Ricardo Maldonado – GCP (Grupo de Cultura Proletaria)
La epopeya como encubrimiento
A nadie le cabe duda de que la epopeya, los relatos épicos, son una de las formas narrativas socialmente más difundidas y disfrutables. Tampoco que, a falta de aristócratas guerreros o verdaderas gestas populares, el género se ha ido arreglando para funcionar en base a amplificadores estentóreos. Lo que ayer fue el aceite hirviendo de las invasiones inglesas, hoy es el gol de Maradona a los ingleses. Se hace con lo que hay, y si hay poco, se hace con poco, y nada. De ese poco y nada, el futbol ofrece una de las posibilidades más accesibles. Su carácter agonístico, el conocimiento popular de los protagonistas, el embanderamiento simple y directo en alguno de los bandos claramente delimitados, el agregado incesante de nuevos episodios a la gesta, que siempre termina y recomienza.
La épica, como todo género literario, por más realista que se pretenda, escapa de la realidad: recorta, destaca, compara, expone mediante imágenes, seduce por el ritmo y la musicalidad, tensa la cuerda dramática, borra personajes secundarios, concentra el desarrollo en los protagonistas. Procede en amplia divergencia con el mundo tal cual es, y con la investigación histórica, que se exige reconstruirlo. A falta de otros indicios o elementos puede brindar alguna información (siempre discutible), alguna referencia para perseguir, o alguna confirmación por la vía de la reiteración. Pero el funcionamiento del mundo real es otra cosa. Para entenderlo (y mucho más para entenderlo con vistas a modificarlo, transformarlo) es necesario prescindir de las exigencias sensibles (desapasionarse) y remitirnos a las relaciones sistemáticas, a sus jerarquías y a su movimiento. Puede, y suele, ocurrir que en ese pasaje el tema en cuestión pierda atractivo estético. Pero en compensación, la acción posible adquiere mejores perspectivas. Una posible lectura del Quijote consiste en ver narrado en él lo que ocurre si se diluyen las distancias entre el mundo narrativo de la épica y el mundo real en el que se mueven los seres humanos. Pues bien, veremos que en el mundo del deporte profesional hay molinos de viento, y cuidadosamente conservados para que trabajen de gigantes ilusorios.
Nuestra intención es tomar el futbol como actividad social, de la manera señalada: con rigor materialista, estudiando sus determinaciones, su movimiento histórico e, incluso, los relatos que genera y su funcionalidad. No se trata de discutir el valor de la narrativa para el disfrute de los lectores, sobre todo de los lectores futboleros, sino de delimitar los campos. Las exigencias propiamente dramáticas de la épica no permiten entender, confunden las cosas. Quizás, es lo que intentaremos exhibir, esa sea su función confundir, impedir llegar a conclusiones claras, e intervenir.
Un libro sólo para hinchas
Simplemente se confunde hablar un lenguaje popular, con pensar utilizando los prejuicios más difundidos. O forzar a la realidad a que encaje con preconceptos y falacias que se necesitan sostener. En resumen, no se puede hablar del futbol como problema social (es decir como totalidad, como sistema) desde el punto de vista sesgado, particularista y emotivo del hincha. Este punto de vista tiene una larga prosapia y nombre, se llama reformismo. Es la suposición que el capitalismo puede permitir, en su interior y coexistiendo, islotes de no capitalismo, e incluso que esas incrustaciones de territorios antisistema, hay que desarrollarlas, ya que eso es posible. Eso mismo que, más ambiciosamente, declaraban los partidos socialdemócratas de la segunda internacional. Sólo que, en la decadencia actual, se ha pasado de la pretensión de desarrollar una bancada legislativa decisiva, una legislación crecientemente protectora, una institucionalidad de clase (prensa, sindicatos, clubes) en expansión, a reivindicar la resistencia en espacios marginales, que entonces pueden denominarse contrahegemónicos. Esta definición, lejos de socialismo y capitalismo, pero también lejos de revolución o reforma, sitúa el debate en el terreno de las ideas, del discurso y del lenguaje, expurgando al análisis de sus raíces materiales, que sólo se integran como queja, como lamento por el mal exterior, el dinero que llega y corrompe todo. Y como nuestra sociedad acuñó dinero antes de acuñar una constitución, y no se puede hablar del dinero a secas, se habla del dinero de las multinacionales o los monopolios.
Y así, un siglo más tarde el reformismo es el modo de encubrir bajo una fraseología “contrahegemónica” (ayer era “socialista”) la sumisión a los intereses de la propia burguesía nacional. Esta es la matriz de análisis del trosquismo, y la forma que sugiere pensar el futbol el libro de Juan Ferro, “Sólo para hinchas. Fútbol y política” Los entrecomillados pertenecen a la primera edición de Imago Mundi, Buenos Aires 2021, entre paréntesis se indica la página.
