El talón de Aquiles. Sobre las divisiones del socialismo revolucionario en los ‘70

en Aromo/El Aromo n° 112/Novedades

En los últimos números de El Aromo venimos mostrando que no toda la izquierda en los ‘70 caracterizó a la Argentina como un capitalismo incompleto, atrasado o deforme. Existió una alternativa programática que sostuvo el predominio de relaciones asalariadas incluso en el campo, la culminación histórica de las tareas democrático-burguesas y un capitalismo maduro para el despliegue de una revolución socialista.

Ana Costilla – Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina (GIIA)

Como vimos, la organización que supo erigirse en el mayor exponente de este programa fue la OCPO. Junto a ella reconstruimos también la elaboración programática de algunos de sus afluentes (El Obrero –EO-, con mayor desarrollo, y el MIR) y sus fundamentos teóricos en los trabajos de Luis Guzmán e Ismael Viñas. Pero por fuera de la OCPO y de las organizaciones previas que la constituyeron (EO, MIR, Lucha Socialista y Poder Obrero), otros agrupamientos menores también encarnaron aquellos postulados: Socialismo Revolucionario (SR), Tendencia Comunista (TC) y Orientación Socialista (OS). No es difícil encontrar pasajes de militantes entre ellas y hacia la  OCPO, pues en su conjunto configuraron una corriente incipiente y auto-denominada “socialismo revolucionario”.

Sin embargo, este espectro de organizaciones que dentro de la izquierda setentista elaboraron el diagnóstico más certero de las tareas revolucionarias, no llegó a tomar cuerpo en un único partido para desempeñar así un papel trascendente en la lucha de clases de la etapa. La explicación a ello radica en debilidades subjetivas: tanto el haber saldado tardíamente el programa más adecuado, como sus divisiones internas producto de diferencias estratégicas importantes. En este artículo, nos ocuparemos de este último problema, explorando las grietas al interior del “socialismo revolucionario” de los ’70. En virtud del mayor desarrollo alcanzado por la OCPO, lo haremos revisando las diferencias que las demás organizaciones de la izquierda socialista guardaron con aquel partido (y su núcleo más importante, EO).

El alumno supera al maestro

La organización SR fue fundada por Guzmán, a finales de la década del ‘60, desplegando su desarrollo sindical y estudiantil en Rosario, Santa Fe y Córdoba. Durante los años ’72-’73 tuvo una presencia importante en el activismo universitario de Santa Fe, mientras que lo más destacado de su inserción sindical fue la experiencia de control obrero de la producción, impulsada en Petroquímica Argentina S.A., en San Lorenzo. Por su labor teórico-política, es considerada por algunos como la organización fundante de la corriente socialista revolucionaria.[1] En sus inicios, incluso referentes del trotskismo destacaron su relevancia, como lo demuestra una carta de la dirección del PRT-La Verdad, de Nahuel Moreno, para proponer a SR la constitución de un Frente Único Revolucionario: “La confluencia de nuestras organizaciones establece a nivel nacional y no meramente local, un embrión serio de dirección revolucionaria en todos los ámbitos del movimiento de masas.”[2] Pero allí Moreno no esquivaba la existencia de ciertas “diferencias teóricas grandes” entre ambas organizaciones. Se refería, sin dudas, al combate que SR daba contra las premisas del programa de liberación nacional y las supuestas tareas burguesas pendientes en el camino al socialismo.

Fueron estas mismas batallas las que cimentaron el vínculo de SR con las demás organizaciones de la izquierda socialista. Dardo Castro, fundador de EO, afirma que existía “como una fascinación mutua” con SR, manteniendo “un debate interminable, no solo sobre la construcción política concreta, sino sobre las grandes cuestiones del marxismo.”[3] Por su parte, Poder Obrero de Rosario y Santa Fe conservaba vínculos con SR, especialmente en el ambiente universitario, donde el ascendiente intelectual de Guzmán habría sido notable: “eran momentos muy confusos, de muchísima efervescencia […] SR logra, en cierta medida, no sé si imponer, pero sí convencer y dar argumentos fuertes respecto a este aspecto del carácter de la revolución.”[4]  Entre tanto, los dirigentes de TC y SR mantuvieron reuniones de discusión durante 1971. De modo que, aunque el núcleo principal de SR era pequeño, extendía numerosos vínculos hacia fuera. Sin embargo, en lo que respecta a la relación con EO, Castro afirma que Guzmán estaba “más interesado en la influencia intelectual que en formar una organización común”.[5]

