¿Alguien cree que elegimos el cansancio? Sobre el cansancio y las profesiones venerables

en Aromo/El Aromo n° 117/Novedades

Una serie de una de las grandes plataformas de entretenimiento, reiteradas noticias del mundo de las corporaciones en los países desarrollados, un portal sobre estadísticas deportivas y un filósofo nacido en Corea que vive en Alemania abordan un viejo tema de la clase trabajadora: el cansancio.

Ricardo Maldonado – GCP (Grupo de Cultura Proletaria)

El movimiento obrero y el cansancio

Desde los albores del movimiento obrero el tema del cansancio ha sido una cuestión insistente y fundamental. No casualmente la organización internacional de la clase trabajadora tuvo como su bandera inicial la lucha por las 8 horas. En la medida que, tal como anticipara Marx, la sociedad tiende a polarizarse en las dos clases fundamentales de la sociedad capitalista, burgueses y proletarios, los problemas habitualmente propios de la clase trabajadora se extienden a un mayor número de personas ya que aumenta el número de tareas que la sociedad capitalista realiza bajo la modalidad el trabajo salariado.

La cuestión del cansancio siempre ha venido asociada a la cuestión de la libertad. Ésta última palabra, para la clase obrera, reviste un carácter paradójico ya que la no posesión de otros medios de vida “obliga” al trabajador a vender su fuerza de trabajo “libremente”. Expresión en la que la obligación de vender su fuerza de trabajo para subsistir es lo que lo determinante, es la necesidad la que obliga a hacerlo “libremente”. Otra cosa que la libertad ansiada por la clase trabajadora que se asocia directamente con la reducción del tiempo de trabajo.

El cansancio en el deporte profesional

A quién le interesan los deportes, pero además escuche las declaraciones de los protagonistas, se le hará innegable una idea insistente en aquellos favorecidos con la capacidad de realizar algún deporte de manera destacada y, por lo tanto, profesionalizarse. Al ser consultados, reporteados, al finalizar un encuentro destacan de manera sistemática y reiterada el esfuerzo, el sacrificio y el merecimiento. Casi nunca el disfrute, el placer y la alegría. Expresan así la conciencia de que aquello que, en principio, tan placentero es, el juego y el deporte, se vuelven otra cosa al ser sometidos a la exigencia del profesionalismo. No es que cambien las reglas de juego para los deportistas profesionales, sino que ellos, la pequeña y numéricamente insignificante minoría que ha logrado vivir del deporte profesional, lo hacen sobre un cementerio de millones de deseos y vocaciones frustradas, de fracasos personales y de sacrificios sin resultados. Y que por lo tanto y aun habiendo logrado el éxito, viven bajo la permanente amenaza de caer de la pequeña cúspide de esa pirámide a la base dónde se amontonan los miserables. Esto hace que, como deportistas, carezcan de la libertad de elegir si no es entregando ese lugar por el que, previamente, dejaron tantas cosas. Generalmente, como mínimo, han debido abandonar a su familia y su lugar de origen en la preadolescencia. Bajo este sistema, llegar y mantenerse exige mantener el sacrificio. Cierto es que de los jugadores de élite una insignificante minoría, en pocos años, atraviesa la frontera de clase y se transforman en burgueses cuya existencia no depende en absoluto de la práctica deportiva profesional. Pero al llegar a esta situación los engranajes ya han girado mucho y no se puede volver atrás. Esto explica que, lejos del “mens sana in corpore sano”, el deporte profesional destruye los cuerpos tempranamente con exigencias impiadosas e inhumanas.

