La lucha de los trabajadores de la Clínica Privada San Andrés por la defensa de la fuente de trabajo. El síntoma de una enfermedad grave, la crisis del sistema mixto de salud.

en Aromo/El Aromo n° 115/Novedades

Este conflicto puede ser tomado como una extraña situación que contradice la dinámica general del sector salud o como el primer ejemplo de esa dinámica. Es decir, como la muestra del funcionamiento de un sistema donde los intereses de una minoría los patrones en este caso de la familia Surachi son directamente opuestos a los de la mayoría, los trabajadores en este caso tanto en los que brindan la atención como los que la necesitan.

Ricardo Maldonado – GISA (Grupo de Investigación de la Salud Argentina)

La Clínica Privada San Andrés se encuentra en la localidad de Caseros, en el partido de Tres de febrero. En la zona que rodea la estación y la municipalidad, centro político y comercial, dónde, además, se encuentran ubicadas otras clínicas privadas. Es una clínica de 144 trabajadores a los que se suma el personal médico, una planta que abarca dos lotes con 5 pisos de altura de los cuales solo están habilitados y funcionando dos. Como muchas clínicas privadas se sostiene fundamentalmente con los contratos con la seguridad social, en este caso con PAMI. Dicho de otra manera, PAMI toma de las cajas del ANSES para pagarle a burgueses privados tratamientos para sus aportantes. El gran problema en el área de salud, como hemos desarrollado en muchos artículos, está en la contradicción de dos tendencias. Por un lado, la crisis que se profundiza de las cajas jubilatorias. Menores aportes por precarización de la clase trabajadora, menores aportes por disminución del salario real, mayor cantidad de beneficiarios, y -sumado a estos desfasajes estructurales- el sistemático uso estas cajas para financiar la política burguesa, el saqueo de ellas por los políticos de la burguesía. Por otro lado, nos encontramos con el reflejo constatable del maravilloso desarrollo científico y tecnológico del sector sanitario. Lo hemos visto ante nuestros ojos con el desarrollo de la vacuna Covid en un año. Presenciamos el desarrollo de tratamientos cada vez más eficaces y también cada vez más sofisticados que conllevan inversiones mayores para obtenerlos. Lo mismo sucede con la increíble capacidad diagnóstica de la aparatología desarrollada en el último medio siglo. Pero, y esta es la contradicción central de la salud en el capitalismo, quienes más necesitan acceder a toda esta maravilla tecnológica y científica son quién es sistemáticamente ven mermada su capacidad de pago. Es secundario si el problema de las cajas jubilatoria lo medimos en la capacidad de pago directa del jubilado cuando percibe sus haberes o en la capacidad de pago colectiva de las cajas en las negociaciones por los tratamientos. Una y otra vez es noticia PAMI, por su relación con los proveedores. Un círculo que comienza con la discusión por las ofertas, que sigue en los sucesivos problemas con los pagos y termina en infinitas renegociaciones de deuda. No es necesario ser un genio de las finanzas y la economía para entender que el sector de la salud privada que vive de los contratos con PAMI o con otras obras sociales con graves problemas financieros, es el más débil. A diferencia de la crema de la salud privada cuyo centro de gravedad está en las empresas de medicina prepaga, los sectores más débiles de la misma se encuentran siempre al borde del quebranto.

Parte de esta debilidad la podemos encontrar expresada en qué suelen tener bajo su dominio patrimonial la propiedad y los contratos con los trabajadores, pero se encuentran con relaciones mucho más laxas con los médicos a los que negrean (con el monotributo les niegan el pago de las conquistas sociales) y, sobre todo, suelen tener tercerizados los servicios de diagnóstico y tratamientos de alta tecnología, los que requieren mayor inversión, pero también los que generan el verdadero negocio.

Nos encontramos entonces con una estructura en la que costos básicos de poco valor agregado solventan a inversiones sofisticadas de mayor retorno, así la cadena tiene cuatro eslabones: aportantes con un nivel de vida en decadencia a una caja que, por esa razón y las mencionadas, ven mermar su capacidad de pago. Estas cajas negociando con clínicas que han dejado pasar el tren de las inversiones en otras manos y que subcontratan, tercerizan, alquilan sus espacios para estas intervenciones, que son las verdaderamente lucrativas de la salud privada.

