¿Qué pasa en el mundo? Rebelión obrera en Estados Unidos

en La Hoja Socialista 19/Novedades

El pasado 25 de mayo, en la ciudad de Minneapolis, fue asesinado a manos de la policía, el trabajador afroamericano George Floyd, de 46 años de edad. El hecho desató la indignación de buena parte de la clase obrera norteamericana. No es para menos. La vida de Floyd refleja la del conjunto de su clase: padre de una niña, había trabajado como seguridad de un restaurant, hasta que la profundización de la crisis por la expansión del Coronavirus, lo dejó sin trabajo.

La detención se produjo en un comercio de la ciudad, luego de que Floyd intentara pagar con un billete de 20 dólares falso. A las pocas horas comenzó a circular un video de la detención, donde se observa cómo un oficial lo mantiene unos 10 minutos en el piso con la rodilla sobre el cuello, cortándole el ingreso de aire. En el video se observa a Floyd gritando “no puedo respirar”, sin que el policía hiciera algo. Fue trasladado a un hospital, pero murió a las pocas horas.

Las protestas comenzaron el martes en Minneapolis y fueron rápidamente reprimidas por la policía local. Sin embargo, esto no hizo retroceder a los trabajadores. El jueves el video alcanzó su máxima difusión y la ira de la población se desató. Las protestas se extendieron a una veintena de Estados. Además de los ataques a la policía, varias de las protestas se dirigieron hacia los ayuntamientos, sedes del gobierno municipal y, por último, a las mismísimas puertas de la Casa Blanca. La represión se cobró la primera muerte en Detroit, cuando un manifestante fue asesinado de un disparo el día sábado.

La respuesta estatal no solo abarcó la represión y el toque de queda. Ante la crisis, los cuatro policías vinculados al hecho fueron desplazados de la fuerza y se acusó a uno de ellos de asesinato en tercer grado. Esto impulsó aún más las movilizaciones. Una acusación de este tipo significa que se hizo “sin intención” y, por lo tanto, la condena es menor. Trump, por su parte, solo criticó a los manifestantes y a los demócratas por su incapacidad para controlar las protestas. Ofreció, además, a la Guardia Nacional, lo que fue aceptado en mucho estados. Como aquí kircherneristas y macristas, allá demócratas y republicanos se unen para atacar a la clase obrera, cueste lo que cueste.

La izquierda y los organismos de derechos humanos salieron a denunciar el racismo y la violencia policial. Pero esto es solo una parte del fenómeno. En realidad, estamos hablando de una forma de violencia estatal contra el conjunto de la clase obrera.

En Estados Unidos hay, anualmente, más de mil muertes en manos de la policía. Si tomamos los datos de 2019 solamente, fueron asesinados 307 blancos, 235 negros, 158 hispanos y hay 202 personas donde no se identifica el dato. Esto muestra, por un lado, que la represión policial abarca toda la sociedad. Por otro lado, si consideramos que la población negra representa solamente el 13% del total de la población norteamericana, es claro que ese sector es el más perseguido.

Otro dato. El policía acusado de asesinato, Derek Chauvin tenía un largo historial de abusos, incluidos tres incidentes de disparos, alrededor de 13 quejas y dos cartas de reprimenda. Aun así, fue galardonado con la Medalla al Valor del departamento por su servicio en 2009. Es decir, el Estado no solo avala la represión, sino que también la premia.

Las movilizaciones abarcaron las principales ciudades del país, y el grueso de los movilizados fueron trabajadores, bajo la consigna del fin de la violencia policial y la persecución a los negros. Se trata de una fracción de la clase obrera profundamente afectada por la crisis y agravada por la pandemia. La movilización se convierte así en una forma de liberar la tensión acumulada contra el Estado. Es parte de una tendencia de al levantamiento y a un intento de respuesta ante la crisis.

Lo que hay que retener entonces es que el Estado reprime al conjunto de la clase obrera, tanto en las movilizaciones, como cuando se asesinan a otros obreros inocentes o cuando se impone el toque de queda. Para profundizar la lucha, es necesario abandonar el particularismo y pedir una solución para el conjunto de la clase obrera.

La consigna central debería ser el fin de la represión estatal y la organización de una comisión obrera independiente que investigue todos los casos de violencia. Pero lo más importante es que se pueda desarrollar una coordinación de todas las luchas a nivel nacional para hacer enfrentar la crisis y dar una respuesta obrera. El problema no es solo el color de piel, el problema también es de clase.

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