Con el objetivo de ocultar la realidad del sistema capitalista y recortar gastos asistenciales, la ideología burguesa utiliza una metodología inexacta y obsoleta para contar a los pobres. La economía más poderosa del planeta recurre a las mismas artimañas que el INDEC para maquillar la miseria.
Pablo Estere
OES-CEICS
La burguesía manipula la estadística para presentar la sociedad a su imagen y semejanza: no habla de clases sociales sino de individuos con ingresos y egresos, cuya máxima relación social es la familia o el hogar que compone junto a otros individuos. Una de esas manipulaciones remite al registro de pobres del país más rico del mundo. En efecto, la medición oficial de pobreza en EEUU es reportada por el Census Bureau (CB). Su metodología fue adoptada a comienzos de la década de 1960 y consiste básicamente en el cálculo de un umbral de pobreza basado en el resultado de triplicar el costo de una canasta alimentaria construida por el Departamento de Agricultura (USDA). Estos umbrales son adaptados a las diferentes configuraciones que adquieren las familias, según la edad y la cantidad de sus integrantes, género del sostén económico del hogar, entre otros. Los valores de los umbrales son actualizados mensualmente por la evolución de la inflación usando el Índice de Precios del Consumidor para Áreas Urbanas. Para una familia de dos adultos y dos menores, el umbral necesario para no ser considerada pobre fue en 2019 de 25.926 dólares al año, es decir, un poco más de 2.160 dólares mensuales. Para un adulto menor de 65 años que vive solo, el umbral se estableció en 1.108 dólares al mes. Con umbrales similares, en 2018 se registraron 38 millones de pobres, es decir, un 11,8% de la población. En otro artículo describimos las condiciones paupérrimas de vida de millones de trabajadores en ese país. Aquí veremos la manera en que la medición oficial subregistra la pobreza a niveles irrisorios.
Los planos del parque de diversiones
La encargada de diseñar la medición oficial de la pobreza en Estados Unidos fue Mollie Orshansky, una funcionaria de la SSA (el equivalente a la ANSES argentina). El contexto de su producción teórica estuvo estrechamente ligado al contexto político nacional e internacional. A pesar de la recuperación económica de la posguerra y de la prosperidad de la década de 1950, la pobreza seguía siendo un tema central en EEUU. La Guerra Fría y el rearme de la clase obrera a nivel mundial también presionaron para que el presidente Lyndon B. Johnson tuviese que tomar cartas en el asunto. Su defensa del mundo capitalista fue un ataque: en 1964 declaró la “guerra contra la pobreza” lanzando una batería de políticas asistenciales entre las que se destacan el reforzamiento de la asistencia alimentaria (Food Stamp Program), la creación del Job Corps (talleres de oficios) y el Medicare y Medicaid. Toda esta embestida contra el Socialismo en nombre del bienestar social del capitalismo debía ser registrada en números. Esa fue la misión de Orshansky. En efecto, un diseño de medición de pobreza lo suficientemente conservador permitió que esa guerra sea asequible[i] y que desde 1969 a la actualidad, la pobreza oscile entre un 10 y un 15%, cualquiera fuera el contexto social y económico. Para explicar esto, veamos cómo fue construida esa medición.
En primer lugar, debemos mencionar que Orshansky se basó en una encuesta de gastos de 1955 (la más reciente en ese momento a nivel nacional) para determinar los patrones de consumo de la población. Pero, el presupuesto que eligió para construir la canasta de consumo corresponde al primer tercio de la población, es decir, la parte de la sociedad que menores ingresos obtiene, o sea, los más pobres de los pobres. De esta manera, la vara de comparación se pone bien abajo.
En segundo lugar, Orshansky determina en base a esa encuesta de 1955 y a otra del Bureau of Labor Statistics (BLS) para los años 1960-1961 que los gastos en alimentación representan un tercio del presupuesto de las familias. Luego, concluye que, si se multiplica por 3 el costo en dólares de las canastas alimentarias que publica el USDA periódicamente, pueden establecerse los umbrales de pobreza. Se trata de una decisión completamente arbitraria y normativa que impide que una medición sea confiable a lo largo del tiempo. En rigor, los porcentajes de los gastos familiares destinados a la alimentación en esas encuestas varían entre un 22 y un 36% del total del gasto monetario, dependiendo del tamaño de la familia. Sin embargo, esta elección ha sido muy aceptada y difundida en el mundo, donde se llegó a conocer como “el multiplicador de Orshansky”. Para América Latina, la CEPAL realizó una adaptación “light” de este multiplicador fijando en 2 para áreas urbanas y 1,75 para las rurales.[ii]
En tercer lugar, la base de datos de ingresos nacionales que tomó Orshansky (Current Population Survey) usaba el concepto de ingreso antes de impuestos, mientras que, el USDA utilizaba la definición de ingreso después de impuestos. Orshansky aceptó esta inconsistencia porque eran las únicas fuentes estadísticas nacionales con las que contaba en ese momento. Con la información disponible para los años siguientes, este arreglo provisorio debió ser resuelto, pero se mantuvo intacto el multiplicador.