Para muestra basta un (primer) botón
Un ejemplo, entre tantos. el fútbol es uno de los deportes inventados al calor del desarrollo capitalista. En ese sentido como casi todo lo que se produce dentro de la sociedad burguesa para consumo, disfrute y reparación de la fuerza de trabajo, no es estrictamente obrero ni burgués, sino que incluye ambas clases en posiciones diferentes distinguidos por la propiedad. Ni siquiera por la propiedad de un individuo sino por el marco dado por el derecho a la propiedad individual y los medios de producción y a la acumulación mediante ellos. esta estructura se reproduce en todos los disfrutes de la clase trabajadora, y no puede ser de otra manera para cualquier actividad social sustantiva en el marco del capital. sin embargo, existe una inclinación a imaginar tendencias autónomas de la clase obrera en las actividades propias de la reproducción de su vida, al interior del propio sistema capitalista. Eso que (sin decirlo de manera peyorativa) es el sostén intelectual del reformismo: la confianza en la posibilidad de una ampliación sistemática del espacio de los intereses y la independencia de la clase obrera. Al interior -y permitida- por la holgura económica del sistema capitalista.
Esta tendencia reformista necesita imaginar un fútbol proletario y autónomo, generoso y no mercantilizado, que ha sido sofocado en los últimos tiempos por la televisión y los grandes grupos económicos, sobre todo norteamericanos. Esta historia irreal requiere un origen igualmente irreal del fútbol, acorde a ella. Por lo tanto es necesario inventar una explosión de clubes proletarios en el nacimiento del fútbol en Argentina. Del cual quedarían como resabio los nombres actuales, sobre todo ferroviarios. Así, contradiciendo toda realidad, se afirma que la mayoría de los clubes de las divisiones superiores exhiben en su nombre una referencia el ferrocarril. Esto es lisa y llanamente mentira como podrían comprobar, y no lo han hecho, quienes ayudaron en la corrección del libro. Cualquiera que lea1 los nombres de los 60 equipos de las divisiones superiores se encontrará que, descartando a Talleres, Instituto, Barracas, Central Córdoba, Rosario Central y Ferro Carril Oeste, no encontramos más y quedamos lejos de la inventada mayoría. También hay tres aristocráticos Gimnasia y Esgrima, y tres Estudiantes. El hecho es menor, pero comenzamos por él antes de seguir con otros (mucho más importantes en sus consecuencias históricas y teóricas) porque expone el desprecio de la épica y la narrativa hacia la historia. Alcanzaba con que alguien se fijara en la tabla de posiciones cómo iba su equipo para darse cuenta del grado de falsedad de la afirmación. Sin embargo, el texto fue publicado dos veces (en la prensa partidaria y como libro) y sigue ahí. Dislates como este, o como que “En Colombia los cracks argentinos que se fueron del país fundaron una nueva Liga profesional, la DIMAYOR, (a la cual pertenecían también algunos equipos peruanos)” (15) cuando la liga profesional colombiana se creó en 1948, cuando aquí no había comenzado la huelga, y acogió a los jugadores porque estaba en disputa con la FIFA sobre el tema de los pases de los jugadores. Las cuestiones que siguen, algo menos evidentes, son mucho más importantes.
Envidiando al nacionalismo inglés
Los integrantes de una misma agrupación política pueden suscribir la teoría de la semi colonia, es decir de la no plena autonomía de la Nación Argentina y de su gobierno. Afirmar que el gobierno de Macri llevó adelante reformas como la previsional, o el blanqueo de capitales, o el préstamo acordado con el FMI, en contra de los intereses de la mayoría de la población. Y a la vez sostener que la principal amenaza para el fútbol desde la década del 90 es la intención privatizadora con los capitales yanquis a la cabeza. Dicho de otro modo, los que gobiernan nuestro país dependiente lo hacen llevando adelante medidas ampliamente impopulares, pero se ven impedidos -vaya a saber porque fuerza esotérica- de introducir (con el acuerdo de la mayoría de los dirigentes según se denuncia) una cláusula que permita la coexistencia de las asociaciones civiles con las sociedades anónimas. Mientras éste se presenta como el principal problema, se permite que sucedan algunas cosas de mayor gravedad.
