No se puede encontrar los remedios si se ocultan las enfermedades. Sobre los trabajadores y la información epidemiológica en Argentina

en Aromo/El Aromo n° 116/Novedades

La recordada gestión de Guillermo Moreno en el INDEC tiene un remedo actual en el Ministerio de Salud. Hacer de los datos sensibles (y necesarios para resolver los problemas) un tesoro inaccesible es una vieja tradición burguesa. Sin embargo, a la barbarie hoy se la hace convivir con el Big Data. La capacidad, una y otra vez denostada o ensalzada, de la tecnología moderna para manejar y cruzar ingentes cantidades de datos, deja en evidencia que cuando éstos no están disponibles sólo expresan una política oscurantista

María Paz Riquelme – GISA (Grupo de Investigación de la Salud Argentina)

En Argentina desconocemos casi todo de los trabajadores de salud que han enfermado de COVID-19. ¿Cuántos de ellos presentaban factores de riesgo y aun así siguieron trabajando? ¿Cuántos se re-infectaron o transcurrieron la enfermedad más de una vez? ¿En qué áreas y servicios se encuentran la mayor proporción de contagiados? ¿Existe alguna relación entre el incremento de los casos de COVID-19 en la población general y el incremento de los casos entre trabajadores de salud? ¿Qué características presentaron los sectores de trabajadores de salud con mayor número de casos?

Estas son preguntas que podríamos responder (parcialmente) si contáramos con acceso libre a los datos de salud, que todos aportamos cada vez que nos hacen un testeo y queda registrado en el SISA. No hay publicaciones científicas en Argentina sobre este tema.

En los últimos boletines integrados de vigilancia, en el apartado de coronavirus solo observamos el dato de porcentajes de trabajadores de salud infectados acumulados desde el inicio de la pandemia en Argentina. No tenemos datos sobre su tendencia en el tiempo, ni, mucho menos, discriminadas las características de este grupo (área de trabajo, localidad de residencia, especialidad). Además, se informa que todos los contagios entre trabajadores de salud fueron contactos estrechos, es decir que fue referido un contacto estrecho previo al inicio de los síntomas. Es decir que, ¿todos los trabajadores/as de salud se contagiaron de ese modo?  ¿O solo mencionan a ese grupo? En el documento no se explica este punto.

La ficha de notificación epidemiológica de COVID-19, que se encuentra disponible en la página del Ministerio de Salud, contiene, en el apartado de “antecedentes epidemiológicos” un campo para “trabajadores de la salud”.  En este se especifica si el caso es “Profesional con función asistencial”; “Técnico/auxiliar con función asistencial”; o “Función administrativa”. Es decir que debería estar disponible esta información, al menos en forma agregada.

Existe, en la página del Msal, una base de datos abiertos de COVID-19.  Este registro, anonimizado, contiene 25 variables obtenidas a partir de las fichas de notificación obligatoria de COVID-19. Ninguna de estas variables se refiere a la ocupación o al trabajo. Teniendo en cuenta que la ficha epidemiológica contiene este campo, no presentar la variable en esta base de datos abiertos, es claramente una decisión, la de eludir el acceso y la publicidad a la información que exponga el carácter de clase.

En relación a los trabajadores de salud fallecidos no se presenta el dato a nivel nacional. Solo podríamos acceder a él a partir de los informes y reportes de los ministerios de salud provinciales de algunas provincias, o a partir notas periodísticas.

Respecto a la vacunación, no conocemos los porcentajes de trabajadores de salud vacunados por hospital. Algunos sindicatos y activistas denuncian bajas coberturas en algunos hospitales. Aun, hay muchos trabajadores de salud sin vacunar en la mayoría de las jurisdicciones del país. Coherente con todo lo demás, no se sabe cuántos. De esta manera, sin información, es posible insistir en que las deficiencias en las coberturas de vacunados entre los trabajadores de salud se deben a la campaña de los “antivacuna”.

Sin embargo, esta situación de ausencia datos sobre trabajadores de salud que enfermaron en la pandemia de covid-19 no es la misma en otros países de América latina. En Brasil, por ejemplo, se puede acceder al dato de trabajadores de salud con COVID-19 y fallecidos con COVID-19 desde informes y paneles públicos.  Además, la página web del ministerio de salud de Brasil, cuenta con una base de datos abiertos de COVID-19 que contiene, entre las 30 variables, dos específicas sobre el tema: “trabajador de salud si/no” y especificación de área de trabajo y código, como por ejemplo (3222 – Técnico ou Auxiliar em Enfermagem, 2236 – Fisioterapeuta, 4221 – Recepcionista). En Brasil, la categoría de personal de salud, como se observa en el registro, incluyen a todos los trabajadores y trabajadoras de salud, no solo a médicos, abarcando a recepcionistas camilleros, etc. En Argentina, esta categoría no se encuentra claramente definida. Los registros publicados por el ministerio de salud de Brasil, permiten analizar edades, fecha de inicio de síntomas, test realizado, residencia, tipo de testeo, evolución y síntomas, entre otras variables, de los trabajadores de salud con COVID-19 de Brasil.  Incluso Chile, de forma esporádica, ha presentado la información a nivel nacional sobre los trabajadores de salud contagiados de COVID-19.