En este sentido, uno de los rasgos centrales atribuidos a SR, era su carácter “teoricista”. Un ex militante ha señalado que “en términos generales, se hablaba más de política que lo que se hacía de política”.[6] Así, por ejemplo, en 1970, a propósito de una asamblea realizada en la puerta de Fiat-Concord, EO ubicaba en el extremo contrario al reduccionismo económico con que caracterizaba la intervención sindical del trotskismo, el abandono completo de la lucha económico-reivindicativa por parte de SR.

Sin embargo, la mayor diferencia entre SR y la OCPO, era la asunción que esta hacía del problema militar. La organización de Guzmán no desarrolló estructura ni acciones militares de ningún tipo: “no estaban con la lucha armada. Coincidíamos ideológicamente con ellos. Pero en la estrategia para llegar al poder, diferenciábamos.”[7] En este sentido, la dirección del PRT-LV destacaba en su carta que ambos partidos compartían apreciaciones generales sobre la lucha armada y sobre la fábrica como el lugar esencial de la militancia revolucionaria. Es decir, que las coincidencias que SR no tenía con el programa de Moreno, se hallaban en el plano estratégico. Con la OCPO, sucedía lo inverso. Pero la organización de Guzmán no rechazaba el carácter violento de la revolución, ni apostaba a formas gradualistas o parlamentarias de acceso al poder. El balance respecto al proceso revolucionario, en el cual no se contemplaba un desenlace inmediato, llevó a SR a ser crítico de experiencias como las de las Brigadas Rojas (comandos militares de la OCPO). La raíz de estas diferencias se hallaba en la lectura del momento político y las tareas que proponía SR. Si bien caracterizaba una situación revolucionaria desde el punto de vista de las condiciones objetivas, existía un retraso en el factor subjetivo: la ausencia de un partido revolucionario. Y aunque, en este aspecto, compartía el mismo diagnóstico que la OCPO, la propuesta de SR no apuntaba a impulsar la construcción de esa herramienta. Su estrategia enfatizaba en la conformación de organismos de base de la clase obrera (el “poder soviético”), antes que en la construcción de su dirección dentro de la vanguardia.[8] Para SR, la democracia obrera era la forma de ejercicio de la dictadura del proletariado a través de órganos (asambleas, consejos, juntas, soviets) de deliberación. Pero en la medida en que, de acuerdo a los testimonios, SR encontró ciertos obstáculos para poder desarrollar en la realidad esta línea estratégica, la organización vio dificultada su capacidad de intervención en el proceso. Finalmente, tal estado de impotencia es lo que podría explicar su predominante “teoricismo”, mientras que los afluentes de la OCPO marchaban con la aspiración de conformar una dirección revolucionaria para la clase obrera.

El termómetro en las masas

Entre 1968 y 1970, se produjeron una serie de debates internos en el PRT-El Combatiente, en torno a la estrategia política y la lucha armada, que a su vez cristalizaron en la conformación de tres tendencias en el seno del partido. Una de ellas, la Tendencia Comunista (integrada por cuadros medios provenientes de la antigua Palabra Obrera de Moreno),[9] si bien aceptaba la lucha armada como medio de acción revolucionaria, cuestionaba su despliegue táctico y apuntaba a “corregir el militarismo” que el partido habría adoptado. Los fundamentos se plasmaron en un documento que se conoció entre la militancia como “BPA”,[10] por las iniciales de “Bernardo Valdivia” (Alejandro Dabat), “Polo” (Eduardo Urretavizcaya) y “Alonso” (Daniel Pereyra). Este aglutinamiento que de manera orgánica se denominó Tendencia Comunista, fue la base para la constitución futura de diferentes destacamentos. Así, Pereyra fue fundador del GOR en Buenos Aires, Urretavizcaya de OS y Dabat de un grupo que conservaría el nombre de TC.

