Ideas (no tan) de Izquierda. ¿Hay que defender al Chavismo?

en La Hoja Socialista 20/Novedades

El trotskismo argentino, que es básicamente la corriente mayoritaria dentro de la izquierda de nuestro país, viene defendiendo sistemáticamente al régimen de Venezuela. Es una defensa tramposa, porque no lo dicen tan abiertamente. Reconocen que allí no hay socialismo, pero que hay que defender al país de la injerencia yanqui, en una suerte de “mal menor”. En realidad, lo que se ve es un profundo nacionalismo: no importa qué esté pasando puertas adentro en Venezuela, lo importante es que EEUU no meta sus narices.

Pero lo que está pasando en Venezuela es realmente grave. Eso hay que tenerlo claro y denunciarlo con firmeza, porque nuestros compañeros de clase están con la vida en peligro. Ya explicamos qué es el chavismo. Lo que nos interesa acá es mostrar que en el país del petróleo se está cocinando una dictadura y un genocidio.

Vayamos al grano. El régimen venezolano en una dictadura brutal. Maduro se encargó de cerrar el Parlamento, proscribir partidos, prohibir de hecho la actividad sindical, reprimir obreros y torturar. Desde 2010 a la actualidad, el Estado fue responsable, por lo menos, de 21.243 crímenes. Si sumamos los casos previos al año 2010, y las muertes por el sicariato sindical, se superan los 23 mil crímenes.

Al mismo tiempo se lleva adelante un genocidio económico contra el conjunto de los trabajadores. El 96% de la población está sumergida en la pobreza, y un 79,3% en pobreza extrema. Estos datos ubican al país junto a Nigeria, Chad, Congo, Zimbabwe, Sudán y Camerún. Chávez y Maduro convirtieron Venezuela en África, literalmente. A esto hay que sumar que el 30% de los menores de 5 años padece desnutrición. Y la migración forzada que es ya un verdadero crimen: se calcula que para este año llegaran a 6,5 millones de venezolanos. Casi un quinto de la población, lo que ubica al país cerca de Siria. Entre África y Medio Oriente, así dejó al país la “revolución bolivariana”.

¿Fue resultado del “bloqueo yanqui”? La realidad es que no. Primero, porque ese “bloqueo” no es tal. Venezuela fue sanciona por EE.UU. desde el año 2006. Allí solo se limitó el comercio de armas, que fue compensado por otro vendedor: Rusia. Luego se sancionó a funcionarios y particulares que tuvieran activos en suelo yanqui. Acá denunciar el “bloqueo” es defender a la corrupción chavista (lo que no sorprende tanto, si se tiene en cuenta que el trotskismo argentino aquí defiende personajes como De Vido o Milagro Sala).

Recién en 2017, Venezuela sufre una primera sanción que limita la capacidad de renegociación de deuda y luego se prohíben las transacciones de oro o cualquier activo que el gobierno venezolano ejerza con empresas estadounidenses. A comienzos del 2019 se producen sanciones y embargos contra el gobierno. Esto hizo imposible realizar cobros en dólares de la venta de petróleo, y remitir ganancias y descongelar las cuentas del chavismo en EE.UU.

Todo esto muestra dos cosas. Una, que el chavismo había puesto sus cuentas en EE.UU. Dos, que nadie le impide a las empresas venezolanas comerciar con el resto de los países. Efectivamente, no hubo ningún impedimento para que Chevron, Repsol y otras continuaran trabajando con PDVSA, la empresa estatal de petróleo. Incluso, Venezuela encontró formas de evadir las sanciones, a partir de triangular la venta de petróleo.

Con todo, la profunda crisis venezolana comienza en 2012/2013, es decir, antes del “bloqueo”. Y es resultado justamente de la destrucción sistemática de la economía nacional, producto de la orgía de corrupción, derroche de recursos, negociados y entrega que promovió el chavismo mismo. El “socialismo” fue simplemente un nombre usado para encubrir todo esto, porque en Venezuela no hubo expropiación del conjunto de la burguesía, sino la construcción de una burocracia militar y política que uso y usa el Estado para su propio beneficio y enriquecimiento.

¿Hay algo aquí que los trabajadores tengamos que defender, cómo nos dice el trotskismo argentino? Todo lo contrario. El régimen chavista no es ningún mal menor. Una dictadura genocida de este calibre merece el repudio de la clase obrera de todo el mundo. Solo quien esté preso del nacionalismo y busque la simpatía de las bases “progresistas” del kirchnerismo, puede creer otra cosa. Mientras tanto, se derrama sangre de nuestros compañeros venezolanos.

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