El irresistible encanto del campesinado. Las derivas programáticas del morenismo frente a la Revolución Cubana

en Aromo/El Aromo n° 121/Novedades

Guido Lissandrello

Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina-CEICS

El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 tuvo un gran impacto en la vanguardia política de todo el continente. Lo tuvo, entre otras cuestiones, porque mostró la posibilidad de una revolución en América Latina y porque, con el influjo del guevarismo, pareció poner sobre la mesa una estrategia y un sujeto particular y diferente al de la realidad europea: la guerra de guerrillas rural y el campesinado. En Argentina esta influencia se hizo notar en la pequeña burguesía, que comenzó a activarse políticamente en los ‘60, momento en que la clase obrera había entrado en reflujo. En el caso del morenismo esta influencia, si bien no derivó en una adscripción a la estrategia de guerra de guerrillas –existió, sí, una discusión interna relativa a ello que derivó en una ruptura–, tuvo impacto por la concepción de construcción partidaria de esa corriente, que privilegiaba el acercamiento a aquellas clases o fracciones de clase que mostraban disposición a la lucha, a las que identificaba como vanguardia. La década del ‘60 encontró al morenismo dedicando buena parte de sus esfuerzos a procesar la experiencia de la Revolución Cubana y ello derivó en el campesinismo.

Moreno abrazado a la hoz

El primer texto de esta corriente donde se buscó fijar una posición fundamentada sobre la Revolución Cubana y sus consecuencias para la lucha social en el continente fue La revolución latinoamericana, escrito por Nahuel Moreno en 1962. Ese texto intentaba partir de la experiencia revolucionaria caribeña, para “formular una teoría general de la revolución latinoamericana”1. En particular, en el capítulo V de aquel libro se examinaban los caminos, métodos y consignas válidos para la transformación revolucionaria de América Latina.

En primer lugar, Moreno afirmaba la validez de la Revolución Permanente para todo el continente, y Cuba parecía ser la confirmación. Ese programa planteaba la combinación de la revolución entre los distintos países y, en el interior de cada uno, de las diferentes etapas. Las tareas que se combinarían en él serían las agrarias y democráticas con las nacionalistas y socialistas. Las dos primeras tendrían por objetivo el cumplimiento de demandas no exclusivamente obreras, sino que “preocupan a la mayor parte del pueblo”. Concretamente, en lo político sería la defensa de las libertades democráticas (derecho al voto, legalidad de los partidos, independencia política y asamblea constituyente), mientras que en lo económico se contaría la resolución del “problema agrario”, la reforma urbana (problemática de la vivienda) e independencia económica del país.

La Revolución Cubana habría mostrado que la reforma urbana fue posterior a la toma del poder, siendo entonces un motor de lucha secundario. El primario estaría dado por la “revolución agraria”, que sería el motor hacia el norte de Sudamérica mientras que en el extremo sur (sur de Brasil, Uruguay, Argentina y Chile), “el problema agrario tiene menor importancia”. Como ya se señaló, los sujetos interesados en estos cambios serían los componentes del pueblo: clase obrera, campesinado y “clase media urbana”. En este punto, la experiencia cubana habría demostrado que “el dogma de que la única clase que puede cumplir las tareas democráticas es la obrera, es falso”. El proletario sería caudillo para impulsar la transición al socialismo “a pesar de que en un principio [las tareas] sean llevadas por otras clases”.

En este punto, la novedad del proceso en curso en Latinoamérica sería la emergencia del campesinado como la vanguardia de la lucha en la mayor parte de los países, puntualmente en Colombia, Perú y Brasil. Dicha activación comenzaría primero con un problema legal y económico (la sindicalización), y luego avanzaría hacia posiciones revolucionarias, con el abandono de los canales legales y la ocupación de tierras, lo que marcaría el inicio de un “poder dual”, pues en el terreno ocupado se ejercía el mandato de las masas rompiendo la legalidad burguesa. Si bien se afirmaba que “las regiones del sur [del continente] tienen una tendencia que apunta hacia la clase obrera”, el señalamiento que se hacía sobre el potencial revolucionario del campesinado, en virtud de la ocupación de tierras, permite sospechar que en los ‘70, cuando cobren fuerzas las Ligas Agrarias, estas serían elevadas a la categoría de movimientos revolucionarios.

