Oscurantistas. Un primer balance de la Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica

en Aromo/El Aromo n° 112/Novedades

El cierre de escuelas es un fenómeno planetario. Sin embargo, cómo se procesa esa interrupción y qué consecuencias deja no es igual en todas partes. El gobierno dijo que evaluaría el proceso de continuidad pedagógica. A la luz de los primeros resultados, el problema reside en la forma en la que el gobierno construye su indicador, más preocupado en mostrar que “todo va bien” que en conocer realmente los déficits. Prepara un retorno con trampas. Una conclusión se impone: cuando nuestro enemigo dice usar la ciencia pero vende ideología, la ciencia debemos rescatarla para nosotros.

Romina De Luca – GES

El gobierno repite insistentemente una muletilla en sus distintos informes: la extensión planetaria de la pandemia por COVID-19 colocó a la mayor parte de los países del mundo frente a una situación inédita en la historia de la escolarización. Esa nueva situación remite al cierre de escuelas en más de 180 países afectando a más de 1.500 millones de niños y jóvenes en todo el planeta. Dada la afluencia de cientos y miles de estudiantes, las escuelas pasaron a ser foco de contagio, y por eso la receta mundial fue idéntica: el cierre. Es cierto. Sin embargo, cómo se procesa esa interrupción de la presencialidad, las distintas posibilidades de continuidad pedagógica real, y las consecuencias que el proceso dejará sobre miles de millones no asume la misma forma en cada lugar.

Como venimos analizando en estas páginas, por estas latitudes, la primera reacción del gobierno fue sostener que estábamos en una nueva “normalidad” educativa. Todo sigue igual, pero a distancia, dijeron. No obstante, con el correr de las semanas, esa imagen de “escuela, pero en casa” se mostraba para enormes cantidades de alumnos, como un espejismo. Se encargó de definir, entonces, una readecuación de contenidos (prioritarios) y cómo se evaluaría en las escuelas. La evaluación formativa (también llamada valorativa) se ubicó en el centro de la escena y de ella nos ocupamos en otro lugar. Detrás de ella, se admitía que, según se hicieran las cuentas, entre un 20 y un 40% de los alumnos estaba fuera del encuadre pedagógico por carencias materiales de lo más elementales. Parece absurdo en función de la potencia de las fuerzas productivas, pero una sociedad irracional como la capitalista hace que se amontonen alumnos a los que les falta electricidad, equipamiento, internet y que viven bajo condiciones de vida y habitacionales paupérrimas. Surgió una nueva excusa: la idea de que todo se estaba “inventando” sobre la marcha. Según sus propios dichos, es ese mismo proceso de “aprendizaje” el que debía ser evaluado. En esa oportunidad, sostuvimos que, por el diseño de la Evaluación, todo parecía indicar que íbamos a encontrar aquello que ya sabíamos. No obstante, la apuesta sube: ahora el gobierno busca mostrar lo exitoso de su tarea, pese a todo, y prepara el operativo retorno. Pero, como sospechará el lector, los problemas no arrancaron el 16 de marzo. Veamos qué cuadro construyen los resultados y cuáles son nuestras tareas.

Evaluar a través de los directivos

Luego de la sanción de la Resolución 363/2020 por parte del Consejo Federal de Educación, se puso en marcha la evaluación nacional. Para eso, la Secretaría de Evaluación e Investigación Educativa diseñó un cuestionario con “opciones de respuesta preestablecidas”, pero, tal como indican, también incluyó algunas preguntas abiertas. La encuesta se realizó durante el mes de junio a 5.947 directivos de los niveles inicial (909), primario (2.451) y secundario (2.027). Un 10,5% decidió no responder. La mirada nacional pretende brindarnos una imagen triunfalista de los logros durante la pandemia. Por eso, nada inocente es el título con el que el Ministerio decidió darle difusión a los resultados: “el 95% de los hogares recibió propuestas pedagógicas de las escuelas durante del aislamiento”. Lo que es una verdad, a medias y expone que, a poco de hurgar, no todo lo que reluce es oro.

