Damián Bil
Observatorio Marxista de Economía – CEICS
El ascenso de diversas expresiones de derecha, separatistas y euroescépticas es síntoma de una crisis profunda en la UE. Las recetas expansivas no pueden seguir motorizando la economía, y el avance sobre las condiciones de las masas aun es insuficiente para relanzar la acumulación sobre esas bases. Las distintas expresiones de la burguesía europea ya se están pertrechando para ello.
Luego de la crisis mundial de 2008/09, buena parte del Viejo Continente parecía haber superado los problemas económicos. Como en EE.UU. o Japón, con una política monetaria expansiva del Banco Europeo (BCE), la montaña de euros lanzados al mercado escondió, superficialmente, los efectos más profundos de la crisis. Mediante el incremento de sus deudas públicas, los gobiernos absorbieron de forma provisoria las contradicciones latentes en las distintas economías regionales. Como contrapartida, ello implicó que las dificultades adquirieran carácter estatal. Al poco tiempo del cimbronazo de 2008, comenzaron a quebrar las cuentas públicas de economías de segundo o tercer nivel de Europa: entre las más destacables Irlanda en noviembre de 2010, Portugal en 2011-12, Chipre en 2012 y Grecia en 2015, sin duda el más resonante en términos mediáticos, políticos y económicos. Todos ellos requirieron la puesta en práctica de los distintos procedimientos de estabilización de la UE, un eufemismo para denominar a los salvatajes a esas experiencias capitalistas. El caso heleno es paradigmático: solo entre marzo de 2010 y agosto de 2014, recibió una inyección de 227 mil millones de euros entre el BCE (86% de ese monto) y el FMI (14%). Lo que no alcanzó para evitar el colapso al año siguiente. A fines del año pasado, la deuda pública bruta griega superó los 334 mil millones de euros, más de un 180% del PBI. Si bien algunos analistas señalan que lo peor ya quedó atrás, la situación política de los últimos meses y ciertos indicadores de performance económica ponen dudas sobre esa afirmación. Veamos de cerca la situación con especial énfasis en los países centrales de la Unión.
Problemas coyunturales y estructurales1
Las dificultades económicas no son exclusivas de la periferia. En países cercanos al núcleo de la economía continental se observan situaciones similares. Por caso, Italia tiene una deuda que supera el 130% de su producto interno, lo que le valió reiterados tirones de oreja de Bruselas.2 España es otro país que se encuentra monitoreado por las autoridades monetarias, dentro del “protocolo de déficit excesivo”, y con un producto industrial estancado. Alemania evitó una recesión durante el último cuarto de 2018 (al menos en términos estadísticos), por muy poco. De hecho, el último año creció solo un 1,4%, lo mismo que el Reino Unido y Francia. Italia 0,9%, entrando en recesión técnica ya que durante el último trimestre de 2018 sufrió un retroceso del 0,2%. Si bien España alcanzó un 2,6%, ralentizó su evolución. A nivel de la producción industrial, luego de un bienio 2016-17 de crecimiento industrial, se estancó en las principales economías de la zona euro durante 2018 e incluso registró caídas, como en el caso alemán. Entre los bienes durables, este país marcó descensos interanuales de 5,1% en noviembre, 2,8% en diciembre y 3,5% en enero (2019).
Algunos atribuyen estas dificultades a elementos coyunturales, entre los cuales se encuentra la situación del Brexit, la guerra comercial entre China y EE.UU. que repercute negativamente sobre las exportaciones a aquellos países; la inestabilidad en países como Turquía o Venezuela; el parate de la industria automotriz, en particular en Alemania, donde cayó un 9,3% el volumen de producción en 2018 (lo que se atribuye a cambios en las normas ambientales para los vehículos), problemas para el transporte fluvial en la región más dinámica por una severa sequía estival, y el estancamiento salarial desde la crisis de 2008. Aunque también se enumeran otros factores de carácter estructural, como la pérdida del papel de la industria como empleador masivo debido a la automatización de procesos, el endeudamiento de los estados, y el envejecimiento poblacional que afecta la financiación de los fondos de pensión. En efecto, en el núcleo de la Zona Euro/18 países, mientras que en la década de los ’90 apenas un cuarto de la población superaba los 65 años, hoy alcanzan el 36,6% las personas que se encuentran fuera de la población activa. En Alemania, mientras que en 1960 representaban solo un 12% de la población total, en 2018 los mayores de 65 años son casi el 39% de los germanos (45,4% si se agrega a la franja de los habitantes con 60-64 años).