Este último entabló además una polémica con el programa de Santucho. Así floreció un intenso intercambio con Guzmán, producto de las formulaciones que comenzó a elaborar Dabat, que implicaban rupturas con las formas de conceptualizar los problemas económicos y políticos, desde una perspectiva del programa socialista sin tareas intermedias. El espacio donde tomaron lugar estos intercambios y debates del programa, fue la revista que editaba TC, llamada Rearme, referida como “un poco el corazón de las ideas de la izquierda socialista.”[11]

Ahora bien, al abordar el vínculo con EO, encontramos nuevamente la deriva “teoricista” como parteaguas entre ambas. Si bien TC habría tenido algún tipo de acercamiento a la práctica sindical, y organizó un frente estudiantil (Círculos de Estudiantes Socialistas), se caracterizaba por una impronta de mayor actividad intelectual antes que práctica (“hay una fuerte concepción […] de la necesidad de encerrarse prácticamente a estudiar”).[12] EO cuestionaba esta orientación. Aunque la organización cordobesa coincidía en la necesidad de leer, estudiar y discutir sobre la teoría revolucionaria y sus aplicaciones concretas, ese proceso de elaboración política, para EO, no podía concebirse escindido de la lucha de clases, de la participación en las luchas obreras y populares para despejar confusiones, corregir errores y plantearse nuevos problemas.[13]El accionar de TC era visto así como una reclusión, producto del intento de resolver primero la cuestión teórica: “progresivamente fue envolviéndose en una perspectiva teoricista […] que lo llevó a sucesivos fraccionamientos y dispersiones.”[14]

Estas divergencias alejaron a TC y EO tras dos años de compartir algunas líneas de acción y declaraciones en común sobre la situación del clasismo cordobés. Si bien compartían un análisis de fondo de los orígenes de la crisis económica (por la baja productividad y la incapacidad que tenía el capitalismo argentino para generar un ritmo de acumulación adecuado), se advertían desacuerdos en torno a la evolución del proceso económico y a la dinámica de la lucha de clases. La discusión entablada consistía en las diferentes visiones sobre la incidencia de las contradicciones de clase en el proceso político. Allí, la crítica de EO apuntaba a una subestimación del proceso de masas en el último período, que encontraba en las posiciones de TC. Concretamente, ese debate encarnaba en diferentes lecturas, por ejemplo, sobre los fenómenos detrás del surgimiento de la CGT de los Argentinos, o del Cordobazo y el Viborazo. Los términos de la discusión eran si se trataba de hechos que resultaban de las contradicciones al interior de la burguesía o del ascenso de masas. En tanto y en cuanto TC consideraba lo primero, y EO lo segundo, la crítica de esta organización apuntaba a la subestimación del papel de las masas que encontraba en aquella, y a su evaluación sobre la existencia de un importante reflujo generado por el Gran Acuerdo Nacional de la burguesía. La posición de EO era diametralmente opuesta: se estaba desarrollando un proceso revolucionario, y la situación coyuntural era de una detención más bien “transitoria” del auge de masas. Por ello es que la confusión estratégica que veían en TC les significaba un “retroceso teórico en relación a lo ya elaborado al respecto por la izquierda socialista.”

Su lectura del proceso de masas, explica el retraimiento de TC de la intervención concreta en el terreno político y sindical (así, por ejemplo, EO le reprochaba que no encaraba una propaganda socialista sistemática en el movimiento obrero). Las diferencias en cuanto a las tareas para el desarrollo del programa socialista en común, explican no solamente por qué la TC no confluyó con EO, sino los motivos de su disolución, ya que en 1972 Bernardo se trasladó a Chile visualizando un cierre del proceso político en Argentina. Como se ve, las diferencias expuestas permiten comprender no solamente que su fusión orgánica no se hubiera concretado, sino sus diferentes destinos: el crecimiento de una, y la desaparición de la otra.

Hilando más fino

OS fue la organización que más disputaba a la OCPO dentro de la corriente del socialismo revolucionario en la etapa. Muestra de ello es que su nacimiento (al igual que la OCPO) implicó la atracción de diversos agrupamientos. El primer núcleo fundador de OS en el año ‘70, estaba encabezado por “Polo” (Eduardo Urretavizcaya)[15], quien caracterizaba la situación política como pre-revolucionaria, rechazando la propuesta de guerra revolucionaria de Santucho. Tras la ruptura con el PRT, varios militantes (especialmente del frente universitario) se aglutinaron alrededor suyo. Luego, se buscó el contacto con grupos afines en Rosario y Buenos Aires, y en esta última ciudad Polo se vinculó con Viñas, transformándose este en conducción de la regional. Desde ese lugar Viñas dirigió la edición de la primera publicación de OS, Manifiesto.

