Nacional- Educación en tiempos de pandemia: el caso de las escuelas privadas

en ECD/El Correo Docente 28/Novedades

Por Cristian Lovotti y Guido Torena

El gobierno nacional se encargó de mostrar, a través de la Encuesta Nacional sobre la Continuidad Pedagógica, el “éxito” del proceso. En ese cuadro, se destacó la importancia del compromiso asumido por las familias, los docentes y los estudiantes y, claro está, la propia intervención estatal. De su propia labor, el gobierno destacó dos ejes fundamentales. En primer lugar, la provisión de recursos materiales y pedagógicos, como cuadernillos, acceso a portales virtuales de libre acceso y programas educativos emitidos por radio y televisión. En segundo término, la elaboración de orientaciones pedagógicas “tendientes a otorgar mayor sistematicidad a las acciones”. Como ya es sabido, recursos, navegabilidad más que insuficientes para abastecer al conjunto del sistema educativo. Las orientaciones fueron tardías y se inscriben, más bien, en el patear el problema hacia adelante (bloques pedagógicos, promoción automática, entre otros). El Ministerio se vanagloria de un número: “el 95% de las familias declaró que sus hijos/as recibieron propuestas pedagógicas durante todo el período del ASPO”. Varias notas en este mismo número de El Correo Docente desmienten tal éxito.

En efecto, desde el comienzo del aislamiento el gobierno hizo con la educación un como sí. Sin los recursos materiales indispensables garantizados para el grueso de la clase obrera, como internet y computadoras, la efectividad de dichas políticas no puede pasar de un mero supuesto; quedando sostenido el despliegue en la contención material (bolsones) y emocional de los estudiantes. Esta situación general, que ya analizamos en otros artículos, requiere un análisis pormenorizado para el caso de la educación privada ¿qué ocurrió allí con el proceso educativo durante el aislamiento? ¿Fue más exitoso? Veamos.

Educación privada y cuarentena

Recientemente, el Ministerio de Educación elaboró una encuesta destinada a distintos actores del sector para conocer los resultados alcanzados por el plan diseñado para sostener la continuidad de las clases. La evaluación incluyó a directivos, a los docentes y a las familias de los estudiantes. Dado que el estudio separa el desempeño de las escuelas públicas, con respecto a los establecimientos de gestión privada, hay una conclusión que se desprende rápidamente: estas últimas lograron mejores resultados que las primeras. Pero ¿cómo se manifiesta?

La implementación de la cuarentena generó en los colegios privados con mayor peso el mostrarse como una maquinaria que no se detiene. En parte, porque, como mercancía, sus ingresos dependen de ese “éxito”. Cierto es que ante el temor de un deterioro de magnitud en los ingresos de los colegios privados la apuesta por la “normalidad” fue ahí mayor. En la mayoría de los indicadores se advierte esta presión. Por ejemplo, el 79% de los equipos directivos de gestión privada del nivel secundario afirmaron que el caudal de sus tareas aumentó considerablemente con el comienzo del aislamiento, frente al 68% en la gestión estatal. Esa presión se trasladó, a su vez, al equipo docente. El 71% de los trabajadores del nivel secundario del sector privado experimentó un aumento considerable de sus actividades, frente al 54% del ámbito público. Las diferencias se profundizan si analizamos el resto de los niveles. Por ejemplo, para el nivel primario, la presión laboral alcanza guarismos del 81% para el sector privado frente a un 63% en el estatal. Frente al riesgo de perder estudiantes, se volvió imperante la necesidad del sector de mostrarse como portador de una educación diferencial, capaz de adaptarse rápidamente al nuevo contexto, adaptación que corrió a cargo de los trabajadores aumentando su carga laboral.

