En pocos días, el país entero irá a las urnas. En medio de una pandemia que ya se cobró más de 112.000 muertos, mayoritariamente obreros, y de una crisis económica que amenaza con ser más grave que la del 2001. Una gestión desastrosa que cosechó, no podía ser de otra manera, desastres.
En nuestra provincia hemos visto esto de manera muy tajante. Durante toda la crisis el gobierno provincial, encabezado por el peronista Bordet, sólo apeló a los sentimentalismos y al esfuerzo de los trabajadores. Mientras daba subsidios millonarios a los empresarios, retrasaba el bono a los trabajadores de salud. También congeló las paritarias en un año donde la inflación rozó el 50%. Ahora que empieza la campaña y no pudiendo rescatar ninguna medida tomada durante la crisis se apela al sentimiento de reconstrucción, que en Entre Ríos sólo ha significado reabrir la industria turística. De aumentos salariales o de obra pública no se habla.
Este año, luego del pésimo manejo de la pandemia y del agravamiento de la crisis económica, el oficialismo apela a la idea de la salida o la recuperación de los efectos de la pandemia, pero con el cuidado de no explicar que propone para que la situación mejore. Es un simple slogan vacío de contenido. En realidad, lo que no dice es lo que todos sabemos por experiencia: su único plan es que la provincia y todo el país sigan a la deriva, mientras se hunde con nosotros arriba. Mientras tanto las elecciones sirven para tejer alianzas y proyectar candidatos para el 2023. La lista la encabeza Enrique Tomás Cresto, intendente de Concordia, actualmente de licencia para integrar el gabinete de Alberto Fernández. Hijo del dos veces intendente de Concordia y nieto de un ex gobernador, es fiel reflejo de la nueva oligarquía política.
La oposición por su parte, luego del fracaso del gobierno de Macri, mientras se despega de su jefe político sólo atina a denunciar la corrupción kirchnerista pero sin hacer mucho ruido. Esto se ve en el cambio de nombre de la lista, de Juntos por el Cambio a Juntos por Entre Ríos. Encabezada por por Rogelio Frigerio, hijo de un ex Diputado y nieto del político Rogelio Julio Frigerio. En el fondo quieren que la situación se agrave todo lo posible antes de las elecciones y así sacar rédito político, pero sin que lleve a un estallido social que sabe es incapaz de capitalizar.
El Frente Juntos dice: “Trabajamos por la unión de los argentinos, para que haya trabajo, para terminar con la pobreza y la injusticia social, para que la prioridad sea la educación, para que exista una justicia eficiente que castigue la corrupción, y para que la igualdad ante la ley sea una realidad». Todo, claro, en tono de promesa, sin explicar nada. Siempre mirando hacia adelante, porque su pasado los condena luego de una pésima gestión.
La izquierda, que lleva como primer candidato a Nadia Burgos del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), mostrando nuevos niveles de esquizofrenia política, propone llevar adelante la agenda ecológica y mejorar la ley del aborto. Aunque estas luchas no deben descuidarse no pueden ser el punto principal de una campaña que se da en medio de la africanización de las condiciones de vida de la gente. Mezcla de electoralismo berreta y deriva política, la izquierda trotskista busca hablarse a sí misma y llevar adelante una agenda que sólo le interesa a ella misma para asegurarse el voto progre bien pensante y lograr bancas que la aseguren ingresos a los distintos partidos que la conforman. Esto se confirma cuando se ve que todo el énfasis se pone en ser tercera fuerza. Ni para el electoralismo son ambicios. De socialismo ni noticias.
En el otro extremo, los liberales continúan con su discurso de desarmar el Estado y dejar que el sector privado controle la vida social sin decir nunca como llevaran a cabo esto y ni aclarar que harán con la ola de desocupados que generarían sus medidas.
En general vemos que el problema no son las propuestas políticas, sino la falta de ellas. En todos lados se observa, más allá del color político, la ausencia de un proyecto para este país en franca decadencia. Todos ofrecen promesas vacías que ocultan la falta de un plan general de qué hacer con el país. Para saber que quiere hacer cada fuerza política basta recordar lo que ya han hecho. Empobrecer a todos y enriquecerse ellos. Familia, amigos y empresarios, todos ellos han estado en uno y otro lado de la grieta o saltando de un lado a otro para asegurar el cargo, el subsidio o la impunidad.
¿Qué hacer, entonces? En las urnas, al menos, repudiarlos a todos. Votar en blanco no va a solucionar nuestros problemas, pero si quieren que vayamos a votar, que obtengan lo que han sembrado: nuestro mayor rechazo.
En el fondo, el problema no es qué van a hacer ellos, los que gobiernan desde siempre, la izquierda o los liberales. El problema es qué vas a hacer vos, que vamos a hacer los trabajadores y trabajadoras. Hace ya muchísimos años que venís depositando la confianza en los mismos de siempre, y los resultados están a la vista. En el 2001 te cansaste y saliste a exigir que se vayan todos. Hoy estamos peor. Es momento de que volvamos a ganar las calles, pero no sólo para que se vayan, sino para que gobernemos los que hacemos andar al mundo. Solo nosotros podemos construir una sociedad nueva. Una que esté dirigida por los trabajadores, que no se base en la explotación y la ganancia y que generalice la riqueza, no la miseria. Donde el trabajo ocupe una pequeña porción del día y el ocio exista realmente. Un mundo nuevo, en definitiva, donde la vida valga la pena ser vivida. Eso tiene nombre, se llama Socialismo.
Razón y Revolución Entre Ríos