Razón y Revolución desde un primer momento defendió la cuarentena. Cuando no había otras alternativas para prevenir el contagio y la mortalidad, la cuarentena era necesaria. En ese contexto toda actividad no esencial debía ser suspendida. Toda actividad que pudiera ser realizada en forma remota debía hacerse de ese modo. Por eso, abogamos por la enseñanza a distancia y reclamamos al Estado los recursos para que ella fuera viable.
Decretar la cuarentena rápido fue un acierto del gobierno, tras haberse equivocado al subestimar la posibilidad de que el virus llegara al país y demorarse en cerrar las fronteras. Pero, la cuarentena no bastaba: era necesaria una política activa de rastreo de casos y de testeos. Eso nunca se hizo. Al día de hoy el nivel positividad de los testeos en Argentina supera el 10%, lo que indica que el testeo es insuficiente. Por eso, pese a la cuarentena, los casos se multiplicaron. Ante la emergencia de brotes el Estado respondió con respuestas represivas, como el caso de Villa Azul, el barrio Toba, de Resistencia o, en forma más reciente, Formosa.
Con la economía en caída y una política asistencial más bien mezquina (limitada a los IFE), pronto comenzaron los reclamos de apertura, ya no solo provenientes de la burguesía más prominente, sino también de las fracciones de pequeña burguesía más pauperizada y de fracciones de la clase obrera precarizada. En ese contexto, a partir de mediados del año pasado el gobierno levantó de hecho la cuarentena, al habilitar una apertura creciente y a la vez disminuir los controles a la circulación. Mientras se sostenía el discurso de la cuarentena y el cuidado, se apostaba a una estrategia a lo Suecia, sin reconocerlo. Esto es, se abría toda la economía, se permitía todo tipo de circulación, dejando cerrados solo escuelas y eventos masivos. La complicada situación habitacional y la pobreza de Argentina hace inviable esa estrategia. En la Argentina, a diferencia de Suecia, los adultos mayores en la mayoría de los casos no viven solos, sino que conviven con otras generaciones de la familia y asumen con frecuencia tareas de cuidado de los menores. El resultado de esta estrategia llevó a que la Argentina tuviera uno de los peores desempeños en la pandemia: más de 51.000 muertos, 1,13 por millón de habitantes, prácticamente el mismo que Brasil (1.15).[i]
Nadie lo dice, pero es evidente que se apuesta a la inmunidad de rebaño por la vía del contagio generalizado. Tanto el gobierno como la oposición apuestan a este plan, digan lo que digan. Un dato interesante es el hecho de que el gobierno de CABA, al testear a docentes, realiza también el estudio que permite saber, no solo si esa persona cursa la enfermedad al momento del análisis, sino también si ya la tuvo. Es así que el gobierno de Larreta no se cansa de difundir que el 17% de los docentes testeados no tenía Covid en el momento, pero había cursado la enfermedad en el pasado, pues poseía anticuerpos. Al publicitar este dato, el gobierno, en forma implícita, sugiere que cerca de un quinto de los docentes posee algún grado de inmunidad y que, por lo tanto, no constituye un disparate abrir las escuelas.
Por otra parte, el testeo de los docentes puede darnos una pauta de lo que ocurre en el conjunto de la sociedad. Si un colectivo laboral que mayormente no realizó hasta ahora tareas presenciales arroja un 17% de personas con anticuerpos, es probable que ese porcentaje sea mucho mayor en el conjunto de la población. Esto lo saben los infectólogos que aconsejan al gobierno nacional y a los de provincia de Buenos Aires y CABA. No resulta extraño, entonces, que con más de 50.000 muertos por COVID, el gobierno prefiera, de hecho, seguir sumando decesos en su camino a la inmunidad de rebaño, que avanzar con la vacunación masiva.
Como dijimos, aceptamos y defendimos la cuarentena cuando esta era la única forma de evitar los contagios y las muertes. Ahora hay otra alternativa, las vacunas. La vacunación masiva es el único medio para preservar nuestras vidas tanto en sentido literal, como en su contenido social más amplio e integral. No queremos ni que nos manden al matadero, mientras nos engrupen con protocolos placebos, ni que nos recluyan de nuevo en forma innecesaria cuando hay una alternativa disponible. Es hora de recuperar nuestras vidas.
