Problemas internos. Acerca del acuerdo Mercosur – UE

en Aromo/El Aromo n° 107/Novedades

Damián Bil
GIHECA – OME


El acuerdo Mercosur – Unión Europea (UE) generó distintos posicionamientos. El kirchnerismo, como de costumbre, panquequeó y criticó el acuerdo. Los que hace poco más de cinco años estuvieron por firmar un tratado cuando gobernaban, señalaron que este acuerdo es desequilibrado a favor de la UE, ya que el Mercosur se comprometería a varias concesiones a cambio de poco y nada. Por caso, dispondría la quita de aranceles progresivamente en un plazo de diez años, desprotegiendo a la industria local. Además, aseguran que para la Argentina generaría una competencia adicional en territorio brasileño, su mayor cliente de bienes industriales. También señalan que Europa pediría mayor flexibilidad en el transporte fluvial y marítimo en la región y una mayor protección de licencias y patentes en la industria química (medicamentos, insumos para el agro, etc), y que se reduzcan los montos mínimos para que empresas europeas puedan participar en licitaciones como proveedores del Estado en igualdad de condiciones con firmas locales.1 Similares argumentos vertieron dirigentes pymes y del “empresariado nacional” en distintos canales de televisión opositores, como C5N.

La izquierda no se apartó de las críticas nacionalistas, compartiendo los argumentos con el peronismo. Pitrola señaló que, de implementarse, el acuerdo llevaría a la profundización de la “primarización” y del carácter semi colonial de la Argentina.2 En una línea también dependentista, el NMAS asegura que esto reforzaría un supuesto “intercambio desigual” entre la región y Europa (materias primas contra bienes industriales), lo que mostraría la naturaleza neoliberal, desindustrializadora, de sometimiento y de tinte disciplinador para los trabajadores. Esto le quitaría peso a la clase obrera. Es decir, con un lenguaje obrerista, contrabandean una defensa de las reivindicaciones de la parásita burguesía local. Que en los países que se han “industrializado”, tomando la acepción vulgar del NMAS, como en regiones de Asia (China, Vietnam, Bangladesh) la clase obrera esté bien disciplinada y sometida a una tasa de explotación brutal es algo que a los compañeros parece tenerlos sin cuidado.3 El PTS no se sale de esta prédica nacionalista, comparando el acuerdo con el pacto Roca-Runciman, como una nueva subordinación al gran capital imperialista que potenciaría el atraso y la dependencia.4 Va de suyo que este tipo de caracterizaciones abona las concepciones del estilo de la Alianza para el Progreso o de la CEPAL, ajenas al materialismo, que igualan la producción “primaria” al atraso y la industria al avance, sin analizar las condiciones en las que se desarrollan ambas actividades, su nivel de competitividad, etc. Mientras que el agro pampeano es muy productivo y está a la vanguardia en el uso de tecnología en términos internacionales, el grueso de la industria es deficitaria, rezagada en términos productivos y sobrevive gracias a las transferencias del Estado.

Por supuesto, los funcionarios oficialistas saludaron el acuerdo. El candidato a Vice de Cambiemos, Pichetto, caracterizó el acuerdo como “trascendente”. Sectores del capital, como el Foro Empresario, destacaron que beneficiará la generación de empleo. Rattazzi, de Fiat, indicó que el acuerdo podría generar una competencia beneficiosa para el sector, reemplazando la importación brasileña por la europea, de mejor calidad y precio. Eso provocaría la necesidad de modernizar la cadena de valor y ganar competitividad, con el atractivo de un mercado “enorme” para la automotriz argentina. En el resumen de Presidencia sobre el acuerdo, se destaca la futura eliminación de aranceles para el 93% de las exportaciones del Mercosur; la liberalización completa de aranceles para 80% de las exportaciones hacia la UE; plazos para los países de Sudamérica de hasta 15 años para liberalizar sectores sensibles (automotriz, química, vestimenta, etc.) de manera gradual, mientras que la UE lo haría de inmediato en su mayor parte; liberalización del 99% de las importaciones europeas de bienes agrícolas (81,7% eliminando arancel directamente y con el 17,7% restante ofrecerá cuotas o preferencias), cuotas específicas para productos de la UE (como los lácteos), posibilidad de aplicar salvaguarda en ambos firmantes, como límites provisorios a las importaciones si se producen daños a la industria local; medidas para agilizar el comercio electrónico; estandarización de normas de calidad, entre otras. El gobierno señalaba, además, que beneficiaría a las Pymes, ya que un 92% de las empresas que exportan manufacturas corresponden a esa categoría. Se les promete además programas para incorporarse a cadenas globales de valor. Este informe señala que los países que sellaron acuerdos similares (Sudáfrica, Túnez, México) multiplicaron entre 3 y 12 veces la inversión extranjera. Además, preservaría las compras públicas como políticas de Estado, manteniéndose el Compre Nacional para firmas locales. Por último, no modificaría la legislación vigente sobre propiedad intelectual.5

