Historia argentina. El Viborazo y el ascenso de la izquierda revolucionaria

en La Hoja Socialista 21/Novedades

Este mes se cumplen 50 años del segundo Cordobazo. Como explicamos en otra oportunidad, se trató de una huelga política de masas que marcó el paso a la ofensiva de la clase obrera y el inició de un proceso revolucionario. Dos años después, los obreros cordobeses volvieron a ganar las calles. Veamos lo que sucedió.

Córdoba era un hervidero y el gobierno no lograba imponer el orden que deseaba. Se produjeron varios cambios de gobernador y en febrero de 1971 fue designado Camilo Uriburu, un político que inició su carrera en el conservadurismo y, luego del ‘46, se pasó a las filas del peronismo. El 7 de marzo, en la Fiesta Nacional del Trigo, en presencia del presidente de facto Levingston, Uriburu dio el discurso en el que pronunciaría una frase que pasó a la historia: “En Córdoba se anida una venenosa serpiente cuya cabeza, pido a Dios, me depare el honor histórico de cortar de un solo tajo”. En breve veremos quien cortó qué realmente.

El 9 de marzo se reunió el plenario de la CGT local y decidió convocar a un paro para el 12 de marzo. Ese día, por la mañana, la ciudad amaneció con carteles pegados en las puertas de las fábricas y lugares de trabajo que decían: “Fábrica tomada por los obreros. Paritarias sin tope. Salarios justos. No me pisen la víbora. Que se vaya”, en respuesta a los dichos del gobernador. Los obreros de la FIAT realizaron una manifestación en la puerta de la planta Concord, junto con estudiantes. Tras el acto, comenzaron a marchar a un barrio cercano donde habían detenido a un cura. La policía reprimió a los manifestantes y asesinó al obrero Alfredo Cepeda. Los enfrentamientos continuaron durante toda la tarde y la noche hasta que la policía se retiró.

El día 13 se reunió el plenario de gremios de la CGT, que decidió movilizar al entierro de Cepeda al día siguiente y convocó a un paro el día 15 con movilización y concentración en el centro. El 14 de marzo, el cortejo fúnebre de Cepeda fue acompañado por unos 10 mil obreros. Al otro día, el 15 por la mañana, los trabajadores de Fiat marcharon al centro de la ciudad esperando encontrarse con el resto de los gremios. Sin embargo, la CGT había decidido no participar del acto. Tosco, dirigente del sindicato Luz y Fuerza, optó por tomar la planta de electricidad. Se encontraron con los trabajadores de IME, los ferroviarios, y trabajadores de otros sindicatos como la UTA, el SMATA, Luz y Fuerza, entre otros. También se habían movilizado los estudiantes.

Entre los cánticos se escuchó: “Socialismo, contra el capitalismo” y “Ni golpe ni elección, revolución”. Es decir, consignas más radicalizadas que las que se escucharon en el Cordobazo. Aunque los peronistas intentaron imponer sus cánticos, no consiguieron hacerlo. Luego del acto, algunos obreros fueron a apoyar la toma de Luz y Fuerza, mientras otros fueron ocupando barrios cercanos. A ellos se les fueron sumando estudiantes y vecinos. Al igual que en el Cordobazo, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas represivas, se levantaron barricadas y se atacó a bancos y empresas. Por la noche, las fuerzas de seguridad se retiraron. Recién a la mañana siguiente llegó desde Buenos Aires una brigada antiguerrillera que se apoderó de la ciudad. El día 17, renunció Uriburu, que se quedó con las ganas de cortar cosas. Días después, Lanusse destituyó a Levingston y ocupó el sillón presidencial.

La diferencia entre el Cordobazo y el Viborazo de 1971 muestra la evolución que vivió la clase obrera cordobesa, y la argentina en general. En los dos años que separan ambos hechos, el crecimiento de la influencia de la izquierda revolucionaria es notable: la presencia de organizaciones de izquierda y de consignas políticas fue mayor en las jornadas del ’71. Mientras que en el ’69 los peronistas tenían un papel dirigente, en el ’71 ese lugar fue ocupado por el clasismo y los partidos de izquierda.

No es de sorprender que la burguesía trajera a Perón para intentar frenar esta escalada, y que él mismo comenzara con la tarea represiva, algo que conocía muy bien por su pasado. Pero Perón tampoco pudo cortarle la cabeza a la “serpiente”. Recién en 1976, de la mano de un nuevo golpe y una escalada represiva pocas veces vista en la historia argentina, la burguesía logró cerrar el proceso revolucionario que había abierto el Cordobazo. Pero apenas ganaron una batalla, no la guerra.

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