En el bando equivocado. FMI, deuda, izquierda y el tobogán argentino

en Aromo/El Aromo n° 121/Novedades

La deuda se va en sostener una estructura económica que alimenta a empresarios ineficientes (nativos y extranjeros), con una población cada vez más pobre. Con deuda o sin ella, con Fondo o sin Fondo, con los chinos o con los yanquis, la Argentina capitalista está condenada a seguir hundiéndose. La solución no es “reorganizar el país para afrontar el no pago, como sostiene el trotskismo. Hay que reorganizarlo porque no funciona. Hay que desplazar del poder a la burguesía argentina, expropiarla y concentrar las fuerzas productivas para desarrollar racionalmente la producción.

Gonzalo Sanz Cerbino

Damián Bil

CEICS

El que no quiere ver…

Durante los últimos días, el gobierno habría llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Utilizamos el condicional porque, hasta el momento, no se ha firmado la carta de intención ni se conocen en detalle las condiciones del pacto. Aun así, han trascendido algunos elementos del mismo. Según el ministro Guzmán, se llegó al entendimiento “más razonable posible, sin necesidad de ajuste”. El ministro señaló que no habría mayores avances sobre jubilaciones, ni una aceleración de la devaluación. Aunque en esa misma ronda de declaraciones con el jefe de gabinete Manzur, reconoció que habrá una reducción del déficit fiscal (buscando llegar al 0,9% en 2024) y de la asistencia monetaria del Banco Central al Tesoro, que debería eliminarse para 2024 1. También, el gobierno se habría comprometido a atacar la inflación por la vía de fomentar las exportaciones de los generadores de divisas. Se habría acordado un esquema de tasas de interés reales positivas y continuar con el programa de control de precios. Se asumió el compromiso de fortalecer la “administración tributaria” (más impuestos, lógico) y atacar la evasión y el lavado de dinero (un elemento al cual se ha apelado numerosas veces en la historia argentina, sin resultado evidente). A su vez, volvería a ponerse sobre la mesa el aumento de las tarifas de los servicios públicos, un tema largamente debatido y con el cual el gobierno amagó varias veces en estos dos años.

De parte del FMI, el compromiso sería un desembolso equivalente al préstamo stand by que tomó Cambiemos (44.500 millones de dólares), en pagos trimestrales previa revisión del cumplimiento de las metas pautadas. Los montos recibidos irían en parte para pagar el mencionado crédito de 2018 y en parte para robustecer las reservas del BCRA. Los vencimientos de la nueva deuda contraía por la Argentina se darán en un plazo de entre cuatro y diez años 2.

A su vez, algunos periodistas mencionaron la existencia de “cláusulas secretas” 3: reforma impositiva, gravamen a la propiedad inmueble ociosa, algo que el FMI viene publicitando desde por lo menos mediados de 2021 y que parece distar de la caricatura liberal que se hace de este tipo de organismo de crédito, entre otras. Por otra parte, el tipo de cambio no se sinceraría para evitar especulaciones y corridas financieras, aunque se continuará con devaluaciones graduales como hasta ahora. En realidad, existe un trasfondo político detrás de la negociación: en Wall Street consideran se otorgaría un “préstamo puente” a pedido de Biden para asegurar la gobernabilidad en el país hasta 2023. Aparentemente, el Departamento de Estado y el Tesoro yanqui intervinieron para “ablandar” las exigencias del FMI. De esta forma, estiman, evitarían un mayor avance del ala cristinista en el gobierno y buscarían generar respaldo frente a las políticas sino-rusas en la región 4. Por eso, Alberto tuvo que desdecirse rápidamente de los elogios que dispensó a Putin y Xi Jinping en su reciente gira a Oriente.

Asimismo, el acuerdo contó con el apoyo de la oposición burguesa (Cambiemos, principalmente) y de los empresarios, que se muestran aliviados con la posibilidad de volver a endeudarse y reestablecer el suministro de importaciones claves para la producción. Como ya es de público conocimiento, las figuras más conspicuas del kirchnerismo trataron de despegarse, para reposicionarse frente a sus bases, siendo la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de Diputados el acto simbólico más connotado. La izquierda, como nos tiene acostumbrados, cayó en la maniobra K y se plegó implícita o explícitamente (como el NMAS, que convocó a Máximo a la famosa marcha) a la fantochada nac&pop. Con encabezados como “pacto de coloniaje”, “nuevo saqueo”, “se viene un brutal ajuste”, y otros, decidió encolumnarse detrás de un supuesto sector nacionalista que rechazaría el pacto. Decimos “supuesto” porque no hay sector de la burguesía que repudie el acuerdo. Los límites programáticos del trotskismo y su pereza para entender la realidad argentina lo vuelven a entrampar en el engaño peronista.

