La marcha de ayer supuso dos desafíos para la izquierda argentina: el primero, que la «derecha», identificada hasta ahora con posiciones «anti-vacunas», se acaba de quedar con el lugar opuesto, es decir, la defensa de la vacunación masiva de la población; el segundo, la dificultad de adoptar, otra vez, una postura independiente del peronismo en general, y del kirchnerismo en particular, que quedó plasmada con mucha claridad en la interpretación del «affaire» de los «cadáveres» embolsados.
El primer desafío es imposible de afrontar con inteligencia, porque la izquierda en general tiene una posición anti-vacunas. No se enuncia de ese modo, pero al aceptar que puede volverse a cierta «normalidad» sin vacunas, reconoce que la pandemia no es tan preocupante como parece. Este punto se explicitó de dos modos distintos: el primero, durante el debate sobre la presencialidad educativa, en el cual la mayoría de los partidos adhirieron a la «presencialidad cuidadada» de Larreta y Kiciloff, lo que nosotros hemos llamado el «pliego lavandina», es decir, la exigencia de «condiciones» para el regreso que, en el mejor de los casos, incluye la vacunación como un elemento más y no, como realmente debiera ser, la única, primera e innegociable demanda; el segundo, se hace visible cuando se escarba un poco en la actitud de los partidos de izquierda ante el escándalo de la vacunación vip y, más importante, ante el negro panorama vacunatorio que presagia todo un año más, con suerte, de circulación viral y, por ende, de la continuidad de la muerte como horizonte para la clase obrera. La izquierda no ha hecho nada para enfrentar esta política bolsonarista/trumpista del gobierno de LOS fernandez.
Pues bien, la «derecha» se mueve y la izquierda se queda en casa. La «derecha» actúa y la izquierda lo único que sabe hacer es plegarse a la estrategia discursiva del gobierno: los que protestan son fachos. El episodio de la «intervención» en Plaza de Mayo es muy relevante. El mensaje, no importa lo que se piense de quien lo impulsó, es muy potente: la vacuna que este fulano se puso (Scioli, Carlotto, Guzmán, etc.) correspondía a este que ahora está muerto. El gobierno es responsable de la muerte de miles de argentinos. Es potente no solo por la forma, sino porque es verdad. La inutilidad del gobierno a la hora de resolver la vacunación masiva de los argentinos es tan notoria que basta pensar, ya no en el Chile de Piñera, que ha vacunado diez veces más, sino en el Brasil de Bolsonaro, cuyo porcentaje de vacunación es casi el doble del de nuestro país. Este tipo de intervenciones, con simulación de cadáveres, es muy común en la izquierda, sobre todo entre grupos feministas, que exponen la violencia patriarcal de un modo que no podría ser más gráfico e importante. De modo que no se trata de algo que la izquierda no podría haber hecho. Una vez más, la «derecha» se muestra mucho más astuta a la hora de hacer política.
El discurso del gobierno fue lo típico: Macri es el fascismo, nos amenazan de muerte, el odio de los «odiadores seriales». Es claro que la contundencia de la acción contenía una debilidad que debiera haber llevado a sus impulsores a no realizarla, en tanto que esta maniobra ideológica del gobierno era obvia y previsible. Si la misma acción la hubiera llevado adelante algún grupo de izquierda, la lectura sería inmediatamente otra. Hecha por el macrismo, es poco inteligente, se presta al golpe fácil.
Lo que aquí discutimos, sin embargo, no es la utilidad o la eficacia de las acciones propagandísticas del macrismo, sino la forma en que la izquierda es incapaz de aprovechar situaciones como estas, consecuencia de su absoluta dependencia del universo ideológico kirchnerista. En lugar de discutir la interpretación de la «intervención cadavérica», o por lo menos callarse, se plegó por completo a la maniobra K. Una maniobra burda, por otra parte, porque bastaba con leer el cartel para darse cuenta del verdadero mensaje. La pregunta es por qué. Ya hemos respondido con amplitud a esta propensión de la izquierda a claudicar ante el peronismo. Esta izquierda no se atreve a enfrentar al peronismo, porque no se atreve a confrontar con la propia clase obrera. Con la excusa de posiciones «transicionales» y de consideración a la «conciencia existente» de la clase obrera, la izquierda se transforma, de facto en una expresión más del kirchnerismo, al que embellece, justifica, transforma en la «izquierda» que enfrenta a la «derecha» y a cuyo crecimiento y supervivencia contribuye. El punto puede llegar hasta el extremo del «Partido piquetero» o a una posición más ambigua pero no menos seguidista, como la del PO oficial, pero es muy fácilmente perceptible. La transformación de La Izquierda Diario en un apéndice de C5N es un botón de muestra. La claudicación oportunista del PTS es tan notable como preocupante, no solo porque la cara hoy por hoy más visible de la izquierda es indiferenciable de Grabois, sino porque arrastra detrás de sí al resto, como se observa en la impudicia del NMAS.
Llegó la hora de que la izquierda adopte una posición firme con relación a la pandemia y la vacunación. La pandemia es un problema, sobre todo, de la clase obrera. La alegre estudiantina del NMAS, que llama a «luchar» a los estudiantes contra la «elitización de la educación» exigiendo el retorno a la presencialidad, es una actitud criminal que, vergonzantemente, se repite en toda la izquierda con argumentos de tipo conspiranoicos, como el que pretende representar una «corriente teórica internacional de la presencialidad» con la excusa de una «privatización de la educación» que no ha existido nunca y que es imposible. Una izquierda perdida teóricamente, que no conoce ni comprende el mundo en el que opera es, simplemente, una izquierda inútil, en el mejor caso. En el peor, puramente oportunista como consecuencia de un cretinismo parlamentario también muy evidente. Es hora de poner en marcha un Frente Nacional «Vacunas ya» y movilizar a la clase obrera contra la muerte sistemática a la que la empuja el gobierno bolsonarista de LOS fernández