La vacunación masiva es el único medio para defender la vida obrera. Nadie lo dice. Las estadísticas no se ocupan de registrarlo. Pero, la mayoría de las muertes tienen un sesgo de clase: son muertes obreras. Son los obreros quienes se hallan más expuestos al contagio, sea porque son obligados a salir a trabajar, porque dependen en mayor medida del transporte público, porque viven al día y por ello multiplican sus visitas al almacén en busca de lo básico si les alcanza para ello. Son los obreros (sea en actividad, desocupados o jubilados), quienes presentan más comorbilidades, más obesidad, peor nutrición, problemas respiratorios y otras problemáticas producto de enfermedades laborales y de la ausencia de tiempo y recursos económicos para una vida saludable.
Protocolos placebo
La comunidad científica ha alertado sobre la desactualización de los protocolos y las campañas de comunicación que no se condicen con la información científica disponible.[ii] Tanto las campañas de concientización social como los protocolos han estado centrados en el supuesto de contagio a partir de superficies contaminadas. Sin embargo, ahora sabemos que el virus permanece activo en superficies menos tiempo del que se creía, que los contagios a través del contacto por superficies son poco probables y que la principal vía de contagio es el aire que respiramos en espacios cerrados.
Los protocolos de apertura de industrias y otros sectores del ámbito privado se escribieron cuando no teníamos esta información. Por ende, hicieron más hincapié en el alcohol en gel que en la ventilación. El resultado: 231.100 trabajadores esenciales contagiados (registrados por ART, es decir solo trabajadores en blanco).[iii]
Los protocolos para el ámbito educativo, pese a ser más recientes, persisten en ese mismo error. No se trata en ese caso de desinformación. Ocurre que no son protocolos armados con el objetivo real de prevenir contagios, algo imposible en la convivencia durante horas en espacios cerrados de un grupo amplio de personas, como es el caso de las escuelas. Por el contrario, han sido elaborados para crear una falsa sensación de seguridad allí donde no la hay. Por ejemplo, el protocolo establece que en los colegios se debe minimizar el contacto de los docentes con los materiales de los alumnos. Por ello, no van a corregir cuadernos ni carpetas. Con grupos de estudiantes que, por su diferente acceso a la conectividad, van a estar muy desnivelados, el método de corrección por excelencia va a ser la puesta en común (que en este contexto y utilizado como estrategia casi excluyente, no garantiza que todos los estudiantes aprendan). Los mismos docentes que no pueden corregir en forma individualizada, porque no pueden tocar una hoja de carpeta de sus estudiantes, respirarán cuatro horas al día el mismo aire en espacios con deficiente ventilación. En reuniones de padres los docentes deben informar hasta el más mínimo detalle de ese protocolo puntilloso respecto a los útiles escolares, pero solo pueden decir que el Ministerio aprobó el espacio áulico como apto, sin brindar demasiadas precisiones al respecto.
Es un protocolo placebo. Genera la sensación de seguridad y cuidado, pero en realidad no brinda ninguna garantía y desvía la mirada de la principal fuente de contagio. Si en marzo del 2020 nos inundaron de publicidad sobre el correcto lavado de manos, ¿por qué hoy no nos informan con igual precisión y constancia del problema de permanecer con otras personas en espacios cerrados? Sencillo: si hicieran una campaña semejante nadie querría ir a trabajar. Los gremios que reclaman el “pliego lavandina” le hacen el juego al gobierno, aceptando y haciendo aceptar que con inodoros limpios y alcohol en gel se soluciona el problema. Es decir, por complicidad o por desidia en el estudio de la realidad, colaboran con la burguesía. Esto no quiere decir que tengamos que retroceder a una cuarentena estricta. Hay una solución: la vacunación masiva.
El vacunagate
Quienes nos venden las virtudes de los protocolos placebo saben que el COVID es cosa seria y que no hay protocolo que valga cuando se trabaja en contacto estrecho y prolongado con gente en espacios cerrados. Por eso, ellos que, por todo lo que ya dijimos, tienen mejores chances de evitar el contagio o, si se contagiaran, de sobrevivir a la enfermedad que un obrero promedio de su misma edad, se vacunaron apenas pudieron. El vacunagate condensa la podredumbre de quienes nos gobiernan.