En cuanto a lo que se dice del acuerdo, el comprometerse a reducir el déficit fiscal y quitar de forma progresiva las ayudas del BCRA, sin indicar de dónde saldrán los recursos para hacerlo, implica que se va a proceder a ajustar alguna variable. O reducción de gastos en ciertas áreas, o más impuestos. La idea de que esto se podrá sostener con mejoras en los indicadores productivos o con más recaudación es, a la vista de la experiencia histórica reciente, poco creíble. Pero revisemos brevemente la dinámica de mediano plazo de la economía argentina en los últimos años, para saber si lo que nos espera es un “brutal ajuste” o la continuidad de lo que vienen haciendo los distintos gobiernos burgueses desde hace años.

Ajustes eran los de antes

La recesión en Argentina no se inició en diciembre de 2015. Por lo menos, se remonta a 2012-13, cuando se acabó el denominado “viento de cola” o ciclo de ascenso de precios de los commodities. La soja, por caso, cayó un 42% desde agosto de 2012 a diciembre de 2017; el maíz un 55% y el trigo 49% en el mismo período. El maní, la carne vacuna, los derivados de la soja y del girasol, el aluminio, el cobre, el oro y la plata siguieron una dinámica similar (con bajas de entre 28% y 61% entre 2011-12 y 2017). Eso afectó el saldo comercial: mientras en 2011 se exportaron productos por casi 83 mil millones de dólares, arrojando un superávit de 9 mil millones, en 2015 el monto de exportaciones fue de menos de 57 mil millones, un 32% menos. Como las importaciones fueron mayores, la balanza comercial arrojó un déficit de 3.500 millones de dólares, el primero desde 1999. Este deterioro se reflejó en la dinámica de las cuentas públicas. La balanza de pagos, que tenía una relativamente holgada situación en el período 2006-09 con un saldo promedio favorable de 6.427 millones de dólares al año, para 2010 entra en números rojos: 1.545 millones en 2010, y 17.570 millones en 2015. En 2018, casi 27.000 millones negativos. Recién en 2020 recuperó un saldo favorable, a partir de una fuerte contracción en las importaciones de bienes y servicios (vehículos, piezas y accesorios para bienes de capital, energía y bienes de capital) producto de la recesión (30% menos que en 2015 y poco más de la mitad de lo que se importó en 2011). A nivel del resultado fiscal, se pasó de un superávit del 3,1% del PBI en el trienio 2004-2006, a un déficit del 0,1% en 2012. En 2015, -6,4%. El resultado financiero, que incorpora ingresos y gastos de capital, desde 2011 y hasta 2017, no sale de entre -5 y -8 puntos del PBI. Recién sobre el fin del gobierno Macri, en 2018, el fracaso del gradualismo y la crisis de la deuda aceleran el ajuste, y el déficit se contrae en 2019 al -0,4% (-3,8% financiero).

El gobierno de los Fernández arranca los primeros meses de 2020 con la misma tónica, incluso con un brutal ajuste a los jubilados, que implicó una exacción de casi 6 mil millones de pesos de aquel entonces. A su vez, inicia tratativas para ir hacia una actualización tarifaria en julio de 2020 5, pero la pandemia truncó el intento. La necesidad de subsidiar a los empresarios (mediante un Fondo de Garantía de 30 mil millones de pesos para pagar salarios, mantener el congelamiento de tarifas y transporte) y evitar una mayor conmoción social en 2020 (vía el miserable subsidio IFE) incrementaron el déficit al 6,3% del PBI. Aunque para fines de 2020, Guzmán retomó la labor donde la había dejado a comienzo de ese año: eliminación del IFE, promesa de reducir el déficit fiscal por debajo del 4% en 2021 (realizada ante la Asociación Empresaria Argentina) con ajustes varios, como reducción de la asistencia del BCRA, más presión impositiva y sobre jubilaciones, etc. En ese entonces, se calculaba un ahorro de 4.200 millones de dólares para finales de 2021. Ya transcurrido el año, con datos provisorios, se habría logrado incluso un punto adicional de reducción, alcanzando un -3% del PBI. Esto se consiguió merced a algunos ingresos adicionales (como el impuesto a la riqueza) pero también gracias a la política de reducción de gastos aplicada por el gobierno.

