La crisis política en Europa dio un nuevo salto. Hasta ahora, se trataba de la caída de los partidos tradicionales y la descomposición de la política burguesa. La clase obrera intervenía bajo formas institucionales (el voto). Ahora, estamos ante la irrupción del proletariado mediante la acción directa de características insurreccionales. Esta entrada en escena evolucionó desde un reclamo meramente económico a una consigna política (Fuera Macrón y la V República), alcanzando una crisis en el propio régimen político, sin llegar, por ahora, al Estado. Pero con una notable ola expansiva sobre el resto de Europa.
Desde hace varios días las miradas del mundo se posaron en el movimiento chalecos amarillos y su avance contra el estado francés. Se trata de un movimiento que surgió a fines de octubre, luego de que circule en internet un petitorio de firmas de los automovilistas afectados por la suba del combustible. El petitorio planteaba una movilización para mediados de noviembre en reclamo de la eliminación de las ecotasas del gobierno. Unos días antes de la movilización, el petitorio web alcanzó casi un millón de firmas. El 17 de noviembre se realizó la primera protesta, con una participación estimada de 280.000 personas en todo el país.
El símbolo que adoptaron los manifestantes como identificación del reclamo fue un chaleco amarillo que en Francia es obligatorio llevar en los autos en caso de emergencia. De ahí que varios análisis vinculen al movimiento con automovilistas indignados. Sin embargo, estamos frente a algo más profundo.
En el primer día de protesta, los chalecos se esparcieron en más de 2000 concentraciones, bloquearon los grandes ejes viales, peajes, entradas de supermercados. Lo que al inicio fue un reclamo centrado en la cuestión del combustible, se extendió hacia la carestía de vida, el aumento de los costos de vida y la consecuente pérdida del poder adquisitivo del salario. El movimiento adquirió rápidamente características insurreccionales, desbordó a la propia policía, pidió la renuncia del presidente y la abolición de la V República.
Algunos intelectuales (y llamativamente la izquierdai) insisten en que los chalecos amarillos es un movimiento “interclasista” o que no tiene nada que ver con la clase obrera. Varios sostienen que el protagonista de estas luchas son las “clases medias”, el “precariado” junto con el “cuentapropismo”. Es decir, categorías laxas, que en lugar de aclarar el problema, dificultan el análisis y ocultan el carácter de clase de las acciones. Por este motivo es importante analizar el proceso que atraviesa Francia, las características del sujeto interviniente y las tareas por delante.
Francia, a pique
La crisis mundial viene golpeando a Francia. El crecimiento económico francés se ha estancado desde hace más de una década. Esto tuvo sus consecuencias en varias áreas. La primera es el empleo. El desempleo oscila entre el 9 y el 11% desde 2009ii. La deuda también va en aumento. Para marzo de 2018 el país tenía acumulado más de 2.257.765 millones de Euros de deuda pública, lo que representa el 99,4 % de su PBI.
Otro aspecto importante es el déficit público que desde 2007 supera el 3% del PBI con la única excepción del año pasado, que cerró en 2,6% por el ajuste iniciado por Hollandeiii. La Comisión Europea en Bruselas impone un tope máximo del 3% para el déficit fiscal, por lo que Macron sería el encargado de que Francia haga por fin los “deberes”iv.
Macron asumió en mayo de 2017 con el objetivo de mejorar la productividad de los capitales y así hacerle frente a la crisis. Esto lo llevó a encarar una serie de reformas y ajustes del déficit fiscal descargando su peso en las espaldas de la clase obrera y la pequeña burguesía.
El primer paso fue la ampliación del Crédito Fiscal para la Solidaridad y el Empleo (CICE), un programa de exenciones fiscales y otorgamiento de créditos a empresas que había sido implementado por Hollande. En línea con esta política, modificó el impuesto a las sociedades, el cual se dividía en tres categorías según ingresos: 15% para ganancias de hasta €38,120, 28% hasta €75,000 y 33.3% para las que superen ese monto. La reforma unifica el impuesto al 28% y proyecta una reducción de este al 25% para 2022. Como se puede ver, los más afectados son los pequeños capitales.
Sin embargo, esta fracción de la burguesía se vio beneficiada por otras medidas. En septiembre de 2107 Macron introdujo por decreto la reforma laboral, que permite una flexibilización de las normas de contratación. Fueron cinco decretos que modifican el Código de Trabajo: habilita despidos por pérdidas de la empresa, prioriza la negociación directa entre empresario y trabajador, permite modificar la jornada de 35hs semanales, reduce el valor de las horas extras a la mitad, habilita la realización de acuerdos por empresa, aunque afecten el contrato de trabajo.