La Evaluación presenta toda una serie de preguntas referidas a la rapidez con la que la escuela se adaptó a la suspensión. Desde la perspectiva de cada individuo, podrían tomarse como indicador de “su propio trabajo”. En este cuadro, algunas respuestas resultan elocuentes y no es menor, a lo largo de toda la encuesta, ciertas contradicciones. Encontramos en ellas la “punta del iceberg” de un cuadro más general. El 5% de los directivos reconoció que, todavía en junio, estaban “intentando adecuar las propuestas de enseñanza que requiere este contexto” y otro 15% admitió que le llevó más de un mes el poder hacerlo. La opción mayoritaria (entre el 45% y el 47%, según nivel) reconoció que el proceso le llevó entre una y dos semanas. Otro grupo no menor dijo que pudo hacerlo la primera semana. El indicador con el que se presenta esta primera respuesta es: tiempo que tomó la adecuación de la propuesta de enseñanza al nuevo contexto. Ahora bien, conviene preguntarse qué implica adecuar la propuesta de enseñanza ¿contactar al equipo docente? ¿reunirse con supervisores/inspectores/directores de área? ¿distribuir tareas? ¿dar alguna indicación general? ¿hacer un cronograma de trabajo para el primer bimestre/trimestre/cuatrimestre? ¿organizar las viandas? ¿y los pases y admisiones de alumnos? ¿reunión con el personal docente para definir pautas de trabajo institucionales? ¿buscar y proporcionar los datos de las familias y de los alumnos? Seguramente, todas esas actividades, y muchas más, desarrollaron los directivos a lo largo del proceso. Nos preguntamos cuál de todas ellas habrán tenido en mente los directivos al responder.

Además, más del 90% de los encuestados dijo haberse comunicado con los estudiantes al menos una vez por semana (el 76% más de una vez y el 14% restante, una vez) desde aquel 16 de marzo. La comunicación es más alta en el sector privado, aunque no se trata de un valor rotundo. Por ejemplo, mientras en el nivel primario privado la comunicación de una vez por semana o más es de 97%, en el sector estatal es de 87%: si bien son diez puntos porcentuales los guarismos son altos para ambas gestiones. Cuáles son las características de esa comunicación tampoco las sabemos. A la hora de ver a través de qué canales se comunican las escuelas con los alumnos, el 90% dijo hacerlo con mensajes de texto y/o WhatsApp, el 70% por llamadas a través del celular. El nivel primario y el secundario no tienen diferencias en este punto. Sin embargo, sí cambia en lo que refiere al uso del email o las plataformas para reuniones virtuales como Jitsi, Meet, o Hangout: mientras en las escuelas secundarias se producen el 48% de las comunicaciones a través de esa vía y otro 52% usó también redes sociales, su uso cae a la mitad y a un tercio para el nivel primario. Solo un tercio de las escuelas secundarias funcionaron a través de plataformas web propias. Cabe destacar que en el sector privado el uso de plataformas para la comunicación duplica los valores de las escuelas estatales tanto para el nivel primario como para el secundario. En lo que refiere a las devoluciones, realizadas por los docentes a los alumnos, de las actividades propuestas, más del 70% de los directivos dijo que todos sus profesores realizaron devoluciones. Al verlo por nivel, ese número cae al 50% en las escuelas secundarias (y 43% más declaró que la mayoría lo hacía), mientras en el nivel primario esa cifra trepa a 75%. Este número revela la desigualdad laboral en ambos niveles y cómo influye el stress laboral en la docencia: mientras la figura del profesor taxi es la regla en el secundario, en general, el docente de grado promedio del nivel primario tiene dos escuelas. Distinta es la situación en primaria de los curriculares pero la encuesta no presenta información específica en este punto. Con esto, no queremos decir que el trabajo en tiempos de pandemia fue un lecho de rosas para las maestras de grado: todos vieron presionada su jornada laboral que se extendió y amplió su duración en el tiempo. Solo señalamos que esa intensidad presiona más sobre la figura del docente taxi.