Para darle entidad a esta guerra contra la “privatización” se miente. Desde la década del 90 los clubes británicos cotizan en bolsa. No porque sean privados, todos los clubes lo son, las asociaciones civiles son tan privadas como las sociedades anónimas. Sino porque los clubes británicos no podían solventar la modernización de sus estadios y de la estructura del campeonato, sin la creación de la Premier League y la convocatoria a mayores aportantes de dinero. No hubo mayores problemas en eso. Si hubo repetidos conatos de resistencia a traspasos de propiedad como la que protagonizaron exitosamente en 1998 los hinchas del Manchester United contra Ruper Murdoch, el australiano dueño de la principal cadena de televisión inglesa (hasta 2007 en que fue superada por Freeview) O la que no logró impedir que en 2005 Glazer el millonario dueño de los Bucaneros de Tampa se hiciera con la mayoría accionaria del ManU, comprando las acciones de un escocés capitalista del mercado inmobiliario y de las carreras de caballos. Como se puede apreciar, el tema en cuestión no es lo privado y lo público, ni asociaciones civiles contra sociedades anónimas. El Manchester United ya era una sociedad accionaria. Imposible, de lo contrario, realizar una compra de acciones que no existen. No se trata entonces de hinchas del MU que rechazan que su club cotice en bolsa, defendiendo el “club que les pertenecía desde finales del siglo XIX” (25) Era privado, y cotizaba en bolsa desde la última década del siglo XX. Los hinchas que no aceptaron la llegada del yanqui Glazer en lugar de loa anteriores dueños británicos conformaron un nuevo club el FC United que “representa a una afición indignada, alternativa, que dejó de lado a uno de los clubes más poderosos y ricos del mundo (…) por ser fieles a ideales culturales e históricos. Su constitución es la primera gran cachetada a las sociedades anónimas que hoy dirigen grandes clubes del mundo, pero también es un serio intento de que los hinchas jueguen un papel decisivo en la vida de los clubes.” (26) ¿Entonces qué es lo que se reivindica al ensalzar la resistencia de los hinchas del MU a la venta de acciones de un británico a un estadounidense como antes habían resistido a un australiano? El nacionalismo. El trosquismo no logra distinguir las maniobras entre burgueses (usualmente envueltas en banderas nacionales) de las banderas socialistas.
El Trinche, y el mito como ocultamiento de la cruel realidad.
El Kun Agüero se retiró con 33 años por problemas cardíacos, el diez de Dinamarca y el zaguero central del Manchester United tuvieron problemas similares. Los tres, en el primerísimo nivel y en el lapso de menos de un año. El deporte profesional es una picadora de carne, de carne juvenil y saludable que termina enfermando para extremar las ganancias (ingresos que se encuentran firmemente asociados a los resultados: los de los jugadores devenidos burgueses y los de los clubes y las empresas asociadas) El problema es ese, y para nutrirse cuenta con una base de captación amplísima y muy empinada. El mito del Trinche Carlovich es una creación de la prensa burguesa que disimula de esta forma el tremendo desarrollo del sistema de captación de talento futbolístico en la Argentina, de los mejores del mundo. Nadie que sirva para el negocio deportivo se escapa a esa aspiradora. Y el Trinche no servía, no llegó a jugar en primera ni los partidos que se cuentan con los dedos de una mano. Pero anduvo por ahí, por Santa Fe, en Colón, por Mendoza, en Independiente Rivadavia y Deportivo Maipú, incluso jugó en el recién ascendido Flandria. No se quedó atado al club de su barrio, al de sus amores (Central Córdoba de Rosario) intentó llegar, pero no tenía con qué.
“Vi jugar al Trinche, el jugador de mayor calidad que haya visto» (77) se afirma. Quizás tenía un talento para otro futbol, pero ese futbol no existe, al menos por ahora. Ser el mejor para algo que no sucede, es una manera extravagante de ser el mejor. Pero esta suposición deja abierta la puerta al romanticismo soñador y nacionalista que es lo que este libro, y muchos otros, buscan. El Trinche no fue el mejor, a duras penas fue un jugador profesional de segundo orden. El mundo en el que el Trinche es el mejor no existe, el mundo en el que podría haber sido un jugador destacado supone para existir, abolir el mundo del deporte profesional tal como es. En éste, el Kun fue verdaderamente magnífico, lo demostró en dónde se demuestra eso, en la cancha y no en la literatura. Su salud fue la ofrenda requerida, a cambio abandonó la clase a la que pertenecía su familia y se transformó en un burgués. Ahora, quizás, administre un club, o sea intermediario, o director técnico, y contribuya a perjudicar la salud de otros jóvenes como hicieron con la suya. El futbol profesional, este es el mundo real, es un mundo para el que Carlovich no tenía lo que es necesario tener. Eso, su medianía como deportista profesional, le permitió proteger su salud. Y como casi todos los que no les va bien en esta empinada selección, seguir su vida miserable y finalmente morir asesinado por un “par de lúmpenes” como bien señala Ferro. El talento no es un atributo individual, aunque lo “posean” algunos individuos, sino una construcción social. Por eso hay futbolistas talentosos en dónde muchos juegan al futbol, y beisbolistas geniales dónde muchos juegan al beisbol. El mito Carlovich es un mito individualista y romántico, es el equivalente al mito del emprendedor (esa excepción a la imposibilidad de movilidad social que, entonces, la justifica), la exaltación del individuo por sobre las condiciones que rigen al conjunto. El conjunto es el mundo de los futbolistas, técnicos, periodistas e hinchas que no perciben ese talento autogenerado y mal aceptado. Malraux llamaba a Buenos Aires la “capital de un imperio que nunca existió” el Trinche puebla el panteón de los “mejores en un futbol y en un mundo que no existe”