Si aquí la burguesía más débil, la que vive del mercado interno, fue la que mayormente puso el grito en el cielo; en Europa quien más se quejó del acuerdo fue la burguesía agraria, en particular la francesa. El acuerdo fue criticado por los ruralistas galos (también en Bélgica, Irlanda y Polonia) porque, detrás de argumentos sanitarios o medio ambientales, temen sucumbir frente a la competencia de sus congéneres argentinos y brasileños. Sobre todo en lo referente al suministro de carne, donde podría llegar desde Sudamérica un 30% más barata, lo que pondría en serios riesgos a los propietarios agrícolas europeos.6

La estructura del comercio exterior argentino

Para entender la coyuntura y evaluar el posible impacto del acuerdo, es necesario tener un panorama aunque sea mínimo de la estructura del comercio exterior. En el período 2002-2018, considerando los grandes rubros por valores, las exportaciones argentinas se distribuyeron de la siguiente forma: un 35,6% manufacturas de origen agropecuario (MOA), 31,7% manufacturas de origen industrial (MOI), 22,1% primarios y 10,6% combustibles y lubricantes. En cuanto a la importación, los bienes intermedios lideran con 33,3%, bienes de capital 20,6%, piezas y accesorios para bienes de capital 18,7%, bienes de consumo 11,7%, combustibles y lubricantes 8,8% y resto de productos 0,3%.7 De estos datos generales, podemos extraer algunas conclusiones: en primer lugar, en relación a las importaciones, a diferencia de lo que suele creerse, el grueso de las mismas corresponde a insumos para la producción. Entre bienes de capital, sus piezas y los bienes intermedios, reúnen un 72,6% del valor de importación total. Eso significa que los sectores productivos en el país dependen fuertemente de la importación de insumos, y por ello de la disponibilidad de divisas para importar. En términos de exportaciones, los sectores vinculados a las “ventajas” del agro (MOA y los productos Primarios) acaparan un 57,7% del valor de exportación, aunque las MOI constituyen casi un tercio de la matriz exportadora. Ahora bien: mientras que las MOA y los productos primarios se venden en diversos lugares del mundo (casi un 86% de los bienes primarios y un 91% de las MOA tienen destinos “extra-Mercosur”), solo un 55% del valor exportado de MOI se vende por fuera del Mercado Común. Esto da una idea aproximada de la competitividad de la industria que no basa su cadena productiva en insumos agropecuarios. Es decir: mientras que las mercancías del agro y sus derivados industrializados (alimentos, bebidas, grasas y aceites, etc.) logran mercados alrededor del globo; la industria manufacturera “clásica” (metalmecánica, química, plásticos) no puede proyectarse con peso más allá de los límites regionales, incluso siendo deficitaria en los saldos sectoriales. Vinculado a la cuestión analizada, la UE como cliente concentra en promedio un 18,8% de las exportaciones argentinas de bienes primarios y un 26,9% de las MOA (con una participación descendente, porción acaparada mayormente por las compras del bloque ASEAN y de China), un 9,1% de las MOI y un 1% de combustibles y lubricantes. Es decir, se constituye como un cliente relevante en las mercancías vinculadas al agro, aunque menor en las MOI.

En cuanto a los proveedores argentinos por rubro, en bienes de capital el Mercosur acapara un promedio acumulado del 26,8% del valor total, con una relativa pérdida de peso en los últimos años, el NAFTA un 22,6% (con una caída mayor en su participación), la UE 19,6% y China 18,7%. Este país viene incrementando año a año su participación, al punto de que en 2018 alcanzó un tercio de la provisión de bienes de capital. En bienes intermedios el Mercosur suministra un 35,3%, la UE 17,8%, el NAFTA 17,6% y China 10,7% (en crecimiento). Entre piezas y accesorios de bienes de capital, 28,6% provienen del mercado común, aunque su participación merma cayendo al 20% en el último año; la UE 22,3% (que recupera posiciones y llega al 24,5 en 2018), China 15,8% en franco crecimiento desde 2010, NAFTA 12,2% (desde 2007 cae participación al 10% y nunca se recupera). En bienes de consumo el Mercosur 25,2% aunque perdiendo peso de forma acelerada, China 22% (con un incremento desde 2006 y siendo líder por bastante en 2018), UE 19%, NAFTA 13,5%. En vehículos, prácticamente todo viene del Mercosur (73,3%), seguido del NAFTA con 11,6% y la UE con 8,3%. Por último, cabe destacar que la UE suministra el 8,2% del valor total de los combustibles.