Si se conoce la presentación de un informe técnico de la OIT con datos sobre las características de los trabajadores de salud de argentina obtenidos de la última encuesta ECETSS, realizada en el 2018. En este informe, la OIT presenta escasos datos sobre trabajadores de salud con COVID-19 en Argentina hasta el mes de junio. Sin embargo, se destaca algunos efectos que tiene y tendrá la pandemia sobre este sector, basados en sus condiciones previas analizadas en la encuesta mencionada:

Déficits en la seguridad y la salud en el trabajo

Jornadas más largas y mayor volumen de trabajo

Aumento del estrés y mayores riesgos psicosociales

Incremento de la carga de cuidado (trabajo no remunerado en el hogar)

Pérdida de empleo e ingresos

Discriminación

Falta de protección laboral (incremento de contrataciones atípicas)

La OIT, parte las Naciones Unidas e insospechada de simpatías socialistas, no puede dejar de destacar en su informe la especial precarización y explotación que afecta a este sector de trabajadores.

Teniendo en cuenta que la ficha epidemiológica requiere el nombre y DNI de los casos sospechosos y confirmados resultaría sencillo para el estado nacional realizar la búsqueda en el REFEPS (Red Federal de Registros de Profesionales de la Salud) que se encuentra en el SISA (sistema de información sanitaria argentina) y unirlo con el registro de casos confirmados de COVID-19 para poder conocer, no solo el número exacto de trabajadores y trabajadoras de salud contagiados, sino también otras características como su área de trabajo, la proporción de pluriempleo entre los trabajadores y trabajadoras contagiados, las instituciones con más contagios, etc. Ni siquiera alcanza el nivel de acceso que posee el  Brasil de Bolsonaro.

Sin embargo, esta ausencia de datos sobre la relación entre salud y trabajo en Argentina no es novedad. Los registros de estadísticas vitales nacionales de mortalidad, cuya ficha estadística contiene el campo de ocupación, se encuentra vacía en la mayoría de los casos. Estudiar las enfermedades de los  trabajadores causadas por exposiciones laborales, desde cáncer hasta COVID-19, a partir de estadísticas nacionales parece ser una tarea imposible en Argentina.

Lo registros de la SRT (superintendencia de riesgos de trabajo) son incompletos, y solo abarcan a los trabajadores formales, y accidentes o enfermedades cuya relación con el trabajo son más que obvias (como accidentes con maquinarias o con agujas) Esta información de aquellos problemas demasiado evidentes, no sólo oculta muchas situaciones menos accesibles, sino que representa solo un porcentaje menor de los trabajadores de Argentina. Las exposiciones laborales contribuyen significativamente a la carga de enfermedades en América latina y en el mundo. Por brindar un ejemplo, son 900 los agentes cancerígenos identificados en lugares de trabajo.

Argentina, que se jacta de la buena calidad y transparencia de sus datos sanitarios, debería ser capaz de contar, al menos, con un estado de situación de la salud de los trabajadores y su relación con la exposición del ambiente de trabajo. Brasil, que otra vez demuestra que la situación local es deplorable aun a nivel comparativo regional, cuenta con un atlas de cáncer asociado al trabajo, realizado por el departamento de vigilancia de la salud ambiental y salud del trabajador. El ministerio de salud de Argentina no cuenta con un área con algún nombre o tarea parecida a éste.

Lejos de contar con datos abiertos y transparentes, el Ministerio de Salud nacional acostumbra a dar informes sobre la situación sanitaria en videos y filminas, cuyos análisis son difíciles de reproducir. Desde el comienzo de la pandemia, ha existido información que solo conocemos a partir de números mencionados por funcionarios, en transmisiones en vivo y usando expresiones no correctas para referirse a ellos.

Es necesario defender el estatus científico de la epidemiología y su utilidad para mejorar la salud de las personas, en la misma medida que se rechaza su uso utilitario como mera herramienta de gestión de datos sanitarios y análisis dirigidos a validar políticas que benefician a los gobiernos. La retahíla de afirmaciones grandilocuentes y retrocesos desvergonzados en la comunicación del gobierno, muy pronunciada en el área salud (acuerdos especiales con Pfizer o AstraZeneca, 10 millones de vacunado en enero y febrero, por dar los de tono mas exagerado) son sólo el aspecto publicitario de una política reñida con la transparencia y la ciencia, propia de publicitarios burgueses no muy creativos. Nada novedoso si se toma como antecedente la gestión de Guillermo Moreno en el INDEC que desacreditó y desmembró al organismo. Aquellos a quienes la ciencia nos inspira respeto, debemos rechazar esta metodología y esta política. Mucho más si además somos socialistas y pensamos que la verdadera solución es lograr un sistema de salud que unifique la producción y la atención con una planificación racional, controlada por los trabajadores. Y para eso ciencia y transparencia son indispensables.

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