El intento de control de la emisión monetaria ya lo había iniciado Guzmán previo a la pandemia: la base monetaria se amplió solo un 5% en los primeros tres meses de 2020. Con la llegada del COVID y la batería de subsidios, se disparó nuevamente. Pero en 2021 sólo aumentó 12,7%, la tasa más reducida desde 2016. En cuanto a los subsidios, a pesar de las inyecciones de dinero, las transferencias a la energía aumentaron solo 0,8% del PBI y en transporte permanecieron prácticamente en el mismo nivel de 2020. En 2021, el congelamiento obligó a expandir los subsidios a la energía en poco más de medio punto del PBI. Por ese motivo, como señalamos, ya está en la agenda un reajuste de tarifas (ya estaba en agenda antes del acuerdo con el FMI, recordemos el affaire Federico Basualdo, el subsecretario de Energía que Alberto y Guzmán no pudieron echar), presentado bajo el eufemismo de “segmentación” 6.

Otra de las herramientas de ajuste es la inflación. Si bien es cierto que una elevada tasa perjudica la dinámica de los negocios, al gobierno le otorga ciertas ventajas. Por un lado, reduce los gastos no indexados de distintas áreas de la Administración, presupuestados a comienzos de cada ejercicio a una tasa de inflación siempre menor a la que realmente tendrá ese año. También hace lo propio con salarios estatales y haberes previsionales, que avanzan muy por detrás de los precios. Como muestra, tenemos el caso de los científicos, que perdieron más de 70% del poder adquisitivo desde 2009, o el salario bruto estatal promedio, que según datos del SIPA, perdió un 15% de su poder adquisitivo entre agosto de 2019 y mismo mes de 2021. Este fenómeno licúa una porción del gasto público. En contrapartida, una parte de los ingresos tributarios, los que están atados a alícuotas sobre un monto específico que acompaña la dinámica de precios (sobre el patrimonio, sobre la facturación, etc.), aumentan al compás de la inflación, o a lo sumo con un escaso retraso 7. Como la inflación ayuda a acercarse a las metas fiscales, es cuanto menos dudoso que el gobierno logre reducir sensiblemente esta variable.

En resumidas cuentas, el acuerdo con el FMI no plantea ninguna ruptura con la dinámica económica que transita la Argentina desde hace años. Sin ir más lejos, para 2022 el FMI exige una reducción del déficit previsto de 0,8% del PBI, cuando Guzmán ya lo había reducido de 6,3 a 3,5 en 2021 (más lejos en el tiempo, en 2003, Néstor Kirchner firmó un Stand By que preveía pasar de 2% de déficit a 3% de superávit en un año, y lo vendió como un gran acto de soberanía). La perspectiva es hacia la continuidad del ajuste, tal como experimentamos desde hace años. Al revés de lo que supone el nacionalismo, no es el FMI el que le marca la agenda al gobierno, sino que el Fondo termina comprando el plan económico de los Fernández-Guzmán. O sea, tirar hasta llegar a las elecciones de 2023. El FMI no pide un ajuste mayor al que venimos sufriendo. El único punto ríspido parece ser la cuestión de las tarifas, aunque como explicamos ya se estaba avanzando en ello. El resto de la “agenda” no es algo que no se haya realizado o intentado aún.

Una mala lectura de la situación

Pasados en limpio los alcances del acuerdo, veamos cómo lo ha leído la izquierda local. Si se quiere entender el verdadero rol que juega el FMI en la economía argentina y las implicancias reales del acuerdo al que se arribó en los últimos días, definitivamente no deberíamos leer las prensas de izquierda. Un compendio de argumentos contradictorios que, con el objetivo de colocar al Fondo en el centro de los problemas de Argentina (que exceden por mucho a ese organismo y a este acuerdo), sobredimensionan las condiciones acordadas, inventan problemas que no tenemos (ser una colonia del imperialismo), minimizan los 12 años de ajuste y crisis ininterrumpida (disculpando en particular a los gobiernos kirchneristas) y promueven salidas que no superan el horizonte burgués. Para esta izquierda cualquier alternativa es mejor al Fondo, cuando en realidad, los trabajadores vamos a estar igual de mal con acuerdo o sin acuerdo, porque el problema de la Argentina no está en el FMI.