En cuanto a la relación comercial con los bloques imperialistas dominantes se puede señalar que no hay un patrón homogéneo. A nivel de países, se verifica un crecimiento de la relación con China. A nivel de productos, si bien las secciones vinculadas a la producción agropecuaria arrojan distintos grados de superávit, y los relacionados a las MOI son deficitarios en su conjunto, difiere la relación con los distintos bloques. Por ejemplo, mientras que la Argentina mantiene un superávit superior a los 10 mil millones de dólares anuales en “Productos del reino vegetal”, con un saldo favorable con los EEUU de cerca de 350 millones anuales entre 2014 y 2017, durante el último año su comercio con este país fue deficitario en 240 millones. Para el caso de “Productos alimenticios”, con un saldo promedio de 13 mil millones anuales en el período 2009-2018, la UE explica un tercio de ese superávit, mientras que EEUU “apenas” aporta 500 millones anuales y el vínculo con China menos de 100. En “Productos minerales”, se pasó de ser exportador neto a tener déficit en 2011, en particular con los EEUU. Para el caso de la UE, se alternan años de superávit con años de déficit comercial. En “pieles”, se mantiene un superávit con EEUU y UE, pero déficit con China. En “textiles”, superávit con la UE, leve déficit con EEUU (alrededor de 40 millones de dólares), pero más abultado con China (523 millones anuales en 2011-18). En “Perlas y piedras preciosas”, un saldo favorable que supera los 2 mil millones anuales: más del 10% se explica por la relación con EEUU; no obstante con China es deficitario, mientras que con la UE el superávit 2009-16, del orden de los 65 millones anuales, se vuelve negativo en los años siguientes (casi 100 millones en 2018). En “Metales y sus manufacturas”, el déficit 2011-18 es de 1.600 millones anuales; casi todo atribuible a la relación con China y la UE. Pero con los EEUU se mantiene un superávit de 260 millones al año. Las secciones con mayor impacto negativo en la balanza comercial son las de “Máquinas, material eléctrico…” (-15.833 millones al año en 2011-18) y las de “Material de transporte” (-4.417). El grueso del déficit está en el vínculo con China y la UE (-6.000 y -3.700 para la primera sección, -900 y -1.100 para la segunda). Es decir que la relación comercial con estos bloques diverge según la mercancía en cuestión. Incluso en estos términos, no hay necesariamente un vínculo de “dependencia” (en el lenguaje que plantea la izquierda trotskista) completo con los bloques de los países más avanzados en la industria. Por ello, los escenarios que se abren con el acuerdo hay que interpretarlas a la luz de un análisis más complejo.

Escenario actual y perspectivas

El acuerdo en cuestión se produce en medio de una crisis que se profundiza. La tendencia del mercado mundial es a fragmentarse, como ocurrió en la crisis del ‘30. La guerra comercial entre los EEUU y China es el indicio más visible de esta situación. En este contexto cada país o bloque imperialista intenta reservarse su espacio. Como China y EEUU forman sus propios bloques, Alemania – UE también. La iniciativa no es nueva, ya que las discusiones se iniciaron en 1995. Pero fue sistemáticamente bloqueada en estas latitudes por la pequeña y mediana burguesía que vive del mercado interno, que pierde en una competencia más abierta. Lo mismo que ocurre ahora con los productos chinos o yanquis. En ese sentido, el acuerdo no coloca a la economía argentina en una situación peor de la que ya está. En Europa, como observamos, el mayor obstáculo fue el capital agrario, que en competencia con el latinoamericano pierde. Por eso las quejas basadas en cuestiones sanitarias, en los transgénicos y otros mitos, como intento de imponer barreras no arancelarias a los productos agropecuarios sudamericanos. En esta coyuntura el capital europeo, ante el creciente predominio chino y el peso histórico de los EEUU en el mercado mundial, toma la decisión de conquistar un nuevo mercado, a sabiendas de que deberán soportar la quiebra o decadencia de sectores enteros como el agrario.

La aplicación efectiva del acuerdo demandará años de reuniones, resoluciones sobre distintos productos, etc. Pero de avanzar la puesta en vigor, en términos capitalistas se abren dos caminos para la Argentina: se expande a un mercado grande para los productos agropecuarios, ya que la UE cuenta con 800 millones de habitantes. Para el caso de la industria, se va en el mismo camino en el que se está ahora. A menos que se eleve la productividad del trabajo o se derrumben brutalmente los salarios, una mayor exposición a la competencia provocará dificultades. En ese punto, será un paso en la deconstrucción de la estructura de la economía argentina. Observaremos un incremento de la producción agropecuaria y agroindustrial, y un desplazamiento mayor del ineficiente sector industrial y de la ocupación de esos sectores. Probablemente surjan renglones que puedan paliar vacíos por medio de renta diferencial, como el caso de Vaca Muerta. De funcionar, la Argentina irá a una integración con la UE similar a la que generó con Inglaterra a finales del siglo XIX – comienzos del siglo XX. El resultado de ello sería la quiebra de buena parte de la burguesía industrial. Ahora bien: si este es el panorama, dada la complejidad de la estructura social argentina, hay mucho para desmontar. Desde los seudo empresarios que viven de apropiar deuda y renta vía prebendas del estado hasta las compañías que aparecen como “grandes”, pero en realidad precisan protección porque en el mundo apenas llegan a Pymes. Esta estructura difícilmente soporte una transformación de este tipo sin generar convulsiones sociales muy profundas. Por eso, parece difícil que bajo estas relaciones y con el acuerdo tal como está, se aplique a fondo y en un plazo razonable.8