Incapaces de sacar adelante la economía nacional, es claro que uno de los principales problemas para conseguir las vacunas, además de la absoluta inutilidad de los funcionarios a cargo, es que no tienen dólares para comprarlas. Las reservas de dólares de libre disponibilidad (aquellas de las cuales el gobierno puede hacer uso) se encuentran en negativo.[iv] Las vacunas no llegan o lo hacen a cuenta gotas porque no hay con qué pagarlas. Dos de los países que encabezan la vacunación mundial no son potencias económicas mundiales: Israel y Chile. Si Alberto no consiguió vacunas no es porque el imperialismo lo bloqueó o por que las empresas le pidieron la firma de cláusulas secretas que atentaban contra la soberanía nacional, sino simplemente porque no tenían con qué pagarlas. A la vez, es un gobierno de incapaces, que ni siquiera llega a un acuerdo temprano y sustantivo por la misma vacuna china que usa Chile, pese a haberle cedido a ese país infinidad de recursos nacionales, es decir, pese a haber hecho con China lo que dicen no haber querido hacer para garantizar para la Argentina la vacuna de Pfizer (control de la hidrovía, acuerdo de construcción de centrales nucleares llave en mano cuando tenemos la tecnología para construirlas aquí, negociado con las represas innecesarias Kirchner y Cepernic, base militar, etc.).
En ese contexto de escasez generada por su propia incapacidad, las pocas vacunas que traen las distribuyen entre amigos, políticos, empresarios y dirigentes sindicales, por fuera de la lista de prioridad lógica. Después de eso, se ríen en la cara de la población al negar la seriedad del asunto: lo reducen a “adelantarse en la fila”, una simple avivada no punible legalmente, al tiempo que tachan las denuncias como “una payasada”. No se privan, sin embargo y por las dudas, de presionar a los magistrados que intentan investigar el caso: el 22 de febrero el fiscal Eduardo Taiano imputa a Ginés González García.[v] Un día después, el mismo fiscal recibe la intimación de la ANSES a jubilarse.[vi] Se repite contra el vacunagate el mismo mecanismo empleado para presionar a los jueces que sigan las causas de corrupción contra Cristina.[vii]
Para tapar el sol con la mano, un día después del destape del escándalo, anuncian que traerán un millón de vacunas. No tienen vergüenza, porque incluso aunque fuera cierto, ilusionan con un caramelo a la gente angustiada por la situación, en tanto ocultan que se trata de una gota en el desierto: para la inmunización completa de los argentinos son necesarias 90 millones de dosis… Peor: ni lerdo ni perezoso, el gobierno decide sacarle dos veces el jugo político a esas mismas vacunas, afirmando que servirán para vacunar a los docentes.
Del dicho al hecho: la Ineficiencia nacional y federal
La idea de que las nuevas vacunas van a destinarse por completo a los docentes para solucionar el problema de las clases presenciales suena a anuncio para la tribuna. Primero porque no se ha concluido la vacunación del personal de salud. Al punto que Kicilloff tuvo que salir a desmentir a su “compañera” Agustina Rossi, quien había afirmado que Axel ya había vacunado a todos los médicos de la provincia.[viii] Segundo porque esa partida, de dedicarse por completo a los docentes, apenas cubriría dos tercios de la primera dosis para el millón y medio de docentes que tiene el país.
La vacunación en Argentina es lenta e ineficiente, surcada por múltiples desigualdades. En vez de una gestión centralizada a nivel nacional, se ha optado por criterio “federal”, según el cual se asignan dosis a las distintas jurisdicciones, que son las responsables de administrar las vacunas en el ámbito local. Esto ha dado lugar a nuevas corruptelas “federales”. Algunas provincias ya pican en punta con sus propios vacunagate locales: Córdoba,[ix] Jujuy[x] y Santa Cruz.[xi] A su vez, aún sin considerar esta actuación abiertamente criminal, la gestión escogida genera otras desigualdades.