En el terreno estrictamente económico, los partidos de izquierda han señalado, correctamente, que el acuerdo con el FMI implica un ajuste, poniendo eje en las metas de reducción del déficit, la reducción progresiva del financiamiento por parte del Banco Central, la devaluación del peso y la quita de subsidios que derivará en un tarifazo. Sin embargo, exageran la profundidad que tendrá, pasando por alto que venimos de 12 años de esa dinámica… tarifazos, devaluaciones sistemáticas, deterioro de los ingresos. Con o sin acuerdo, los capitalistas argentinos no tienen otra receta, más allá de los discursos para la tribuna. En esta cruzada por intentar presentar este acuerdo como un punto de inflexión, terminan embelleciendo medidas burguesas. Por ejemplo, tanto el PO como el PTS han señalado que el establecimiento de tasas de interés positivas desacelerará la reactivación. En el documento común que todo el trotskismo firmó (junto a organizaciones kirchneristas) de cara a la marcha del 8 de febrero fueron más allá, señalando que tal medida “encarece el crédito productivo”. ¿Qué otra cosa es el “crédito productivo” a tasas negativas que un subsidio a la burguesía planera? Se dirá que construir el frente que puso en pie la marcha del 8/2 obligó a hacer concesiones, pero el periódico del PTS, La Izquierda Diario, utilizó la misma fórmula en más de una oportunidad 8. Además, el crédito es un reducido fragmento del problema, que pierde de vista la esfera fundamental de la producción. La limitación principal es que no hay ningún negocio rentable para el capital. De ahí, la recesión y el ataque constante a las condiciones de vida de la población. Ese es el problema de la situación en que nos encontramos, que el trotskismo se empeña en esconder: con cualquier alternativa burguesa, haya o no acuerdo con el FMI, los trabajadores salimos perdiendo.

Con cada una de las medidas acordadas por el gobierno con el FMI sucede lo mismo. Tanto el PO como el PTS reconocen que estábamos sin reservas, a las puertas de una “corrida cambiaria” (PO) o en “un callejón sin salida” (PTS) 9. Ello nos llevaba directo a un “Rodrigazo” (o sea, la licuación de nuestros sueldos por la megadevaluación). ¿Eso significa que el acuerdo es bueno? No, pero su alternativa no era mejor. Y en este punto de las reservas, nuevamente aparece la defensa de medidas burguesas: según el PTS, el FMI nos obliga a acumular reservas “para pagar la deuda” en lugar de destinarla a “sostener la actividad económica” 10. O sea, regalarle dólares baratos a la burguesía planera. Como la misma nota aclara, los dólares “se necesitan para importar bienes de capital (máquinas, tecnología, piezas y repuestos, etcétera), bienes intermedios (insumos) o bienes de consumo final. Pero la que demanda estos productos es la misma burguesía industrial. Amén de que recomponer reservas es clave para sostener el precio del dólar: la alternativa, otra vez, es la devaluación. Como indicamos en otras ediciones, ambas salidas son disyuntivas fatales para los trabajadores… o morir ahogados o morir quemados. Al trotskismo, en su afán de no confrontar con las bases kirchneristas, no se le ocurre pensar una salida diferente, socialista, que rompa esta dinámica política y económica. Perdone quien lea si cansamos, pero el problema es el capitalismo argentino, que solo tiene para ofrecer a los trabajadores sangre, sudor y lágrimas, con o sin acuerdo con el FMI.

Ni hablar de las contradicciones que se encuentran entre textos de la misma corriente. Por ejemplo, varios documentos señalan que este acuerdo implica destinar recursos a pagarle al FMI, cuando es claro que los pagos se posponen (roll over mediante) hasta dentro de 4 años. Dice un artículo de La Izquierda Diario: “Nuevamente nuestros recursos se irán a pagar esta deuda ilegítima, ilegal y fraudulenta. Esos recursos que podrían destinarse a salarios, jubilaciones, vivienda, trabajo, salud, educación” 11. Pero otra nota del mismo partido señala que “el gobierno gana aire con el acuerdo y patea el problema de la deuda” 12. Parece que no tienen en claro en qué consiste el acuerdo… Por otro lado, tanto el PO como el PTS señalan que el gran problema es que si el gobierno no cumple, se suspenden los giros destinados a pagar la deuda. El monitoreo trimestral de las cuentas por parte del FMI es, al decir del PO, un “chantaje” que se apoya en la amenaza de dejar que la Argentina caiga en default. Para el PTS, “si el Fondo decide cerrar el grifo ante un incumplimiento argentino, provocaría una crisis de dimensión mayor que la que supuestamente se está exorcizando”. Por eso, el acuerdo es un “arma en la sien de la economía argentina” 13. ¿Acaso la propuesta de estos partidos no es el no pago? ¿Si la Argentina entra el default, entonces, no sería positivo? Estamos dejando de pagarle al Fondo… ¿Cómo es eso de que si no pagamos esto “provocaría una crisis de dimensión mayor que la que supuestamente se está exorcizando”? El nacionalismo vulgar termina obnubilando a la izquierda que se dice revolucionaria.

