¿Quién pone los muertos? La pandemia y la “normalidad” laboral

en Aromo/El Aromo n° 121/Novedades

Ianina Harari TES-CEICS

La actitud del gobierno frente a la pandemia por Covid-19 atravesó distintas etapas. Tras un tiempo de inacción, decretó la cuarentena sin acompañarla de alguna medida que permitiera cumplirla al sector de clase obrera que no percibe ingresos regulares o en blanco. Por otro lado, cada día se agregaban actividades económicas a la lista de esenciales. Como resultado, la cuarentena se levantó de hecho. Luego, el gobierno fue flexibilizando las restricciones hasta levantarlas por completo y festejar el fin de la pandemia. Pero la variante ómicron vino a aguarles la fiesta.

La vacunación masiva disminuyó el porcentaje de internaciones y muertes sobre los contagiados. Pero en la medida que el número de contagiados aumenta exponencialmente, el número de muertes diarias vuelve a niveles preocupantes. En ese contexto, el gobierno decidió que no iba a poner ningún freno a la circulación viral, mostrando abiertamente que privilegia la economía (o sea las ganancias de los capitalistas) frente a la salud obrera. 

Contagios al por mayor a pedido de los capitalistas

Por más empeño que el gobierno haya puesta en promocionar la superación de la pandemia, la realidad lo golpeó en la cara. La “nueva normalidad” que impuso con el levantamiento de las restricciones a la circulación y el regreso al trabajo presencial se vio alterada con el crecimiento de casos que provocó la variante ómicron. En pocas semanas la curva de contagios subió exponencialmente y producto de ello, unas semanas después, las muertes volvieron a tocar picos preocupantes. Nada de esto conmovió al gobierno, que lejos de tomar medidas restrictivas, decidió buscar la forma de subestimar los contagios y relajar aún más las medidas de cuidado para satisfacer la demanda de la burguesía de que no se frene la economía.

La principal preocupación empresaria frente a la llegada de ómicron no fue la salud de sus empleados, sino el ausentismo que provocaban los criterios de aislamiento. Entonces, la burguesía comenzó una campaña para disminuir el ausentismo. El titular de la UIA, Funes de Rioja, dijo que según los datos recabados por la entidad empresaria, se registraba un 7,5% adicional de ausentismo en promedio. La CAME, que agrupa a pequeñas y medianas empresas, por su parte, estimó un ausentismo de 25% en las industrias de AMBA y del 15% en las del interior. 

El gobierno convocó a representantes de la burguesía y de las centrales obreras para tratar el asunto. Se reunieron el ministro de Economía Martín Guzmán, de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, de Desarrollo Social, Juan Zabaleta y de Salud, Carla Vizzotti. Allí los empresarios reclamaron no solo el acortamiento del período de aislamiento sino también que se habilitaran los test rápidos para hacer en las fábricas. Ambos pedidos fueron escuchados y acatados. Se decidió reducir los días de aislamiento y directamente eliminarlos para los contactos estrechos con tres dosis. A su vez, se decidió reducir la cantidad de testeos por la vía de eliminar los testeos a contactos estrechos sin síntomas. En provincia de Buenos Aires, Kicillof fue más lejos aún: directamente se deja de testear a quienes no pertenezcan a grupos de riesgo con o sin síntomas. Es evidente que, con estas medidas, se van a subestimar los contagios. 

En cuanto a los test rápidos que fueron aprobados, se trata de test de antígenos que tienen un margen de error mucho más alto que el PCR. Por ello, cuando da negativo, se recomienda complementar con PCR. Sin embargo, es evidente que las patronales lo van a utilizar para obligar a trabajar a quienes den negativo, aunque puedan estar contagiados evitando el test de PCR. 

En el sector público, el gobierno mantuvo la presencialidad. Solo permitió el teletrabajo en la administración pública nacional unos días para evitar sobrecargar la red eléctrica. La única motivación posible para ello es garantizar pasajeros para las empresas de transporte público. La gran mayoría del trabajo en el Estado puede realizarse de forma remota, sin poner en riesgo a los trabajadores. Pero ya sabemos que eso al gobierno lo tiene sin cuidado. 