Una de las medidas más polémicas fue el recorte del Impuesto a la Riqueza Solidaria (ISF), que afectaba ahorros, inversiones y propiedades. Macron limitó el impuesto solo a las propiedades, un beneficio importante para las clases más acomodadas del país, que le reportaba al Estado un ingreso de 5 mil millones de euros al año.
Además de esto, redujo los subsidios a la vivienda y cambió la fórmula de otorgamiento. Ahora se calcula en función de los ingresos reales de un hogar, no de los ingresos de los dos años anteriores.
Los jubilados también estuvieron afectados por el ajuste. Macron estableció un aumento del impuesto a la Contribución Social General (CSG) y el fin de las pensiones indexadas a la inflación.
Además, Macron comenzó los recortes en el empleo público, que hasta el momento alcanza a 1600 trabajadores, la mayoría de ellos con contratos precarios. Su objetivo es alcanzar la reducción de 5 mil puestos de trabajo antes de finalizar el mandato presidencialv.
A esto se suma la reforma educativa, que establece un recorte de la planta de docentes y auxiliares educativos, a la vez que aumenta la cantidad de trabajo. Además, cambia los criterios utilizados para seleccionar a los estudiantes para el nivel superior. Se deja de lado del desempeño en el bachillerato para basarse en las calificaciones de sus últimos años de escuela secundaria, en su motivación y en las opiniones de los maestros.
En el mes de junio se aprobó en la Asamblea Nacional por mayoría de 452 a 80 una ley que reforma la compañía de ferrocarriles SNCF. La nueva ley convirtió a la SNCF en una sociedad anónima, eliminó su monopolio nacional de pasajeros a partir de 2020 y puso fin a los beneficios laborales y las pensiones para los futuros empleados.
El panorama no es mejor para 2019. A fines de septiembre se votó el presupuesto para el año próximo, donde se proyecta una reducción de las pensiones y beneficios socialesvi. Allí se estableció que los subsidios de vivienda, los beneficios de bienestar familiar y los pagos de pensiones aumentarían solo un 0,3 por ciento en 2019 y 2020. Un número mucho menor del 1,5 para 2019 y el 1,8% para 2020 esperado por algunos economistasvii. Otra de las reducciones, está vinculada a los cargos laborales para los empleadores por un monto 20.000 millones de euros, más recortes de empleos estatales el próximo año, junto con el congelamiento de pensiones. También se analizó reducir los subsidios al desempleo, aunque aún no arriesgaron cifrasviii.
Además de los subsidios a la vivienda, el estado ofrece la RSA (Renta de Solidaridad Activa), accesible a mayores de 25 años o padres solteros de entre 18 y 24 años cuyos ingresos sean reducidos. La ayuda varía en función del número de personas en el hogar. Por ejemplo, una persona sin ingresos que vive sola recibiría 524,16€; un padre o madre solo con uno o dos hijos recibiría 897,44€ o 1.121€ respectivamente, y la cifra aumenta en 224,36€ por cada hijo. Una pareja con dos hijos tendría derecho a 1.100,74€.
Si comparamos la cantidad de hogares beneficiarios de esta asistencia, entre 2009 y 2015 podremos ver que la misma aumentó un 71% en total. Esto significa que 2,53 millones de hogares y 5,3 millones de personas necesitaron asistencia estatal para subsistir. Hoy en día, esta ayuda alcanza a casi 7 millones de personas, lo que representa el 11% de la población.
Macron vino a continuar con el camino iniciado por Sarkozy y Hollande de forma mucho más agresiva. De hecho, en una entrevista brindada el año pasado, aclaró que “Si quiero llevar el país a algún lado, hay que estar dispuesto a avanzar frente a todos los costos”ix. Desde el principio Macron se mostró bastante inflexible ante las protestas y siguió avanzando con su programa de gobierno. La burguesía francesa y su personal político intentan dejar de ser el “mal alumno del capitalismo global”. Esto implica desmantelar un sistema de contención enorme, que sostiene tanto a la sobrepoblación relativa, es decir a la fracción más pauperizada de la clase obrera, como al capital sobrante. Este descontento es lo que se está expresando con las movilizaciones recientes.