El verdadero rol del FMI en la economía argentina

Pero el mayor problema derivado del acuerdo con el FMI no se encuentra, para el trotskismo argentino, en el ajuste. El principal problema es que ello implica que la Argentina se subordina al imperialismo. En una verdadera competencia para ver qué corriente lo expresa en términos más grandilocuentes, la izquierda ha definido el acuerdo como una “pérdida de soberanía” (PO, MST), una “intromisión directa” del FMI en el país (PO), una “pretensión intervencionista” del Fondo (PTS); la “subordinación” (documento de la marcha del 8/2), el “sometimiento” o la “sumisión” (PTS) del país, que significa “más dependencia” e implica un “mecanismo de esquilmación de recursos nacionales” (documento de la marcha del 8/2); que nos pone “a los pies del FMI”, un “organismo de dominación imperialista” (PTS); que da lugar a un “co-gobierno con el FMI” (PO, PTS, documento de la marcha del 8/2) que implica una “modificación del régimen político” (PO), que pone al “FMI al mando de la economía” (PTS); un “pacto humillante” (PO), un pacto/acuerdo/saqueo “colonial” o “neocolonial” (PO, PTS), que nos convierte en “vasallos del FMI y los organismos financieros imperialistas” (MST), dando lugar a un “sometimiento virreinal” (NMAS), que transforma “a la Argentina en un nuevo Virreinato del Río de la Plata en pleno siglo XXI” (PO).

Como hemos explicado con detalle en el libro ¿Nos gobierna el FMI?, lejos está cualquier acuerdo con el Fondo de implicar una dominación imperialista. Es claro que el FMI no es un organismo filantrópico. El Fondo expresa la estrategia de los capitales imperialistas: sus préstamos (y las condicionalidades asociadas a ellos) responden a esta estrategia. Su primer objetivo es evitar que la crisis en un país puntual se generalice dando lugar a un cataclismo económico a escala mundial. El segundo objetivo es promover una liberalización del comercio favorable a los capitales más concentrados, que son los de las potencias imperialistas. Pero de reconocer la estrategia del FMI a derivar de allí la existencia de un “orden mundial” sin contradicciones que domina a la inmensa mayoría de las naciones, comenzando por la Argentina, hay un largo trecho. Por empezar, nada ni nadie obliga a ningún país a solicitar auxilio del FMI y a someterse a estas condiciones. Es más, es común que las condiciones no se cumplan, en particular en la Argentina. Todos los países bajo acuerdo con el Fondo suelen solicitar “dispensas” (waivers) cuando alguna meta no se cumple, y es común que se concedan. Más aún, la mayoría de los acuerdos con el Fondo se cancelan antes de tiempo: de 615 acuerdos firmados en todo el mundo entre 1973 y 1997, solo el 34,8% se cumplieron. De los 22 acuerdos de condicionalidad fuerte que la Argentina firmó con el FMI en su historia, 31,9% se interrumpieron porque no cumplimos las condicionalidades. El último en suspender un acuerdo fue Macri, en 2019. No solo no cumplimos las condicionalidades, sino que la Argentina defaulteó, renegoció o postergó unilateralmente pagos de la deuda en decenas de oportunidades. En 1956 se creó el Club de París con el objetivo específico de renegociar la deuda externa que la Argentina no podía pagar. En 1976, a poco de asumir, Martínez de Hoz postergó unilateralmente pagos de deuda, igual que Macri en 2019. En los ’80 la deuda externa fue renegociada en varias oportunidades, y en los ’90 no se pagó un peso porque se contraía deuda para pagar los vencimientos (roll over). Ni hablar de 2001, donde Argentina alcanzó un record: el default soberano más grande de la historia. Y solo mencionamos algunos de los “incumplimientos” desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Pero no solo “rompimos” con el Fondo y los acreedores externos por no poder pagar, también lo hicimos cuando cierta holgura financiera nos permitió desentendernos de las condiciones que imponían: en 1969, la bonanza económica le permitió a Onganía no renovar el Stand By con el FMI y endurecer las negociaciones con el BID y el Banco Mundial. En 1977, Martínez de Hoz dejó de pedir préstamos al Fondo para evitar que se los denieguen por las violaciones a los DDHH. En 1974 y 2006 dos gobiernos peronistas pagaron cash, por adelantado, toda la deuda con el Fondo y presentaron como un acto de soberanía la mayor de las agachadas: pagar la deuda externa antes de lo necesario.

