Verde de podrido. La devaluación como expresión de la debacle de la economía argentina

en Aromo/El Aromo n° 114/Novedades

La mal llamada “crisis cambiaria” de las últimas semanas expresa en realidad un problema de fondo en la economía real: la nula capacidad productiva y competitiva del capitalismo en Argentina. Es expresión de una burguesía agotada, que solo puede ofrecer salidas que llevan a la agonía de esta experiencia nacional.

Damián Bil – Viviana Hansi  OME

En las últimas semanas, la disparada del dólar paralelo (blue) y con ello de la brecha con el oficial, se constituyó como la enésima turbulencia económica que atravesó el gobierno desde su asunción. En este episodio el dólar informal, que mantuvo una diferencia con el oficial hasta mediados de septiembre de aproximadamente el 65% de diferencia (o cerca del 30% si se le agrega el Impuesto PAIS para el dólar ahorro), se desbocó hasta alcanzar una cotización de 195 pesos el 23 de octubre, un 132% más que el oficial para la venta de aquel día (83,9$) y casi un 79% más que el dólar ahorro (109,07$). Esta es la distancia más grande entre el dólar “libre” y el oficial desde marzo-abril de 1989, en vísperas del descalabro del plan Primavera que desató la hiperinflación de ese año.

De cierta sorpresa inicial, el gobierno pasó a la euforia mediante la aplicación de una batería de instrumentos del ahora “poderoso” Guzmán que contuvieron (de momento) la escalada. Por su parte, la oposición criticó las medidas como cortoplacistas, con un efecto acotado y contraproducente. Como veremos, ninguna de las variantes burguesas tiene una solución real, ya que por su propia naturaleza les es imposible resolver el déficit de fondo de la economía argentina. Es decir, su rezago productivo en el contexto internacional.

La situación del corto plazo

El pasado 15 de septiembre el gobierno decretó nuevas restricciones para operar con moneda extranjera, en un sinceramiento del proceso de pérdida de reservas del BCRA y de los problemas de divisas. Se estableció que las operaciones de compras con tarjeta de crédito de bienes en el exterior serían contabilizadas para calcular el cupo mensual de 200 dólares para su compra. A su vez, se estableció un gravamen adicional a las transacciones, correspondiente a una percepción del 35% computable como pago a cuenta en la declaración jurada del impuesto a las ganancias o bienes personales para los monotributistas o sujetos no responsables del impuesto a las Ganancias (RG de AFIP 4815/2020). Se informó que quienes no tributasen ganancias no irían a salvarse del pago, sino que podrían pedir un futuro reintegro de la retención.[i] Esta situación evidenciaba la creciente escasez de dólares en las arcas públicas, con una lenta pero sostenida caída de reservas desde comienzo de año y una brutal expansión monetaria en pesos. Como no podía ser de otra manera, “los mercados” reaccionaron a esta señal: a partir del día siguiente y hasta finales de octubre, la brecha entre el dólar oficial y el informal (blue) se amplió. La diferencia con el oficial, sin impuesto PAIS, que hasta ese entonces había rozado el 70% (de por sí elevada), se disparó hasta alcanzar una diferencia del 132% (el 23 de octubre): 83,9 contra 195 pesos por unidad de la moneda estadounidense. Apenas por debajo de la situación ocurrida cuando colapsó el Plan Primavera durante el primer semestre de 1989. Mientras la relación peso vs dólar oficial se devaluó durante los primeros diez meses de este año un 34,3% y la inflación según INDEC se ubicó en casi el 27%, el peso contra dólar blue se depreció casi un 120%. Esto sumado a una caída en las reservas, que se contrajeron un 10% este año por debajo de los 40 mil millones de dólares al cerrar octubre, aunque de ese monto las de “libre disponibilidad” (es decir las que puede usar la autoridad monetaria para por ejemplo contener el valor del dólar en plaza) se encontraban para distintos analistas en niveles muy bajos, entre los 2 mil y 6 mil millones de dólares, o incluso para algunos ya son negativas.[ii] A su vez, la creciente emisión agrega presión sobre la inflación y el dólar, más aún con las medidas en torno a la pandemia. Esto impulsó el crecimiento de instrumentos como las Leliq, que montan un valor de 1,6 billones de pesos, casi el mismo monto de los billetes que se encuentran bajo circulación. Este mecanismo no soluciona sino que solo posterga el problema.[iii]