De la crisis económica a la crisis política
Ante esta situación, reaparecen en el escenario las recetas que se ensayaron luego del colapso de 2008-09. Es decir, la inyección monetaria a partir de la compra de deuda por intermedio del BCE. Como hiciera la Reserva Federal en los EEUU mediante el Quantitative Easing, el Banco arrojó cerca de 2,6 billones de euros al mercado durante cuatro años. La deuda bruta acumulada de los gobiernos se incrementó casi en un 60% entre 2008 y 2018, y alcanzaba al finalizar el año pasado los 12,7 billones de euros. Un 80% del PBI de los 28 países miembros. Amén de los citados casos de Italia y Grecia, otros países expandieron ostensiblemente su nivel de endeudamiento sobre el PBI: entre ellos el Reino Unido, que pasó del 49,7% al 86,8%; España, del 39,5% al 97,1%; Francia, del 68% al 98%; o Portugal, que saltó del 71% a 121%. Incluso, ante su necesidad de financiamiento, este país se convirtió en el primero de la zona Euro en emitir bonos “panda” (en yuanes), para el mercado chino.3 En ese sentido Draghi, el mandamás del BCE, había declarado sus intenciones de reducir las ayudas de la entidad y empezar a subir las tasas de interés, que en términos reales están en valores negativos. No obstante, ante la situación descripta, es probable que no se pueda desmontar tan rápidamente este mecanismo: los gobiernos necesitan fondos, para mantener un gasto público en ascenso, el consumo y la inversión como forma de evadir la recesión. Aun ante el riesgo de la “trampa de liquidez” y de una japonización económica,4 a corto plazo parece ser el único recurso del viejo continente para mantenerse a flote.
La cuestión de fondo
La momentánea salida de la crisis de 2008 implicó a su vez ajustes diversos, como las reformas de los sistemas de pensión (Grecia, Francia) o el estancamiento o retroceso de los salarios, entre otros. Ello repercutió en el deterioro de los indicadores sociales, como en los ingresos de los hogares (España, Italia), las dificultades para llegar a fin de mes incluso en familias de ingresos medios, o el aumento del riesgo de pobreza para los jubilados de distintos países.5 Este escenario tuvo su correlato político en el ascenso de fuerzas críticas de la UE en prácticamente toda la región. Si ya se habían manifestado con el asunto del Brexit, en las elecciones de Hungría y Polonía y en la irrupción del Movimiento 5 Estrellas en Italia; en las últimas elecciones para el Europarlamento avanzaron figuras de la derecha “euroescéptica” como Marie Le Pen en Francia, Matteo Salvini en Italia, Nigel Farrage en Inglaterra, entre varios otros.6
El fenómeno expresa el descontento con el deterioro de las condiciones de las masas desde la crisis. En efecto, desde 2009 se incrementa en las economías más importantes la tasa de explotación del trabajo (la relación entre ganancia empresaria y compensación de empleados). Como vimos en un número previo, en España el ingreso medio de los hogares, luego de un incremento sostenido desde comienzos del milenio, cae en términos reales desde 2009. El salario bruto real promedio de empleados se encuentra estancado, creciendo al 1% anual en países como Francia o Alemania, o retrocediendo en un nivel similar en España, Italia u Holanda. Entre 2010 y 2018, la compensación de empleados se incrementó apenas un 2,4%. Por su parte, la productividad lo hizo en casi 10%. Aún así, ello no fue suficiente: la productividad por ocupado