En el capítulo siguiente del mismo libro, Moreno volvía a referirse al problema agrario y el campesinado, al formularse la siguiente pregunta:

“¿Se ha confirmado la teoría castrista o maotsetunista, que sostiene que un grupo revolucionario debe apoyarse en el campesinado, en una geografía apta para la guerrilla, e iniciar la guerra revolucionaria partiendo de formas organizativas simples y consignas amplias? ¿O acaso se ha confirmado el marxismo proletario clásico, cuya síntesis está dada en la teoría de la revolución permanente?”

La respuesta que ofrecía el autor no era ni una ni la otra, pues la tarea revolucionaria pasaría por “sintetizar la teoría y el programa general correcto (trotskista), con la teoría y el programa particular correcto (maotsetunista o castrista)”. ¿Qué significaba esto? Para Moreno, el trotskismo encontraba su límite para el continente americano en la medida en que, como tradición, no alcanzó a comprender la ofensiva de las masas en los países coloniales. De este modo, al igual que el llamado “marxismo clásico”, el trotskismo tendría un carácter esencialmente europeo, pues era producto de un momento histórico en el cual la vanguardia revolucionaria se ubicaba en ese espacio continental. Dicho de otro modo, el Programa de Transición “resume hasta su último detalle la experiencia revolucionaria europea, producto de un modelo de las concreciones del marxismo clásico”. El castrismo y el maoísmo permitirían amoldar ese programa general a la particularidad de América Latina. Esto se expresaría en dos elementos: la región revolucionaria y la clase de vanguardia.

Respecto al primer elemento, la Revolución Permanente habría significado un avance por cuanto señaló la posibilidad de concretar la revolución socialista en países atrasados, cuando reinaba la idea de que esta solo podía ocurrir en los adelantados. Sin embargo, el trotskismo no se habría librado de privilegiar, dentro de los países atrasados, las zonas adelantadas, es decir, la ciudad como polo de arrastre del conjunto de las clases revolucionarias. Lo que habría mostrado la Revolución Cubana era que las regiones atrasadas tenían un mayor potencial revolucionario, por estar su población en condiciones más miserables y ser espacios menos controlados económica y militarmente por la burguesía nativa y el imperialismo. Con todo, Moreno advertía que no debían fetichizarse ni las regiones adelantadas ni las atrasadas, puesto que “cualquier país y cualquier región, es apto para la revolución permanente”.

En cuanto a la clase de vanguardia de la revolución, el proceso cubano habría derribado otro mito del marxismo clásico: “el rol de segundo violín desempeñado por el campesinado, que, según ellos, debe seguir inevitablemente al proletariado […] la tradición del propio Marx y sus análisis y conclusiones provienen de la realidad europea”. América Latina mostraría una situación inversa, toda vez que en el continente el campesinado se encontraría en la miseria y la clase obrera en una situación relativamente acomodada. De modo que el campesino latinoamericano habría superado su “minoría de edad” y abandonado la “impotencia” para ser caudillo de la revolución.

Finalmente, ¿de dónde brotaba el potencial revolucionario del campesino? Ya hemos visto una insinuación algunos párrafos atrás, cuando destacamos que lo elevaba a esa categoría el método de la ocupación de tierras, en tanto germen de doble poder. En este capítulo Moreno fue más explícito y brindó una definición que condensaba su concepción acerca de la vanguardia:

“En nuestros días, la revolución cubana y la china, parecieran confirmar la tesis bolchevique de que los factores subjetivos, son los fundamentales, pero con modificaciones muy importantes con respecto a la definición de los partidos y las organizaciones revolucionarias. Porque hoy está planteado este interrogante: ¿qué es una organización revolucionaria? De acuerdo al marxismo tradicional el Partido Comunista chino o el Movimiento 26 de Julio cubano no lo son, porque clásicamente en esa definición primaba el carácter clasista y se definían como revolucionarios los partidos obrero-revolucionarios. Una dirección pequeñoburguesa, campesina o burocrática, no podía ser revolucionaria. Nosotros, nuevamente aquí, repetiremos el criterio que sustentamos a lo largo del libro: lo fundamental no es la ubicación pasiva en las relaciones de producción, sino los fines y la actividad para lograrlos, o sea la praxis. Si éste análisis es correcto, debemos considerar tendencia revolucionaria, a la que por sus objetivos y acción sea en un momento dado, revolucionaria, aunque, por su ubicación, no sea obrera. […] la acción revolucionaria, por su dinámica, puede elevarla a una compresión teórico-programática de su propia acción: la revolución permanente. […] Cualquier país, cualquier clase brutalmente explotada, pueden, por el programa y el método de la revolución permanente, plantearse la acumulación primitiva socialista y adquirir el desarrollo económico, cultural y técnico moderno. […] Concretamente, así como hemos descubierto que no solamente la clase obrera puede acaudillar la revolución permanente, lo mismo podemos decir de los movimientos políticos: no solo los obreros pueden organizar y dirigir las primeras etapas revolucionarias, pueden hacerlo los movimientos y organizaciones democráticas o agrarias. Es una obligación estar allí, y dar una tónica consciente a esa posibilidad revolucionaria.”

De ello desprendía Moreno que, en determinados países y/o circunstancias, practicar el entrismo en el movimiento agrario podía ocupar un lugar fundamental dentro de las tareas partidarias, tanto como hacerlo en sindicatos, soviets o partidos laboristas.

La cita es toda una declaración de intenciones y muestra una determinada matriz de pensamiento que explica las derivaciones concretas que realizó el morenismo en su práctica política. El potencial revolucionario de una clase no emergería de su posición en la estructura, de su relación con los medios de producción, sino de su acción coyuntural. En definitiva, un énfasis en la praxis, según el cual habría que vincularse al sector que en determinado momento mostrara algún grado de activación. No sorprenden este tipo de teorizaciones justamente en un momento en que la clase obrera argentina se encontraba en reflujo. No sorprende tampoco que encontremos al Partido Socialista de los Trabajadores (nomenclatura del morenismo en los ’70) defendiendo el movimiento agrario sin delimitar los componentes de clase en su interior. Si todo lo que lucha es progresivo, por qué no habrían de serlo las capas burguesas que se organizaron en las Ligas Agrarias. De todos modos, hasta aquí no quedaban claras las tareas revolucionarias para la Argentina, dado que, si bien se reconocía el papel del campesinado en toda América Latina, se señalaba que al sur del continente perdía centralidad frente al proletariado.

Recalculando (solo un poco)

Años después, Moreno editó dos nuevos materiales que volvían a revisar la cuestión del rol del campesinado, la problemática agraria y la guerra de guerrillas a la luz de la experiencia cubana: Dos métodos frente a la revolución latinoamericana (1964) y La revolución latinoamericana, Argentina y nuestras tareas (1967).

En Dos métodos…, Moreno polemizaba con Guevara a los efectos de “intervenir de lleno en la polémica sobre la estrategia revolucionaria para América Latina”2. Del proceso revolucionario cubano rescataba la lucha armada para la destrucción del aparato represivo del Estado, condición para dar comienzo a la revolución permanente. Sin embargo, señalaba que debería examinarse la estrategia a la luz de las “derrotas aplastantes” que habían sufrido las guerrillas en Paraguay y Venezuela. A partir de ello refutaba lo que serían los tres argumentos base del guevarismo: la necesidad de esconder la dirección, el carácter continental de la lucha y la situación explosiva del campesinado. Nos interesa detenernos en este último.

