Mejor prevenir que curar, pero curar también es necesario

en El Termómetro socialista/Novedades

Por Teodoro Szemanyzin

Mientras el mundo se desvela a la espera de que la producción de vacunas alcance los niveles necesarios para proveerlas en todos los rincones del planeta una segunda línea de batalla se descuidó totalmente. Ya que la vacuna dará a la empresa que la produzca no sólo grandes ganancias sino que el país que acoja a dicha compañía se hará con una gran reputación internacional los diversos gobiernos han puesto recursos, infraestructura y hasta protección legal para que el desarrollo de la vacuna avance sin problemas.

Por el otro lado los médicos de todo el mundo han tenido que enfrentar al virus con los medicamentos ya conocidos, pero sin la posibilidad de realizar pruebas a gran escala que permitan certificar su efectividad.

En un artículo del New York Times remarca que el gobierno de EE.UU. ha destinado 18 mil millones de dólares para la investigación de vacunas, lo que ha dado resultado a 5 vacunas después de un año, mientras que sólo destinó 8.200 millones de dólares a las investigaciones de drogas terapéuticas, los cuales fueron en su mayoría a anticuerpos monoclonales. Esto llevó a que otras drogas que podían detener la enfermedad en una etapa temprana, llamadas antivirales, no llegaran a testearse adecuadamente. El principal problema serían la falta de fondos, pero también de un sistema que les permita a los investigadores contar con pacientes para llevar a cabo las pruebas.

La Dra. Janet Woodcock, comisionada de la FDA, señala que la falta de una coordinación centralizada ha hecho que el estudio de antivirales estuviera condenado desde un comienzo. Al no contar con una red de hospitales que permita estudios masivos y compartir la información obtenida los investigadores no han podido realizar sus investigaciones.

Al inicio de la pandemia diversas instituciones comenzaron a investigar con las drogas disponibles para evaluar los efectos sobre pacientes infectados con coronavirus, pero para ello se requiere una gran cantidad de pacientes de los cuales algunos reciben la droga y otros placebos. A inicios del 2020 el National Institutes of Health (NIH) se enfocó realizar algunas pruebas que dieron como resultado la autorización del remdesivir y anticuerpos monoclonales. El remdesivir reduce el tiempo de recuperación de los pacientes mientras que los anticuerpos monoclonales sólo tienen efecto si son suministrados antes de que el paciente necesite ser hospitalizado.

En abril el neurocientífico Charles Mobbs supo de estudios de prueba realizados en Francia sobre antipsicóticos y trató de replicarlos con sus pacientes. Los doctores en Francia habían notado que la cantidad de pacientes infectados era mucho menor comparada con la cantidad de personal infectado en los hospitales psiquiátricos. El antipsicótico cloropromacina había mostrado prevenir la multiplicación del coronavirus. El Dr. Mobbs trató de realizar estudios con los pacientes hospitalizados en Monte Sinaí, pero se encontró con que no tenía suficientes para iniciar las pruebas. La Universidad de Kentucky trató de realizar pruebas en una droga llamada camostat, usada para inflamación del páncreas, pero han pasado 8 meses tratando de hallar suficientes pacientes para iniciar las pruebas. “Esta ha sido la fuente de todos los retrasos para todas las pruebas a lo largo del mundo” dijo el Dr. James Porterfield de la Universidad de Kentucky.

Dado que el mejor momento para luchar contra la infección es en su etapa temprana, la necesidad de los investigadores de contar con pacientes recientemente diagnosticados se vuelve vital para realizar las pruebas.

Por otro lado, esta incapacidad de realizar los estudios pertinentes ha dado pie a que se publiciten drogas milagrosas sin estar respaldada por la evidencia necesaria. El primer ejemplo fue la hidroxicloroquina que recibió una autorización de la FDA como tratamiento para pacientes con coronavirus para luego descubrirse que no tenía efectos beneficiosos, e incluso podía ser perjudicial, sobre los pacientes. Ahora otra droga está siendo publicitada como milagrosa, el ivermectin, sin que se hayan realizado estudios a gran escala.

Ahora bien, estas fallas no sólo responden a faltas de manejo o de improvisación, sino que obedecen a la lógica de que el descubrimiento de una droga o vacuna que ayude a combatir al coronavirus será un gran negocio para quien logre alcanzar el descubrimiento. Esto provoca que los recursos se desvíen hacia lo que promete dar mayor ganancia, una vacuna innovadora, en lugar de aquellos que podrían dar mejores resultados, una droga preexistente que combata el coronavirus. Por otro lado, los intereses particulares llevan a ocultar los resultados.

Conclusión

Ahora la nueva administración de Biden y algunas compañías farmacéuticas buscan impulsar el estudio sobre drogas preexistentes, impulsados por las dificultades en la producción y distribución de las vacunas. Pero, aunque se comience con los experimentos en la escala necesaria ya se habrá perdido un año y cientos de miles de vidas se habrán perdido por la lógica de un sistema que sólo persigue la ganancia. Si en lugar de esto se hubieran buscado resultados rápidos y efectivos la centralización y coordinación de las investigaciones nos hubiera preparado mejor para enfrentar la pandemia, se habrían salvado innumerables vidas y no tendríamos que estar pendientes a que los laboratorios y los gobiernos autoricen o no la exportación de vacunas. Porque todos defienden el libre mercado en la bonanza y la intervención estatal en la carestía.

Por estas razones es necesario un sistema de salud que unifique la producción y la atención con una planificación racional, controlada por los trabajadores.

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