¿Por qué no existe una vacuna argentina?

en La Hoja Socialista 21/Novedades

Se trata de una buena pregunta que debiéramos hacernos. De la respuesta pueden sacarse muchas conclusiones. No solo las obvias referidas a la pandemia (podríamos estar salvando al vida de miles de compañeros), sino algunas igual de urgentes (por caso, qué intereses defiende el gobierno) y otras muy profundas (en qué tipo de sociedad vivimos).

Primero, disipemos el humo. No hay vacuna argentina. Lo que el gobierno anunció con bombos y platillos esta semana, no es eso. No es, siquiera, la fabricación de la Sputnik V. Por ahora, es solo la promesa de realizar en un par de meses una etapa del proceso en este país. Eso, con una producción que empezará a fines del invierno, es decir cuando ya se hayan producido los mayores estragos de la segunda ola, con niveles bajos (un millón de dosis mensuales no es suficiente).

Dicho esto, entremos en tema. El país tiene en sus manos una posible salida a la pandemia y a la crisis económica: una vacuna argentina. El gobierno podría habernos ahorrado el salir a conseguir vacunas en un mundo con producción insuficiente si en lugar de la improvisación constante, hubiera destinado tempranamente los recursos necesarios al desarrollo de una vacuna local. Podría haber aprovechado capacidades con las que el país cuenta: instalaciones, conocimiento y recursos humanos muy calificados. Ejemplos como los de Cuba, con cinco proyectos en marcha  o Brasil, con 15 proyectos, muestran que es posible.

Actualmente en el país están en marcha cuatro proyectos de vacunas, todos en fase pre clínica. Solo algunos consiguieron algo de financiamiento oficial, mientras que otros continúan adelante con el aporte de laboratorios privados. Según un estudio publicado en The Lancet, la fase 2 de los ensayos clínicos puede costar por encima de los 1.000 millones de dólares. ¿Cuánto piensa poner el gobierno? Se anunció una inversión de 400 millones de pesos lo que equivale a 4 millones de dólares. O sea, nada.

Destinar lo que se necesita al desarrollo de una vacuna no parece inaccesible para un país como el nuestro. Este año ingresarán al país unos 8.000 millones de dólares por encima de lo que ingresó el año pasado por exportaciones agropecuarias. Con solo una fracción de ello podría financiarse una o dos vacunas. ¿En qué está usando el gobierno el dinero extra que está ingresando por exportaciones? En contener el dólar y en subsidios a los patrones. Los 4.400 millones de dólares que recibirá del FMI para luchar contra la pandemia se van a destinar a pagar los vencimientos de deuda del propio FMI.

Recientemente el rector de la Universidad de San Martín, una de las instituciones al frente de uno de los cuatro proyectos nacionales, declaró que si aparece el financiamiento, podrían tener su vacuna en un año. Y que solo necesitan 12 millones de dólares para culminar la fase clínica. No se trata de cifras imposibles en un país con las riquezas de la Argentina. Pero el gobierno tiene otras prioridades.

Una vacuna local permitiría ahorrar mucho dinero en la compra y el traslado de vacunas desde el exterior. Y producirla en cantidades suficientes para toda la población. Además, permitiría desarrollarla en base a las cepas que circulan en el país y adaptarla a mutaciones en caso de ser necesario.

Por último, y no menos importante: colocaría a la Argentina como proveedor mundial de vacunas, en lo que puede ser la base para el relanzamiento de una economía quebrada. Pero el problema es político: un gobierno que prefiere (como todos los anteriores) destinar los recursos a sostener a capitalistas en lugar de ponerlos en el cuidado de la salud de la población.

Un gobierno sin la menor previsión, incapaz de pensar más allá de la coyuntura, que no puede siquiera aprovechar una oportunidad para relanzar la economía porque privilegia los negocios de los empresarios amigos como Sigman y, con un nacionalismo de cartón pintado, nos quiere gato por liebre con la Sputnik. Por eso llegamos al escenario en el que estamos hoy: en plena catástrofe de la segunda ola, con los hechos consumados, ahora no podemos esperar. Hay que comprar vacunas porque necesitamos una solución urgente. ¡Vacunas ya!

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