Cada semana, los conflictos protagonizados por trabajadores de salud se multiplican, la bronca acumulada, el destrato, la miseria de los sueldos y la negativa a recomponerlos a pesar de la inflación pasada y presente, la catástrofe sanitaria, la realidad amenazante, ha colmado la paciencia de compañeros en todos los rincones del país. Tres situaciones condensan simbólicamente esta bronca, el 7% firmado por UPCN y el gobierno, la negativa del gobierno de CABA a reconocer a enfermería como profesional, la actitud de la gobernación de Buenos Aires en la negociación paritaria. Detrás de estos tres ejemplos a nivel nacional, y de dos de los principales distritos del país, en los que van de la mano los peronistas de Alberto, los de Cristina, y Cambiemos, nos encontramos con una innumerable cantidad de reclamos, es decir de postergaciones de los trabajadores por las patronales, los políticos y los dirigentes sindicales que sellan los acuerdos y disgregan la bronca.
En los últimos días los trabajadores de salud de Mar del Plata movilizaron a la sede de la región sanitaria VIII, lo mismo hicieron los del Hospital de niños de la Matanza enfrentándose, incluso, a la patota del sindicato. Siguieron los del Milstein de PAMI, lo mismo que los del Garrahan, el martes pararon los Médicos Municipales de CABA, y marcharon a reclamar apertura de paritarias los de Cicop de provincia de Buenos Aires, por toda la ciudad de Buenos Aires los enfermeros que reclaman su reconocimiento, como los de Rosario que reclaman por la reglamentación de la ley 12.501. El paisaje de las ciudades ya no sólo está poblado de barbijos, también de uniformes y ambos, en aplausazos, cantitos, marchas, sentadas y cortes.
Para nosotros, los trabajadores de salud, desde marzo hasta hoy hubo cambios, comenzando por los varios centenares de compañeros que han dejado la vida, y los varios miles que han dejado la salud en la tarea sanitaria. Allá por los primeros meses nuestra principal tarea era conseguir, mejorar, y poner en marcha los protocolos de seguridad y los elementos de protección. La batalla por estos elementos no ha terminado en muchos lugares aún hoy, pero con gran esfuerzo y reclamos hemos conseguido mejorar los cuidados, lejos de lo que sucedía y de lo que nos entregaban al comienzo.
El período intermedio de la emergencia sanitaria estuvo signado por la catástrofe sanitaria, el temor y la desazón. Esos tres meses en los que se pasó de mirar con sorna las disposiciones suecas y vanagloriarse de no sufrir lo mismo que Brasil y EEUU, a superar con holgura a los nórdicos, y ponerse a la par del bolsonarismo y el trumpismo. Mientras los empleados del gobierno ensayan explicaciones psicológicas, subjetivas, del fracaso, o le atribuyen a la oposición macrista un poder de movilización de masas irreal, el Defensor de la Tercera Edad, presidente de la Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría, Eugenio Semino, declaraba esta semana por radio, sobre lo que él veía en su barrio en La Matanza “acá todo el mundo rompió la cuarentena y no porque son anti cuarentena o rechazan los autocuidados” sino por necesidades económicas. El desastre sanitario producto de la ruptura molecular y desesperada en la búsqueda del mango, tiene su símbolo en el cuarto IFE desaparecido.
Hoy nos encontramos claramente en una tercera etapa, marcada por la bronca y la disposición a la lucha salarial en el ámbito de la salud pública. No importa cual es la repartición, que político burgués está a cargo, que nombre tiene el burócrata responsable del deterioro histórico. Uno tras otros, una detrás de otra, cada hospital, cada salita, cada servicio se va plegando al reclamo de salarios. A veces, rechazando un acuerdo ínfimo, a veces pidiendo una recategorización o reconocimiento, a veces reclamando un bono, la miseria salarial es el motor de las luchas.
Y esta pendiente se profundizará. El aumento del 25% programado por el gobierno para las prepagas significa mantener su rentabilidad, pero en una escala menor y una concentración mayor, algunas empresas caerán, despidiendo trabajadores, por otro lado, un inmenso sector de quienes hoy tienen cobertura por seguridad social o aseguradoras privadas, se verá expulsado y sumará una carga mayor al sistema público. El plan gubernamental para la salud nacional es transparente, mantener una planta amplia de trabajadores de salud hiper precarizados para sostener malamente la atención de millones de “no pudientes” cómo le gustaba llamarlos a un ministro peronista, con salarios tan bajos que permitan a la salud privada sostenerse sin drenar trabajadores. Les quedaría a los privados el sector con capacidad adquisitiva reducido pero apetecible, y pagando salarios deprimidos, y a la salud publica una masa gigantesca de empobrecidos estructurales y nuevos, atendidos por trabajadores más empobrecidos aún, para no disputarle la mano de obra al sector privado. Por lo tanto, es esperable que no se reduzca la cantidad de trabajadores del ámbito público, sino sus ingresos. Como nos anticipa el 7% firmado por UPCN.
Este comienzo del fin de la paciencia con patrones, políticos y burócratas sindicales que se encuentran muy unidos contra los intereses de los trabajadores explica que nos encontremos con una inmensa movilización sanitaria por salarios, desarticulada y múltiple. Los burócratas sindicales que sancionan el deterioro salarial firmando siempre por debajo de la inflación, están siendo desafiados por estas plurales luchas, ese es el dato alentador. Pero la reacción a esas traiciones ha dejado un mosaico de luchas, cuya potencia se puede diluir en tanta fragmentación.
La salud es una rama de la reproducción social numerosa (5% de la población activa en conjunto) muy importante económicamente (10%) del PBI, con sectores de gran concentración tecnológica y productividad. Pero nosotros, los trabajadores, nos encontramos muy lejos de saberlo y actuar en consecuencia. Lejos de la unidad que transformaría tanta potencia en acciones reivindicativas exitosas. El rápido paso del artesanado a la tecnología de punta en el ámbito sanitario, en menos de 50 años, se refleja en nuestro individualismo y particularismo. Somos el único sector de importancia crucial en la reproducción social que se define por su saber particular (la profesión) y no por su producto (la salud social). A esto, la burguesía lo multiplica con la fragmentación institucional y la multiplicación de formas de contratación.
En resumen, somos un gigante poderoso, pero desarticulado y desarmado. Una fuerza determinante pero incapaz de actuar unida. Y el rechazo justo, y necesario, a las direcciones que se niegan a luchar debe llevarnos a un terreno superior. Una gran unidad de los trabajadores de salud, de todos los compañeros, privados o públicos, de la atención y de la producción, de cualquier profesión o tarea. El sueño de una gran salud única, racionalizada y científica, al servicio de la población, tiene un camino necesario: la unidad creciente de todos los trabajadores de la salud, ocupados y activos, pero también desocupados y pasivos, en una coordinación creciente de las luchas y los reclamos, en una asamblea de los trabajadores de salud ocupados, desocupados, activos y pasivos, privados y públicos, de la producción y la atención.
Ricardo Maldonado.
Delegado de la Comisión Gremial de Salud – Municipalidad de Vicente López – El Termómetro socialista (Corriente de trabajadores de Salud de Razón y Revolución)