En lo que refiere a la participación de los estudiantes, según el informe, en el nivel primario, 9 de cada 10 equipos directivos manifestaron que, al menos, un 80% de sus estudiantes mantuvo algún contacto con el equipo docente; esta proporción es de 7 de cada 10 en el nivel secundario. Destacamos el “algún” lo que implica un amplio espectro de posibilidades. Además, el contacto se reduce en el sector estatal, en particular, en secundario (el 36% de los docentes tienen contacto con entre el 60 y 70% de sus alumnos y otro tanto solo con la mitad).

Ahora bien, conviene preguntarse cuál es la calidad de ese contacto. Si viene al caso, puedo saber con pelos y señales la situación de mis alumnos, pero no lograr que entreguen actividad alguna por los motivos más diversos. Para intentar aproximarse a este punto, la evaluación del Ministerio interroga sobre el tipo de actividades realizadas. La mitad de los docentes (siempre según los directivos) avanzó con los contenidos según la secuencia didáctica planeada a inicio del 2020. Esa cifra cae al 40% en el nivel secundario. La amplia mayoría privilegió los vínculos, se repasaron o revisaron contenidos o priorizaron qué dar, es decir, recortaron. Además, también la mayoría se encargó de la producción del material específico para llevar a cabo esa tarea: o grabaron videos y audios o confeccionaron cuadernillos de trabajo. En relación al material oficial producido por el Ministerio bajo la forma de cuadernillos fueron utilizados, pero fundamentalmente en el medio rural (87% para el nivel primario y 56% para el secundario). En el resto el impacto es menor, al igual que con su estrategia de contenidos por radio y TV, docentes y familias saben de su existencia, pero no recurren a ellos.

El gobierno hizo propaganda a partir del amplio grado de “conexión” y de continuidad relatado por los directivos. Lo cierto es que el contenido de ese 95% que recibió actividades resulta más dudoso, en parte porque a cada paso que se presenta la información ciertas palabras cambian: de todas, se pasa a algunas y de todo el tiempo a las últimas dos semanas. Si bien el gobierno pretende mostrar la rápida adaptación del equipo directivo a la nueva etapa “a distancia”, el proceso estuvo lejos de ser un lecho de rosas. El 96% de los directivos encuestados identificó que existían dificultades en la implementación de la propuesta de continuidad. Más ilustrativo aún son los obstáculos o limitantes que mencionan: el 79% por la conectividad a internet; el 66% por ausencia de recursos tecnológicos (computadoras, softwares, celulares), el 56% por la poca experiencia del equipo docente en el uso de herramientas digitales y/o electrónicas -lo que habla también de la ausencia de capacitación por parte del gobierno, aunque éste prefiera no explicitarlo. La mitad de los encuestados señala agotamiento dado el stress que acarrea la tarea y casi un tercio reconoce las dificultades para compatibilizar la vida laboral con las tareas de cuidado familiar. Cabe destacar que las mayores presiones vinculadas a cuidados familiares, stress o percepción de la capacidad del equipo docente son superiores en la gestión privada lo que habla de la mayor presión sufrida por esos trabajadores por parte de sus patrones. Además, los directivos también se manifestaron más que conscientes de la falta de herramientas por parte de la mayoría de sus alumnos: el 88% identifica limitaciones en materia de conectividad en los hogares y otro 82% en la escasez de recursos tecnológicos con los que cuentan las familias. Más del 70% entiende que, además, las familias no con cuentan con las herramientas suficientes para acompañar la labor docente y en casi la mitad entienden que el cuadro se agrava por dificultades socioeconómicas (en la vivienda, en la alimentación). Un tercio, lisa y llanamente, habló de ausencia completa de adultos que acompañen y un 6% suma situaciones de violencia en el hogar.

Como no podía ser de otra manera, el 62% de los directivos señalan que sus tareas escolares, durante la pandemia, aumentaron considerablemente. La mayoría dedica más tiempo al diseño de estrategias de seguimiento, de acompañamiento a los docentes, por los mayores tiempos en la comunicación con familias y estudiantes, o en las tareas administrativas. La jornada de trabajo se multiplica 24×7.