Moreno señalaba que Guevara terminó por construir un “dogma campesino”, según el cual esa clase era en cualquier país la vanguardia por excelencia, a la que debería subordinarse y “acompañar” cualquier otra clase interesada en la revolución. La crítica señalaba que esa supremacía campesina no era la conclusión de un análisis de la realidad social, sino que era el resultado de asumir una estrategia particular (la guerra de guerrillas) a partir de la cual se desprendía la clase más afín a ella (el campesinado). Del mismo modo, si bien los campesinos, decía Moreno, “se movilizan contra las estructuras arcaicas que los oprimen”, de ello tampoco surgía que la guerra de guerrillas fuera la vía correcta. Con todo, volvía a enfatizar la necesidad de superar los esquemas europeos del marxismo, en la medida que no puede reducirse siempre el sujeto revolucionario a la clase obrera:

“creemos que la clase explotada a la vanguardia de la revolución latinoamericana cambia de país a país y de etapa a etapa. Hemos superado el esquema trotskista de que sólo el proletariado es la vanguardia de la revolución, pero no para caer en otro tan funesto como aquel. […] fuimos los primeros en señalar que en Perú la vanguardia era el campesinado del Cuzco. En Bolivia en los últimos meses llegamos a creer que la clase de vanguardia podía ser el campesinado de La Paz y que el proletariado minero pasaba a un segundo plano. […] Y no estamos dispuestos a sacrificar nuestro método por ningún dogma campesino. Tomamos la realidad, incluida la relación de las clases explotadas, tal como se da.”

Por otro lado, volvía a señalar que en los países latinoamericanos las masas tenían planteada una revolución democrático-burguesa, con tareas para el conjunto del pueblo, compuesto por el proletariado, la pequeña burguesía, el semiproletariado, los desocupados (¿no son parte del proletariado?), los campesinos y sectores “bajos” de la burguesía. Ello, sin embargo, no equivaldría a asumir que estuviera planteada, como indicaba Guevara, la lucha contra el feudalismo en el campo, pues “no creemos que la lucha contra el feudalismo sea la predominante en el campo latinoamericano. Por el contrario, la lucha contra el capitalismo agrario es casi tan importante como la lucha contra las reminiscencias semifeudales o semiesclavistas”. A pesar de existir campesinos y ser aliados del proletariado, la relación entre ambos dependería de cada región.

En La revolución latinoamericana, Argentina y nuestras tareas, Moreno matizaba la caracterización del campesinado que había elaborado a posteriori de la Revolución Cubana y que ya comenzaba a reformular en el debate con Guevara. Si antes se afirmaba que cualquier clase podía plantear el inicio de la acumulación socialista, ahora, aún sin negar un potencial revolucionario al campesinado, se reconocía que no tendría capacidad de dirección independiente:

“Sin industria no hay socialismo y marcha de la revolución mundial; sin obreros no hay industria. En esta esquemática fórmula se esconde el rol de dirección indiscutida de la revolución mundial del proletariado industrial. Esto no anula la comprobación de un hecho: el campesinado ha demostrado cualidades y capacidades revolucionarias verdaderamente colosales que lo han erigido, junto con los pueblos coloniales, en el soporte indiscutido de la revolución en esta postguerra. Pero también ha demostrado que es incapaz de procurarse una dirección propia, independiente.”3.

Finalmente, dos nuevos documentos que abordaban el tema fueron escritos entre fines de 1972 y 1973: Argentina y Bolivia: Un balance y Un documento escandaloso. En ellos, el peso político del campesinado en las fuerzas revolucionarias fue notablemente reducido. No fue casual que esto se produjera a posteriori de la ruptura del Partido Revolucionario de los Trabajadores y cuando la organización de Roberto Santucho mostraba ya un crecimiento significativo 4. Tampoco resultaba una casualidad que fueran escritos luego del Cordobazo, es decir, en un momento en que la clase obrera había superado el reflujo. Argentina… fue un texto originalmente presentado en una reunión del Comité Ejecutivo de la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado), en el marco de las discusiones sobre estrategia. Para ese entonces, la Cuarta Internacional mandelista había reconocido al PRT-ERP como sección argentina, y defendía la construcción de partidos con brazos armados 5.

Desde las páginas del documento, Moreno denunciaba aquellas posiciones como el resultado de una creciente desconfianza hacia el proletariado y del abandono del Programa de Transición en favor del campesinismo, la pequeña burguesía y la lucha armada. La orientación proletaria, que implicaría un trabajo arduo y lento, se habría perdido en favor de un “atajo”, el de “convertir nuestro movimiento en el partido del campesinado y la pequeña burguesía urbana con una correspondiente orientación en el terreno de la lucha armada”6.

