Cuarentena. El apuro criminal de los flexibilizadores

en La Hoja Socialista 19/Novedades

En los últimos días, cuando varios municipios de todo el país celebraban la llegada de la “fase 5” de la cuarentena, esa fase que marca el pasaje del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) al Distanciamiento Social Obligatorio, brotaron rápidamente aquí y allá nuevos focos de Coronavirus. Uno de los casos más resonantes fue el de la provincia de Formosa, que venía libre de Covid-19, y de un día a otro perdió el invicto, acumulando al día de hoy 33 casos.

En Junín, provincia de Buenos Aires, el Frente de Todos defendía la necesidad de los patrones del comercio y la gastronomía de abrir nuevamente. El intendente, que responde al PRO, anunciaba que ya estaba todo listo para entrar en la fase 5 y conceder el reclamo patronal. En 24hs, sin embargo, reaparecieron casos en el municipio y se debió suspender el cambio de fase. Un hecho muy similar aconteció en Colón, Entre Ríos. Se esperaba con bombos y platillos un avance generoso en la flexibilización. Pero de un momento a otro, aparecieron 18 contagios al hilo. ¿El resultado? Retorno a la fase 1.

En Olavarría, el intendente cacareaba con flexibilizar la cuarentena, aún si el gobernador se resistía. Al poco tiempo, debió volver al confinamiento estricto por un brote que alcanzó los 34 casos y que hoy llega a 95 contagios activos. En Jujuy, Morales venía anunciando que estaban las condiciones dadas para el inicio de clases, pero nuevos indicios de circulación comunitaria del virus obligaron a cancelar el proyecto y volver a primera fase. La misma política tuvo Capitanich para Resistencia, quien además cometió un sincericidio al reconocer: «ya no sabemos qué medidas tomar”.

En general, los intendentes y gobernadores patearon la pelota y se lavaron las manos. Los brotes y rebrotes y el fracaso del pasaje a la fase 5, fueron presentados como el resultado de la irresponsabilidad de los vecinos. En Colón el chivo expiatorio fue un mate, curiosamente compartido en un gimnasio, ámbito donde el contagio es muy probable y cuya apertura había sido tolerada por el intendente. En Olavarría, la culpa se le atribuyó al asado, práctica a la que los vecinos habrían recurrido “indiscriminadamente”.

Como ocurre con el dengue, la estrategia de los gobernantes es la de buscar la responsabilidad individual. Pero apenas se rasca un poco, nos encontramos con otra realidad. Lo primero que hay que decir, es que la cuarentena fue resistida por los patrones y que nació flexibilizada desde la hora cero por Alberto. Vimos las primeras semanas cómo se reconocían como esenciales actividades tales como la producción de chocolates y papitas. A cada extensión de la medida por otros 15 días, le seguían nuevas incorporaciones a una ya larga lista de actividades innecesariamente toleradas.

A todo ello se suma una flexibilización de hecho, por el abandono del propio Estado en todos sus niveles (nacional, provincial, municipal), de su tarea de control estricto de la circulación de personas. Así como Alberto iba ensanchando la lista de las producciones permitidas, también se hacía el sota con el control callejero, de manera que los patrones pudieran garantizar la llegada de los trabajadores a sus puestos.

La irresponsabilidad individual puede existir, pero esta se desmadra cuando va acompañada de la irresponsabilidad de los que dirigen el Estado en favor de los patrones, más en una enfermedad de rápida propagación. El “relajamiento” no es “ciudadano”, es un reclamo de los patrones y una política de quienes gobiernan. Ni hoy ni al comienzo de la cuarentena se privilegió la salud por sobre la ganancia. Todo lo contrario.

Agreguemos, además, que hay un factor clave que el gobierno olvida cuando habla de la cuarentena: no hay forma de sostenerla con hambre y miseria. Cientos de miles de compañeros precarizados o en negro, tienen que optar entre encerrarse para prevenirse del contagio y morir de hambre, o salir para poder parar la olla pero exponerse a la enfermedad. Una cuarentena seria requiere de un subsidio universal al desocupado que permita la vida. Con hambre, no hay cuarentena.

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