Una cadena de eslabones en el que uno solo es relativamente sólido es probable que se rompa. Tanto más sí es sometida a fuertes tensiones. Aunque parezca extraño la pandemia fue eso para el sistema de salud. La pandemia obligó a centrar la actividad en un solo problema, el coronavirus y, por lo tanto, no sólo dejó un segundo plano, sino que impidió por el problema de los contagios, toda una serie de intervenciones que mantenían con vida al sector al que nos referimos. El parate económico de varios meses por el aislamiento, que no hizo más que profundizar una crisis en desarrollo previo, hizo temblar los otros eslabones como la recaudación de la ANSES que depende en parte de los salarios, las negociaciones con las clínicas que dependen de la recaudación y los fondos del ANSES, en este caso obligado a colaborar también con la supervivencia de la población aislada IFE, y los subsidios a las patronales en crisis ATP. Todo repercutió sobre la frágil estructura de acumulación privada de las clínicas que actúan como el hotel turístico de la tecnología.

El centro neurálgico de la salud es la industria, la producción de fármacos, sobre todo biológicos, y la fabricación de sofisticados aparatos de diagnóstico y tratamiento. Esta industria farmacéutica, al igual que lo señalado para las clínicas, ha salido golpeada por la crisis. En sus estamentos más altos se pudieron beneficiar (el famoso Hugo Sigman o el Richmond que producirá, cuando termine de construir su planta, la vacuna creada por Gamaleya, por ejemplo) pero también ha sufrido la retracción en los más bajos. Queda así un sector de la actividad sanitaria en grave crisis, y la feroz interna entre Ginés y Kreplak, expresada en el vacunatorio VIP, es la disputa por el destino de los negocios del sector y los fondos disponibles, aun mermados, en las cajas. La atención sanitaria privada es un complemento que el capitalismo considera necesario en la medida que permite a la industria la acumulación, un intermediario con la demanda. Como tal, la concentración de la demanda solvente de servicios de salud en una población menor tenía que golpear duramente a las clínicas más pequeñas.

Este golpe es el golpe también a una política desarrollada desde el año 40 de favorecimiento del desarrollo de una salud privada conviviendo con la salud pública. En el que la salud pública, como todo lo que hace el estado burgués, es el bobo al que le cargan los problemas que no convienen. Cuando Kicillof meses atrás le entregó préstamos blandos dinero fresco a clínicas de la provincia utilizando fondos del IOMA , no hizo más que sumar otra caja más con fondos de los trabajadores a solventar el negocio privado, un negocio que ahora intentará despojarse a los trabajadores de su capa menos rentable.  

Planteado el marco general de los sucesos de la Clínica San Andrés volvamos a ella en primer lugar tenemos que señalar un evento, la muerte de Atilio Surachi el 7 de enero de este año, dueño durante 40 años de la clínica. Posteriormente son sus familiares, Dante, Hernán y Adriana Surachi, quien además estaba a cargo desde la renuncia de Daniel Quiroga el director anterior, quienes se hacen cargo. Junto con la contadora Liliana Ostapczuk con un 5% de la sociedad. Que sean ellos y no Atilio Surachi quienes efectuaron la maniobra contra los trabajadores, puede llevarnos a engaño, sin embargo, nos encontramos con la misma familia tomando una decisión extrema contra los trabajadores, en continuidad de otros ataques a los mismos denunciados con anterioridad, sobre todo en el año de la pandemia.

Como han informado los trabajadores PAMI, pagó la suma de 150 millones de pesos hace corto tiempo lo que indica que no se han cortado las vías de ingresos habituales, por lo tanto, como han informado los trabajadores el cierre se realiza de manera tramposa y cobarde, es decir como muchas otras veces los dueños simplemente se ausentaron, desaparecen dejando un establecimiento paralizado, cortando no sólo las vías de ingresos económicos, sino también, impidiendo la toma de decisiones. De alguna manera, en una imagen repetida cada vez que se desató una crisis, los patrones se alejan dejando a los trabajadores rehenes en el establecimiento, al que luego intentarán recuperar por vía judicial. El problema queda mucho más en evidencia cuando nos acercamos al establecimiento y vemos que en la medida que han podido, o sea en la medida que los trabajadores no lo han podido impedir, los dueños o sus socios, se han llevado aquello que es valioso para la salud como negocio, los aparatos. Han intentado vaciar el laboratorio y hemoterapia, se han llevado los equipos portátiles de radiología, y mucho del equipamiento que es tercerizado o alquilado, como en los quirófanos. Hay que remarcar, porque es un aprendizaje para toda la clase obrera y por qué es necesario aplaudirlo, que los trabajadores en la defensa de la fuente de trabajo han comprendido rápidamente que solo ellos pueden cuidar a la clínica , evitando el saqueo de su instrumental y a la vez manteniendo en condiciones las instalaciones y los espacios, para el momento en que se puedan reactivar las tareas.  Como expresaron en la asamblea el martes 16 de febrero, esa tarea, mantener en condiciones de funcionamiento e higiénicas todos los espacios del establecimiento, “ya no es una tarea de las mucamas porque ya no hay mucamas y hoy somos todos desocupados, mañana cuando la clínica se reabra dejaremos de estar todos abocados a defender la fuente de trabajo y podremos volver cada uno a su tarea específica”.  

