Desde el domingo a hoy, la situación de Bolivia viene ocupando la portada de todos los diarios y noticieros. No es para menos. El “modelo exitoso” de Evo, que aparecía como un ejemplo para el progresismo de la región, se derrumbó de un día a otro con la renuncia del presidente. Conviene analizar en detalle la situación.
Comencemos por lo primero, el “modelo boliviano”. Los recursos económicos del país se reducen a las reservas de gas y minerales. Ellas representan el 70% de las exportaciones del país. Hasta el 2014 la economía marchó bien, en términos capitalistas. Pero luego, se produjo un déficit comercial (se gasta más de lo que se vende), que alcanzó los 900 millones de dólares en 2016 (peor año) y que el año pasado se ubicaba en los 475 millones dedólares. El PBI (que mide el valor de lo producido en el país) pasó de crecer 6 puntos en 2013 a 4,2 en 2019. Es decir, Bolivia redujo su índice de crecimiento en casi un tercio. Las reservas pasaron 15.084 millones de dólares en 2014 a 7.976 al 31 de agosto del 2019, mientras que aumentó la deuda de 15,9% del PBI en 2011 al 24,5% en junio del 2019. O sea, Evo se comió la mitad de las reservas en 5 años y aumentó la deuda en un 60% en 8 años.
¿Y la clase obrera? Ya se imaginará como anduvo. La pobreza, si bien es cierto que se redujo, se mantiene muy alta: es del 51%. El salario mínimo real creció 2,6% por año entre 2006 y 2015, mientras que el salario medio solo creció 0,5%. Pero el trabajo precario se mantuvo entre el 65 y el 70%, por lo cual esos aumentos no fueron a todos los obreros. ¿Cómo se redujo la pobreza entonces? Por un lado, por la asistencia directa, es decir, sin crear empleo genuino. Por el otro, por la emigración. Los trabajadores bolivianos que se iban del país, fueron un doble beneficio para Evo: el Estado no tenía que hacerse cargo de ellos y, además, enviaban dinero a sus familiares en el país (lo que se llaman remesas). Los ingresos de este tipo para Bolivia llegaron a representar el 4,7% del PBI. Cerca de 400 mil migrantes sostienen a 728 mil personas en el país, con remesas que representan 2 salarios mínimos locales.
Digámoslo sencillamente. El modelo boliviano no constituyó ningún modelo exitoso: se basó en la expulsión de población, la precarización laboral y la asistencia social, mientras la economía lo permitió.
Vayamos ahora a los hechos recientes. En 2016 Evo convocó a un referendo para lograr su cuarto mandato, que estaba prohibido por la constitución. Casi 3 millones de obreros, 53% del total, votaron en contra. Luego de ese hecho, la clase obrera castigó al régimen en las elecciones judiciales del 2017, donde casi el 60% de los votos fueron nulos o inválidos. Evo pasó de un promedio de 60% en las elecciones anteriores, a quedar por debajo del 50% en esta última. Todo esto, a su vez, en un marco de fraude, desaparición de actas, el cese de carga de datos durante casi un día, y la renuncia del Vicepresidente del Tribunal Electoral de Bolivia por desacuerdos con el conteo de votos.
Pasando en limpio:
1. Evo no debería haberse presentado.
2. Fue rechazado por la clase obrera en dos elecciones previas.
3. Se presentó y apeló al fraude para mantenerse en el poder.
En este contexto, la oposición convocó a movilizaciones, bajo la figura del empresario Luis Camacho. Mineros, transportistas, médicos y obreros fabriles protagonizaron grandes marchas contra el presidente. El conflicto se nacionalizó y alcanzó a los antiguos bastiones de Evo. El viernes y sábado pasado, la Policía se amotinó y el presidente llamó a la represión de las movilizaciones obreras por parte de las Fuerzas Armadas. Pero estas se negaron. Finalmente, el domingo por la mañana, Evo anunció que convocaría a nuevas elecciones, con un nuevo Tribunal Electoral. Horas más tarde, las Fuerzas Armadas y la policía le exigieron la renuncia, como forma de apaciguar el país, algo que también hizo la COB, principal central obrera (una CGT boliviana). Presidente, vicepresidente y otros tantos funcionarios, presentaron sus renuncias.
¿Qué nos dice todo esto? Evo cae en el marco de una insurrección popular. Las masas están en la calle mostrando un enorme descontento. Muchas de ellas, encuentran en Mesa (el opositor burgués a Evo) una referencia. No porque sean “fascistas” o de “derecha”, sino simplemente porque no tienen otra opción. Falta una verdadera fuerza revolucionaria. Evo ordenó reprimirlas, pero no pudo, las FFAA se negaron. Es decir, el presidente no pudo derrotar ese movimiento, y terminó perdiendo el apoyo de las centrales obreras. Las movilizaciones contra el gobierno no son nuevas, y se vienen produciendo desde 2010. En definitiva, no estamos ante un “golpe de estado”. De hecho, nadie tomó el gobierno y Bolivia vive hoy un vacío de poder. Hay una insurrección obrera que diferentes variantes de la burguesía intentan dirigir y aprovechar.
Lejos de una derrota, la clase obrera boliviana comenzó a tomar el toro por las astas. En lugar de llamar a los compañeros a irse a sus casas o movilizarse para pedir la vuelta de Evo, hay que impulsar el proceso, desarrollar mecanismos de poder y disputar su dirección. No hay que aceptar ninguna salida electoral. Gane quien gane, se enfrentará con las masas en las calles. La clase obrera debe exigir ¡Fuera Evo, Camacho y Mesa! Por ese motivo, es necesario organizarse en asambleas barriales, en fábricas, en zonas rurales, con fines de organizar una Asamblea Nacional de Trabajadores para discutir una salida clasista a la crisis.
Fuentes?
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Rodrigo. Hoy 18/3/2021 , en un programa de la Deutsche Welle, 3 politólogos bolivianos catedráticos y residentes en Alemania analizaron los episodios. Constitucionalmente, no fue un golpe de estado. Le cayó el poder a Agnes. Si los menciono como fuentes es porque ser académico en Alemania, no es ser un vulgar opinador .Lo analizaron desde una perspectiva democrática burguesa, pero según la constitución boliviana, no fue un golpe.