Por ejemplo, si la primera etapa de vacunación estaba dirigida al personal de salud, las partidas deberían haberse distribuido en función de la cantidad de trabajadores de la salud de cada jurisdicción. Pero no, se repartieron en proporción a la población total. Esto hizo que la vacunación de este sector clave avanzara a distintos ritmos en diferentes provincias. La desproporción se repite al interior de las provincias, entre distintos municipios. Mientras algunos municipios de provincia de Buenos Aires vacunaron a la totalidad del personal de salud, otros solo han alcanzado al 23% y en una única dosis.[xii] Esta lentitud es criminal en un contexto en el cual, del total de infectados, 54.137 son del sector de salud, de los cuales 228 fallecieron.[xiii]
Al 23 de febrero, Israel vacunó al 88.77% de su población, Estados Unidos al 19,65%, Chile, donde ya te podés vacunar sin bajarte de tu auto, al 16.18 %, el Brasil del Bolsonaro que recomendaba la cloroquina, al 3.43%. La Argentina solo al 1,65. El ritmo de vacunación de Argentina tampoco nos muestra cerca de recuperar posiciones, más bien todo lo contrario: en la última semana Israel vacunó por día al 1,46 % de su población; Chile al 0,51%; Estados Unidos al 0,42%; Brasil al 0.11%, mientras que a Argentina solo al 0,04%.[xiv] Pese a lo que dio a entender el gobierno, no había que entregarse a las garras del imperialismo para conseguir vacunas. Chile vacuna a su población con la misma vacuna China –SINOVAC- de la que ahora llegarán un millón de dosis a la Argentina.[xv]
Hoy la docencia lidera el reclamo de vacunación masiva al oponerse a la presencialidad sin vacunas. No se trata de reclamar solo vacunas para el personal docente, sino para el conjunto de la población. Esta es la única vía para que no se incremente la circulación del virus, los contagios y la mortandad, algo urgente en tanto ya hay circulación comunitaria de la cepa británica, más contagiosa y de mayor incidencia en menores, incluso con mayor mortalidad también en las personas de corta edad. Ese mismo reclamo tiene que ser defendido por el conjunto de la clase obrera. No podemos soportar que nos manden todos los días al matadero con protocolos placebo carentes de toda utilidad.
Basta de DISPO, ASPO y protocolos placebo.
Basta de mandarnos al muere esperando inmunizar a la población sobreviviente por medio del contagio generalizado.
En defensa de la vida de la clase obrera, vacunación masiva ya.
Razón y Revolución
[i] Datos actualizados al 22/2/21 www.ourworldindata.org
[ii] https://bit.ly/3uF7bBt y https://bit.ly/3klpGGf
[iii] https://bit.ly/37Ki2zS
[iv]https://bit.ly/3qYbAgg
[v] https://bit.ly/3ssxVTO
[vi] https://bit.ly/3aT9VTS
[vii] https://bit.ly/37LBlsN
[viii] https://bit.ly/3kntAyc
[ix] https://bit.ly/2ZMfexU
[x] https://bit.ly/3r0MCgA
[xi] https://bit.ly/2P7ppLn
[xii] https://bit.ly/3aTaBso
[xiii] https://bit.ly/37ORFZL
[xiv]Información del 23/2/21 https://ourworldindata.org/covid-vaccinations
[xv] https://bit.ly/37OUR7P
LOS MARXISTAS TIENEN QUE OLVIDAR TODAS LAS DIFERENCIAS Y DEBEN PROPONER IDEAS MARXISTAS, PERO SIN ETIQUETAS, COMO LAS SEGUNDAS MARCAS, Y PENSAR SERIAMENTE EN TOMAR EL PODER, PENSAR QUE YA SON PODER….. ESO ES LO PRIMERO AUTOCONVENCIMMIENTO DE PODER ….. POR QUE SI EL HADA HACE QUE SUBA EN VOTOS CONSIDERABLEMENTE LOS VAN A BOMBARDEAR DE LO LINDO ….. HAY QUE HACER UN PROGRAMA ALTERNATIVO DE PAIS MARXISTA O EN VIAS ….. SI EL CAPITALISMO SE ACOMODA ,EL MUNDIAL JUNTO CON EL LOCAL,BURGUESIA, CHAU CIEN AÑOS DE SOLEDAD