarentena la que aplastó represivamente la toma de Guernica, no fue el distanciamiento social, el que intentó (sin éxito) vaciar la Plaza de Mayo el 24 de marzo plantando arbolitos. Independientemente del color de izquierda con el que quieren pintarse quienes le atribuyen a la cuarentena una función de contención del descontento social lo hacen para eludir la denuncia al monstruoso aparato que garantiza la reproducción del capitalismo en Argentina y que se llama peronismo.

Trabajando para el Covid y el peronismo

En resumen, el problema de los planteos anti vacunas y anti cuidados es que somete a la población trabajadora a riesgos innecesarios y evitables. En la defensa de la salud de nuestra clase todos los planteos embrutecedores tienen que ser rechazados. Para poder reclamar y exigir que las mejores conquistas de la humanidad, en este caso las vacunas y los tratamientos, estén disponibles para el conjunto de nuestra clase. Esta línea divide aguas entre quienes entendemos que nuestra prioridad es la defensa de la vida de la clase trabajadora, y quienes no están dispuestos a hacerlo.

En segundo lugar, todos estos argumentos anti vacunas y anti cuidados prestan un servicio ideológico esencial a la burguesía. Son parte del arsenal también embrutecedor que oculta el funcionamiento real de la sociedad detrás de amenazas de una maldad indefinida y carente de determinación social. Todos los problemas reales pueden terminar disimulados detrás de problemas imaginarios. La función reaccionaria del peronismo queda oculta detrás del aislamiento social preventivo y obligatorio. La miserabilidad del Gobierno que no supo ni planificar ni conseguir vacunas, queda oculta detrás de un rechazo a las conquistas humanas. El pobrismo del Frente de Todos, qué pretende dejar a la clase trabajadora expuesta a una segunda ola devastadora armada de barbijos y alcohol en gel, queda oculto detrás de la negativa a favorecer a un patrón y el deseo de favorecer a otro. Ese ocultamiento no podemos consentirlo. La vacunación masiva es el principal problema sanitario de la clase trabajadora argentina hoy, toda forma de oposición es un servicio a la burguesía que no quiere hacerlo y un servicio a su ideología que pretende ocultar esta determinación anti obrera.

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