En Un documento…, texto que se insertaba en la misma polémica, la cuestión de la alianza con el campesinado volvía a aparecer. Frente a la aparente unilateralidad de Argentina…, de la cual erróneamente se podría desprender una subestimación del campesinado, en este texto se hacía particular hincapié en la consigna de “gobierno obrero y campesino”. En este sentido, se señalaba que el proletariado debía conquistar a otras clases interesadas en la revolución, lo que implicaba construir una política hacia ellas. Es decir, el partido debía asumir un programa de transición acorde a los intereses de las clases que buscaba ganar, de modo que “no darse un programa de transición para el campesinado y la clase media pobre de las ciudades que la posibilite y ponga a los obreros en su dirección, tiene todo el aspecto de una posición obrerista y hace imposible la toma del poder.”7. En efecto, esos movimientos no proletarios serían “objetiva y momentáneamente progresivos, revolucionarios”, a pesar de tener ideologías no proletarias. En el caso particular del campesinado:

“Siempre el factor determinante es el factor social de la lucha de clases, no el ideológico. El movimiento campesino, por ejemplo, está frecuentemente a favor del reparto de las tierras. Esta es una ideología pequeñoburguesa pero, en la medida en que va contra los terratenientes, es progresiva. Sin embargo, cuando el movimiento campesino se aferré al reparto de tierras, oponiéndolo a la nacionalización socialista, el movimiento se transformará en reaccionario, y este carácter se trasladará a su ideología.”

Lo que pone en evidencia la cita es que la alianza con el campesinado no fue desechada en ningún momento. Se reconocía su potencial para el enfrentamiento contra los terratenientes, clase que el morenismo ubicaba como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo del capitalismo en el campo argentino. Detrás de esta alianza estaba obviamente la reforma agraria, que daría vida a un conjunto de pequeños y medianos productores. El partido debía apoyar esta demanda “progresiva”, aunque Moreno mismo reconocía que a la larga el reparto de tierras sería contraproducente, en tanto generaría un obstáculo para avanzar en las tareas socialistas en el campo, creando un problema (pequeños propietarios que se aferrarían a su parcela) que en la Argentina, hasta ese momento, no existía.

Un déficit nunca superado

Poniendo en perspectiva el conjunto de los documentos analizados, lo que se observa es un primer encandilamiento con el campesinado, producto del influjo de la Revolución Cubana, que luego se fue matizando para culminar en la ya clásica consigna de alianza obrero-campesino. En ocasiones, se ha querido leer esta etapa del morenismo como un momento de claudicación ante la lucha armada, producto de un oportunismo o ausencia de estrategia 8. Consideramos, por el contrario, que fue producto de la concepción particular de construcción del partido del morenismo, cuyo déficit se encontraba en el desarrollo de la tarea intelectual. La corriente se caracterizó por su incapacidad para erigirse en dirección política independiente de la clase obrera, puesto que su forma de concebir la construcción partidaria suponía que la tarea fundamental era identificar a la vanguardia de la clase (aquella que lidera la disputa en el nivel económico reivindicativo) y “acompañar” su lucha, plegándose a sus iniciativas (ya sea una huelga, tomas, formas de lucha armada, etc.) Se trataba de un seguidismo que se traducía en una claudicación en la tarea de dirección política. En los años de apogeo del guevarismo esto redundó en una reivindicación, más bien temporal y con un impacto acotado en la estrategia para la Argentina, del campesinado. Que ello fue producto de esta concepción de construcción política, fue algo que el propio Moreno reconoció:

“el partido sólo podemos construirlo si utilizamos en cada momento tácticas diferentes y adecuadas, que cambian tanto como cambia la lucha de clases. Si hay elecciones, podemos ser electoralistas. Pero si no las hay, no debemos serlo. Si hay campesinos dispuestos a luchar en forma armada contra los terratenientes, debemos ser guerrilleros rurales. Pero si no lo hay, no debemos serlo.”