El sujeto detrás del chaleco
Las movilizaciones de los chalecos tienen su origen en el aumento de los precios de los combustibles, principalmente el diésel. Históricamente en Francia, el precio del diésel era menor al de la nafta, debido a que tenía menos impuestos. A partir de 2015, y sobre todo desde que asumió Macron, se modificó esta política argumentando motivos ecológicos, lo que llevó al alza de su precio convergiendo con el de la nafta. Desde mayo de 2017 hasta ahora el precio del diésel subió un 25% mientras el de la nafta un 19%. Los principales afectados ante esta suba fueron los sectores trabajadores y de la pequeña burguesía del interior de Francia. Se trata de sectores que viven en las zonas rurales y suburbanas, que diariamente recorren entre 30 y 40 km para llegar a sus trabajos, a diferencia de la población de los grandes centros urbanos como París que en su mayoría se trasladan en transporte público o bicicleta.
Para muestra basta un botónx: en París, epicentro de las movilizaciones, y Sena-Saint-Denis (lo que podríamos llamar como el “conurbano” parisino) son las provincias con más beneficiarios de asistencia RSA (83.222 y 101.664 personas respectivamente). En Norte, el departamento más septentrional de Francia, el número de beneficiarios es de 150.541 y tiene 87,7 cada mil habitantes en edad de trabajar. En las jornadas del 17 de noviembre se movilizaron 7 mil personasxi y este último fin de semana lo hicieron unas 2000. Gironda presenta 53.067 beneficiarios de la RSA y tiene 52,7 cada mil habitantes en edad de trabajar. En Burdeos, la ciudad más importante del departamento, este pasado fin de semana hubo 4.500 manifestantes, 44 personas fueron detenidas y 26 heridas. En el departamento Haute-Garonne que tiene casi las mismas proporciones de asistencia social, este fin de semana se movilizaron 5.500 personas, se formaron barricadas, incendios y se enfrentaron con la policía. En la Isla La Reunión (territorio de ultramar en el Océano Índico, cerca de Madagascar), estalló un motín que para controlarlo Macron tuvo que enviar al ejército. Allí la cantidad de beneficiarios de asistencia social es de 118.210, una importante porción de la población local.
Esto nos muestra que las regiones más movilizadas son aquellas donde se concentra la sobrepoblación relativa, la fracción más pobre de la clase obrera que depende de la asistencia estatal para subsistir.
A ellos se unieron obreros de distintas ramas, afectados por la situación general y en disconformidad con las cúpulas sindicales. Hay que destacar que solo el 8% de la clase obrera francesa está sindicalizada, lo que muestra la crisis de las direcciones sindicales. En consecuencia, el accionar de esta fracción resulta difícil de dimensionar. A estos sectores se le sumó una fracción minoritaria de la pequeño burguesía, también afectada por la crisis y el ajuste del gobierno.
Por un lado, se destacan las consignas en las demandas con un fuerte contenido obrero: elevación del salario mínimo a 1300 EUR, recuperación del poder adquisitivo a partir de la indexación a la inflación, mejora de las condiciones de contratación, trabajo para los desocupados, fin de los sin techo (SDF), igualdad en el sistema de seguridad social, fin de los aumentos sobre el combustible, no a las jubilaciones por debajo de los 1200 euros, igualdad salarial y de derechos laborales para ciudadanos y no ciudadanos, fin de los contratos a término y más contratos a plazo indefinido, fin de la política de austeridad, que los solicitantes de asilo sean tratados bien, que se aborden las causas de migración forzada, que se implemente una verdadera política de integración, aumento de las prestaciones para minusválidos, limitaciones al precio de los alquileres, desprivatización de los servicios de gas y luz y baja de las tarifas de los mismos, entre otrosxii.
Por otro lado, el pequeño capital que necesita de la asistencia estatal para sobrevivir aprovecha la crisis para intentar imponer sus demandas: Promover pequeñas empresas en pueblos y centros urbanos, fin de la construcción de grandes áreas comerciales alrededor de las principales ciudades que matan a pequeñas empresas, más estacionamientos gratuitos en los centros de las ciudades, tributos en función del tamaño de las empresas, prohibir la reubicación de industrias, fin al impuesto por el pago con tarjeta de crédito.
El gobierno respondió a las protestas con una importante represión. Sin embargo, la nota de color fue la solidaridad de una fracción de los antidisturbios, que durante las jornadas del 3 se negaron a reprimir a los manifestantes. Esta acción es una muestra la necesidad de abordar el problema de las fuerzas represivas de forma más seria, pensando a sus miembros como trabajadores.