Si la relación de un país con el FMI implicara algún sometimiento, ello debería tener expresión en el ranking de los países que más asistencia han solicitado. Hasta el año 2000, Argentina se encontraba 5ta. en ese ranking. ¿Quiénes estaban en los primeros puestos? México (1ero.), Corea (2da.), Rusia (3era.) y Brasil (4to.) Forzando mucho la evidencia, algún trotskista podrá decir que México y Brasil son países semicoloniales y dependientes, ¿pero también lo es Rusia, una de las potencias imperialistas en la actualidad? ¿O Corea, la 10° economía a nivel mundial y el 7° exportador de bienes industriales (sobre todo complejos)? Por si alguno está pensando argumentar por ese lado, le advertimos que el sexto en el ranking es Gran Bretaña. Sin ir más lejos, en los ’50 tanto Francia como Gran Bretaña solicitaron ayuda del Fondo ante la crisis del Canal de Suez, por 394 y 2.061,5 millones de dólares, respectivamente. En los ’60, este último país firmó 6 Stand By para estabilizar la libra esterlina. EE.UU. firmó en 1962 un Stand By por 500 milllones de dólares, y en 1966 recibió 600 millones del Fondo. ¿También estamos aquí frente a países semicoloniales y dependientes?

A todo esto… ¿por qué la deuda?

Como desarrollamos en números previos, el capitalismo argentino tiene serios problemas estructurales, relacionados con su carácter pequeño, agrario y tardío. Es decir, con su pequeña escala de acumulación, su llegada tarde al mercado mundial y la imposibilidad de ingresar competitivamente al mismo con otra rama que no sea la agropecuaria (y algunos renglones de la minería). Este último elemento, la dinámica del sector agrario, funciona como compensación del rezago productivo de la Argentina, debido a que a lo largo del tiempo es la actividad que provee de divisas para el funcionamiento de la economía. Pero esta capacidad tiene un límite histórico, y por diversos motivos ya a mediados del siglo XX comenzó a agotar su papel compensador. En ese contexto la economía argentina, con menor capacidad competitiva a nivel mundial, recurre a otros mecanismos para “protegerse”. Aparecen los planes de ajuste periódicos (llamados “de estabilización”), y la estructura se defiende empobreciendo las condiciones de vida de su población. Inflación-devaluación monetaria, que pulverizan monedas e ingresos desde los ’70 en adelante; y ante la insuficiencia de esas herramientas, pedir prestado con la promesa de producción futura, el endeudamiento. Desde esa década, el endeudamiento público (con agentes internos y también externos) se incrementó de forma progresiva. Si consideramos la deuda bruta del Sector Público Nacional desde comienzos de los ’90, pasó durante el período menemista/delaruista de 63.250 millones de dólares en 1992 a 144.222 millones en 2001 14. Trepó a 191.296 millones en 2004; el mentado “desendeudamiento” de 2005 la redujo en apenas un 17% (cerró ese año con un valor de 157.650 millones), pero luego volvió a su ciclo ascendente: en 2011, superó el valor de 2004; al irse Cristina en diciembre de 2015, el monto era de 222.703 millones. Macri dejó el gobierno con casi cien mil millones más de deuda bruta (323.064). A pesar de su discurso, los Fernández no se quedaron atrás. A diciembre de 2021, el acumulado en dólares llegó a los 363.361 millones. En términos del PBI, a comienzos de los ’90, la deuda pública no llegaba al 20%. Recién bajo el efímero gobierno de la Alianza, trepó a un 40%. Cristina Kirchner finalizó su primer mandato con un nivel de endeudamiento público sobre PBI de casi el 39%, bajo en comparación a los años previos. Desde ya, el abultado superávit comercial por el boom del precio de los commodities, permitió financiar al Estado y a los burgueses que operan localmente sin recurrir de forma desmedida a los instrumentos de deuda, que creció moderadamente en términos absolutos. No obstante, para 2012-14 (antes de Macri) se revierte el proceso y la deuda vuelve a aparecer como forma de financiar el déficit del Estado. Cristina deja el gobierno con un 53% de deuda sobre PBI, proceso que Macri impulsa para llevarlo a casi el 90%. En 2020, superó el PBI (103%), mientras que en 2021, con datos del tercer trimestre, retorna a niveles más cercanos a 2018 (82,2%), cuando Macri fue a pedir al Fondo.

Podemos revisar otras variables más adecuadas. Si tomamos solo la deuda en moneda extranjera frente a las reservas o el valor anual de exportaciones, se observa que para 2003 la misma estaba en un 959,6% y 393,4% respectivamente. Para 2007, se había reducido a 165,4% y 115,1%. Pero a partir de ese momento retoma el ciclo ascendente: en 2015, la relación es de 582,4% y 210,2%; se reduce la relación con las reservas durante el gobierno Macri (por el elevado endeudamiento externo) pero la relación con las exportaciones siguió creciendo. Para 2019, con la crisis de Cambiemos, la relación está como en 2015 con las reservas (556,1%) pero bastante peor con las exportaciones (313,9%, a niveles de los primeros años de Néstor Kirchner). En 2020 los valores fueron de 645,1% y 395,9%, prácticamente idénticos a los del 2000, ante-último año de gobierno de De La Rúa 15.

