La lucha cultural de la Iglesia. Sobre la disputa en materia de educación sexual integral y las directrices de la Iglesia Católica

en El Aromo n° 106

María del Rosario Toro Tesini y Romina De Luca
Gabinete de Educación Socialista


En una serie de notas venimos mostrando cómo la Iglesia Católica logra influir en el sistema educativo argentino. Como hemos señalado oportunamente, el problema no reside únicamente en examinar su intervención en las escuelas confesionales o medir la magnitud de financiamiento estatal que consigue. Esa es solo una arista del problema. Por el contrario, la Iglesia actúa en cada uno de los debates educativos para imponer su propio punto de vista o, en su defecto, el más próximo a sus intereses. De todos, uno resulta lo suficientemente abarcativo como para colarse en las discusiones restantes: el reconocimiento de la familia como agente educador principal y, en ese cuadro, el Estado asume un rol subsidiario. Así familia y docentes aparecen como los agentes auxiliares privilegiados en su misión. No extraña entonces que busque dirigir claras directrices a unos y otros. En esta oportunidad, vamos a ocuparnos de su intervención en la reciente guía Complemento a los Aportes para la Implementación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral, lanzado por el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC) en enero de 2019 y en las formulaciones de la guía de 2014 donde la Iglesia presentaba algunos aportes en torno a los lineamientos curriculares de la ESI siguiendo los ejes propuestos por el Ministerio para contribuir a la reflexión y a la implementación de proyectos en las comunidades educativas. Su intervención revela algo que deberíamos imitar: el reconocimiento de la importancia de la lucha cultural. La Iglesia es muy consciente de que “el dominio ideológico de la educación por parte del Estado es un instrumento poderosísimo para imponer un pensamiento único al cuerpo de la sociedad argentina”. Para disputarlo debe entrar necesariamente en la batalla cultural.

En la contienda

Obviamente, uno de los primeros puntos que plantea la guía de 2014 reside en los límites conquistados por la Iglesia en el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. En efecto, el artículo 5º ya sabemos forma parte de sus triunfos. Allí se garantiza “el respeto a la libertad de conciencia y pensamiento, tanto de las personas como de los establecimientos educacionales y sus proyectos educativos”. Como si ello fuera poco, recuerdan el reconocimiento que hace la Ley de Educación Nacional en su artículo 128º de la “familia agente primario y natural de educación”. Para la Iglesia no existen dudas de esa conexión: solo las familias deben tratar la educación sexual integral. Así, el punto de partida en el tratamiento de estos temas implica que las familias a través de las comunidades educativas contribuyan “al fortalecimiento del valor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, de la complementariedad física, moral y espiritual del varón y la mujer, y de la institución familiar basada en la unión estable de varón y mujer, abierta a la procreación y a la educación de los hijos”. Así, tal como lo formulan, la formación integral de la persona deriva en “educación para el amor”. Según la guía, la forma cristiana de enseñar la sexualidad implica entender que “amor y fecundidad son significados y valores de la sexualidad que se incluyen y reclaman mutuamente. En consecuencia, no pueden ser considerados alternativos ni opuestos”, la ESI cristiana debe promover “en nuestra patria la cultura de la vida”. Solo así, la sexualidad implicará atender a los “principios antropológicos y éticos inalienables”: la maternidad será.

Dentro de las prácticas para la promoción de la salud proponen describir y clasificar los posibles riesgos. También enumerar las consecuencias previsibles de las prácticas que reducen esos riesgos: monogamia y fidelidad son la propuesta preventiva en la lucha contra el HIV-SIDA y la abstinencia sexual pre-matrimonial el camino para evitar “embarazos precoces y abortos consiguientes”.

En ese punto, las guías se encargan de advertir sobre los peligros que contienen los contenidos de los Cuadernos de Educación Sexual Integral (ESI), presentados por el Ministerio de Educación de la Nación el 14 de mayo de 2010 y cómo se puede intervenir. Como no puede ser de otro modo, el peligro principal reside en la alteración de la visión de la familia cristiana equiparada a las uniones homosexuales reconocidas legalmente.

