Tras un mes de cuarentena, el sistema sanitario quedó completamente desbordado. Hospitales a lo largo y ancho del país no tienen insumos básicos ni instrumentos de protección y prevención en el marco de una pandemia. Médicos y enfermeros no reciben siquiera cursos de capacitación efectivos para proceder ante un caso de coronavirus. Las camas faltan, el personal también. Los que están empleados, están saturados de trabajo, con salarios de miseria y precarizados. Las soluciones son insólitas: el Gobierno de la Ciudad, por ejemplo, reincorporó personal retirado –o sea, población de riesgo- para trabajar
La semana pasada, los resultados estuvieron puestos sobre la mesa. Un 14%, es decir, 374 de los 2700 casos confirmados, eran trabajadores de la salud. Se trata de la tasa más alta del mundo. Una muestra de lo que denuncian los mismos trabajadores. Y esto no es todo, ya fallecieron cuatro trabajadores. Incluso, en Buenos Aires, hubo un caso del que se sospecha encubrimiento por parte de la Dirección del Instituto Médico Brandsen: la Municipalidad denuncia que el sanatorio ocultó que un paciente tenía coronavirus.
En el Hospital Belgrano, se contagiaron al menos 15 trabajadores. Se trata de un caso agravado por la respuesta de la dirección ante el reclamo de insumos: los representantes gremiales habían sido expulsados del comité de crisis del hospital. Los resultados dieron la razón a los propios trabajadores, que ahora exigieron y consiguieron la realización de testeos para todo el personal del hospital.
En el Hospital Italiano, hospital privado, hay 19 casos confirmados. Se trata también de otro hospital que desoyó las exigencias de los trabajadores durante semanas previas. El Sanatorio Balvanera registró 34 contagiados entre el personal y tuvo que cerrar. El asunto obviamente excede PBA y CABA: en Chaco, las cifras al 14 de abril son escandalosas. 105 sobre 199 casos (52,7%) corresponden al personal de la salud, según el propio Ministerio de Salud chaqueño. El Hospital Perrando –el hospital más importante de Resistencia- cuenta con 60 casos, entre ellos, la misma directora.
Las respuestas del Gobierno no son menos escandalosas. La secretaria de Acceso a la Salud, atribuyó la cifra a un contacto de tipo horizontal –entre profesionales- y llamó a los médicos a no concurrir en caso de presentar síntomas. Deslizó además que un tercio en realidad habría tenido antecedentes de viaje. Es decir, se culpó a los trabajadores y nada tuvo que ver la falta de protocolos efectivos, insumos ni capacitaciones.
Más impresentable fue la respuesta del gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, que atacó a los laburantes sin tapujos: “son los principales que tienen que tomar las medidas de seguridad. Porque nosotros no podemos permitir tamaña irresponsabilidad (…) Que el resto no tenga medidas de seguridad, se puede comprender porque no somos expertos en la materia, pero aquellos que están justamente en el servicio de salud, que se me enfermen ¡es el colmo! por no tomar las medidas de precaución, por compartir la mesa o compartir un mate”. El sindicato denunció que en la provincia el 60% de los infectados es personal médico.
Los que nos gobiernan no tienen mucho margen para lavarse las manos. Alberto y los gobernadores, tienen que poner recursos. En lugar de dar de baja todas las licencias –como se hizo en CABA-, debería contratarse más personal, con todos los derechos por convenio garantizados y salarios por arriba de la inflación. Este debería atender descansado y lúcido, no desgastado y estresado. Deberían garantizarse insumos, protocolos efectivos, infraestructura y todos los recursos necesarios para minimizar el contagio. Deberían realizarse cursos de capacitación elementales.
Por este camino, el sistema va a colapsar no solo por falta de camas, sino de personal. No puede ser que el personal tenga que vivir de la caridad, pidiendo donaciones de barbijos caseros. El Estado debe garantizar que todos los trabajadores de la salud cuenten con los insumos necesarios de forma suficiente, e intervenir los establecimientos privados que no lo hagan.
La crisis sanitaria muestra lo que los patrones tienen para ofrecernos a los trabajadores. Un sistema degradado, desfinanciado y con con trabajadores superexplotados. Necesitamos tomar el asunto en nuestras manos: un sistema sanitario centralizado bajo control de la clase obrera, para atender a nuestros propios intereses. En eso se nos va la vida.