Por último, solo la mitad de los directivos encuestados formaban parte de escuelas con servicio alimentario. Pero de las que sí tenían, en un 16% los directivos declararon que no hubo ninguna forma de continuar prestando el servicio alimentario lo que equivale a reconocer el abandono total, por parte del Estado, de esas familias.

Evalúan las familias

La evaluación de la continuidad educativa en las familias arroja algunos indicadores que nos hablan de una situación estructural de pobreza. Al igual que en otras oportunidades, se lo tradujo en la categoría “vulneración socioeconómica”, esto es: si los hogares percibían algún tipo de subsidio estatal, (Ingreso Familiar de Emergencia o la Asignación Universal por Hijo), si habían perdido su trabajo y el tipo de conectividad disponible en el hogar para llevar adelante la continuidad. En ese cuadro y con esos indicadores, un 18% de los hogares tenía vulnerabilidad alta y otro 22% vulnerabilidad media-alta. La cifra no sorprende y nos habla de ese nivel del 40% consolidado de pobreza, valor que se estima trepó al 50% durante la Pandemia y se proyecta al 60% a fin de año. Cabe destacar que ese 18% con vulnerabilidad alta carece de cualquier tipo de acceso a internet fijo en el hogar. Obviamente, los indicadores son peores en el norte del país. Por dar un ejemplo, en el NEA esos dos indicadores trepan al 52% de los hogares.

Otro de los elementos referidos a las características generales del hogar se centraba en considerar quiénes realizan el acompañamiento y cuál es el capital cultural con el que cuentan. Para todos los que dicen que el patriarcado no existe, en 9 de cada 10 hogares la tarea del acompañamiento pedagógico recae en mujeres. Además, la evaluación determina el nivel educativo del hogar, precisamente, para medir las pericias disponibles que se pueden poner en juego para llevar adelante ese acompañamiento. ¿Qué indican los números? El 44% de los hogares tenían el secundario incompleto en quién se desempeña como jefe/a de hogar, cifra que trepa al 58% de las familias de los alumnos en escuela secundaria. Valores similares tienen las mujeres que acompañan: en todo el país, en promedio, el 42% de las madres que envían a sus hijos a escuelas estatales tienen le escuela secundaria incompleta, cifra que pasa al 54% para el nivel secundario estatal. Así, el informe concluye que el “clima educativo del hogar” es bajo, lo que permite además problematizar los logros educativos de la “década ganada” kirchnerista, en particular, y del peronismo en general. Salvo que seamos tan ingenuos que queramos achacar la situación a los últimos cuatro años de macrismo. Cabe destacar que el dato coincide con el del informe de Indicadores de condiciones de vida de los hogares en 31 aglomerados urbanos realizado por el INDEC, en 2019. Ergo: no es un problema de la “muestra”.

Además, sobre el total de hogares el 45% percibía algún tipo de asistencia económica: IFE, AUH o una combinación de ambas. En el NEA y CUYO Solo el 55% de los hogares tenía una computadora funcionando para llevar adelante todas las tareas que implicaran el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. En el NEA, solo el 40% de los hogares tiene esa posibilidad lo que quiere decir que 6 de cada 10 hogares no cuentan con ese recurso para afrontar la continuidad pedagógica. Esa disponibilidad es, además, más baja entre los alumnos que asisten al sector estatal: en todo el país solo entre 42 y 44% de los hogares con estudiantes que asisten a instituciones estatales de educación estatal primaria y secundaria tienen una computadora y, exclusiva para uso educativo, solo el 38% de los alumnos de primarias y secundarias estatales. Pero, además, el 63% de los escolarizados tienen que compartir la computadora entre sí. Como si continuar así no fuera una odisea, la mayoría de los hogares, esto es el 54%, tienen acceso fijo a internet con mala señal, o lo hacen a través del celular y directamente no tienen ninguna forma de internet (3%). Esa cifra trepa al 70/65% en la zona del NEA/NOA dónde, además, la amplia mayoría accede a internet desde el celular (41% y 46%, respectivamente).