Más interesante aún resulta la crítica que le formulan a los contenidos curriculares en materia de roles de género. Las guías toman como propias las críticas que María Inés Franck realizara al material ministerial. En ellas, se cuestiona la “ideología de género”. En concreto, ¿qué cuestionan? Básicamente tres niveles de problema: la confusión de los roles sexuales, la descalificación de la moral como orientadora de conductas y la desconfianza respecto del mundo adulto. Vamos por partes. Critican que se cuestionen roles de varones y mujeres en actividades donde se le pide a niños que ordenen juguetes identificando y explicando por qué habría juguetes para varones y mujeres. En conclusión: no se podrían cuestionar los papeles estereotipados tradicionalmente asignados a varones y mujeres construidos por el patriarcado. Así, no estaría bien que marquemos que regalarle cocinitas y bebotes solo a niñas reproduce roles de género. Lo que se aleja de la moral cristiana es genitalidad y el adulto debe intervenir en la educación del niño y sus sentimientos.

No se trata solo de cuestionar. También van a establecer cuáles son los principios para impartir una educación sexual integral cristiana. En primer lugar, la complementariedad varón/mujer y el reconocimiento de roles diferenciados en la educación de los hijos: las madres son quienes deben educar a sus hijas y los padres a los hijos varones. Una vez realizada esa primera subdivisión hay ciertas máximas a impartir. En primer lugar, el hecho de la creación. La persona ha sido creada por Dios (varón y mujer). Luego, la sexualidad se encuadra en el marco de la familia y del matrimonio. Existe así una moral natural y cristiana que se inscribe dentro de un marco antropológico centrado en la persona. Así, sobre la base de un hecho biológico y material innegable (la existencia de sexos) construyen y refuerzan al patriarcado y la heterosexualidad como única forma de ejercicio de la sexualidad. El postmodernismo actual arrojará al niño con el agua sucia y negará la existencia de ambas dimensiones (materia y subjetividad). A la hora de secuenciar los contenidos, la guía establece que solo en la última adolescencia “los jóvenes deben ser introducidos primero en el conocimiento de los indicios de fertilidad y luego en el de la regulación natural de la fertilidad, pero solo en el contexto de la educación en el amor, de la fidelidad matrimonial, del plan de Dios para la procreación y del respeto de la vida humana”. Es en la misma etapa en la que debe abordarse la homosexualidad como contrario a la verdadera sexualidad en el marco de la familia. También cuestionan algunos métodos o estrategias didácticas que son considerados abusivos: la realización de dramatizaciones, la presentación de imágenes, diseños, modelos que describan cuestiones genitales o eróticas, exámenes escritos u orales sobre cuestiones genitales o eróticas. Por último, en aras de la castidad, los padres deben reprimir delicadamente la actividad genital instintiva en los niños.

La guía se encargaba de listar los contenidos a desarrollar tanto en ciclo básico como en el orientado para ciencias sociales, formación ética y ciudadana, educación para la salud, lengua y literatura, educación física, educación artística, filosofía y psicología. No podemos detenernos en todos ellos. Sí diremos que dentro de los contenidos a desarrollar se incluyen entre otros: enfermedades de transmisión sexual, división social entre varones y mujeres, derechos humanos, orientación y diversidad sexual, análisis crítico de los medios de comunicación sobre sexualidad, procreación artificial, abuso sexual, pornografía, trata de personas (también prostitución incluida como la mercantilización del cuerpo), bioética, literatura y amor paterno/materno. Tal como vemos, no se trata de ocultar contenidos sino de disputar su sentido.