Ensalzando el trabajo no remunerado
El futbol es sano, el futbol es obrero y popular, al futbol lo están corrompiendo. En estas afirmaciones se resume el programa trosquista y progresista para el mundo del deporte profesional. Una mirada aristocrática de la vida que supone la intromisión del dinero como una desgracia, siempre, y no considera a las relaciones de propiedad como fundamentales en la determinación y evolución de esos problemas. Por eso, cobrar por una tarea exigente y riesgosa, brindar un espectáculo deportivo por el que se paga entrada al organizador, se descuenta de los reclamos obreros, no se los considera de esa manera. La historia es absolutamente opuesta, el amateurismo marrón, la precarización del trabajador del espectáculo deportivo, era el programa burgués mayoritario hasta el año 31. Al afirmar que “El profesionalismo en el futbol no tuvo su origen en la iniciativa de la clase obrera, lo origina la competencia capitalista.” (4) se oscurece la historia de los jugadores argentinos y del resto del mundo. La reacción en cadena de la profesionalización, es decir del reconocimiento de los jugadores como trabajadores, demuestra lo contrario. Claro que la competencia capitalista está presente, pero también lo estaba antes y no recurrían a blanquear a los jugadores porque eran más rentable las maniobras que el marronismo permitía. En otra parte contribuye a la farsa con la afirmación de que “hacia 1930 se estaba convirtiendo en un deporte de masas” (41) No, ya lo era. Y esas masas generaban un movimiento económico que se expresa en los estadios para decenas de miles de espectadores (los de Boca y River de 1924, el de Independiente de 1928, el de NOB, el de Sportivo Barracas de 1920 y el primer estadio de San Lorenzo) en las publicidades estáticas (gomina Brancato, tienda La Piedad, cigarrillos 43, bicicletas Legnano) y la aparición de revistas especializadas (El Gráfico 1919) y suplementos deportivos en los diarios. En otra escala en 1930, ya encontramos todos los componentes del negocio, salvo la retrasmisión televisiva. Por eso el negreo era insostenible. Una vez que los jugadores de AFA logran ser reconocidos como trabajadores, y ante la perspectiva de despoblamiento de los otros torneos cercanos que también utilizaban jugadores negreados, precarizados, se reconoce el carácter profesional de la tarea en Rosario en el mismo año, en Uruguay en 1932, Córdoba en 1933 al igual que en Río de Janeiro. Los jugadores que engordan a los clubes, y su patrimonio, reclaman ser remunerados de manera regular, y no de acuerdo con el capricho del dirigente. Y la huelga del 31 culmina en una gran conquista. Es una lucha exitosa contra la precarización. Pero, para sostener la novela romántica anti dinero se hace desaparecer este conflicto y se afirma que “en el año 1948 los futbolistas argentinos hicieron la primera huelga del fútbol” (9) Una vez más, como suele hacer el peronismo, las luchas obreras son recortadas y olvidadas para inventar un relato forzado.
Se trata mediante esta burda maniobra de aportar a una falsa historia que pretende que el futbol no es un producto típico de la sociedad capitalista, como los antibióticos o la computación. Y que, por lo tanto, el programa socialista no consiste en apropiarse de sus condiciones más elevadas y revolucionarlas, para transformarlas en función de los intereses sociales. El programa del trosquismo consiste en volver al pasado, a ese pasado falso y embellecido que se inventa, al pasado de un territorio por fuera del capitalismo, luego invadido por intereses mercantilistas y… foráneos, como siempre encuentra un buen nacionalista.
Y un buen nacionalista, es peronista
El pro peronismo trosquista se expresa en la confianza ilimitada en el relato peronista, sin beneficio de inventario, haciéndose cargo de esa herencia. Quizás para ensalzar a Perón y quedar bien con los peronistas se dice que “los grandes clubes en esa época recibirán cuantiosos aportes para la realización de mejoras sustanciales en sus estadios, el ministro de Hacienda de Perón, Raúl Cereijo fue el encargado de la distribución de esos cuantiosos fondos con los que se favorecieron Vélez Sarsfield, River, Boca, Gimnasia y Esgrima de la plata entre otros. el más favorecido de ellos fue Racing que recibió los fondos para construir el cilindro de Avellaneda un estadio de avanzada por los favores del peronismo.” (13) “San Lorenzo (…) no pudo tener un estadio de cemento en la primera época del peronismo, que gastó fortunas del Estado en ayudar a construir estadios” (221) El estadio de Gimnasia se inauguró en 1924, con mejoras en diferentes años, no sólo bajo el peronismo. El de Huracán comenzó su construcción en 1939 con la adquisición del predio, aunque inaugurado oficialmente en 1949. Los fondos y facilidades del Estado para los grandes clubes no fueron una política distintiva del peronismo, sólo participó de manera declinante de lo que ya se realizaba durante la Década Infame, en la que se inauguraron los actuales estadios de River y Boca en 1938 y 1940, o sea que las ayudas estatales para los grandes clubes existieron, pero no como peronismo, sino como parte del entramado de políticos burgueses y grandes clubes de futbol que ya arrastraba, para el año 40, dos décadas de existencia al menos.
