La llegada del coronavirus y el decreto del estado de emergencia sanitaria exponen la situación precaria de la salud porteña y de todo el país. En CABA, la ciudad con más recursos del país, la situación sanitaria es realmente crítica. Las guardias están abarrotadas de gente. La información no es clara y el número telefónico 107 se encuentra colapsado. No se trata de una novedad. A nadie escapa que el sistema sanitario porteño viene de años de desfinanciamiento y precariedad. Al mismo tiempo, los números de casos de dengue crecieron exponencialmente en relación a los últimos dos años, aunque todavía no llegan al pico de 2016.
En la guardia del hospital Ramos Mejía, por ejemplo, se viven situaciones de caos. No hay insumos para la correcta atención de los pacientes: los médicos no tienen guantes, ni barbijos y el jabón se usa diluido. Hasta el momento, a casi dos semanas del primer caso de coronavirus detectado, no hay ninguna directiva del gobierno municipal hacia el cuerpo médico. En el hospital Penna, trabajadores denuncian que pueden garantizar una atención a un máximo de cuatro pacientes. Sí, cuatro. Si hubiera un paciente más, no tendrían el material ni los insumos necesarios. En el sector privado la situación no es muy distinta; en el Instituto Fleni -ubicado en la calle Montañeses- los médicos de guardia no usan barbijos a pesar de ver decenas de pacientes por turno y estar realmente expuestos al contagio.
Quienes más se exponen son los mismos trabajadores de la salud, que se encuentran en la primera línea de contagio. Es otra consecuencia de la precariedad laboral del personal de salud, el mismo que garantiza su funcionamiento, y que el gobierno de la Ciudad –y también el Nacional- atacan permanentemente. Esta vez, las licencias del personal de salud desde el 1ero de abril se verán suspendidas. Eso significa super-explotación laboral.
Pensemos en enfermeros sin descanso, atendiendo en dos o tres hospitales. Sí, a los mismos trabajadores a los que el gobierno porteño considera como algo similar a personal administrativo –por lo que vienen luchando por el pase a la carrera profesional- se les exige atención y dedicación permanente. Ni hablemos de los residentes y concurrentes porteños que vienen exigiendo la conformación de la mesa de negociación, luego de tirar abajo la ley del Gobierno en diciembre pasado, y que se encuentran en reclamo por reconocimiento como trabajadores de la salud con plenos derechos laborales. Además, el gobierno de Larreta pretende contratar personal recientemente retirado, o sea, trabajadores con edad que la ubica entre la población de riesgo. Una locura.
La burocracia que dirige nuestros sindicatos es también responsable de esto. SUTECBA, ATE o UPCN, para el caso de los hospitales públicos. FATSA para el caso de hospitales privados. Ninguno exigió –siquiera de palabra- al gobierno que cumpla con lo requerido para garantizar una atención sanitaria adecuada que resguarde la salud de los trabajadores.
Es evidente que la salud pública no es un problema para el gobierno porque históricamente prefirió gastar en ella lo menos posible. La salud de los obreros podía esperar. El resultado lo vemos hoy y acá. En cambio, para llevar a cabo una atención a medida de la emergencia sanitaria, el gobierno de la Ciudad y nacional deberían poner recursos en el sector. En lugar de dar de baja todas las licencias, debería contratar más personal, con todos los derechos por convenio garantizados. Deberían permitir que atiendan descansados y lúcidos, no desgastados y estresados. Deberían garantizar insumos, infraestructura y todos los recursos necesarios para minimizar las posibilidades de contagio entre los trabajadores de la salud. Debemos impulsar un reclamo conjunto por estos problemas.
La crisis sanitaria expone lo que los capitalistas tienen para ofrecernos a los trabajadores. Un sistema fragmentado y degradado. Desfinanciado y con trabajadores superexplotados. Necesitamos tomar el asunto en nuestras manos: un sistema sanitario centralizado bajo control de la clase obrera, para atender a nuestros propios intereses.