Ante esta situación el gobierno ensayó una serie de medidas de coyuntura, con la colaboración de “manos amigas” de la city que seguramente serán recompensadas con jugosos bonos. Por un lado, intervino sobre el mecanismo de contado con liquidación, por el cual empresas e individuos consiguen dólares en forma legal mediante la compra de bonos o acciones nominados en pesos pero que siguen la cotización del dólar. Para bajar la cotización en pesos, el sector público (el BCRA y la ANSES mediante el Fondo de Garantía de Sustentabilidad) sale a vender bonos en moneda extranjera, llenando el mercado y bajando el precio. Ahora bien: aunque puede tener un efecto de contención en el corto plazo, no resuelve el problema de fondo. Bonos que estaban en manos del sector público, o sea en una situación en que el Estado se debía a sí mismo, pasan a manos privadas con un altísimo rendimiento anual para el tenedor del bono (alrededor del 16%). En este sentido, algunos analistas señalaron que el costo de este mecanismo es difícil de cuantificar, ya que los títulos provendrían de la ANSES, con mayor opacidad en sus estados contables.[iv]

Además, el gobierno impulsó un bono dollar linked (atado al dólar), con vencimiento a abril de 2022 a una tasa del 0,10%, con lo que consiguió neutralizar alrededor de 136 mil millones de pesos en plaza. Para el inversor, el atractivo de este bono es que el capital se ajusta por la evolución del dólar oficial. El gobierno está así tomando deuda atada al dólar, un movimiento peligroso con la expectativa devaluatoria actual. A su vez, gran parte de los inversores provienen del desarme de las propias Leliq. La cuestión aquí es que mientras que el BCRA tiene ciertos instrumentos para esterilizar pesos, en este caso el mecanismo pasa por la medicación del Tesoro, que no puede hacerlo. Entonces, la presión en la emisión continúa vigente. Un tercer efecto de la batería de medidas es la pérdida de reservas por ventas en el mercado de cambios para mantener el valor del dólar oficial.

Estas medidas, que trajeron un alivio aparente, fueron criticadas por el arco opositor burgués. Juan Bour, director de FIEL, señaló la extrema volatilidad del paquete, ya que la venta de bonos a tasas altas a lo que se agrega la situación de los pagos de la deuda pública sin resolver, perpetúan un elevado riesgo país. Agregó que el exceso de pesos por emisión va al dólar, y de ahí a la inflación. Carlos Melconián coincide en que aquí hay un problema de financiamiento, a lo que el gobierno solo responde con la maquinita, carente de liderazgo político. Ello repercute negativamente en la tasa de inversión y plantea un escenario recesivo de largo plazo, con una fuerte devaluación. Por su parte, los apologistas del oficialismo salieron a agitar, cuando no, los fantasmas que inventan en otros campos: el del “golpe”, en este caso de mercado; minimizando los problemas macro de la economía argentina y lo evidente (que no hay dólares y que la devaluación es un hecho), echando la culpa a operadores y especuladores del establishment.[v]

En resumen, la oposición quiere que el gobierno haga el ajuste macro: dejar de emitir, acordar con el Fondo para volver a endeudarse, y con el sinceramiento de la devaluación estimular la exportación con un desdoblamiento cambiario con cierto criterio. Cuestionan que las medidas empeoran la “confianza” general, ya que, si se restringe la venta de dólares cada vez más, el resultado es que el público los retira del sistema por el temor a la confiscación.

Más allá del debate, gobierno y oposición asumen que esto es un problema meramente cambiario. Aún los más conscientes de la situación, si bien advierten sobre la necesidad de medidas “dolorosas”, solo se limitan a planteos para modificar la política económica. Como veremos, la cuestión es mucho más delicada.