es un tercio menor a la de los EE.UU, y 25% menos en términos de producto por hora trabajada. Como señalan organismos oficiales del Viejo Continente, se agota el proceso de ganancias de competitividad por las medidas asumidas luego de la crisis. En un mundo donde recrudece la pugna entre las potencias por los mercados, Europa parece precisar otra ronda de ajustes para relanzar la acumulación. Es decir, la burguesía debe avanzar con tareas políticas sobre las condiciones de vida del proletariado europeo. Este es justamente el proceso que estamos observando: la característica particular de la UE, el ser una unidad monetaria – aduanera aunque no política, es lo que explica que burguesías regionales más débiles reaccionen y defiendan sus cotos de caza repudiando la tendencia centralizadora de los capitales más concentrados que representa la UE. Aun así, y resulte de una u otra manera esta disputa, el ajuste se hará presente. La izquierda europea debe reaccionar, abandonar el apoyo a nacionalismos ridículos, y asumir la dirección de la lucha por el poder, si quiere evitar una nueva espiral de decadencia de los trabajadores del Viejo Mundo.
Una de las medidas asumidas para reactivar el ciclo económico luego de la crisis de 2008-09 fue el endeudamiento público. En promedio, el mismo aumentó hasta más del 80% del PBI. En algunos países, esto es particularmente grave, como en Grecia, Italia o Portugal; aunque también España, Francia y Bélgica se encuentran dentro de lo que el BCE define como “déficit excesivo”. Ante una posible nueva recesión, este instrumento se muestra agotado para relanzar la actividad.
Los salarios reales se encuentran prácticamente estancados desde la crisis de 2008-09, con un aumento de solo el 5,5% desde 2009 a la actualidad, y registrando incluso retrocesos en varios países de la región. Como contrapartida se incrementaron, aunque de forma moderada, los índices de riesgo de pobreza de asalariados y los hogares que tienen problemas para cubrir sus gastos regulares mensuales.
La UE incrementó su productividad en los últimos años; aunque prácticamente al mismo ritmo que el resto de las potencias económicas mundiales (a excepción de China e India que partían de un piso mucho más bajo). En ese sentido, no pudo recortar la brecha con países como los EEUU. Por ello se impone al capital la necesidad de un ajuste que permita ganar competitividad por este u otro medio.
Notas
1Utilizamos información de la base Eurostat y Ameco (oficiales de la UE); y de La Vanguardia, 2/4/19, https://tinyurl.com/yxgcvzr9; Crítica da Economía, 4/4/19, https://tinyurl.com/y4cm3wxw; El País, 3/11/18, https://tinyurl.com/yy4o3jd9; 14/12/18, https://tinyurl.com/y5c3leku, y 27/1/19, https://tinyurl.com/yxenjho8; La Izquierda Diario, 19/3/19, https://tinyurl.com/yxdgk86z.
2Más información sobre la crisis en Grecia e Italia en Bil, Damián: “Keynesianismo sin renta”, en El Aromo, n° 83, 2015 y Bil, Damián y Lamónica, Alejandro: “¿Siamo fuori?”, en El Aromo, n° 94, 2016. Y La Vanguardia, 31/1/19, https://tinyurl.com/y6pu62me; y El País, 4/6/19, https://tinyurl.com/y4j22kpy.
3RT, 31/5/19, https://tinyurl.com/yxkyvka7.
4Pereira, Pablo: “El mundo de los muertos muertos”, en El Aromo, n° 98, 2017.
5Ver Bil, Damián: “Apoyando al enemigo”, en El Aromo, n° 99, 2017, y datos en Eurostat (https://tinyurl.com/y4sk97ps) y Statista (https://tinyurl.com/yy9ftm58).
6ABC, 2/6/19, https://tinyurl.com/y6ej7452.