En cuarto lugar, para calcular el costo de alimentarse con esas canastas se supone que todos los alimentos son comprados en mercados y las comidas preparadas y elaboradas en la vivienda o el hogar. Sin embargo, estos requisitos no se ajustan a la vida real de la clase obrera que debe pasar largas horas fuera de su vivienda trabajando o viajando para ir a trabajar, razón por la cual suele almorzar o comer fuera de su casa.
Por último, el umbral oficial no tiene en cuenta las particularidades geográficas. No solo los alimentos se consiguen a distinto precio según la ciudad o región donde se viva, sino que también los costos no alimentarios, que son la gran mayoría del presupuesto familiar, registran muchas diferencias, por ejemplo, en el caso de la vivienda. Queda claro que con todas estas condiciones la pobreza no puede estar sino oculta, cuando menos sub registrada.
Ahora bien, ¿cuáles fueron los resultados de esas primeras mediciones oficiales? Las estimaciones del gobierno entre los años 1959 y 1964 contabilizaban como pobres a un 17 a 22% de la población. Sin embargo, luego de la adopción en 1965 de la metodología propuesta por Orshansky, no se registró jamás en ninguno de los años siguientes un porcentaje superior al 13%. Veremos más adelante que esto no puede deberse a una mera coincidencia. Por muchos años, la medición oficial permaneció inalterada en sus fundamentos. En el mundo académico recibió numerosas críticas e incluso en el seno de las agencias estatales comenzaron a ensayar otras mediciones, pero nunca trascendieron el carácter exploratorio.
Actualmente el CB, junto a otras agencias estatales como el BLS, calculan la Medición Suplementaria de Pobreza (SPM) con la intención de realizar una medición más realista al considerar todos los ingresos y los egresos de las familias. Sin embargo, el resultado al que llegan es similar a la medición oficial: apenas registran un 1% más de pobreza en promedio, respecto de la medición oficial. Se trata entonces de otra vuelta de tuerca para ocultar pobres, sencillamente porque toma los gastos alimentarios y los no alimentarios que registran el primer tercil de la población, es decir, la más pobre.
Desdibujados
Queda claro entonces que el diseño de la medición de pobreza tiene muchos problemas. Si lo contrastamos con datos actuales (también oficiales) de ingresos (laborales y no laborales) y gastos mensuales de las familias, las dificultades aumentan. Para simplificar, a continuación solo establecemos algunas comparaciones para familias integradas por dos adultos y dos menores de entre 2 y 5 años.
Según cifras oficiales del año 2018, el promedio del ingreso total familiar mensual fue de 8.720 dólares, mientras que, el umbral para que una familia tipo no sea considerada pobre fue de 2.122 dólares, o sea, un 24% de ese total.[iii] Por otro lado, sus gastos en alimentación representaron apenas el 13% del presupuesto familiar, muy por debajo de la suposición de un tercio que hace el CB para establecer el umbral de pobreza. En cambio, los rubros que consumen los mayores ingresos son los gastos en vivienda, que representa el 31% del total de gastos, y transporte, con el 17%. El umbral oficial de pobreza supone vigente la relación alimentos-gasto total en un tercio, cuando en realidad, desde hace décadas se relaciona en un octavo. Evidentemente, la base del “multiplicador de Orshansky” utilizada para construir la canasta de pobreza al multiplicar por tres la cantidad de gastos en alimentos se modificó sustantivamente.
Otra manera de dimensionar el subregistro de la medición de la pobreza en Estados Unidos remite a la estimación al estilo europeo. En muchos países de Europa la línea de pobreza se fija en torno al 60% de la mediana de los ingresos, que en Estados Unidos equivale a 3.150 dólares. De este modo, si se elaborara un umbral de pobreza “a la europea” para EEUU, debería elevarse el monto de la “línea” de pobreza en un 48%. Con estos criterios, el porcentaje de pobres se incrementaría notablemente.
