¿A qué nos podemos acostumbrar?

en La Hoja Socialista 22/Novedades

Si queremos entender la política actual y las decisiones que se están tomando, tenemos que comprender el nuevo escenario en el que nos encontramos. Hay una idea generalizada en cierto marxismo de que “cuanto peor, mejor”. Esta es una perspectiva de la conciencia muy simplificada. Es decir, “la gente está sufriendo y cuanto más lo hace, hay más chance de que se rebele”.

Ahora, uno dice bueno, pero la realidad es que estamos actualmente en una situación deplorable. Entonces, ¿dónde está la rebelión? Porque si nos ponemos a pensar, hoy el salario actual promedio es la mitad del sueldo del año 1975. Obviamente, esto para el que todavía tiene un empleo y cobra algo. La pregunta que debemos hacernos es cómo hemos llegado a semejante situación y no hay una reacción acorde. Es decir, no tenemos una revolución social.

Bueno, lo primero que tenemos que descontar ahí es que se ha producido un nuevo equilibrio. La gente se adapta a las situaciones en las que vive y crea una nueva normalidad. Y esto significa lo que Marx llamaba “el componente histórico social del salario”. En este sentido, el salario no era simplemente lo que vos necesitabas para vivir físicamente (el elemento fisiológico), sino el componente histórico social, aquello que vos habías conseguido con la lucha de clase y a lo que te habías acostumbrado. En la década del 70, el obrero estaba acostumbrado a tener un autito; una casita, aunque sea en un terreno comprado a cuotas; tener hijos que iban a la escuela; la mujer trabajando en la casa.

Hoy en día la estructura familiar es completamente distinta a la de los 70. No solamente los padres trabajan, sino que muchas familias tienen como cabeza a una madre soltera. Muchos de nosotros nos encontramos desocupados y un porcentaje cada vez mayor estamos acostumbrados a vivir de la caridad del Estado, de subsidios. Y esto se debe a que la degradación de la estructura social argentina ha creado una masa enorme de población sobrante, es decir, gente que no sobrevive de la producción de plusvalía para un capitalista y que sólo lo hace a raíz de la caridad pública.

Toda la política se ha estructurado en torno a esto. Eso es el Conurbano de la Provincia de Buenos Aires y ese es el corazón de la política argentina. Ahí es donde se libra “la madre de todas las batallas”. Entonces, se ha creado un nuevo equilibrio. No tenemos las mismas pretensiones que nuestros compañeros de la década del 70. Nuestro salario se asemeja a la reproducción cotidiana. Vivimos al filo de nuestra existencia.

En este nuevo equilibrio se genera una capa de gestores del control social, es decir, de gente que cuida que no nos rebelemos ni provoquemos una crisis social. Por lo tanto, necesita controlar el Estado y modificarlo en base a esta función prioritaria que es lograr un control social en pequeño, molecular: estar en el día a día de la explosión.

Más allá de esta “nueva normalidad”, la realidad es que nosotros vamos cada vez de mal a peor. Por ello, necesitamos organizarnos en una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados que bregue por una salida obrera y socialista a esta crisis.

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