A todo esto, la burocracia sindical, lejos de solicitar medidas para proteger a los trabajadores frente a la nueva ola de contagios, solo pidió junto con los empresarios que se prorrogue el decreto que incluía al coronavirus como enfermedad profesional para que las ART la cubran, lo cual el gobierno también acató porque es otra medida que beneficia a las patronales.   

Las muertes las pone la clase obrera

Las vacunas mostraron su eficacia en la reducción del porcentaje de contagiados que requieren internación y que mueren. Incluso se verifica que ese porcentaje es menor entre los vacunados que entre los no vacunados. Sin embargo, en números absolutos, las internaciones y las muertes alcanzan cifras dramáticas cuando el número de contagios es muy alto, afectando especialmente a quienes se encuentran dentro de los grupos de riesgo, incluso entre los vacunados. Es por ello, que, en momentos de picos de contagios tan altos, algunos países retomaron algunas medidas de restricción de la circulación. No es el caso de Argentina, en donde se da vía libre a la circulación del virus y a las muertes que ello provoca. Muertes que afectan principalmente a la clase obrera.

Efectivamente, hay un factor de riesgo que no aparece tan claro en las estadísticas, y que si se busca está allí: ser parte del proletariado. La condición de clase es un determinante en la probabilidad de morir por Covid. Las estadísticas que se realizaron cruzando datos de muerte con diferentes indicadores socio económicos, muestran que hay un mayor porcentaje de muertes por Covid entre proletarios que entre burgueses. 

Un estudio publicado en la Revista Argentina de Salud Pública mostró que en la Ciudad de Buenos Aires los barrios con mortalidad más alta se ubicaban en el sur (la zona más pauperizada), mientras que los de mortalidad baja se localizaban en las zonas Norte (barrios de mayores ingresos) y Oeste de la ciudad. El mismo trabajo muestra que los barrios con mayor mortalidad tenían porcentajes más altos de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI), que es un indicador del nivel de pobreza. En lugar de medir la pobreza según los ingresos, el NBI la mide por condiciones estructurales como las características de los hogares. Por ejemplo, se cuenta como NBI el carecer de cuarto de baño y el hacinamiento. No es de extrañar, entonces que sea en las zonas con más hogares con NBI en las que se produjeron mayor porcentaje de muertes. 

Hay otro elemento que contribuye a aumentar las muertes entre la clase obrera: las comorbilidades. La hipertensión arterial, la diabetes, la insuficiencia cardíaca y la obesidad son las más peligrosas. Un estudio muestra que en los sectores de nivel socioeconómico bajo de CABA tienen elevados valores de índice de masa corporal (IMC) y un alto porcentaje de población con obesidad. Todo ello explica por qué la población de los barrios obreros más pauperizados, como la que habita las villas, es más vulnerable frente al COVID-19. CABA no es la excepción. Los mismos resultados se encontraron para el resto de Latinoamérica, España, Estados Unidos 1 2, Reino Unido, Francia, Alemania y varios otros países donde se pudo cruzar la información estadística.

Efectivamente pertenecer a la clase obrera es un factor de riesgo. Las condiciones de vida a las que los obreros están sometidos, les impide ocuparse adecuadamente del cuidado de su salud. A diferencia de un burgués, el obrero no cuenta con el tiempo libre para hacer actividad física o tener tiempo para relajarse. No le alcanza el salario para llevar una alimentación saludable. Tiende a vivir en hogares más precarios, hacinados, sin acceso a agua potable. En especial, la clase obrera más pauperizada y con condiciones de trabajo más precarias no tuvo posibilidad de cumplir la cuarentena, más bien tuvo que salir a hacinarse en el transporte público y en los lugares de trabajo. Ahora el gobierno la manda a contagiarse masivamente en medio de una escalada de casos y muertes.

Lo que el gobierno está promoviendo con las medidas para sub registrar los contagios, evitar aislamientos y disminuir el ausentismo laboral, es el aumento de las muertes obreras. En la medida que los contagios mantengan un nivel elevado, va a ser la clase obrera la que ponga la mayor parte de los muertos. La vida obrera es un detalle que a la burguesía la tiene sin cuidado. La ganancia capitalista es lo único que importa. Y en épocas de crisis, después de la derrota electoral, el gobierno apuesta a una recuperación económica que barra los muertos debajo de la alfombra. 

Notas

  1. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33227595/
  2. https://www.healthaffairs.org/doi/10.1377/hlthaff.2021.00414

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