El límite de este sector no es la “dependencia” o la presión de los países imperialistas, sino su carácter rezagado en términos de productividad y por ende su rol parasitario. Incluso en la automotriz, uno de los sectores más avanzados tecnológicamente para el mercado interno, se verifica esta situación: mientras que en EEUU se producen 51 vehículos al año por ocupado, en Japón 44 y en España 42, en Argentina apenas 16. Por eso se reproducen, como la burguesía agropecuaria en Europa, a costa de subsidios y otras transferencias. Es decir, comiéndose la riqueza que se produce en el país o “a cuenta” de la que se producirá (deuda).9 La izquierda, en lugar de plegarse a la apología de estos parásitos que se devoran el país, debería explicar los límites de este régimen social y la necesidad de sacarse de encima a esta clase, para reorganizar la producción de forma racional, incrementando la productividad y permitiendo la elevación del nivel de vida de la población. En otras palabras, desarrollar un programa socialista para la Argentina.

El grueso de las importaciones argentinas son insumos para la industria (bienes de capital, sus piezas y repuestos, y bienes intermedios). El resto de los rubros implican una erogación menor. Es decir, por la estructura de la producción argentina. Los principales proveedores son los propios países del Mercosur (Brasil) y crecientemente China. La UE explica durante los últimos años apenas a una quinta parte de esa importación.

Como se observa, el saldo de la producción primaria y sus derivadas de la Argentina con la UE es positiva. Mientras tanto, en la industria es negativa, salvo algunos rubros específicos. El saldo total es positivo hasta 2012, año en que se convierte en negativo. Esto no es por la dependencia con la UE, sino por la caída de los precios internacionales de los commodities y por la incapacidad de la industria para incrementar su competitividad.

El problema de la industria argentina se encuentra en la baja productividad. El caso automotriz ejemplifica este punto. La productividad por ocupado es un 68% menor a la de EEUU y un 35% menor a la de Brasil, solo para señalar dos competidores. Por ese motivo, la industria argentina precisa compensar su menor competitividad, incluso para sostenerse en el mercado interno. Ese es el límite principal de esta estructura desquiciada.



Notas

1Cenital, 17/6/19, https://tinyurl.com/y253mnyy;Página/12, 2/7/19, https://tinyurl.com/y4gxdn4t.

2PO web, 4/7/19, https://tinyurl.com/y359qmox; y Prensa Obrera, 28/6/19, https://tinyurl.com/y5enq83a.

3Izquierdaweb, 29/6/19, https://tinyurl.com/y375rlwq. También es una fantasía dependentista lo del intercambio “desigual”, ya que se trata de comercio de equivalentes. Para peor, de existir alguna desigualdad, sería a favor de América Latina, puesto que muchas de las mercancías que se exportan desde la región son portadoras de la misma (lo que Marx definía como un falso valor social). Los límites de la industria “de alto valor tecnológico” en la Argentina no están dados por una voluntad superior, sino por límites estructurales para la acumulación de capital en esos sector.

4La Izquierda Diario, 30/6/19 y 2/7/19, https://tinyurl.com/y6cy3t5y y https://tinyurl.com/y6dhoelq.

5La Voz del Interior, 3/7/19, https://tinyurl.com/y354rpz7; La Nación, 29/6/19, https://tinyurl.com/y4kh7vse;Clarín, 29/6/19 y 2/7/19, https://tinyurl.com/y3dhsap5 y https://tinyurl.com/yy52swlx; y Acuerdo de Asociación Estratégico Mercosur UE, Presidencia, junio 2019.

6Challenges, 28/6/19, https://tinyurl.com/y4lbcv9d; France24, 29/6/19, https://tinyurl.com/y2f8g2ec.

7En base a Intercambio comercial argentino, INDEC. 

8Sartelli, Eduardo: entrevista en FM 92.5 Frecuencia Zero, https://tinyurl.com/y2yb5mws.

9Bil, Damián: “Sobre la burguesía planera. Las transferencias estatales al capital, de Cristina a Mauricio”, El Aromo, n° 102, 2018.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de Aromo

Ir a Arriba