Las movilizaciones sumaron solidaridad en toda la región. Ante los primeros reclamos, los obreros belgas bloquearon refinerías de petróleo, hubo manifestaciones en Bulgaria y Serbia en solidaridad con los franceses. Este último fin de semana, la clase obrera de España, Alemania, Hungría, Suecia y Holanda también se movilizó en solidaridad a los reclamos.
Varios medios intentaron adjudicar un carácter reaccionario o xenófobo a las movilizaciones asociándolas a Le Pen, como forma de deslegitimar el reclamo. Es lógico que estas cosas aparezcan en la prensa burguesa. El problema es cuando este problema se traslada a la izquierda, quedando incapacitada para explicar el fenómeno. Por ejemplo, el Partido Obrero por boca de Altamira, caracterizó que la clase obrera no es la protagonista de las luchas, sino sectores vinculados al “precariado” o al “cuentapropismo”xiii. Es decir, recurre a categorías posmodernas y vagas que, además de dificultar la explicación del problema, ocultan el accionar de la clase.
El PTS padece el mismo problema, pero con distintos conceptos. Para este partido intervinieron “sectores populares amplios” o “clase media empobrecida”. Al igual que el PO el PTS está más preocupado por el canto a la sociología burguesa que por entender qué sucede hoy con la clase obrera Francesa. xiv
Protestas, represión y concesiones
La respuesta inmediata del gobierno francés a los reclamos, fue la represión. La primera jornada dejó como saldo 500 heridos, 10 de gravedad (93 policías) y más de 280 detenidosxv. Además de esto, murió una señora de 63 años luego de que un conductor pierda el control de su vehículo.
La movilización del 24 de noviembre convocó unas 8000 personas en París y106.000 en toda Francia. Estas jornadas si bien juntaron menos cantidad de gente, fueron más violentas y expusieron consignas más radicales. La policía reprimió con carros hidrantes y gases lacrimógenos a los manifestantes que querían llegar a la avenida de ChampsElysés. Los chalecos amarillos formaron barricadas y prendieron fuego con lo que estaba al alcance. En París detuvieron a 42 personas y en total en toda Francia 130 personas. En las dos semanas de protestas hasta ese entonces, hubo 2 muertes y más de 700 heridos, incluidos 136 policíasxvi.
En un principio, Macron se mostró inflexible en cuanto a las posibilidades de modificar sustancialmente las medidas. Luego de las dos primeras movilizaciones, se pronunció públicamente en contra de “la violencia”, y dispuesto a “dialogar”, anunciando que iba a tener cierta consideración respecto del monto del aumento en el impuesto a los combustibles, estableciendo un límite en su variación, teniendo en cuenta la cotización del precio del petróleo, pero defendiendo la excusa ecológica que justificaba el incremento.
A medida que se sucedieron las jornadas, las protestas fueron ascendiendo en su grado de radicalidad, tanto por la resistencia de los manifestantes ante el despliegue represivo de la policía “antidisturbios” que fueron desbordados, como por las consignas que levantaban reclamando que se vaya Macron y la abolición de la V República. Se quemaron autos y saquearon tiendas de lujo del centro de París, y si bien las convocatorias en las sucesivas movilizaciones fueron descendiendo, el apoyo a la causa de los chalecos amarillos según distintos sondeos, es del 80%. Hubo más de 400 personas detenidas y más de 130 heridosxvii.
El Ejecutivo intentó una segunda respuesta: la suspensión y postergación del aumento de los combustibles previsto para 2019. Hacia el final de la semana, empero, tuvo que anunciar su eliminación, pero el movimiento ya había trascendido ese aspecto puntual de los combustibles hacia un conjunto de demandas sociales y políticas más amplias.
Ante la magnitud y la repetición de las protestas por cuarto fin de semana consecutivo, en la cual se movilizaron 10.000 manifestantes en Paris y 125.000 en toda Francia, la respuesta de Macron combinó un enorme despliegue represivo con una serie de concesiones que implican una demostración de los efectos de las movilizaciones. Por un lado, dispuso 89.000 agentes, de ellos 8.000 en París, una docena de vehículos blindados de la gendarmería y fueron retirados 2.000 elementos de mobiliario urbano para evitar que se convirtieran en armas o barricadas. Detuvieron a 1.723 personas, de las cuales 1220 fueron puestas bajo custodia en la comisaría. Los heridos fueron 264, de los cuales 39 corresponden a las fuerzas de seguridadxviii.