El sector también aparece como el que se amoldó, más rápidamente, al uso de distintos recursos tecnológicos. Siguiendo el análisis dentro del nivel secundario, el 85% de las escuelas privadas apelaron a plataformas educativas (Google Classroom, Edmodo, Xhendra, Fígaro, Moodle) para establecer vínculos con sus alumnos, frente al 51% en el ámbito estatal. En cuanto al empleo de salas de reunión virtual (Zoom, Hangout, Jitsi, etc), determinantes al momento de sostener el vínculo pedagógico docente-estudiante de forma sincrónica, los guarismos arrojan 89% en un caso frente a 48% en el otro. De esto, no se desprende que aquí haya mayor capacidad organizativa o capitales de magnitud para estar a la altura de las circunstancias. Nuevamente, el peso de la readecuación recayó en los docentes, que fueron los que tuvieron que aportar conexión a internet, dispositivos propios y materiales adecuados a cada una de las distintas herramientas en uso. Cabe aclarar que, para el conjunto de la docencia, pública y privada, el esfuerzo físico, intelectual y emocional del trabajo aumentó notablemente. Pero la relación directa con la patronal en la escuela privada hace que esa exigencia se realice de forma directa.

El esfuerzo recayó con mayor intensidad no solo para la fuerza de trabajo de cada institución educativa, sino también para las propias familias de los alumnos. La garantía de mantener la continuidad pedagógica (que no es sinónimo de calidad educativa, vale aclarar) se pudo dar en gestión privada gracias a los recursos tecnológicos y ambientales de las familias. En primer lugar, por un menor nivel de hacinamiento crítico en el hogar; luego, por la disponibilidad de una computadora por hogar: un 79% tanto para secundaria como para primaria; mientras que para la educación pública, los números descienden a 42% y 44% respectivamente. A menudo, se encuentra además disponible solo para uso educativo, independiente del teletrabajo de los padres. Los resultados muestran que un 71% del sector privado en secundaria tiene una computadora para tareas escolares y un 63% para primaria. Esa disponibilidad cae en picada para el sector estatal: 58% y 57%, respectivamente.

La disponibilidad de herramientas queda incompleta si no examinamos qué ocurre con la conectividad. El 65% de las familias que asisten al nivel primario y el 56% de las del secundario privado cuentan con acceso a internet de calidad fija. Así, la presión por las clases sincrónicas se choca con un grupo de estudiantes que no pueden tomarlas con fluidez. Tal vez, eso explique que solo el 67% de alumnos secundarios del privado enviaron todas las tareas propuestas por sus docentes mientras en el nivel primario lo hizo el 77%. Estos números llevan a discutir la afirmación que el 96% y 98% de secundaria y primaria privados tuvieron continuidad pedagógica. Como vemos, un grupo de posibles desertores también se acumula en el sector y son esos que por carecer de conectividad se encuentran fuera del proceso educativo.

Explotación docente y clase

Una vez más, se verifica una situación que planteamos hace mucho tiempo. La educación privada crece hasta alcanzar un límite que parece más un techo que un piso. Su crecimiento se ve condicionado por el ciclo económico y por lo subsidios que alcanzan a más del 70% del sector. La educación privada tiene un límite de clases: acceden a ellas algunas capas acomodadas de la clase obrera, gracias a los subsidios estatales, y otras de la pequeño burguesía o burguesía. Esa extracción de clase explica ese plafón asentado en las condiciones materiales que permite transitar “mejor” la educación remota. Esas familias disponen de mejores y mayores recursos tecnológicos y culturales para apuntalar la situación extraordinaria que trajo consigo la pandemia. Pero otro de los “éxitos” remite al uso de la fuerza de trabajo docente. Como cada crisis es una amenaza en sí misma para la supervivencia del sector, se les exige más a los docentes para evitar una caída de la matrícula. Los dueños y sus clientes presionan para que no se detenga la maquinaria educativa. Incluso lo hacen a costa del recorte salarial que está afectando a los trabajadores docentes. El peligro de cierre de la escuela y la pérdida de trabajo actúan como el látigo azuzado por los burgueses. El negocio de la privatización se nos revela en pandemia como lo que es: un fantasma.

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