Aún en esas condiciones, según el informe oficial, el 95% completó por lo menos “alguna” tarea, destacamos “alguna”, durante todo el período del aislamiento. Siendo tan general el indicador “algún momento” y “alguna comunicación/actividad” que se superpone con la noción de “todo el período”, el Ministerio arriba a la conclusión que no se observan diferencias según tipo de hogar por vulnerabilidad ni por región: todos participaron en ese volumen del 95%. En otro lugar, el informe sostiene que el 97% de los hogares había realizado alguna tarea o actividad escolar en las últimas dos semanas. Así, no queda claro el contenido pedagógico, ni la frecuencia ni la intensidad del proceso que se mide: se mantuvo en contacto durante todo el período, pero ¿trabajando activamente desde marzo a julio? ¿comunicada la familia con la escuela? O ¿solo las dos últimas semanas antes de realizar la encuesta? Llama mucho la atención que prácticamente no se observen diferencias regionales en el grado de intensidad de la continuidad, lo que refuerza la hipótesis expresada por las preguntas formuladas más arriba. Además de las disparidades regionales también prácticamente desaparecen las referidas al tipo de gestión y al tipo de TIC utilizada para la continuidad: ya no importaría si lo hacen con un pc con acceso fijo a internet, pc con datos móviles o si lo hacen sin computadora, desde el celular. Todos, absolutamente todos, se habrían mantenido conectados y completando actividades por igual.

Como era de esperarse por toda la información que circuló desde el 16 de marzo, y en sintonía con lo declarado por los directivos, el 78% de los hogares usó como vía de comunicación el WhatsApp o el mensaje de texto, valor que sube a más del 80% en las escuelas estatales. La amplia mayoría de las actividades que se les propuso a los alumnos fueron, según relatan las madres, actividades individuales para realizar no en tiempo real, sino por su cuenta. El 74% reconoce la labor de sus docentes: fueron, de nuevo, en su mayoría mujeres las que diseñaron especialmente las actividades, además, más de la mitad envió videos y audios explicativos. En general, la incidencia de los materiales preparados o suministrados por el gobierno fue baja: apenas un cuarto trabajó con los cuadernillos oficiales, y una cifra menor con los programas de radio y TV oficial. Una vez más, el esfuerzo de sostener la continuidad recae íntegramente en los docentes que, como vimos en el acápite anterior, ven incrementada su carga de trabajo real en tiempos de pandemia.

La conclusión a la que llegan las familias es que el proceso fue agotador. La carga semanal de trabajo para resolver actividades fue, en promedio, de 10hs. Por eso, 6 de cada 10 sostuvieron que la intensidad de trabajo fue entre alta y media-alta. No solo los adultos vieron su vida más presionada durante la cuarentena. Algo similar ocurrió con los alumnos. La encuesta revela que además de sus tareas educativas, esos niños y jóvenes de hasta 19 años, tuvieron que: un 32% ayudar a un adulto con sus tareas laborales, el 52% ayudar con el cuidado de otros menores y un 20% combinó ambas actividades. A eso hay que agregar que casi el 90% de los respondientes (esto es el adulto que realiza el acompañamiento) fueron mujeres: mujeres que son asistidas por sus niños, mujeres que acompañan y trabajan.

Como si todo esto fuera poco, el 66% de las familias tiene temor de volver a clases. Temen por el contagio de sus hijos y de que eso, a su vez, impacte en el hogar enfermándolos a todos. Mientras las madres declaran eso, solo el 40% de los alumnos está preocupado por enfermarse. El gobierno pretende mostrar que sí hay acuerdo mayoritario para la vuelta, pero en pequeños grupos. Y entre los alumnos, más del 70% quiere volver porque extraña a sus compañeros/amigos. El 45% de los alumnos cree, además, que, si no vuelven pronto, a lo largo del 2020, no van a aprender nada. Textual. El 44% de los adolescentes encuestados expresó haber experimentado sentimientos de angustia o temor durante la cuarentena. Para que no queden dudas: al preguntarles, entonces, si volverían a la escuela, el 90% de los alumnos de hasta 19 años dijo que sí. El gobierno se encarga de proyectar el flujo: 9.349.800 están dispuestos a retornar a las aulas cuando la situación de emergencia sanitaria lo permita. Está claro, el gobierno prepara las condiciones para imponer el retorno.