Manotazo de ahogado

A mediano plazo, el gobierno F-F no tiene otra forma de enfrentar la situación más que con una vuelta de tuerca al ajuste que viene aplicando desde que asumió y que la pandemia aceleró. En efecto la discusión que se generó sobre el Presupuesto 2021 en medio de una nueva visita de los funcionarios del FMI dejó en claro que, a pesar de que los escribas del gobierno intenten maquillar lo evidente desde los pasquines oficiales,[vi] se preparan nuevas medidas en este sentido. El propio ministro lo señaló, al afirmar que se está elaborando un plan de estabilización (eufemismo al que los argentinos estamos acostumbrados cuando se nos quiere edulcorar el ajuste), con la perspectiva de llegar al “déficit cero” (Mauricio recargado) en pocos años, enfocándose en la acumulación de reservas y la prudencia fiscal.

Las principales medidas en el corto y mediano plazo estarían enfocadas en reducir el déficit fiscal. Si bien el proyecto habría planteado un déficit fiscal del 4,5% para 2021 (este año estaría por encima del 6%), es posible que el gobierno busque reducirlo aún más, por debajo de los 4 puntos tal como le manifestó a la Asociación Empresaria Argentina. Esto implica otro ajuste a la fórmula de cálculo de jubilaciones que limita su adecuación por inflación, otra reforma tributaria, el aumento de tarifas y la desaparición de los escasos mecanismos de asistencia social generados durante la pandemia.[vii] Otro elemento que se busca es acabar con el financiamiento desde el BCRA. El “ahorro” que se calcula para el año próximo con estas medidas alcanzaría la friolera de 4.200 millones de dólares, un monto menor en relación a los problemas que tienen las arcas públicas pero que el gobierno espera sea una señal para mostrar un buen comportamiento ante los prestamistas internacionales, de cara a reiniciar el endeudamiento que pide toda la burguesía argentina.

A corto plazo, lo que buscan es llegar al próximo pico en el ingreso de divisas por liquidación de exportaciones (el período abril-julio, cuatrimestre donde se liquida en promedio un 25% más de divisas que durante el resto de los meses del año), que permita al menos un pequeño alivio en la presión sobre el dólar. Cabe señalar que la recesión le dio una mano en ese sentido, debido a que la retracción de la actividad provocó durante los diez meses de 2020 un descenso en el valor de importaciones que superó al de exportaciones. En valores, un retroceso de 19,3% contra 13,5%, en particular en vehículos, bienes de capital y en sus piezas y accesorios, que arrojó un superávit comercial de 11.265 millones de dólares.[viii] Probablemente, el escenario internacional en lo inmediato le tire una soga, por el lado de la victoria de Biden y un mayor estímulo fiscal en los EE.UU. con un dólar a la baja y el aumento de precios de commodities, la posible vacuna que permitiría la apertura total y un escenario regional de moderación política.

Pero más allá de la coyuntura, la desesperación por conseguir dólares, como episodio recurrente en la historia argentina, evidencia problemas que exceden la cuestión cambiaria.

Ellos no tienen solución real

Como ya señalamos, la burguesía argentina y sus políticos se agotan en discusiones superficiales. Es decir, en supuestas soluciones que no van al fondo de la cuestión, sino que atienden solamente las manifestaciones de dificultades más profundas, enraizadas en la economía real. Como pincharle los granos a un enfermo de viruela o ponerle un respirador a un enfermo terminal, las medidas propuestas por uno u otro bando del régimen no van más allá del planteo de menor o mayor restricción al mercado cambiario, ajuste fiscal (embromando a los jubilados y trabajadores estatales), y el retoque de alguna que otra variable macroeconómica con la esperanza de llegar a la próxima liquidación de divisas del agro, acordar con los acreedores internacionales y reiniciar el ciclo de endeudamiento.

Se le puede echar la culpa a la cuarentena, a Macri o al kirchnerismo, a los acreedores o al Fondo (como hace el nacionalismo argentino). Pero toda la situación se monta sobre una realidad previa. Ya existía con Néstor, y el santacruceño lo tapó con una soja a precio récord; existía con Mauricio y, como lo hiciera el riojano más famoso un par de décadas atrás, el de Tandil lo disfrazó con una andanada de dólares por endeudamiento. El problema había comenzado a sentirse con intensidad durante el segundo gobierno de CFK, a partir de 2012-13 cuando finalizó el ciclo alcista de las commodities. Vale destacar que también estaba presente bajo el mandato de su marido, que contó con varios años de ingresos superavitarios de dólares no por mejores condiciones del aparato productivo y un impulso en la exportación de bienes no tradicionales, sino porque lo (casi) único que exportaba y exporta el país de forma competitiva, bienes agropecuarios o de industrias denominadas extractivas, valían más en el mercado mundial. Es decir, un simple efecto “precio” que escondió el problema general durante algunos años.

