Un pasado muy presente. Acerca de la política social en el kirchnerismo y el macrismo a través del “Argentina Trabaja” y “Hacemos Futuro”

en El Aromo n° 106

Pablo Estere
Oficina de Estadísticas Sociales – CEICS


El “Argentina Trabaja”, programa clientelar y súper explotador por excelencia del gobierno de Cristina, fue modificado por el macrismo para atender a su estrategia de poder. Los intelectuales kirchneristas pusieron el grito en el cielo porque quieren conservar el armado de “la Jefa”.

Como en todas las elecciones, los planes sociales son un eje que los candidatos no pueden eludir. Pero los principales políticos de la burguesía no muestran disidencias sustanciales en este punto. El macrismo, al menos por ahora, no tiene pensado reformas y continuará con la línea que explicamos en el número anterior de El Aromo[1]: es un gasto que no se puede ajustar demasiado sin poner en riesgo la calle. Incluso trascendió que luego del último desembolso de 5.400 millones de dólares del FMI, el gobierno ha solicitado el respaldo del Fondo para aumentar el tope mínimo de gasto social.[2] Por su parte, Alberto Fernández sostuvo que los planes deben continuar hasta que la economía mejore generando empleo y estimulando las economías regionales. Si piensa repetir el modelo de la “década ganada” hay planes para rato, aunque muy devaluados y en un momento de caída de los precios de la soja. Hasta José Luis Espert matizó su postura sobre los planes no bien impulsó su candidatura. El candidato liberal señaló que no pueden eliminarse de un plumazo, sino de manera gradual y a medida que la economía y el empleo crezcan.[3]

Sucede que la política social tiene la misión de contener el desempleo y atenuar las posibilidades de estallidos sociales. Por eso los políticos de la burguesía echan mano a esta herramienta, sobre todo cuando la miseria más absoluta sirve de base para la construcción de redes clientelares para apuntalar su hegemonía.

El programa más conocido de los últimos años con estas características era el Argentina Trabaja, al que el macrismo modificó con su “Hacemos Futuro”. Algunos intelectuales kirchneristas criticaron la medida en nombre del cooperativismo y la economía social, pero en realidad los motiva la defensa de la política punteril y la superexplotación laboral.

El armado Kooperativo

Para contextualizar debemos remontarnos 10 años atrás cuando el kirchnerismo lanzaba el Programa Ingreso Social con Trabajo, más conocido como “Argentina Trabaja”. Además de la recesión económica, el incremento de la desocupación y las dificultades de absorción de empleo, el telón de fondo de esta iniciativa fue la derrota en las elecciones intermedias del oficialismo en la provincia de Buenos Aires.

El programa Argentina Trabaja pregonaba como principal objetivo la creación de “puestos de trabajo genuino” impulsando la formación de organizaciones sociales de trabajadores (cooperativas). Sin embargo, en los hechos, el plan reproducía la superexplotación de los obreros desocupados en ocupaciones superfluas. Tenía como requisito la contraprestación laboral de 35 horas semanales por salarios bajísimos, en tareas de mejoramiento de los barrios como veredas, pavimento y limpieza de parques.

El programa también fomentaba la ideología burguesa por la vía de las capacitaciones, las cuales debían efectuarse durante 5 horas semanales, sumadas a las 35 horas de trabajo. Por un lado, estas capacitaciones se referían tanto a terminalidad educativa como a la formación básica en oficios dictados por la UOCRA y el Ministerio de Trabajo. Pero, por otro lado, el Ministerio de Desarrollo Social a través del área de Cultura y Educación Popular organizaba talleres para fomentar la integración barrial, el cooperativismo y la recuperación de la “cultura del trabajo”.Es decir, ideas que tienden a correr el eje de las causas reales del desempleo, el capitalismo, y que responsabiliza al propio individuo como portador de la solución del problema, a saber, la economía “alternativa” y el retorno de la cultura del trabajo.

Además, el Argentina Trabaja fue una herramienta de cooptación política desde sus inicios. Los entes ejecutores de este programa eran los municipios, provincias, federaciones y mutuales, quienes acordaban con Nación la cantidad de cooperativas que les financiarían. Este plan fue el instrumento que los intendentes del conurbano bonaerense utilizaron para cooptar a desocupados a través de operadores políticos oficialistas. Lo que se constituyó en el mecanismo habitual de inclusión al plan, que quedaba a la vista a partir de la negativa del gobierno a incorporar al programa a las organizaciones no kirchneristas.

El manejo clientelar de estas cooperativas fue ampliamente denunciado por organizaciones sociales no alineadas (en ese momento) con el kirchnerismo como Barrios de Pie, el Frente Popular Darío Santillán, Corriente Clasista y Combativa, como también por el Polo Obrero. Además de las condiciones de ingreso, se denunciaron las condiciones de trabajo que fijaba el plan, con remuneraciones inferiores al salario mínimo, vital y móvil. Condiciones cuyos requisitos eran la realización de tareas con una carga horaria equivalente (y a veces superior) a la de los trabajadores municipales de planta permanente. En este sentido, el aumento del subsidio mensual fue motivo de muchas movilizaciones y piquetes, ya que durante los primeros 30 meses del Argentina Trabaja no tuvo aumentos a pesar del proceso inflacionario. Los sucesivos incrementos nunca tuvieron una frecuencia menor a 12 meses.

