Bandera Roja. La UBA frente al Coronavirus

en La Hoja Socialista 18/Novedades

Así como el Coronavirus obligó a reestructurar todo el plan educativa para enseñanza en los niveles de primaria y secundaria, también hizo lo suyo en las universidades. La UBA, a diferencia de las universidades provinciales que mantuvieron su cronograma habitual con modalidad a distancia, reprogramó el inicio de clases para junio.

No hace falta ser universitario, para darse cuenta que la medida es un auténtico delirio. No solo arriesga innecesariamente la viabilidad de los dos cuatrimestres de este año, sino que pone en peligro a todos los estudiantes, docentes y no docentes. El rectorado pretende que todos volvamos a las aulas en junio, cuando se espera que la pandemia alcance su pico. Todo esto porque se niega, sin argumentos sólidos, la posibilidad de recurrir como medida excepcional a una cursada virtual. Curiosamente, esta medida contó con el apoyo del gremio docente, AGD-UBA, que dirige el Partido Obrero, y de toda la izquierda trotskista. ¿Los argumentos? Veamos.

Primero, nos dicen que la enseñanza a distancia es un objetivo de los organismos internacionales, que deben ser rechazados porque privatizan la educación y flexibilizan la tarea docente. La privatización es falsa. Que se use un programa privado, no significa nada. De hecho las tizas no son de fabricación pública… En cuanto a la flexibilización, es una posibilidad, pero que está mediada por la lucha de los docentes y estudiantes. Que como medida excepcional se plantee una cursada virtual, no nos deja peor parados para la lucha contra nuestra precarización. 

Segundo argumento, conspiranoico: la enseñanza a distancia busca el control y aislamiento de los estudiantes. Digamos que justamente, de lo que se trata es de sostener el aislamiento, para protegernos del virus. Queremos una cuarentena efectiva. De hecho, la burguesía quiere lo contrario, que la cosa “se normalice”, para garantizar sus ganancias.

Tercer argumento, este parece más sensato: no hubo capacitación docente. Sin embargo, se sobredimensionan las habilidades que deberían y se subestima a los docentes. El manejo de la PC, de internet y de diversas aplicaciones, es trabajo cotidiano para los docentes. Son habilidades que usan cuando buscan bibliografía, preparan concursos para acceder a cargos, aplican a subsidios, etc.

Cuarto argumento: la enseñanza a distancia es unidireccional y degrada por ello la educación. Es falso que no haya interacción entre alumno y docente, con las aplicaciones de videoconferencia, esto se soluciona. Por otro lado, hay que decir que un cuatrimestre recortado, como el que vamos a tener con la reprogramación, también tiene riesgos de pérdida de calidad. Pero para peor, esa presencialidad implica riesgos de vida. 

Finalmente, un argumento reproduce los mitos kirchneristas: la enseñanza online sería excluyente porque dejaría afuera a quienes carecen de recursos y medios. Cabría preguntarse si quienes carecen de esos medios llegan realmente a la Universidad… Parece que los compañeros se creyeron eso del acceso universal a la educación. Digamos, además, que la presencialidad hoy excluye a los grupos de riesgo y a quienes viven con ellos. Ante la carencia material, corresponde pelear para que el Estado garantice los recursos necesarios.

Dicho todo esto, ¿Qué piensa hacer la dirección de AGD y la izquierda cuando nos obliguen a volver en junio a las aulas? Exigir jabón y alcohol. Eso es todo. La AGD sigue cuestionando la enseñanza virtual en vez de denunciar como criminal el inicio de clases.

La resolución del Rectorado de retornar a clases presenciales en junio es una política bolsonarista, que busca apuntalar la decisión de Alberto de retornar a la “normalidad”, en cumplimiento de las exigencias capitalistas. En el medio, se expone la salud de docentes, estudiantes, no docentes y las familias de todos ellos. El gremio docente y la izquierda trotskista entraron en ese juego y lo avalaron, consciente o inconscientemente.

Para muchos estudiantes la pérdida de un cuatrimestre no es un hecho menor. Muchos esperan recibirse para trabajar. No se trata de una demanda egoísta, sino de una necesidad de una parte de la clase obrera. La virtualidad no reemplaza la superioridad pedagógica del contacto con los estudiantes. Pero es una medida excepcional para una circunstancia excepcional.

Hay que recoger el guante y asumir los desafíos de enseñar en esta coyuntura, con todos los medios técnicos disponibles, reclamándole al gobierno lo que haya que reclamarle, pero poniendo nuestros conocimientos y habilidades al servicio de los jóvenes obreros que desean formarse.

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