Al agotarse ese mecanismo, se actualizaron las contradicciones de la economía argentina. Lo que se encuentra de fondo es el retraso constante de la capacidad productiva del capitalismo en Argentina en términos de la competencia mundial. El límite de la productividad del trabajo, que se retrasa de manera constante en el plano internacional. Lo señalamos en otras oportunidades con la industria automotriz, una de las ramas más relevantes en la estructura manufacturera argentina, pero vale recordar la situación actual como ejemplo. Para 2018-19, mientras que en EE.UU. se produjeron en promedio 57 vehículos por ocupado, en Japón 50, en España 43 y en México 42; en Argentina ese promedio fue de 13 (la mitad de la magnitud de Brasil).[ix] Esto se reproduce en otras tantas ramas de la producción. La consecuencia es que casi toda la estructura productiva que excede a cierto sector específico del agro es deficitaria y demanda dólares de forma constante para sostener su operación. Tal es así que si se analiza la información del Banco Central sobre el balance de operaciones cambiarias sectoriales en el período 2010-19, se evidencia que, entre las denominadas industrias manufactureras, salvo “alimentos, bebidas y tabaco” que tiene un saldo de 5.400 millones de dólares de superávit por año, el resto de las ramas es demandante neta de divisas. Por caso, “Papel, edición e imprenta” drena 700 millones de dólares al año, “química, caucho y plásticos” pierde casi 4.000 millones, “maquinarias y equipos” 4.200 millones (lo que piensa ahorrar el gobierno con el ajuste presupuestario), la “automotriz” 5.500 millones… y podemos seguir contando. En líneas generales, el último avance considerable de la productividad del trabajo se dio en los ’90, en la última oleada considerable de inversiones y renovación en infraestructura energética, de comunicaciones, etc. Aun así, ese proceso no colocó a la Argentina en el nivel de la productividad media mundial, lo que derivó en cierto momento en el estallido de la convertibilidad. Hoy, atrapado en las contradicciones de su mercado interno y por ende incapacitado de extenderse a otros mercados, el capitalismo argentino se reproduce a costa de arrojar a una porción creciente de la población en las filas de la población sobrante para el capital. Es decir, a la miseria y al asistencialismo.

En este contexto de descomposición, el gobierno puede llegar a marzo. Manteniendo la paridad actual, pero sin soltar divisas para nadie. Lo cual, si no se arregla con los acreedores, tendrá consecuencias en la economía real. Si no llegan dólares, no se puede importar y por lo tanto se profundizará la caída del producto industrial. La exportación de granos puede traer un alivio en algunos meses, aunque no está en el horizonte una cosecha récord ni precios muy elevados en el mercado mundial. En el mejor de los casos, servirá como se dice “para ir tirando”. Pero si caen dólares para llegar al final del primer trimestre de 2021 es, en estas condiciones, una cuestión menor. Es que, por un lado, la Argentina no tiene moneda, ya que el peso no sirve siquiera para transacciones relativamente cotidianas y en lo absoluto como reserva de valor. Pero por otro, en sentido estricto la Argentina no tiene un problema de dólares. Según estudios privados, por fuera del sistema financiero hay en el país entre 130 mil y 175 mil millones de la divisa estadounidense.[x] Eso sin contar el monto que tienen residentes argentinos en el exterior. Esos verdes no están en los bancos, ya sea por la carga impositiva, o por la experiencia de diversos corralitos y otras confiscaciones. Tampoco están invertidos, ni en el negocio inmobiliario ni en el sector financiero. Para colmo el único negocio que más o menos funciona, el campo, tiene una magnitud limitada, amén de las retenciones, los problemas con las silobolsas o el riesgo natural del negocio. En definitiva, esta crisis no es un mero episodio cambiario, sino que estamos ante un serio problema al nivel de la producción: no existe negocio rentable en el país. Por eso la burguesía argentina es la que sobra, incapaz de realizar una actividad productiva real, y es la que se fagocita la riqueza existente y la futura (deuda) en un despilfarro inútil.