Una nueva actualización de Francisco

En enero de 2019, la CONSUDEC editó una actualización a las guías de 2014. Critica la situación actual y cuestiona que si la ideología de género avanza no es culpa del feminismo sino de los límites evangelizadores propios y de la conversión de la escuela católica en una empresa que no selecciona adecuadamente a su personal con fines evangelizadores. Lo resumen en tres grandes puntos de partida: la realidad es positiva, existe y no es un problema, más bien deja al descubierto los problemas que nosotros tenemos. Preocupados por el avance de la “ideología de género” la nueva guía se encarga de explicitar cuáles son los principios rectores que la Iglesia defiende contra el avance de esa ideología. En primer lugar, el derecho de la escuela católica a educar según su ideario y, en segundo, el derecho de los padres a determinar la educación de sus hijos. Las nuevas guías recuperan la intervención del Papa Francisco en la Exhortación Postsinodal Amoris Laetitia. En ella, Francisco recupera el avance de los “derechos de la mujer” y festeja, en apariencia, la igualdad, condenando, entre otros, la mutilación genital femenina, la mercantilización del cuerpo femenino (incluyendo explotación sexual o el alquiler de vientres). No estamos para nada ante un Papa feminista que busca reconciliar pañuelos. En su intervención renglón seguido recuperará el ordenamiento patriarcal de la familia. Así, en sus instrucciones el varón juega un papel igualmente decisivo en la vida familiar, “especialmente en la protección y el sostenimiento de la esposa y los hijos”. El sexo existe y con él se corresponde determinado papel sociocultural. Llegado a este punto, Francisco nos aclara cuál es la máxima flexibilidad a la que podemos llegar y, ella no es más que un refuerzo del patriarcado aggiornado: “es posible, por ejemplo, que el modo de ser masculino del esposo pueda adaptarse de manera flexible a la situación laboral de la esposa. Asumir tareas domésticas o algunos aspectos de la crianza de los hijos no lo vuelven menos masculino ni significan un fracaso, una claudicación o una vergüenza. Hay que ayudar a los niños a aceptar con normalidad estos sanos ‘intercambios’, que no quitan dignidad alguna a la figura paterna. La rigidez se convierte en una sobreactuación de lo masculino o femenino, y no educa a los niños y jóvenes para la reciprocidad encarnada en las condiciones reales del matrimonio”. No se trata de “criar” juntos sino de “asumir algunos aspectos”. Va de suyo que para Francisco no es posible una sociedad sin diferencias de sexo (entendidas como género) porque sevaciaría el fundamento antropológico de la familia (individual y patriarcal).  El fin de la sexualidad es, como ya dijimos, la “finalidad procreativa natural” y aclaran que es inconcebible pensar “como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse”. En las nuevas instrucciones aclaran insistentemente que esa es la doctrina que promueve Francisco, contraria a las formas de neocatolicismo, de sentido negativo. Ejemplos de estas formas que escinden la sexualidad de la “trascendencia” serían el grupo de Católicas por el Derecho a Decidir. El manual reconoce su existencia y las condena señalando que se trata de ateísmo disfrazado de teología. 

Guardianes del orden

Un capítulo aparte merece la formación docente. Para la Iglesia los maestros son tan importantes no sólo por el contenido de la educación que imparten sino porque, junto con los padres de familia, son el elemento que puede intervenir en las escuelas laicas. En el discurso inaugural del 47° Curso de Rectores del CONSUDEC se advertía:

“Debemos dedicar una especial atención y nuestros mejores esfuerzos a los centros donde se forman los futuros maestros y profesores; este servicio no sólo ha de garantizar la identidad católica de quienes luego se incorporen a nuestras instituciones educativas, sino que también podrá habilitar a muchos para aportar un suplemento de espíritu, una visión integral, humanista, en el ámbito de la gestión estatal”

Así, los futuros docentes aparecen como la guardia y el reaseguro de la enseñanza católica. Habiendo ganado sus conciencias, parte del trabajo estaría realizado.

Tal como vemos, la Iglesia católica muestra una aguerrida capacidad de inmiscuirse en la batalla cultural y disputar el sentido de la educación. Para eso, crea sus propios materiales, los revisa, los actualiza y tiene muy en claro que debe ganar y sumar conciencias. Se dirige a los padres y a los docentes como público privilegiado. Lee los peligros de la coyuntura y se rearma. Su construcción es oscurantista y patriarcal pero deberíamos aprender no solo de su capacidad de litigio sino también de una de sus premisas de partida: la realidad es (existe) y vamos a intervenir sobre ella de acuerdo a nuestros propios intereses.

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