Con la desaparición de los dueños también se ha cortado el tipo de contrato espurio que los patrones de la salud realizan de manera diferencial con el sector de los médicos, a los que se contrata como monotributistas para escamotearles las conquistas sociales que le corresponde a cualquiera que trabaja regularmente para el mismo patrón. Esta diferencia y precarización, se refleja institucionalmente en que las organizaciones gremiales dividen al conjunto de los trabajadores entre los médicos que poseen una representación y el resto, que posee otra. Esta división le brinda grandes beneficios le brinda a la patronal, pero los médicos tienen que sumarse a la lucha conjunta, ya que si cierran la fuente de trabajo de poco sirve estar en uno u otro sector. Pero si les sirve a los dueños de las clínicas, ya que la falta de relación de dependencia de los médicos y otros profesionales lleva a apurar la decisión de enviar telegramas para formalizar el reclamo. Y esto debilita la estrategia de reclamar la continuidad al llevar rápidamente a que se consideren despedidos y ya no se sumen al reclamo de reapertura.

El conflicto expone, como la primera imagen de una película de la que ya estamos adivinando la continuación, que una parte importante de la salud privada se encuentra en un marasmo y que siempre las crisis exponen la contradicción insalvable entre las necesidades sociales y el funcionamiento capitalista. Dicho de otra manera y como lo estamos relatando, en el momento que más necesaria es una sólida estructura de salud, o sea en el momento que todos y hasta el último trabajador de salud es indispensable, al negocio de la salud le sobra gente.

Párrafo aparte merece la conducción sindical de FATSA, que no afiliaba a los compañeros porque los patrones no pagaban las cuotas sindicales al sindicato. Dos datos merecen destacarse de este hecho, el primero es que el fallecido Surachi era un ladrón desde hace mucho tiempo, y si no procedía como sus herederos sólo era porque seguía llenando los bolsillos, no por respeto a los trabajadores a los que les bolsiqueaba las cuotas que aportaban. El segundo es que pocas veces vemos tan blanco sobre negro que el único objetivo de la burocracia sindical es su bolsillo, ningún compañero necesita tanto un sindicato como el que tiene un patrón de este tipo. Los sindicatos no se crearon para ser entes administrativos de recaudación sino órganos de lucha, es como un médico que negara a atender a los pacientes justamente porque vienen con un mal estado de salud.

La salida a la situación de la clínica privada San Andrés necesita en primer lugar de la más alta solidaridad del valiente grupo de 144 compañeros que la están defendiendo esa solidaridad tiene que servir para que el Estado se hará cargo de la misma y de todos los trabajadores manteniendo la antigüedad y derechos, y lo haga también con todas las otras clínicas, institutos de diagnóstico, establecimientos geriátricos o cualquier efector sanitario que se hallen en situación parecida. Sí dirigir es prever no es necesario hacer atravesar a más trabajadores el calvario de estos dos últimos meses de los compañeros de la San Andrés.

Porque los trabajadores de salud sabemos qué es mejor prevenir que curar sabemos también que hay que saber leer la realidad. Esta crisis del negocio de la salud nos amenaza a todos, a los privados del mundo de la atención porque pueden seguir el camino de la San Andrés, a los privados del mundo de la producción y la distribución porque el achicamiento y reducción se va a reflejar en el mundo de la industria en el cierre de los laboratorios, de droguerías y farmacias más débiles y más pequeñas, y a los trabajadores de la salud pública de todos los estamentos, por qué significa que el ensayo realizado en el 2020 se va a potenciar en los años siguientes: sin recuperar nuestro salario, sin aumentar la planta, sin terminar con la precarización, pretenderán que nos hagamos cargo de todo el inmenso mundo de lo que ya no les sirve al negocio de la salud privada.

A este diagnóstico le corresponde un método curativo. Si la clínica San Andrés es el síntoma de una enfermedad, el capitalismo inviable de la Argentina, el tratamiento inmediato es trabajar por el triunfo en este conflicto. Ganar y ganar ya, reapertura bajo propiedad estatal y control de los trabajadores que supieron defenderlas, el tratamiento de fondo consiste en aplicar dosis masivas de esta vacuna, sumar a los trabajadores de salud públicos y privados, de la atención y de la producción, a construir la herramienta para un necesario un sistema de salud que unifique la producción y la atención con una planificación racional, controlada por los trabajadores.

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