Enamorándose de las alternativas burguesas
Borrar la huelga del 31 va en línea con el ensalzamiento de la “democracia corinthiana” y sigue exponiendo el proyecto burgués nacionalista. La huelga del 31, al igual que la de 1948/49, fueron acciones de solidaridad de clase. Las figuras que estaban al frente de ambos conflictos, entendían que el sistema de premios y castigos caprichosos que mantenían los dirigentes burgueses de los clubes, perjudicaba sobre todo a los menos afortunados (o a los talentos con mala suerte, por ejemplo el crack Hopital fracturado jugando para Racing que fue derivado a la asistencia pública para su tratamiento) y reclamaban una estabilidad más allá de los resultados deportivos que incluyera a los jugadores de los equipos pequeños. En la huelga de 1931, el reclamo era la libertad de acción, pero necesariamente se derivó en la aceptación de la actividad como un trabajo. La experiencia de la “democracia corinthiana” fue parte de la agitación progresiva por las elecciones “Directas Ya!” Se trató en el plano institucional, de la administración por parte de los jugadores de las decisiones y los ingresos del club (que se encontraba en estado catastrófico y luego fue entregado saneado) En el plano económico “propusieron cobrar un porcentaje de las recaudaciones y otro de los patrocinadores y la televisación” (22) Eso sucede en todo el mundo y es parte del problema, no de la solución. Los clubes poderosos, que generan grandes ingresos en base a sus estrellas, se ven obligados a pactar con ellos premios especiales, repartos de ingresos e incluso dejarles negociar sus propios contratos de publicidad. Lo mismo hacen las grandes corporaciones con sus gerentes, mediante bonos y acciones. Eso no apunta a una mejor situación del futbol como evento social general, sino a una negociación entre burgueses. Y, probablemente, como suele ocurrir con las soluciones en el marco del capital, los equipos menos potentes económicamente, “compartirían” sus pérdidas con sus planteles miserables. La limitada ambición del programa del equipo paulista se expresa en lo efímero de su duración. Al año, sus jugadores destacados estaban en Europa como cualquier otro jugador profesional de nivel internacional. Era algo obvio, la falta de un programa socialista, y las expectativas en las soluciones burguesas, produce desilusión y pesimismo, pero la tarea de los socialistas es explicar el por qué fue un programa fallido y no reivindicarlo.
Un burgués es burgués, aunque juegue magníficamente al futbol
Mencionamos al final de la nota anterior la experiencia fallida y efímera de la democracia corinthiana. En gran parte fue fallida porque era un programa sin carácter clasista, “jugador de futbol” no es una definición de clase. Esa equivalencia era admisible en los albores de la profesión, cuando todavía ninguno de los jugadores de futbol atravesaba la barrera de clase hasta bien maduro el siglo XX. Pero desde cierto momento, la cúspide de la pirámide se transforma claramente en burguesa, sujetos que no necesitan trabajar para reproducir su vida e, incluso, acumular más capital, sino que juegan para incrementar el capital que ya poseen, y que invierten para obtener los mejores rendimientos posibles. No importa si se asocian a Macri en parques eólicos, como Tévez, si tienen participación en cadenas hoteleras como Messi y Cristiano Ronaldo, si son los organizadores de la Copa Davis como Piqué, o si, simplemente dejan esa tarea, la de manejar sus inversiones y fraguar sus evasiones de impuestos, en otros. Son burgueses.
Por eso es reaccionaria, por proponer la conciliación de clases, la propuesta de clubes dirigidos por los jugadores. “El fútbol va a tener una salida si está dirigido por lo que lo juegan y si éstos, además controlan los intereses económicos de los clubes y la televisión” (166) Si ya están dirigidos por burgueses. ¿Qué le cambiaría que sean burgueses de buen pie? Por qué en este terreno el programa socialista de la planificación democrática es abandonado. ¿O el particularismo trosquista piensa que la salud la tiene que dirigir, democráticamente, sólo los egresados con formación sanitaria? ¿Y el transporte los colectiveros? ¿Y cada corporación proponiendo mejorar su condición particular en lugar de la eficiencia y éxito del conjunto? ¿No es eso lo que el propio capitalismo propone? O esa democracia formal de jugadores, podría superar la diferencia entre los millonarios y los miserables, algo que no sucede en la democracia burguesa, a pesar de que es una organización que cumple los requisitos que propone el POt como solución? Y no es una cuestión teórica solamente, los últimos intentos de huelgas de jugadores han expuesto esta brecha, los que pueden definir una acción colectiva (por su importancia para el espectáculo) están en contra de ella, es necesario impulsar la independencia de clase, en términos de la estructura de las relaciones sociales, no la unidad de todos los que realizan una misma tarea, aunque sean patrones.