También se multiplicaron las denuncias por el pedido de coimas de punteros a cambio del acceso al Programa y hasta un descuento mensual como “comisión”. Incluso llegó a constituirse el Frente de Lucha por Cooperativas Sin Punteros que exigían la efectivización de ingresos a cooperativas, la nacionalización del programa y el cobro de los ítems de productividad y presentismo a todos los cooperativistas. Esto fue un mecanismo que con el tiempo adoptó el kirchnerismo para seguir manejando el programa a discreción una vez que ya habían ingresado organizaciones sociales no oficialistas.

En defensa del clientelismo

A comienzos de 2018, el Ministerio de Desarrollo Social publicó una resolución que creaba el programa Hacemos Futuro. Con él se unificaron y modificaron los programas Argentina Trabaja, Ellas Hacen y Desde El Barrio. La principal diferencia del Hacemos Futuro con sus antecesores es que este programa no exige una contraprestación laboral. Los requisitos para obtener el subsidio son los siguientes. Primero, la Terminalidad Educativa que se refiere tanto a la educación primaria como secundaria. Segundo: Formación Integral, que es la realización de alguno de los cursos de oficios que ofrece el Ministerio de Desarrollo Social (desde albañilería y pintura hasta marketing e informática). Tercero: Actualización de Datos, que consiste en presentarse en una oficina de ANSES tres veces al año para acreditar la persistencia de la situación de vulnerabilidad social y estar cumpliendo los requisitos 1 y 2. Por último, un Control Médico que se realiza anualmente en cualquier centro de atención primaria, hospital o sanatorio de obra social.

El hecho de no exigir una contraprestación laboral a cambio del subsidio ha dado lugar a críticas por parte de organizaciones e intelectuales kirchneristas. Sobre todo porque, con esa estrategia, Cambiemos intenta evitar la intermediación de la estructura cooperativa del kirchnerismo, colocándose el mismo gobierno como el articulador del subsidio.

Entre quienes rechazan el cambio de los requisitos del programa se encuentra la Fundación Germán Abdala, quien publicó una crítica[4] al Hacemos Futuro a mediados de 2018 en la que sostenía que traería malas noticias para sus beneficiarios. Según el centro de estudios vinculado a la Asociación de Trabajadores del Estado, el beneficiario pasaría de ser un “sujeto de derecho” a un “beneficiario pasivo”. Esto se argumenta diciendo que la eliminación de la contraprestación laboral como requisito y el puenteo a las cooperativas para acceder al beneficio “piensan” al individuo como objeto de capacitación y no como trabajador, al tiempo que se desalientan las redes barriales. Rematan diciendo que se trataría de un programa neoliberal diseñado “desde arriba” por tecnócratas. No obstante, la crítica nada nos dice acerca de la miseria que ofrece el plan en términos salariales, sobre todo porque el mismísimo kirchnerismo no puede demostrar que el poder adquisitivo fuera elevado durante su mandato.

A balances también negativos llega el Observatorio de Políticas Públicas y Reforma Estructural, de FLACSO. Según sostiene, se trataría solo de un intento de achicar programas sociales y de puentear a las organizaciones sociales.[5] En la misma página que hablan de achicamiento del financiamiento, señalan que con el macrismo el presupuesto destinado al Argentina Trabaja y Hacemos Futuro se mantuvo creciente al igual que la cantidad de beneficiarios. A esta inconsistencia la explican por criterios económicos extraordinarios y políticos. Dicho financiamiento se debería a la aprobación de partidas extrapresupuestarias destinadas a contener parte de la población afectada por el ajuste económico y social del propio gobierno y como una forma de negociar directamente con las organizaciones sociales.

Evidentemente, los kirchneristas patalean porque Cambiemos intenta correr de lugar a los intermediarios entre el subsidio del Estado y el titular del beneficio. De este modo, el gobierno obtiene su cometido: la negociación directa con los desocupados sin la intermediación de las organizaciones kirchneristas. Incluso, existe un mecanismo en el nuevo programa por el cual las cooperativas pueden revestir la condición de Unidades Capacitadoras. Con ellas los beneficiarios pueden realizar cursos, capacitaciones y “prácticas socio productivas”, previamente validadas por el Ministerio de Desarrollo Social. Mediante estas prácticas, los beneficiarios pueden acceder a un “incentivo adicional”. En resumen, el gobierno por un lado elimina el privilegio que las cooperativas tenían con el Argentina Trabaja ya que no le son afines políticamente, y a su vez se guarda un recurso para negociar con aquellas que muestren interés.

Demasiadas pocas cosas

Si dejamos de lado estos planteos que hacen perder de vista lo esencial vemos que el Hacemos Futuro es un subsidio de miseria igual que el Argentina Trabaja. Por empezar, la cantidad de beneficiarios de este programa muestra una tendencia creciente. El Argentina Trabaja arranca con una promesa inicial de generar 100 mil puestos de trabajo y ese número se mantendrá en ascenso en los años sucesivos. El pico más alto llega con el macrismo en este 2019 con 250 mil titulares.

