Balance del G20 y la política exterior argentina
La semana pasada se reunió en Buenos Aires el Grupo de los 20, la reunión anual de representantes de las burguesías y organismos más importantes del mundo. Estas reuniones comenzaron a tomar relevancia a partir del año 2008, cuando el avance de la crisis obligó a las principales potencias a buscar alternativas para paliar sus consecuencias. Así, se decidió juntar las burguesías más grandes (Alemania, Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia, Japón, Italia y Canadá) con otras de segundo orden (Sudáfrica, Argentina, México, Brasil, India, Indonesia, Corea del Sur, Australia, Arabia Saudita), organismos internacionales (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, Comunidad del Caribe, Unión Africana, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial, Consejo de Estabilidad Financiera, Banco de Desarrollo de América Latina, Fondo Monetario Internacional, Naciones Unidas, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Organización Internacional del Trabajo y Nueva Alianza para el Desarrollo de África) y también más de mil empresas multinacionales. Es decir, la burguesía mundial en pleno. Ante el tamaño y la magnitud de la comitiva, uno esperaría resoluciones a la altura de las circunstancias. Sin embargo, nada de esto ocurrió.
Ganadores y perdedores
Para empezar, el documento final es un saludo a la bandera. Año tras año encontramos un conjunto de afirmaciones abstractas y generales que no buscan intervenir sobre problemáticas concretas. El objetivo es, más bien, vetar todo aquello que perjudica los intereses particulares. Por eso, cada presidente u organismo mundial va simplemente para evitar que se redacte algo que lo perjudique. Con el resultado que ya conocemos. Un ejemplo puede verse con la presión que ejerció Trump para que no se incluya en este documento una condena al proteccionismo, una de las victorias que se anotó el presidente norteamericano en la cumbre.
Diferente fue el caso de los Acuerdos de París, a los cuales Trump se opuso desde el principio, pero fueron ratificados. En este caso, la victoria fue para la UE y China, que se mantuvieron firmes para que el apoyo a los Acuerdos sean parte del documento final.
El elemento más dinámico de estos encuentros reside en las reuniones bilaterales, ya que se tejen acuerdos específicos. En este punto, Trump consiguió lo suyo. En primer lugar, cerró el Acuerdo de Libre Comercio con México y Canadá (USMCA). El acuerdo no contempla la eliminación de tarifas a las importaciones de acero, pero introduce cambios en la producción automotriz. Fiel a su política proteccionista, Trump buscaba con el acuerdo aumentar la cantidad de autos y autopartes se produzcan en Estados Unidos. Las medidas entran en vigor en 2020 y requerirán que el 75 % de los vehículos se realicen en Estados Unidos para estar libres de impuestos. Actualmente ese porcentaje es del 62.5%. También requerirá un mayor uso de acero doméstico y otros materiales, y establece que el 30% del vehículo sea realizado por obreros que ganan al menos $16 por hora, beneficiando a Estados Unidos y Canadá, donde los salarios son más altos que en México. Hacia 2023 proyecta que ese porcentaje alcanzará el 40%.
Otro de los puntos del acuerdo es la apertura del mercado lácteo canadiense para los productores norteamericanos. Hasta el momento, Canadá mantenía un cupo limitado para la importación de productos lácteos norteamericanos. Un acuerdo similar se logró para las farmacéuticas estadounidenses.
Trump debió ceder en su pretensión de renovar el acuerdo cada 6 años. Este fue el único punto donde Canadá y México lograron imponerse.
Sin embargo, Trump obtuvo otra victoria, aún más importante. El presidente norteamericano negoció una tregua a la guerra comercial con China. A cambio de no implementar más aranceles a las importaciones, Trump pidió comenzar de inmediato las conversaciones sobre robo de propiedad intelectual, barreras no arancelarias y transferencia forzada de tecnología.
Además, dejó en claro que si después de 90 días, no hay progreso en las conversaciones, elevarán esos aranceles al 25%. China también acordó aumentar sus compras de bienes agrícolas e industriales.
La capacidad de Trump de imponerse frente a los chinos tiene su origen en la base económica. En particular, por el tamaño del mercado norteamericano. Una profundización de la guerra comercial podría significar para los capitales chinos una pérdida de un sector del mercado que, hasta el momento, es difícil de remplazar con otros. Además, podría profundizar la recesión del gigante asiático y beneficiar a otros competidores. China no parece dispuesto o capaz de enfrentarse a esto (por ahora).