Ante esto el gobierno tiene opciones coyunturales: dejar que la cosa siga así, con escasez de dólares en las arcas públicas como ocurrió hacia el final del segundo gobierno de Cristina. Aplicar las medidas de “austeridad fiscal” y volver a pedir pronto en el mercado de capitales aprovechando una situación propicia a nivel internacional. Eso es lo que exige la burguesía, y la carta que tanto Alberto como Cristina parece jugar al mostrarse como salida para el gran capital (esta última posicionándose mediante la represión en Guernica y la ruptura con ala Grabois). Así, apuestan a reeditar la estrategia de Mauricio, endeudándose para que la cosa le explote a otro. En este escenario, una buena coyuntura internacional puede permitirle un período de sobrevida al capitalismo vernáculo, pero no soluciona el problema. O bien recurrir a los chinos, vía swap y el acuerdo para establecer granjas de cerdos a cambio de alta tecnología. Es decir, el camino hacia lo que ante se denominaba una factoría, con una clase obrera empobrecida, desechando el background tecnológico generado en el país a lo largo de más de cien años. La mal llamada “crisis cambiaria” puede eludirse. Pero en estas condiciones, tarde o temprano reaparecerá de una u otra manera. Es que la burguesía solo puede ofrecer salidas que, con sus diferencias formales, llevan todas a distintas formas de agonía para los trabajadores. No tienen forma de sacar al país del pantano en el que se hunde, porque es ella misma el peso que provoca esa descomposición. Tenemos que echarlos. Solo la centralización del aparato productivo bajo un estado obrero, el Socialismo, permitirá diseñar una estrategia planificada apuntalando producciones de alto contenido tecnológico que permitan elevar las condiciones de vida de la población.


[i]La Voz del Interior, 15/9/20, https://tinyurl.com/yy7d9g82; Boletín Oficial de la República Argentina, RG 4815/2020 AFIP, https://tinyurl.com/yyjhfg3y. Hay que recordar que una percepción similar que se cobró entre 2014-15 fue devuelto recién dos años después (La Nación, 29/5/17, https://tinyurl.com/y373fly6).

[ii]Chequeado, 26/9/20, https://tinyurl.com/y4vuz9sw; y Cronista, 13/10/20, https://tinyurl.com/y2dgufcx; IProfesional, 5/11/20, https://tinyurl.com/y4ecocac. 

[iii]Los cálculos fueron realizados en base a información estadística pública del BCRA, serie histórica de dólar informal de diario Ámbito y “Cotización de Monedas, Oro y Plata” de R. Frank en base a Boletín Informativo Techint y prensa diaria para determinar la brecha cambiaria en 1989.

[iv]La Nación, 31/10/20, https://tinyurl.com/y55sana7.

[v]Ver La Nación, 5/10/20, https://tinyurl.com/yxck3oxd; Cronista, 13/11/20 y 17/11/20, https://tinyurl.com/yyjlcrpf y https://tinyurl.com/y48am3tc; y Página12, 1/11/20, https://tinyurl.com/yysds3d2.

[vi]Ver Página/12, 15/11/20, https://tinyurl.com/y5326mqo.

[vii]Portal de Noticias de Energía y Transporte, 2/11/20, https://tinyurl.com/y4yr8qnv;Infobae, 4/11/20, https://tinyurl.com/y5lllspv; Clarín, 5/11/20, https://tinyurl.com/y67h8sz4.

[viii]Intercambio Comercial Argentino, INDEC, vol. 4, n° 19, noviembre de 2020.

[ix]Cálculo propio en base a OICA, INEGI (México), ANFAVEA (Brasil), ADEFA (Argentina), BLS (EE.UU.), CCFA (Francia), ANFAC (España).

[x]Infobae, 15/3/20, https://tinyurl.com/y57fatg6; La Nación, 22/9/20, https://tinyurl.com/y6ahnf5s.

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