En este breve recorrido por los últimos treinta años, se evidencia que la deuda está presente todo el tiempo en la dinámica económica argentina. Su peso relativo (aunque no sus valores absolutos) se reduce cuando ingresan divisas por el alza de los precios de los commodities, pero al agotarse ese ciclo la magnitud del endeudamiento vuelve a crecer. La pregunta es entonces por qué se endeuda un país como la Argentina. O mejor dicho, ya que muchos países tienen deudas aún más abultadas de las que tenemos aquí, por qué vive la Argentina en constante problema con esta variable. Señalamos que el nacionalismo y sus variantes “de izquierda”, suponen que el endeudamiento es un mecanismo de saqueo o exacción de las riquezas. Al parecer, sin deuda la economía argentina podría funcionar de maravillas y desarrollarse. Como en el viejo slogan del “granero del mundo”, tendríamos todo para ser una gran economía, pero unos parásitos internacionales vienen a saquear la riqueza de forma descarada. O sea, el problema es de agentes externos (casi nunca locales, hay que cuidar las alianzas) o de algunos socios nativos fugadores. Una cuestión de gestión. De esta forma, la izquierda retrocede a David Ricardo, que suponía un desarrollo armónico de las naciones a partir de las ventajas comparativas en el comercio internacional, lo cual solo podría ser alterado por factores extraeconómicos 16. En ese rumbo, todas las intervenciones de la izquierda terminan señalando, más o menos explícitamente, que los problemas se acabarán cuando dejemos de pagar la deuda. Según el PO, “para terminar con el ajuste hay que romper con el FMI y repudiar toda la deuda fraudulenta” 17. El MST, más extremo, señaló que “si no pagamos la deuda externa nos vamos para arriba como país y como pueblo”. El delirio del MST llega al extremo cuando caracterizan que “nos prestan lo que no necesitamos”, para así dominarnos 18. O sea, la burguesía argentina es estúpida, pide plata que no necesita, por puro masoquismo…

En realidad, la cuestión funciona de otra manera. La deuda es algo normal en el capitalismo, ya sea para impulsar la acumulación o para sostenerse en momentos de dificultades y patear la pelota hacia adelante. Prácticamente todos los países tienen deuda e incluso más abultadas que la argentina, en términos absolutos y en relación con sus PBI. Por eso, el problema no es la “deuda” como algo particular de nuestro país, sino la estructura económica que provoca la necesidad de recurrir a un endeudamiento casi permanente. La riqueza que se genera no alcanza a sostener los gastos, por eso periódicamente enfrentamos devaluaciones, déficit, inflación, estrangulamiento externo y defaults. La deuda, como el ajuste, como la emisión, vienen a tapar ese agujero. Pero a pesar de todo esto, el agujero se sigue agrandando. Por eso la burguesía argentina siempre “arregla”, con el Fondo, con los buitres, con el Club de París (recordemos que en 2014 Axel “el rojo” le pagó el doble de lo que se defaulteó en 2001, aceptando todos los punitorios). En otras palabras, la Argentina se enfrenta de forma cíclica a distintas dificultades que hoy se agrupan bajo el rótulo de “restricción externa”. Esto se expresa en la caída de los dólares disponibles y la aparición de limitaciones para obtener dólares y para importar. De esta forma la industria, el sector con el mayor déficit de divisas (demanda mucho y genera poco, salvo excepciones), se ralentiza por carencia de insumos y recesión del mercado interno, y los gastos del Estado ascienden para contener el crecimiento de la población sobrante que no es ocupada por el capital. Como los recursos tradicionales no alcanzan, aparece la deuda junto a otros mecanismos de empobrecimiento interno (inflación, devaluación) como forma de compensar el atraso de la productividad, que reduce a la economía argentina a la dinámica que puede tener su acotado mercado interno. Como una empresa en quiebra, la deuda viene a cubrir erogaciones que no pueden ser satisfechas con la operación “normal”. Obviamente, en este proceso varios actores hacen sus propios negocios especulativos, pero no es esto lo que explica el mecanismo, sino la escasa competitividad de la economía argentina y la gran masa de población viviendo del sector que expresa con mayor intensidad esa limitación. Esto permite salir del paso momentáneamente, hasta que la deuda se hace insostenible o la situación estalla por otro lado, como venimos experimentando los argentinos desde hace al menos setenta años. Luego, los distintos gobiernos renegocian y pagan porque necesitan volver a pedir. Desde ya, ese pago sale de un mayor ajuste sobre la población trabajadora; pero la raíz del problema no está en la deuda, sino en el motivo que obliga a la burguesía argentina a ir a pedir prestado de forma periódica.