No obstante, esa tregua ya parece romperse a partir del arresto en Canadá de la hija del vicepresidente y fundador de la compañía Huawei, para deportarla a EE.UU. Allí debería responder por el cargo de haber violado el embargo a Irán. Esto amenaza con desatar un escándalo diplomático.
China también tuvo algunas ganancias de las reuniones. En particular, aquellas referidas a la regulación de la producción de acero. Desde 2016 el G20 creó, a propuesta de la UE y con apoyo de Estados Unidos y la OCDE, el Foro Global sobre Exceso de Capacidad de Acero. El problema central era que la producción de acero barato en China estaba creando un exceso de capacidad y, por lo tanto, bajando los precios. La UE y Estados Unidos buscaban, además de regular la producción y terminar con los subsidios estatales a estas industrias. Ninguno de estos elementos fue incluido en el documento final, y hasta donde se sabe, el Foro no terminó de identificar la magnitud de los subsidios. Por lo tanto, tampoco se avanzó en establecer alguna medida específica.
Macri, el equilibrista
La ventaja de ejercer la presidencia de este evento es la capacidad de intervenir en la agenda del encuentro y, por lo tanto, salir favorecido de ella. Macri aprovechó la oportunidad, medió entre China y Estados Unidos, y cerró varios acuerdos importantes.
China concedió un swap de divisas, complementario al ya realizado en julio 2017, esta vez por 60 mil millones de yuanes (el equivalente a más de 8.600 millones de USD). Además, se firmaron más de treinta acuerdos bilaterales enmarcados en el Plan de Acción Conjunta 2019/2023 que abarca acciones en áreas de política, economía, cultura, etc. Los proyectos más destacados consisten en la construcción de una planta licuofactora para exportar GNL (gas natural licuado), la eterna promesa de la renovación del ferrocarril San Martín de cargas y el PPP del corredor de la ruta 5. En un gesto discursivo, pero que sirve de ejemplo para entender la situación de equilibrio de Macri, el presidente argentino dijo en conferencia de prensa que China no constituye una amenaza sino una gran oportunidad, con relación a los dichos del propio Trump respecto a que el país asiático constituía una amenaza depredadora. El presidente chino agradeció en conferencia de prensa este gesto de Macri.i Macri también acordó la compra de porotos y aceite de soja chino por 1.500 millones de dólares, como reaseguro de mantener el flujo comercial, sobre todo luego de que EE.UU. aumente la exportación de alimentos a China en el marco de la tregua comercial.ii
Sin embargo, el acercamiento al país asiático no fue gratuito. El gobierno norteamericano pidió que no acepte los proyectos de las centrales nucleares rusas y chinas. Macri aceptó y se excusó aduciendo falta de fondos para hacer frente a un financiamiento por 9.000 millones de dólares. Además, esto se cae de maduro si observamos las características de la oferta: un plan de pagos accesible que recién se comenzaría cuando las plantas estuviesen operativas y permitan un ahorro de importaciones o un incremento de los saldos exportables energéticos.
La propuesta de Trump para combatir la injerencia china fue el desembolso de 250 millones de dólares para el corredor C de los PPP, junto con la asociación a la constructora norteamericana Astris del proyecto. Si bien solo representa un 30% del total de lo requerido, alcanzará para comenzar con las obras, lo que puede ser visto como un gesto de apoyo electoral al gobierno.iii Este acuerdo de participación de Estados Unidos en los PPP, puede ser el inicio de un desembarco mayor de capitales norteamericanos en la obra pública, a raíz del desprestigio de buena parte de la burguesía local con la causa de los cuadernos.
Macri aparece así, con una política independiente que media entre ambos bloques. Lejos de lo planteado por toda la izquierda, la burguesía argentina no está “colonizada”. Hace sus propias apuestas en un lugar de debilidad. Está apostando a una política de pivoteo entre ambos imperialismos para sacar la mejor tajada de cada uno. Sin embargo, los buenos resultados pueden durar poco tiempo. En caso de que la guerra comercial se profundice, la Argentina va a haber importado los enfrentamientos, sin la capacidad para poner límites.
En definitiva, nos encontramos con la ausencia de una hegemonía clara ni de una estrategia global para la salida de la crisis. Por el otro, todos los acuerdos implican una aceleración de la crisis. Por un lado, el “mercado común” que acelera la centralización y concentración del capital, dejando el tendal de quiebras y desocupados. Por el otro, se mantiene la sobreproducción de acero que puede ser el detonante de la aceleración de los enfrentamientos. En definitiva, estamos ante una clase que nos lleva a la miseria y a la guerra. Y una diplomacia más cercana a las vísperas de la primera guerra mundial que a los años de la posguerra.
Notas