El segundo núcleo importante del que se nutriría OS, fue producto de diferencias que brotaron en el seno de EO tras el triunfo de Cámpora en 1973. La Fracción Disidente de EO evaluaba necesario prolongar el proceso de balance y debate interno sobre las características de la etapa política abierta con el retorno del peronismo al gobierno y el estado de conciencia de las masas. En Córdoba, este grupo (de mayoritaria composición estudiantil, con algunos empleados públicos, docentes y obreros fabriles), estableció contactos con otras organizaciones del socialismo revolucionario, y acabó por incorporarse a OS. Así se consolidó la organización dirigida por Urretavizcaya y Viñas, en el período de mayor crecimiento de OS, entre finales de 1972 y principios de 1974. Con un crecimiento atribuido mayormente al peso que le aportaba la figura de Viñas, la organización tenía escasa inserción obrera. El desarrollo sindical fue más fuerte en los cordones industriales de Rosario y Córdoba, y más débil en Capital Federal y Buenos Aires, donde sí proliferó una fuerte militancia estudiantil.

Con la OCPO, OS advertía diferencias irreconciliables sobre la lucha armada, y, en menor medida, en torno a los esfuerzos dedicados a vincularse al proceso de masas. Si bien OS, a diferencia de SR y TC, apeló al recurso de algunas acciones “incruentas” de financiamiento, las mismas no implicaban una estrategia de construcción militar, ni de desarrollo de la acción armada en las masas. Por el contrario, OS mantuvo posiciones polémicas con la estrategia de las organizaciones político-militares. Esto es señalado como un rasgo propio de la izquierda socialista, por lo que el caso de la OCPO habría constituido una experiencia singular dentro de esta corriente:

“[…] la izquierda socialista en general, y OS en particular, muy intensamente, se oponían a la lucha armada. Siendo organizaciones revolucionarias muy radicalizadas, desde el punto de vista de su construcción política […] no estaban a favor del método, digamos, ‘aislado’ de la lucha armada. Sí creían, sí estimulaban la violencia de masas, la violencia revolucionaria de masas, pero no la violencia parcial de la organización. Esa es una diferencia fundamental.”[16]

En 1974, un grupo de treinta militantes presentó un documento de construcción partidaria al congreso nacional de OS, en el que proponía fusionarse con los destacamentos que estaban conformando entonces la OCPO. El argumento era la necesidad de aportar a la construcción del partido revolucionario, donde tomara encarnadura ese programa socialista revolucionario que compartían:

“porque en ese momento OCPO, en el contexto de lo que era la izquierda socialista, representaba probablemente el tipo de organización que más había crecido y que tenía una política mucho más visible que la de OS […] no tenía sentido la perduración de pequeñas agrupaciones aisladas sino que había llegado el momento de consolidar el proyecto de la izquierda socialista sobre una estructura partidaria más potente.”

La conducción nacional de OS, y dentro de ella especialmente Viñas, se opuso a este planteo y sus perspectivas. Los argumentos esbozados en el debate, iluminan las diferencias que mencionamos. Por un lado, Viñas advirtió las debilidades de la OCPO, que comenzaría a ceder a la presión del PRT-ERP y Montoneros de sumarse a la lucha armada. Por otro, caracterizaban de formas diferentes la situación concreta: para la OCPO, se volvía cada vez menos “pre-” y más “revolucionaria”. En cambio, la dirección de OS presentaba una lectura que conducía a concentrar esfuerzos en la tarea intelectual: “en esas condiciones no era todavía el momento de pensar en una fusión con OCPO, sino que era todavía un momento de acumulación de fuerzas propias en OS.” En este sentido, se encaró un intenso trabajo de formación teórica de los militantes, con una muy fuerte inclinación por la investigación. Todo lo cual le valió también la crítica de “teoricistas”. Pero del análisis diferente de la situación y correlación de fuerzas, se desprenden dos elementos más colocados sobre la mesa por Viñas, para rechazar la propuesta de fusión con la OCPO. Por un lado, los acuerdos crecientes que la OCPO comenzaba a entablar con Montoneros en el plano sindical, que entonces habrían sido incipientes, pero que posteriormente se intensificaron y Viñas juzgaba como una tendencia al populismo. Por otro lado, producto de su actividad armada, la OCPO presentaba un grado de clandestinidad, centralismo y “verticalismo” que Viñas reprobaba, y diferenciaba de los modos de funcionamiento de OS. Estas dinámicas distintas remiten a la naturaleza diferente de las actividades que ambas organizaciones desplegaban. En tanto OS no priorizaba el desarrollo de su intervención en los frentes de masas, no precisaba saldar o postergar ciertos debates, en virtud de atender la política concreta que se llevaba a las fábricas y universidades. En tal sentido, la contracara de la crítica al teoricismo esgrimida por la OCPO, era la idea de la intervención urgente, la puesta en marcha de una práctica política en el terreno concreto de la lucha de clases. Esto lo confirman aquellos que protagonizaron finalmente la ruptura de la fracción constituida, y su consecuente incorporación a la OCPO:

“La gran diferencia de actitud y voluntad de fuerza y crecimiento entre OS y Poder Obrero se refleja claramente en el momento clave de la huelga de 1975, en el que OCPO va a plantear su vínculo en esa experiencia con la fase abierta a partir de 1969 […] Por eso lo consideran el ‘combate obrero más importante del último período’. OS no consideró en ningún momento que la situación se aproximara a los albores de un proceso de revolución, sea por medio de insurrecciones o de huelgas revolucionarias. Y en esto seguramente pesaba la creciente inserción de OCPO en la vanguardia más radicalizada del proletariado, la de Villa Constitución y Córdoba, proceso en el que OS solo desplegaba un accionar periférico de apoyo.”

En la OCPO encontraron una militancia “muchísimo más intensa” que en OS, organización que encaraba las tareas de sus frentes de acuerdo a una caracterización diferente del proceso revolucionario.

La derrota del socialismo revolucionario

De este repaso por el desarrollo fragmentario de las organizaciones de la izquierda socialista (aquellas que la OCPO no incorporó en su vertiginoso crecimiento desde 1974), podemos observar que una notable coincidencia programática no fue condición suficiente para unificar sus senderos. En el plano estratégico, el despliegue de acciones armadas fue lo que distanció, principalmente, a la OCPO de las demás organizaciones. Pero este desacierto en la estrategia de la OCPO, encuentra del otro lado una intervención que se presenta insuficiente. El llamado “teoricismo” de SR, TC y OS refrenó su actividad militante de cara a las masas. Como vimos, detrás de estos recorridos hubo análisis diferentes del estado de ánimo de las masas y de las perspectivas de desarrollo del proceso revolucionario. En este sentido, además de fragmentada, el socialismo revolucionario llegó tarde desde el punto de vista del proceso político, por cuanto su consolidación programática, aunque avanzaba en el esclarecimiento de las tareas socialistas, tuvo lugar con posterioridad al Cordobazo, cuando la efervescencia social ya demandaba la intervención de un partido consolidado. Su constitución tardía es un botón de muestra del estado embrionario de la fuerza social revolucionaria de los ’70 (frente a un acelerado alineamiento de la contrarrevolución) y nos deja una lección sobre la importancia de las oportunidades históricas.


[1]AA.VV, Organización Comunista…, Op. cit., p. 191.

[2]PRT-La Verdad: Propuesta de FUR a SR, noviembre de 1969.

[3]AA.VV, Organización Comunista…, Op. cit., p. 191.

[4]Entrevista a Mochi.

[5]Entrevista a Dardo Castro.

[6]Entrevista a Mochi.

[7]Entrevista a Cheli.

[8]Unidad Proletaria, n°1, 28/11/1971.

[9]Entrevista a JV.

[10]El título era “Proyecto de Resolución del CC, de autocrítica y convocatoria al V Congreso”, de abril de 1970. También firmaba el documento Helios Prieto, cuyo seudónimo era “Candela”.

[11]Entrevista a JV.

[12]Entrevista a Mochi.

[13]EO: Continuando una discusión con la Tendencia Comunista, 1971.

[14]AA.VV: Organización Comunista…, Op. cit., p. 230.

[15]Para la reconstrucción de la historia y las características del accionar político de OS, nos basamos en: Villanueva, Javier: Orientación Socialista, GOR y OCPO, São Pablo, marzo de 2018, mimeo.

[16]Entrevista a Américo Cristófaro, Archivo Oral del CEICS. En adelante, todas las citas refieren a esta fuente.

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