Educación. La docencia a través de la historia

en La Hoja Socialista 23/Novedades

La pandemia puso en el centro de la escena a la educación y a los docentes. Es un buen momento, entonces, para hacer un balance histórico de esa franja de trabajadores.

Si nos limitamos a la estructuración del sistema educativo, a la creación de ese cuerpo profesional de señoritas maestras (hablamos en femenino porque es un trabajo centralmente de las mujeres) vemos que esas primeras docentes no eran obreras sino que eran reclutadas en la pequeña burguesía, lo que normalmente se conoce como clase media. La docencia era una salida “profesional” que otorgaba estudios superiores, si entendemos como superior a la escuela normal de la época.

Ese personal era y aún hoy es fundamentalmente femenino, mujeres atravesadas por una construcción patriarcal muy profunda que vincula a la escuela con las “tareas de cuidado de la infancia”. De ahí la frase de la señorita maestra como la segunda madre. Vocación, continuidad de la maternidad, cuidad… esa es la construcción ideológica de la docencia. ¿Cree que exageramos? En 1923 una maestra podía ser echada por andar en compañía de hombres que no eran su padre o su hermano, y debía encargarse de cosas como barrer el aula…

Esa imagen patriarcal sobre las maestras pesó, además, en los balances que los inspectores varones hacían sobre el estado de las escuelas normales, es decir, en el lugar donde se formaban los docentes. En los orígenes del sistema educativo se consideraba que promover mujeres como docentes era beneficioso: resultaban más baratas en su remuneración que sus pares varones, sumado a que sus compañeros elegían el circuito universitario, la política o la literatura.

Hasta mediados de los años 30, un docente que recién ingresaba al sistema tenía un salario de bolsillo equivalente a más de dos canastas familiares de la época. Como se imaginará al ver la docencia hoy, eso cambió. En efecto, hacia fines de los ’50 como resultado de la caída salarial y el incremento de la docencia, comenzó una mayor actividad gremial. Sobre todo, cuando se rompió el corset que impuso el peronismo. Con docentes oficialistas, Perón se encargó de usar al principal gremio docente como herramienta para perseguir opositores. Su huida, producto del ajuste que el mismo descargó, vino de la mano de mayores huelgas docentes.

El ascenso de la lucha de clases de los años ’60 y ‘70 impulsó nuevas batallas, alianzas y creación de organizaciones nuevas que convergieron hacia 1973 en la creación de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). Esa etapa estará atravesada por debates políticos entre las distintas tendencias que estructuraban a los docentes. Sin lugar a dudas, la lección de esta etapa fue que ellos encararon ambas batallas en simultáneo: realizaron asambleas junto a la comunidad donde se discutía política educativa y los problemas corporativos.

Más tarde, el alfonsinismo culminaría con la gran marcha blanca de los docentes de todo el país. Solo entre 1984 y 1985 el salario obrero había disminuido un 14% de un año al otro y, hacia 1988, un tercio de la población era pobre. Se suma así un nuevo cuestionamiento al mito igualador de la escuela: la escuela no iguala lo que diferencia la economía. Reclamos salariales que se reeditarían durante el menemismo con la Carpa Blanca que se extendió por más de tres años y concentró a casi 1.400 docentes ayunantes.

Tal vez el dato más sustantivo en esta historia sea cómo la izquierda gana peso en la docencia desde fines de los ’90, al calor de la profundización de la proletarización docente, hasta nuestros días. Ese cuadro material y laboral de proletarización que se siente con fuerza son todos factores que abren margen al crecimiento del clasismo en la docencia. Sin embargo, el problema radica cuando olvidamos, u olvidan ellos, esa vieja izquierda, en la lucha corporativa la lucha política. Y con esta última la batalla ideológica: que enseñar, para quién, para hacer qué.

Cuando la “dulce señorita”, “maestra”, “mamá digo seño”, se reconozca en el piquete tal vez se transformará en la compañera que luche para abandonar la nostalgia y construir la felicidad futura, la escuela de la ciencia y la verdad, esa que enseña y construye vida nueva, esa que solo puede ser socialista.

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