Una puesta en escena de millonarios no es un sindicato
Casi al final del libro se pregunta y responde: “¿Quién puede parar el fútbol? la respuesta es una sola y vale para Argentina y para todos los países de América. sobre los jugadores de fútbol organizados. no serán los capitalistas los que abandonen la idea de una recaudación millonaria en dólares por la televisación y comercialización de la Copa América. El 28 de septiembre de 1995 por iniciativa de Maradona se fundó en París con destacados jugadores como Eric Cantoná y George Weah, en un proyecto de sindicato mundial de futbolistas (…) La organización fue bautizada como Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP), para la cual Diego fue elegido presidente y Cantoná vicepresidente. La incipiente sindicalización dio algunos primeros pasos importantes. Uno de sus logros fue conseguir la apertura de las ligas de la Unión Europea a los futbolistas comunitarios.” (233) afirma esto aun sabiendo que “actualmente, los jugadores profesionales de fútbol de 42 países de los 5 continentes están “formalmente” agremiados en la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales (FIFPRO), una entidad que en el decir popular está “pintada” y no ha jugado ningún rol en las reivindicaciones de los jugadores, ni en ninguno de los conflictos planteados en el fútbol.” (233) Son tantos disparates que cuesta empezar por algún lado. La apertura de la Unión de los jugadores comunitarios fue consecuencia del famoso Caso Bosman, jugador belga al que no le permitía su club pasar a uno francés. El conflicto comenzó en el año 1990, 5 años antes de la fantochada de burgueses encabezada por Maradona y admirada por los trosquistas. Y el fallo que liberó los traspasos dentro del ámbito europeo, es de diciembre de 1995, mientras desde 1991, “los sindicatos franceses y neerlandeses de futbolistas (UNFP y VVCS) se incorporaron voluntariamente al proceso.” 2. El reclamo tuvo como parte activa a los sindicatos de la FIFPRO, que Ferro considera pintada, y a la que está afiliada la organización de los futbolistas argentinos, FAA, la que surgió de las huelgas de 1931, 1948/49 y encabezó las de 1971 y 75. El hecho cierto que las organizaciones gremiales se vuelven burocráticas e incluso enemigas de los intereses de los trabajadores no justifica negar la historia de la clase trabajadora, y mucho menos reemplazarla por pantomimas realizadas por burgueses, y cuya existencia es absolutamente efímera e intrascendente.
Como engordar (más) la figura de Maradona
Obviamente la reproducción del relato peronista y nacionalista no puede obviar la figura de Maradona. Como el libro de Ferro tiene la estructura de rayuela de Cortázar, el orden del libro es uno agrupado por temas y otro por el orden de aparición de los artículos en la prensa partidaria, en este caso conviene seguir el desarrollo el fenómeno Maradona como se eslabonó en la realidad de la prensa partidaria del PO. En 1997 lo colocaba en la trama del poder: “el doping de Maradona se transformó rápidamente en un problema de Estado, por eso Menem y Duhalde se interesaron por el caso y de ahí salió la estrategia que permitió que Diego volviera a salir con la camiseta 10” (95) Pero siempre presente, la teoría del cerco y la marioneta explica casi todas las cuestiones sociales para el trotskismo, al decir que “no hay que olvidar que en última instancia es una marioneta de los capitalistas” (96), “Que lo usaron” (93), nuevamente sorprende la idea que la definición de clase no se relacione con la propiedad sino con el talento para alguna actividad. En el año 2000 en plena debacle del menemismo y se adecúa a la memoria pública aun fresca de que “Maradona fue un niño mimado de Menem, al igual que Charly García, quién hasta grabó un CD en la residencia de Olivos.” (91) Y luego enumera a los preocupados políticos burgueses que se interesan por la salud de Maradona, incluidos De la Rúa y Cavallo, pero insiste en que lo que sucede es un “circo que armaron alrededor suyo” (92)
Ya en 2005 Maradona comienza a mutar, Macri amaga convocarlo para trabajar en Boca y Ferro le pide por favor qué “no agarre Diego, no se equivoque, hay que ayudar a que se vaya.” (98) En un remoto antecedente del actual “frente anti Macri con cualquiera”. Finalmente, para el 2020 está plenamente indultado y solo es una víctima de “un entorno que lucró con su esplendor” (101) y “lo hizo prisionero” (101), “el entorno empresario y mafioso que rodea al fútbol mundial” (99) que agotó su corazón, silenciando sus problemas para “seguir usufructuando su figura.” (99)
Estos últimos comentarios coinciden con la construcción de un Maradona interesado por la clase trabajadora (aunque haya que inventarlo) y la explica el propio Ferro al apropiarse y participar, sin crítica alguna, de la construcción del mito burgués, en sus propias palabras: “Quedó atrás su pasado extra futbolístico y fue ganando el corazón de los hinchas solo la admiración por su fútbol, una inmensa gratitud y respeto de los logros obtenidos que se fueron agigantando con el paso del tiempo.” (100)
Conspiranoia futbolera: todos títeres