Cabe destacar que, dentro del mundo de la política social, donde los beneficiarios se cuentan de a millones, estos programas son en comparación muy menores. ¿Pero entonces por qué el kirchnerismo se queja tanto por el cambio y el macrismo los mantiene a la orden del día, incluso lo incrementa? Porque su importancia radica en la vinculación política que generan a muy bajo costo.

Además, la evolución del monto mensual asignado a cada beneficiario muestra un deterioro muy marcado de la capacidad de compra. Es llamativo que el kirchnerismo no denuncie esto ni de manera secundaria. Para peor, con estos montos cada vez más miserables pretende que se continúe con la contraprestación laboral como requisito. En efecto, durante los primeros meses del lanzamiento del Argentina Trabaja, el subsidio mensual equivalía a $18.000 en promedio (en pesos de junio de 2019) contra los $7.000 actuales. Con una inflación galopante aquel monto inicial perdió rápidamente capacidad de compra. Incluso, el fin del mandato “K” en diciembre de 2015 dejó estipulado el piso monetario del subsidio con el cual ahora se hamaca Cambiemos.

Aún así, el momento de mayor poder adquisitivo del plan apenas alcanzó a cubrir poco más de la mitad del valor de la canasta de pobreza.

Otra forma de ver la degradación del programa es compararlo con el monto estipulado del salario mínimo, vital y móvil. Durante toda una década, el subsidio del programa fue equivalente en promedio al 60% del salario mínimo, con máximos de 85% para 2009 y mínimos de 41% para el tercer trimestre de 2016.

Cabe destacar que el nuevo programa estipula que si un beneficiario ingresa al mercado laboral formal y sus ingresos superan el salario mínimo, el titular mantendrá su permanencia en el programa durante el primer año de la relación laboral, pero con suspensión de la percepción del subsidio. Es decir que para el gobierno, ganar más de $19.500 por mes (que es el equivalente a la suma del salario mínimo –hoy en 12.500 pesos-, más los $7.000 del programa) es una obscenidad que merece ser corregida. Desde la perspectiva del gobierno, el beneficiario dejaría de estar en la condición de “vulnerabilidad” para la cual está orientado el programa. El trasfondo de este límite e impedimento a la percepción del subsidio se debe a la fijación de un techo al monto del ingreso para evitar la proliferación de perceptores de planes.

Futuro, si lo hacemos nosotros

El hecho de que el macrismo haya quitado la condición de la contraprestación laboral del beneficio es un elemento progresivo. Sobre todo, porque las razones por las cuales un obrero percibe uno de estos planes como el Argentina Trabaja o el Hacemos Futuro es su condición de desocupado. Por lo tanto, hacer trabajar a un desocupado en un empleo completamente superfluo tiene como objetivo reproducir la ideología burguesa, es decir, la idea de que el trabajo (bajo el capitalismo) dignifica.

Pero, al macrismo no le interesa esto. Simplemente lo hace para correr a viejos intermediarios kirchneristas y colocarse él mismo como interlocutor de los desocupados. Es decir, para quebrantar la estructura clientelar “K” y transformarla en “M”. Sin embargo, el problema del desempleo y la pobreza no se resuelve, sobre todo porque los planes proliferan a cambio de subsidios de miseria. En este sentido, existe una continuidad sin ninguna modificación del plan entre el kirchnerismo y el macrismo.

El Argentina Trabaja y el Hacemos Futuro son parte de la gigantesca masa de planes sociales que se multiplicaron después de la crisis del 2001. Y toda esa estructura de la política social se encuentra completamente atomizada. Para el régimen político burgués, eso resulta un beneficio toda vez que le permite crear redes y alianzas de todo tipo con la población más vulnerable, que es aquella que en el 2001 protagonizó los grandes estallidos sociales. Para la clase obrera, esa atomización de planes y programas supone una división en su propio seno. Desde esta perspectiva, la proliferación de cooperativas tampoco ayuda a la unidad, al contrario, la quebranta.

Por ello, toda la política social debe ser puesta en cuestión. La clase obrera desocupada debe dar una batalla para impulsar un Subsidio Único al Desempleo, cuyo monto supere los valores de la canasta familiar de pobreza. Política que debe ser acompañada por la lucha por el reparto de las horas de trabajo. Porque, de continuar con estas tendencias, no sólo seguiremos en la miseria que genera el mismo capitalismo, sino también enfrentándonos entre nosotros mismos.


Notas

[1]Ver Estere, Pablo: “Neoliberalismo Ausente”, El Aromo, n.º 105. Disponible en https://bit.ly/31wKzEF.

[2]Clarín, 12/7/2019. Disponible en https://bit.ly/2Y8RUvi.

[3]La Nación, 8/7/2019. Disponible en https://bit.ly/2YivBnz.

[4]Disponible en https://bit.ly/2YGEovV.

[5]Disponible en https://bit.ly/2S4GJ0Y.

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