En las últimas semanas vimos como empezaron a aparecer marchas de personas que exigen que la cuarentena se levante y que la vida vuelva a la “normalidad”. Las hubo en Mar del Plata, protagonizadas por dueños de restaurantes y comercios de ropa, en Córdoba con la Red de Comerciantes Unidos. También en lugares que son enormes focos de contagio, como Capital Federal, Gran Buenos Aires y La Plata. El 25 de mayo, que pareció ser una de las más grandes marchas, concentró 200 personas en Plaza de Mayo. La pregunta que tenemos que hacernos es quién marcha y con qué intereses. Encarando de esta manera el asunto, podemos entender que está sucediendo realmente.
Una respuesta podría ser que, quienes protagonizan las marchas anti-cuarentena, sean los grandes patrones del campo y la industria. Razones para intuir esto no faltan. Desde la hora cero de la cuarentena, la gran burguesía exigió su levantamiento. Pero lo cierto es que desde muy temprano, el gobierno les dio cabida. Los dueños del campo no tuvieron mayor problema, desde un principio la exportación estuvo entre las actividades esenciales. Para los industriales, la cosa se fue abriendo rápidamente. Recordemos que hasta rubros completamente accesorios como los chocolates y las papitas, fueron exceptuadas. Cada vez que Alberto decía extender la cuarentena en defensa de la salud, por lo bajo iba abriendo uno a uno diferentes rubros para atender a los reclamos de los patrones.
Apuntemos dos datos más sobre este tema. Por un lado, recordemos que la flexibilización de la cuarentena contó con el apoyo de la burocracia sindical, que controla nuestros sindicatos. En lugar de exigir que el Estado y las empresas garantizaran una estricta cuarentena sin afectar los salarios, se plegaron al reclamo empresarial de retornar a la actividad exponiendo a todos los trabajadores al contagio. Por otro lado, recordemos también que los grandes patrones, como si fuera poco, no solo lograron abrir sus fábricas, sino que con la excusa del Covid-19, consiguieron más subsidios, créditos regalados y reducciones de salarios. Parásitos por partida doble.
En realidad, si estudiamos de cerca el asunto, vamos a encontrar que en las marchas anti-cuarentena hay dos tipos de público. Por un lado, pequeños comerciantes que atienden directamente su negocio o tienen unos pocos empleados, que viven al día y no tienen espalda para aguantar el parate de la actividad. Por el otro, sectores obreros que viven de la venta ambulante y los empleados de pequeños comercios cuyos ingresos y fuentes de empleo se encuentran amenazados por la paralización de las actividades en las que trabajan. Eso se ve, por ejemplo, en Salta y Jujuy, donde se movilizaron vendedores ambulantes para pedir que les acepten los protocolos para poder laburar.
Al pequeño comercio no le alcanza con que el Estado cubra parte de sus gastos con subsidios. Tampoco con flexibilizar un poco la cuarentena. Si no se restablece completamente la circulación, las ventas seguirán en niveles ínfimos y muchos comercios irán indefectiblemente a la quiebra. El planteo es levantar la cuarentena. Y esa salida, cuando los contagios se multiplican y nos acercamos al pico de la pandemia, sería condenar al conjunto de la clase obrera a infectarse. La salida que proponen es una salida derechista.
Nos mandan al muere para salvar su pequeño capital. Pero esa no es la única alternativa posible. No podemos dejar que, quienes frente a problemas bastante parecidos, en el 2001, se aliaron al movimiento piquetero al grito de “que se vayan todos”, hoy se conviertan en la base del fascismo. Su reclamo es legítimo, la extensión de la crisis amenaza sus medios de vida, pero la solución no puede ser levantar la cuarentena cuando se extienden los contagios.
Instaurar un verdadero subsidio al desocupado, igual a la canasta básica, que se haga extensivo a monotributistas, “cuentapropistas”, profesionales y pequeños comercios cuya actividad se haya visto afectada por la cuarentena, sería una verdadera solución al problema, que permitiría resguardar la salud y la vida de todos.
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