Pero no solo Maradona es un títere, sino casi toda la burguesía nacional y su burocracia política lo es. Algo lógico si es necesario sostener el programa trotskista para el país semi colonial. En esta concepción el único enemigo es el imperialismo, y por supuesto el único imperialismo es el yanki. El problema de negar la autonomía -relativa por supuesto- pero autonomía e independencia de la burguesía nacional, con sus grupos empresarios y sus burocracias asociadas, lleva a colocarse en el extremo opuesto a la crítica y el análisis político, en el voluble terreno de la superficialidad. Así en abril del 2000 Grondona es un títere de Ávila: “el presidente de la AFA sigue paso a paso las instrucciones de este grupo (TyC)” (173) porque es un “peón de los grupos empresarios que manejan el fútbol. Nos referimos a TyC y sus socios Clarín, Telefónica y los grupos de inversión yanquis.” (108) En julio del 2012 cuando abandonó a Ávila por Cristina y su plata fresca, “la dirección de la AFA, ahora asociada de prepo al proyecto de los Kirchner” (194). Ya muerto Grondona, en julio del 2016, “la mal llamada Superliga, no es otra cosa que el acta de defunción del inmenso poder que mantenía la AFA bajo Grondona.” (176) Hoy en día todos sabemos que los burgueses de la dirigencia deportiva liquidaron la Superliga para retomar el negocio por su propia cuenta, exponiendo que mantienen intacta su cuota de poder. La razón de esta volubilidad en los juicios no es personal sino política. En lugar de considerar a los dirigentes de los clubes como una burocracia ligada a lo peor de la burguesía nacional, con intereses propios como toda burocracia y con capacidad de maniobra, la teoría del cerco, la teoría del títere, la teoría de la dependencia colocan toda la estructura de poder bajo el control monopólico del imperialismo yanqui y sus empresas. Todo el funcionamiento real de la AFA quedó opacado por este prejuicio. Doblemente extraño para alguien que, trabajando en un frigorífico durante la dictadura militar, tenía información no solo teórica sino práctica porque se dedicaba a eso, de que la política de la dictadura militar no era dictada por el imperialismo yanqui (aunque compartían muchos intereses) sino por los intereses de la propia burguesía nacional, y que por eso renegó y no se plegó al boicot yanqui a la Unión Soviética y le siguió vendiendo granos y carne (XVII). Sabía que “la URSS mantenía fuertes relaciones comerciales con la dictadura” (54) y que, por eso, y no por fervor democrático, Carter envió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Nunca es suficiente la insistencia
Finalmente llegamos al punto más importante, que es el de tomar una bandera falsa inventada por la burguesía y levantarla como propia. A pesar de que todo nos lleva a conclusiones opuestas. La burguesía y la izquierda reformista coinciden en la defensa de un formato jurídico como la principal bandera que hay que levantar en el terreno el deporte profesional, aun con los millones que mueve y los grupos violentos que promueve.
Nunca es suficiente la insistencia sobre el carácter privado de las asociaciones civiles, sobre esto no puede caber ninguna duda. Sólo el link al ordenamiento jurídico del país alcanza 3.
Nunca es suficiente la insistencia sobre el carácter tramposo de poner en la misma bolsa clubes de barrio que apenas logran subsistir recurriendo a subsidios y eximiciones de impuestos, con organizaciones que mueven millones, de los cuales una pequeña parte, más pequeña cuanto mayor es su envergadura, tiene algo que ver con la vida social del club, y para la que las eximiciones de impuestos funcionan como un elemento competitivo frente a otros capitales. El autor lo sabe y lo dice en una crítica a los proyectos de San Lorenzo: “el club sigue siendo una Asociación Civil, eximido de impuestos, pero los beneficios se los lleva un privado” también “las partes trabajarán juntas de buena fe para mantener el estado legal exento de impuestos de San Lorenzo” (216). Pero luego insiste con la defensa de ese formato jurídico.
Nunca es suficiente la insistencia sobre el carácter puramente formal de la democracia en los clubes de fútbol profesional en los que, al igual que en la democracia burguesa, las posibilidades ideales se chocan con las formas concretas, y dirigir un club requiere de mucho dinero y una organización política con buenos contactos con los burgueses insertos en este negocio. El autor lo sabe y lo dice: “el banderazo (…) es el único recurso al que pueden apelar en los maniatados estatutos de la organización del futbol” (194) “paradójicamente para presentar listas en Boca hay que ser millonario” (195) y todo va a parar al “bolsillo de los ladrones de la dirección de los grandes clubes de la Argentina” (134)
Nunca es suficiente la insistencia sobre la base organizativa territorial que constituye la tribuna para administrar y establecer relaciones con grupos violentos, siempre dispuestos a trabajar para la burguesía, la burocracia sindical o cualquiera que les pague. El autor lo sabe y lo dice: “Toda esta escoria es utilizada como seguridad en los actos políticos del PJ” (209)
Nunca es suficiente la insistencia sobre el carácter tramposo de la pasión para encubrir el entramado real socioeconómico el fútbol profesional. El autor lo sabe y lo dice: “La “pasión por el fútbol” una vez más es el mascarón de proa de una operación capitalista. El electoralismo del FIT se ha convertido, en este caso, en asociación con un negocio patronal” (222) Cierto es que en este caso refleja un giro novedoso del POt renunciando a todo lo escrito durante años para cuestionar a quienes los echaron, pero deja constancia que sabe la función de la “pasión por el futbol” reivindicada en las otras 221 páginas.