El lunes pasado, Macron concedió con el aumento del salario mínimo, pero se negó a restablecer el impuesto a la riqueza, a pesar de la ola de protestas que desafió su autoridad. Actualmente, el salario mínimo en Francia es de mil 498 euros y aumentará 100 euros en enero. Algo muy lejano a lo que reclamaban los manifestantes. También aseguró que los pensionados que ganan menos de 2 mil euros al mes, verían la eliminación de un reciente aumento en los impuestos a la seguridad socialxix.
El movimiento logró romper la inflexibilidad de Macron, pero las concesiones fueron a cuenta gotas y lejos de las pretensiones de los reclamos. Sin embargo, al interior del movimiento de los chalecos aparecieron algunas divisiones y el caudal de gente de las movilizaciones empezó a disminuir. En este contexto cabe preguntarse por las perspectivas del movimiento.
Qué hacer
La clase obrera ha dicho presente. En particular, su fracción menos institucionalizada y más relegada económica y políticamente. De un reclamo puramente económico pasó a articular consignas políticas que van más allá del personal político de turno (contra la V República). Pero, en ausencia de un órgano que centralice los combates, defina objetivos y estrategias, todo se limita a la apelación al descontento generalizado.
La ausencia de un partido de izquierda, socialista y revolucionario, que supere la ambigüedad del “anticapitalismo” y que apele a la clase obrera y no al “pueblo” o a los “jóvenes y las mujeres” muestra los serios límites políticos del movimiento, que lo pueden convertir en una reacción espasmódica, antes que un escalón más alto de la lucha de clases.
En principio, la izquierda debería llamar a la creación de un órgano nacional de los “chalecos amarillos” que se arrogue capacidad estatal a partir de crear núcleos en cada ciudad y barrio. Esos organismos deben comenzar a tomar medidas concretas como la ocupación de las empresas productoras de alimentos y combustibles, para garantizar el acceso a los bienes elementales para toda la población. Además, si se quiere abolir al V República, hay que llamar a un congreso de toda la clase obrera para discutir un nuevo régimen político. Esa es la perspectiva que se debe tomar.
A despecho de todos los relatos posmodernos, la clase obrera mundial ha vuelto. Y está dispuesta a dar batalla.
Notas
ishorturl.at/aGX24
iihttps://www.nytimes.com/2018/12/04/world/europe/france-economy-protests.html
iiihttps://elpais.com/economia/2017/09/23/actualidad/1506157004_441219.html
ivhttps://elpais.com/internacional/2017/09/27/actualidad/1506507517_902741.html
vhttps://www.theguardian.com/business/2018/may/05/france-macron-reforms-sncf-strikes-unions
vihttps://www.independent.co.uk/news/world/europe/france-pension-cuts-emmanuel-macron-french-government-charles-de-gaulle-a8571131.html
viihttps://www.reuters.com/article/us-france-politics/macron-targets-french-welfare-spending-as-deficit-pressure-rises-idUSKCN1LA0S5
viiihttps://www.politico.eu/article/emmanuel-macron-walks-budget-tightrope-tax-cuts-as-popularity-plummets/
ixCitado en The Economist, 8/12/2018
xhttp://www.lefigaro.fr/economie/le-scan-eco/dessous-chiffres/2016/03/29/29006-20160329ARTFIG00011-la-france-compte-desormais-plus-de-25-millions-de-foyers-au-rsa.php
xihttps://actu.fr/societe/gilets-jaunes-mouvement-continue-dans-nord-le-pas-calais_19615939.html
xiihttps://lemediapresse.fr/actualites/les-gilets-jaunes-devoilent-leur-cahier-de-doleances/
xiiihttps://www.facebook.com/jorge.altamira.ok/posts/1077618615752332?__tn__=K-R
xivhttp://www.laizquierdadiario.com/La-sublevacion-de-los-gilets-jaunes-y-los-aires-prerrevolucionarios-de-la-situacion-francesa
xvhttps://www.investigaction.net/es/la-movilizacion-de-los-chalecos-amarillos-nueva-etapa-de-luchas-en-francia/
xvihttps://www.telegraph.co.uk/news/2018/11/24/paris-police-fire-tear-gas-yellow-vest-protesters-marching-elysee/
xviihttps://elpais.com/internacional/2018/12/01/actualidad/1543659577_303184.html
xviiihttps://elpais.com/internacional/2018/12/08/actualidad/1544276084_890408.html
xixhttp://www.elfinanciero.com.mx/mundo/macron-responde-a-protestas-con-aumento-a-salario-minimo-de-100-euros