Nuevamente: la deuda es expresión de la quiebra de una burguesía meramente parásita, la argentina. Estos recursos se van en sostener una estructura económica que alimenta a empresarios ineficientes (nativos y extranjeros), con una población cada vez más pobre. Con deuda o sin ella, con Fondo o sin Fondo, con los chinos o con los yanquis, la Argentina capitalista está condenada a seguir hundiéndose. La solución a ello va más allá de la deuda externa: no hay que “reorganizar el país” para afrontar el no pago, como sostienen el MST y el PTS. Hay que reorganizarlo porque no funciona. Hay que desplazar del poder a la burguesía argentina, expropiarla y concentrar las fuerzas productivas para desarrollar racionalmente la producción. Solo así, bajo el Socialismo (palabra ausente en las intervenciones de la izquierda), será posible sanear la economía y elevar las condiciones de vida de la población.

Notas

  1. Argentina.gob, 28/1/22, https://tinyurl.com/yb9khwan
  2. Perfil, 28/1/22, https://tinyurl.com/pmbwdew7
  3. El Cronista, 25/7/21, https://tinyurl.com/mv2j2ddn
  4. Clarín, 4/2/22, https://tinyurl.com/2p8mf6f9
  5. La Nación, 21/2/20, https://tinyurl.com/4szunspp
  6. Ver PlanM, 3/5/21, https://tinyurl.com/jn7arfbt; y EcoJournal, 14/2/22, https://tinyurl.com/bdexpxxv
  7. El Cronista, 1/6/21, https://tinyurl.com/2p8pr2rh
  8. Prensa Obrera (PO), 21/8/22 y 7/2/22 https://bit.ly/3HY219D; https://bit.ly/3uXSvjs; La Izquierda Diario (LID), 28/1/22,https://bit.ly/36n2p3K
  9. PO, 10/2/22, https://bit.ly/3sKfziR; LID, 30/1/22, https://bit.ly/3LIMEEe
  10. Ídem
  11. La Izquierda Diario, 29/1/22,https://bit.ly/3LINdOs
  12. LID, 30/1/22, https://bit.ly/3LIMEEe
  13. PO, 5/2/22,https://bit.ly/3Bucur4; LID, 28/1/22,https://bit.ly/36n2p3K
  14. Los datos de la deuda pública y del PBI son del Ministerio de Economía, ASAP y Ferreres
  15. La relación deuda en moneda extranjera vs reservas y vs exportaciones está tomada de los Indicadores de Sostenibilidad de la Deuda Pública disponibles en los Informes Mensuales de la Deuda elaborados por el Ministerio de Economía
  16. Para una crítica detallada de esta postura y de sus defensores actuales recomendamos revisar el capítulo 4 de Shaikh, Anwar: Valor, acumulación y crisis, Ediciones ryr, 2006
  17. PO, 28/1/22,https://bit.ly/3GZjYmS
  18. Alternativa Socialista, 20/1/22,https://bit.ly/3LGZlzC; MST, 1/2/22,https://bit.ly/3gTxyOd

3 Comentarios

  1. Muy claro. Esto habría que repartirlo en los colegios y universidades, quizá sintetizado porque su extensión es intimidatoria.
    Mi admirado agradecimiento a los autores.

  2. hay notas que las leo de a poco, esta lo voy a leer seguro de nuevo, pero coincido con udes, aqui el problema no es el fmi, por que china y rusia tambien son fmi, el problema es la burguesia local y la aristocracia que se forma , no solo empresaria ,sino politica, diputados senadores, sindicalistas que viven hablando siempre los mismos temas de un lado y del otro de la grieta ahora, antes peronismo y radicalismo, y hasta periodistas ,,unos de un lado y otros del otro , pero ellos cobran sus sueldos, y los jubilados ,maestros cientificos siguen como en 1920, claro ahora es mas moderno la miseria se comunica por internet y celular…..la grieta es un tango milonguero y sentimental …… que nunca va a llevar al socialismo ni va a mejorar a la clase,clase , trabajadora… hay izquierda que es mas peronista que los peronistas……pero avivate gilun ,los peronistas ni te quieren……va a ser muy dificil armar un poder de izquierda……pero bue es asi…….el pais es plata mal gastada…

  3. Excelente anàlisis. Una pregunta . Si argentina decidiera no pedirle nunca màs al FMI y como se dice vulgarmente «vivir con lo nuestro «, què sucederìa ? colapsarìa la economìa del pais ?

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