Pero nos convocan a preocuparnos por otra cosa
Pero hay algo más. Van al menos 30 años que el reformismo viene preocupándose y agitando la amenaza de la “privatización” de los clubes. En esos 30 años se enajenaron todas las empresas estatales, algunas se volvieron a comprar mucho más caras, se le pagó al FMI, se le volvió a pedir al FMI, se indultó a los genocidas, se ocultó la desaparición de Julio López debajo de la alfombra, se blanquearon capitales y se volvieron a blanquear, gobernaron políticos con causas penales, y volvieron a gobernar, se efectuó la pesificación asimétrica, la inflación batió récords y las devaluaciones han sido inimitables. La burguesía no logra sacar adelante un país quebrado, pero si aplicar medidas impopulares y anti obreras. Y, sin embargo, como una letanía idiota se sigue diciendo que hay algo que quiere, pero no puede: “el Gobierno y la AFA abogan de lleno por el ingreso de las sociedades anónimas en la dirección del fútbol” (160) esto está escrito en el 2001. Un año antes se refería a “esta verdadera arremetida de la gerenciación” (101) De allí que lo que ya pasa pueda ser achacado a algo que va a pasar “el gerenciamiento es un acto delictivo: desmantela la estructura social de los clubes, fomenta la evasión de impuestos, es un terreno fértil para el lavado de dinero” (217) Eso no es necesario, ya es un terreno fértil para el lavado de dinero, y no hay sociedades anónimas deportivas.
Lo hacen para apropiarse de clubes quebrados: “imposición de las sociedades anónimas que elegirán al club que haya quebrado” (160) porque “existe una quiebra generalizada de los clubs que hoy dependen casi exclusivamente del circuito de TV armado por AFA” (169) pero -contrariamente- también “el llamado gerenciamiento del fútbol no es otra cosa que el acaparamiento por parte de fondos de inversión estadounidenses de todo este fabuloso negocio.” (171) Están todos quebrados, pero constituyen un negocio fabuloso: lo que se ha quebrado aquí es la lógica formal y económica. Y se deja ver la pata de la sota peronista: el problema no es el capitalismo sino la opresión imperialista yanqui, el capitalismo no está mal, pero si no es “foráneo”:
Hay que defender a las mafias locales ante “el carácter opresor de este organismo mundial (la FIFA)” (151) porque “llama la atención que las denuncias de la justicia de los Estados Unidos solo aparezcan como cuestión central los sobornos por las adjudicaciones de las sedes” (180) y “en los últimos años se registró una marcada preeminencia de las empresas estadounidenses donde Coca Cola, Nike, y McDonalds han entrado de lleno en las preferencias de la FIFA en desmedro de las marcas europeas. El sistema de adjudicaciones de los sponsors mundiales tampoco tiene control externo alguno” (180). Así, aunque en algún lugar mencione que “los socialistas, no hay que olvidarlo, luchamos por separar al deporte del capital” (223) sólo parece preocuparle el capital yanqui (y reza por la salud de las marcas europeas). Por eso la defensa de las asociaciones civiles donde medran los burgueses como el dueño y liquidador de Garbarino (directivo de San Lorenzo) o el burócrata de camioneros (directivo de Independiente). De lo contrario ofrecería la única solución socialista, que es la administración por parte de un estado controlado por los trabajadores, de todos los movimientos económicos de los clubes, como sucede en los campeonatos internos de esos mismos clubes, con el objetivo de promover la actividad física saludable y un espectáculo digno y disfrutable. Parece una solución lejana y compleja, pero mucho menos que pretender que los millonarios de los planteles, los burgueses y burócratas de las directivas y los asesinos y narcos de las tribunas regeneren, por el mecanismo “democrático” de las asociaciones civiles, lo que ellos han contribuido a pudrir.
maldonado lo que pasa es que el fobal es una revolucion permanente,para muy pocos, buena nota tiene razon, le confieso yo se que deportivo cereijo salio campeon en 49/50/51, pero dejeme ser fana de algo…..si ya se un dia de estos me traen de DT al raton mikey y de ayudante de campo a tribilin….es todo muy dificil…. buena nota buena nota