La grieta del gobierno y nuestras tareas

Cierto es que los resultados que arroja la evaluación eran, en su mayoría, sabidos. Pero el problema reside en la forma en la que el gobierno construye su indicador, más preocupado en mostrar que “todo va bien” que en conocer realmente los problemas. Por eso, a lo largo del informe los resultados parecen desdecirse entre sí: conectados en todo el período o las dos últimas semanas, hicieron todas las actividades o algunas, son algunas de las lagunas que deja la encuesta. Llamativamente, pese a las dificultades tecnológicas y de herramientas, el gobierno concluye que ello no representa ningún obstáculo para seguir, en ninguna parte. No hay diferencias en la continuidad por regiones ni por tipo de hogar. Convengamos que se trata de una conclusión solidaria con la inacción estatal. Transcurridos casi seis meses de suspensión y de educación a distancia, la única solución que ofreció el gobierno es repartir algunos cientos de miles de computadoras para los más de once millones de alumnos y liberar la navegación solo en algunos portales educativos. Si los directivos y docentes se encontraban afectados por las mismas carencias, apenas ofrecieron un crédito para que cada trabajador se compre su propia herramienta de trabajo y pague, además, intereses por ello. Para peor, los límites impuestos hacen que la mayoría de los docentes se quede afuera del préstamo o decida no tomarlo por una sencilla razón: los aumentos salariales del segundo semestre están congelados y en una porción no menor del país ni siquiera hubo paritarias 2020. El gobierno nacional hace prensa con la extensión del FONID por cuatro meses y con 210$ de material didáctico que no pagan ni el 10% de las cuotas de las computadoras más baratas.

El stress laboral de los directivos y docentes es real. También lo es el de las familias. La evaluación lo muestra, pero como el gobierno balancea que no es un obstáculo para seguir tampoco piensa destinar un solo recurso para cambiar esa situación. Mientras la jornada se prolonga para algunos, otros, docentes desocupados, se encuentran desesperados y sin trabajo. Las familias también se manifiestan extenuadas: ayudarían más docentes para liberar a esas madres que acompañan y trabajadores sociales. O ¿acaso no se dieron cuenta que ese tercio de alumnos que dice ayuda en su trabajo a su padre/madre, es un menor que también trabaja? Lo mismo para el cuidado familiar que no es más que trabajo no pago presentado como “amor”. Como el gobierno no pretende resolver esos problemas, repite cual loro que el 95% está siguiendo el proceso. Nada dice de los desertores no formalizados, esos que los docentes dejamos técnicamente “en proceso”, ni de los que se estiman que van a dejar la escuela cuando se profundice la crisis económica.

En otro nivel, cierto es que la evaluación, tal vez exprese la grieta dentro del gobierno. Fue público que Adriana Puiggrós, en marzo de este mismo año, declaró que “evaluar no es un elemento de la enseñanza, es un instrumento de control y de selección y está pensado desde una lógica empresarial”. Por su parte, Nicolás Trotta salió a defender que sí había que evaluar. El resultado de estas tensiones: la construcción de un instrumento completamente inútil porque revela lo que ya sabemos y, por otro lado, niega los problemas. Por eso, tal vez, lo más sustantivo sea el énfasis en mostrar que el retorno presencial es posible y que está en la agenda de las familias. Hay que volver aunque enfermarse sea una posibilidad.

Cabe preguntarse, en este cuadro, cuáles son nuestras tareas. En general, la vieja izquierda concluirá que no había que evaluar nada. Como siempre, arrojarán al niño con el agua sucia. Sin embargo, la conclusión es más bien la inversa. Cuando tu enemigo dice usar la ciencia para hacer ideología hay que rescatarla para nosotros. Conocer es necesario. Conocer es imprescindible. Conocer es la única vía para la transformación. No se puede cambiar a ciegas. Los revolucionarios, más que nunca, debemos defender la necesidad de la transformación consciente y, por eso, necesariamente científica, de la sociedad. Invitamos a todas las familias y a todos los docentes a hacernos llegar sus testimonios de cómo es educar en tiempos de pandemia.

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