Martín Rodríguez
Conti-Santoro
Los resultados de las PASO transformaron el escenario político. La salida de Cambiemos del gobierno parece inevitable. Por otro lado, el Frente de Todos dio el batacazo y se impuso en casi todo el país. Las PASO, ese mecanismo electivo tan polémico, actuaron como elecciones definitivas. Al día siguiente de conocerse los resultados, imprevistos para muchos, se produjo una fuerte devaluación. Macri salió a insultar a los trabajadores, mientras Alberto Fernández permaneció en silencio, avalando el dólar a $60. Inmediatamente, el gobierno anunció una serie de medidas para contener la catástrofe económica: el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, el congelamiento de los precios de la nafta por tres meses, pagos extras de la AUH, bonos para la administración pública y las fuerzas de seguridad y la eliminación del IVA en algunos productos de la canasta básica, entre otras. Macristas y peronistas se patean la pelota. Ninguno quiere pagar el costo político de la crisis. Macri apela a dar vuelta la elección endeudándose y vaciando las reservas. Mientras Alberto quiere que la crisis obligue a Macri a hacer el ajuste que le exige la realidad misma.
La crisis avanza día a día. No conoce de tiempos electorales, ni de promesas. Los compañeros de Chubut lo viven en carne propia. Sometidos a la barbarie del capitalismo argentino, los docentes y estatales sureños no perciben sus salarios hace dos meses. Por eso decidieron extremar las medidas cortando el acceso a los pozos petroleros. Tan fuerte fue la acción y la unidad de los trabajadores, que el gobierno peronista de Arcioni decidió enviar patotas para desalojar los piquetes.
En medio de todo este baile, las conducciones burocráticas no hacen más que reproducir lo que dicho por el peronismo. En todos lados el mensaje es el mismo: “ya votamos, solo resta esperar” “hay que bancársela como sea”. Si bien la brutal represión a los compañeros chubutenses los obligó a convocar un paro nacional, la puesta en escena fue miserable: un acto de quince minutos en la Casa de Chubut y luego una marcha penosa hasta el Ministerio de Economía. Saludos a la familia y todos a sus casas. Los reclamos y las acciones de CTERA son tan pobres que ni siquiera pudieron arrancarle un mísero bono al gobierno de Macri.
El peronismo se postula, nuevamente, como el capitán de esta barca emparchada llamada Argentina. Con Alberto y Cristina, el destino será Portugal. Ese modelo será la base de un nuevo Pacto Social. Un Pacto Social entre trabajadores y empresarios implica la clausura violenta de todo tipo de conflicto, el aumento en la explotación laboral y la profundización de la precarización laboral con el objetivo de salvar a la burguesía argentina. Lo sucedido en Chubut es un anticipo de ello. Eso es el peronismo. A diferencia de los ’70, no será la Triple A quien venga a partirnos la cabeza, sino las patotas sindicales.
La crisis avanza devorando las condiciones de vida de los trabajadores. Eso tendrá sus consecuencias en el ámbito educativo: profundización de la deserción escolar, cierre de cursos, empeoramiento del rendimiento académico, consolidación de la escuela como contenedora social, etc. A su vez, la reforma educativa impulsada por Macri se traduce en reforma laboral para los docentes. La burguesía argentina pretende aumentar los niveles de explotación cargándonos de responsabilidades y precarizando aún más las condiciones de aprendizaje ¿Qué otra cosa propone el aprendizaje basado en proyectos o el reemplazo de docentes por tutores? En definitiva, la educación argentina se degrada a la par de las relaciones sociales de producción que la sostienen. Sin embargo, otro horizonte es posible. La Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados (ANT) debe imponerse. Este órgano debe construirse y superar la convocatoria de delegados multicolores y el Plenario del Sindicalismo Combativo. Dentro de la ANT debemos impulsar una Comisión de Educación que discuta un modelo educativo propio, capaz de resolver todos los problemas que arrastramos hace décadas. Debemos tomar el problema pedagógico-cultural y ofrecer una solución concreta y real. La situación nos obliga a ser valientes, dejar de lado las mezquindades y las ilusiones electorales. De lo contrario, esta barca llamada Argentina nos hundirá arrastrándonos al fondo del mar.