La elección que tenemos por delante es una muestra cabal de la decadencia de la política burguesa. Nos encontramos frente a dos opciones impresentables: el posiblemente peor ministro de Economía (y presidente en funciones) de la historia y un freak desquiciado con ideas estrambóticas. Ambos tienen un mismo objetivo de gobierno: un ajuste feroz sobre la clase obrera para resolver la crisis. Que el primero tenga posibilidades, solo se explica por lo impresentable que es la oposición que lo enfrenta. Lo mismo puede decirse del segundo: solo tiene posibilidades por la desastrosa gestión del actual gobierno y el rechazo que genera. La clase obrera esta huérfana de opciones propias. El FITU se declaró prescindente de la lucha por el poder desde hace mucho, desde que se niega a discutir un programa de gobierno y llama a que los voten para conseguir más diputados. Es decir, no busca mostrarle a la clase obrera que hay otra salida. Busca bancas.
El ballotage se instrumentó en Argentina para obligar a la población a darle legitimidad al futuro gobierno. Frente al rechazo que genera el personal político, se busca que quien asuma no lo haga con porcentaje exiguos, sino con cifras abultadas que al menos den la apariencia de cierto apoyo popular. Ese es el objetivo de la burguesía en el ballotage, pero no debe ser el objetivo de quienes persiguen la construcción de una política independiente de la clase obrera. No puede pedírsele a los trabajadores que le saquen el látigo al amo y se golpeen solos. Venga quien venga va a realizar un ajuste feroz y no podemos avalarlo.
El primer paso para constituir una alternativa política es hacer consciente a las masas de que las opciones entre las que se le pide que opte no son opciones. No hay mal menor en esta contienda. No tenemos de un lado el ascenso de Hitler ni del otro una alianza de la socialdemocracia alemana y el comunismo intentando frenarla. La experiencia Bolsonaro, incluso la de Trump, muestran que estos fenómenos terminan mal y no son duraderos. En el estado en que está Milei, lo más probable es el retorno de un macrismo freak. No hay razones para votar a Massa y todos los cálculos electorales y/o de conveniencias menores no tienen importancia frente a la necesidad de constituir una identidad propia.
El voto en blanco es una posición política y una tercera opción. No se trata de votar en blanco y quedarnos en nuestras casas a hacer nada. El voto en blanco tiene un lugar en la lucha política. El voto en blanco no es para débiles. El voto en blanco es un esfuerzo para debilitar, desde antes de que empiece la batalla, al enemigo al que se sabe que se deberá combatir el día después. El que vota en blanco no cree que haya un mal menor, cree que lo mejor es votar por lo que se debe votar y si esa opción no está disponible, es mejor seguir con las manos vacías antes que comprar veneno. Es la negativa a que se apoyen en tu voluntad contra tu voluntad. Es un compromiso de resolver con otros medios y por otra vía lo que hoy no se puede resolver con un voto. Es la conciencia de que la mayor derrota es la de la causa. No es un regodeo infeliz con el fracaso: es el rechazo a fracasar por mano propia fingiendo felicidad.
El voto en blanco es, también, consecuencia de que la izquierda no puede constituirse como alternativa. No vamos a cansarnos de decirlo: es necesario que la izquierda se reúna a debatir y sacar un balance de la situación en la que estamos. Vía socialista seguirá insistiendo con las dos propuestas que levantamos hace años: una asamblea a de militantes para discutir y formalizar un programa socialista de gobierno concreto para salir de la crisis, y la recuperación de un organismo de lucha, la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados, para que esa campaña de agitación política tenga su correlato de lucha en las calles, contra el ajuste que está y el que se viene.
Podemos ganar, podemos gobernar. Votá en blanco y construí Vía Socialista para luchar por el poder.
Vía socialista