A su vez, el CB realiza otros cálculos y estima la denominada proporción de ingresos al nivel de pobreza (PINP).[iv] Este método consiste en calcular en porcentajes la distancia de los ingresos familiares o individuales con respecto al umbral de pobreza correspondiente. Por ejemplo, una familia con un 125% PINP está un 25% por encima del umbral de pobreza. Desde la perspectiva de estas mediciones, se estipula que esta población se hallaría “al borde” de la pobreza, por obtener ingresos que apenas superan en un 25% el umbral de la pobreza. Por su parte, una familia con un 50% de PINP alcanzaría la mitad del umbral o canasta de pobreza. Es lo que esta categorización llamaría “extrema pobreza”. Si comparamos la pobreza oficial con la población hasta 150% del umbral de pobreza obtenemos como resultado el porcentaje de la población que podría considerarse pobre si se tomase como base la línea europea, que dijimos, es casi un 50% más elevada. Con este umbral, se obtienen registros de pobres que oscilan entre el 20 y el 25% para el periodo 1973-2018, o sea, un porcentaje mucho más elevado de lo que ofrecen las estadísticas oficiales difundidas.
El subregistro de la pobreza también se refleja si observamos la cantidad de hogares según la escala de ingresos obtenidos, una medición que suele ser utilizada para registrar algo más parecido a la pobreza relativa. Para tener una idea del asunto, según las cifras oficiales del año 2018, unos 83 millones de hogares obtuvieron ingresos por debajo del promedio nacional, cantidad que representa el 65% del total del país. Por su parte, unos 65 millones de hogares se hallaban por debajo de la mediana de ingresos, es decir, el 51% del total del país.
Por otro lado, si vemos los salarios promedio de los empleos con mayor cantidad de trabajadores del país encontramos que un porcentaje sustantivo apenas supera el umbral de pobreza familiar, no permitiéndoles ser sostén económico de la familia. Para los trabajadores de establecimientos de comidas rápidas, el salario promedio mensual es de 1.937 dólares, y el de los cajeros es de 2.030 dólares, ambos se encuentran por debajo del umbral oficial de la pobreza. Apenas por encima de ese umbral se encuentran los salarios del personal de empleo doméstico: 2.203 dólares. Por su parte, los vendedores de tiendas de comercio al por menor y los transportistas obtienen salarios mensuales apenas un 12 y 25% por encima de la línea de pobreza, respectivamente. Sólo en estas actividades, hablamos de 18 millones de trabajadores.
Estos datos ponen en evidencia que, aún asumiendo como válidas estas mediciones truchas de pobreza, el país potencia del mundo, el más rico y el que acapara a buena parte del mercado mundial, genera una masa gigantesca de población pobre. Y que aún cuando no se vea reflejada oficialmente, la población que se encuentra “al borde” de la pobreza es gigantesca, a pesar de las estimaciones irrisorias y arbitrarias establecidas por la ideología burguesa.
La varita mágica
La medición oficial de pobreza no sólo sub registra la pobreza abierta o la población que está cerca de esa situación, sino que además tiene el objetivo de reducir la asistencia social. Los umbrales oficiales de pobreza son utilizados como criterios de elegibilidad para programas de vivienda y subsidios en dinero que mencionamos en un artículo anterior. También es utilizada para calificar a Medicaid y determinar ciertos subsidios para medicamentos a través de Medicare. Consecuentemente, el ser considerado “pobre” en Estados Unidos habilita la posibilidad de acceso a subsidios y asistencia estatal. Sin embargo, una enorme población que requiere de esa ayuda no “califica” en base a las mediciones engañosas de pobreza.
Por otra parte, la discusión en torno al índice de precios que se toma para la medición de la inflación y la actualización de los umbrales de pobreza pone al descubierto estos objetivos. En 2014 Obama intentó, sin éxito, cambiar el cálculo del índice de precios actual por uno denominado encadenado, por el cual se pueden cambiar los productos que registran grandes aumentos por otros considerados sustitutos. Por ejemplo, si la carne vacuna aumenta mucho, se la reemplaza por la de cerdo (si no aumentó también o en igual medida). Esto tiene el efecto de aminorar el registro del crecimiento inflacionario. Así, la línea de pobreza se podría actualizar de manera más lenta con la consecuencia de “sacar de la pobreza” a miles de personas por un simple cambio de fórmula y reducir el número de beneficiarios de programas sociales. El año pasado Trump reflotó el proyecto de su antecesor, pero no logró avanzar por el momento. Es probable que en este período de pandemia y con la agudización de la crisis en Estados Unidos estos cambios comiencen a operar. Lo que queda claro es que el capitalismo no solo no puede hacer real el paraíso que promete, sino que debe recurrir a la estadística burguesa para esconder bajo la alfombra sus propios resultados.
[i]Brady, David: “Rethinking the Sociological Measurement of Poverty”, Social Forces, Vol. 81, No. 3 (Mar., 2003), pp. 715-751.
[ii]CEPAL (1995). La medición de los ingresos en la perspectiva de los estudios de pobreza. Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
[iii]Consumer Expenditure Surveys 2018, BLS. Disponible en: https://bit.ly/3e55CUa.
[iv]Curren Population Survey, CB, 2018. Disponible en: https://bit.ly/2TxdbLs.