A confesión de parte…

Notas

  1. Moreno, Nahuel: La revolución latinoamericana, marzo de 1962, p. 3. Hasta que se indique lo contario todas las citas corresponden a este documento.
  2. Moreno, Nahuel: Dos métodos frente a la revolución latinoamericana, 1964, edición digital de la Biblioteca Digital Nahuelmoreno.org, p. 42. Hasta que se indique lo contario todas las citas corresponden a este documento.
  3. Moreno, Nahuel: La revolución latinoamericana, Argentina y nuestras tareas, 1967, p. 3.
  4. En 1965 nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores, como resultado de la fusión entre el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), de Roberto Santucho y Palabra Obrera (PO), de Nahuel Moreno. Esa experiencia llegó a su fin en 1968, cuando se produjo una fractura en la que Santucho retuvo el nombre del partido (para luego fundar también el Ejército Revolucionario del Pueblo) y Moreno, tras unos años utilizando la sigla PRT-La Verdad, constituyó el Partido Socialista de los Trabajadores en 1972, tras una fusión con el Partido Socialista Auténtico de Juan Carlos Coral.
  5. El Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional fue fundado en 1963 por iniciativa de Pierre Frank, Ernest Mandel y Joseph Hansen. En abril de 1969 en Italia, se realizó su IX Congreso a partir del cual una tendencia mayoritaria abogó por la estrategia de guerra de guerrillas y una minoría, de la que el morenismo fue parte, siguió defendiendo la estrategia de construcción del partido en el seno de la clase obrera. IX Congreso del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional: Resolución sobre América Latina, 1969, citado en Partido Revolucionario de los Trabajadores – La Verdad: Acerca de la discusión en el IX Congreso Mundial de la IV Internacional, 1969, pp. 20-21.
  6. Moreno, Nahuel et al.: Argentina y Bolivia: Un balance, diciembre de 1972, edición digital de la Biblioteca Digital Nahuelmoreno.org, p. 67.
  7. Moreno, Nahuel: Un documento escandaloso, 1973, edición digital de Marxists.org. Hasta que se indique lo contrario, las citas corresponden a este documento.
  8. Un ejemplo de ello es la posición de Osvaldo Coggiola en Historia del trotskismo en Argentina y América Latina, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006.

1 Comentario

  1. SI BIEN EL CAMPESINADO CUBANO ACTUABA COMO EJERCITO , COMO FUERZAS ARMADAS DE LIBERACION , EN SIERRA MAESTRA,AL MISMO TIEMPO EXISTIA OTROS REVOLUCIONARIOS QUE EN LA CIUDAD HACIAN APOYO LOGISTICO…..EL CAMPESINADO EN SIERRA MAESTRA, SI, PERO EN LA TOMA DE SANTA CLARA ACTUABA O ACTUO PARTE DEL PUEBLO EN LA LUCHA CONTRA FULGENCIO BATISTA….. ES DECIR MI PENSAMIENTO ES UNA MEZCLA DE PERSONAS QUE SABEN QUE PERTENECEN A LA MISMA CLASE SOCIAL, QUE ESTAN EN LA MISMA LUCHA Y QUE TODOS VAN A TRANSITAR ESA ETAPA QUE VA DEL SISTEMA CAPITALISTA AL SOCIALISTA CON LA MISMA INTENSIDAD DE PODER CADA UNO EN SU ROL , ESA SERIA PRAGMATICAMENTE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO.. EN LA ARGENTINA VI GAUCHOS EN LOS ALMANAQUES DE MOLINA CAMPOS, EN LAS PROVINCIAS HAY GENTE QUE PRESTA SERVICIO A LOS GRANDES TERRATENIENTES…….LOS DE LA RURAL NI QUIEREN QUE LOS VEAN COMO YABRAN…….LOS CAMPESINOS QUE SALEN EN TV SON PYMES QUE LUCHAN POR SUS INTERESES…… HAY QUE FORMAR UN EJERCITO CON LOS MONOTRIBUTISTAS QUE NO PAGARON MAS DE 10 MESES……….POR QUE UN EJERCITO TENES QUE TENER SINO ESTAS FRITO

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