Pero, como el sistema funciona así, no hay alternativas, Esta es la maquinaria que lleva el deporte de alto rendimiento en el que muy muy pocos resolverán sus problemas económicos con altísimas exigencias y demandas. El sistema ofrece participar de esta calesita con una sortija muy esquiva, o dedicarse a otra cosa. Lo antedicho nos ilustra de por qué el portal dedicado a estadísticas deportivas “Observatorio de fútbol CIES”[i] publicó un informe este mes titulado “Stajanovistas del fútbol”. En él enumera a todos los jugadores que disputan la actual Eurocopa de acuerdo a la cantidad de partidos y minutos que han disputado en los últimos 12 meses. el número es un poco más impactante si se tiene en cuenta que de esos 12 meses al menos 1 no se disputó ninguna competencia por las restricciones debidas a la pandemia. Bruno Fernándes el mediocampista ofensivo del Manchester United de origen portugués encabeza la lista con 6472 minutos disputados en 81 partidos, casi 80 minutos por partido y un partido cada 4 días. Las selecciones top acumulan muchos más minutos disputados por sus jugadores que las de orden menor así Inglaterra (4.442), Portugal (4.258) y Alemania (4.214) tienen los jugadores con más tiempo de juego sobre sus espaldas mientras que en el otro extremo encontramos a Macedonia del Norte (2.595), Gales (2.704) y Eslovaquia (2.738). Claro está que estos guarismos no responden a decisiones individuales, todos los jugadores de las ligas top se obligan a jugar la mayor cantidad de minutos posibles que disputa su equipo por la simple razón que si no lo hace otro puede quedarse con el puesto, lo que significa quedarse con los premios, con la visibilidad para los contratos publicitarios y con los porcentajes de futuras ventas que mejoren su situación. Jugar más o menos minutos, entonces, no es tanto una opción o elección personal sino el resultado de una conjunción de factores sistémicos: no tener otro jugador que le quite el puesto, no tener lesiones o suspensiones y además jugar en un equipo lo suficientemente bueno para clasificar y durar en los torneos internacionales, por último, pertenecer al más reducido grupo de jugadores elegidos para los torneos de selecciones.

El cansancio y la investigación científica

Si el deporte es en nuestra imaginación una de las actividades que suponemos placenteras y elegidas vocacionalmente, otra que suele colocarse en el mismo grupo es el de la ciencia y la investigación. Y aquí tampoco las cosas son distintas. porque tareas como la producción científica e intelectual son realizadas por asalariados bajo el yugo del capital cómo podemos ejemplificar en Katalin Kariko, de 66 años a quien consideran que “sentó las bases para las vacunas asombrosamente exitosas fabricadas por Pfizer-BioNTech y Moderna”[ii] pero “durante muchos años su carrera en la Universidad de Pensilvania fue frágil. Ella migró de laboratorio en laboratorio, confiando en que un científico senior tras otro la acogiera. Nunca ganó más de u$s 60 mil al año.” Algo que si bien está algo por arriba del salario que en los últimos 10 años promedió los u$s 43 mil, no debe ocultarnos la perspectiva de que se paga por vender la fuerza de trabajo cierta cantidad de tiempo. Tomando en consideración el tiempo entregado, la remuneración se reduce sustancialmente. La propia protagonista “una vez calculó que sus interminables jornadas laborales significaban que ganaba alrededor de un dólar la hora” La Dra. Kariko es considerada una rara avis porque mientras “para muchos científicos, a un nuevo descubrimiento le sigue un plan para ganar dinero, formar una empresa y obtener una patente. Pero no para la Dra. Kariko. “Eso es lo más alejado de la mente de Kate”

Pero si no nos dejamos llevar por lo que piensa la Dra Kariko, o sus colegas, sino por la situación objetiva en que se desarrolló su vida nos encontramos con que “creció en la pequeña ciudad húngara de Kisujszallas. Obtuvo un doctorado. en la Universidad de Szeged y trabajó como becario postdoctoral en su Centro de Investigación Biológica. En 1985, cuando el programa de investigación de la universidad se quedó sin dinero, la Dra. Kariko, su esposo y su hija de 2 años, Susan, se mudaron a Filadelfia para trabajar como estudiante postdoctoral en la Universidad de Temple”

Más allá de las distintas opiniones sobre las intenciones de la Dra. Kariko es evidente que toda su vida tuvo que buscar quién la contratara para desarrollar sus investigaciones. Incluso, como la madre de la tecnología que le está salvando la vida a millones de seres humanos es una asalariada, su decisión de emigrar estuvo asociada a esa condición. Y que luego, habiendo logrado trabajar en eso, se vio obligada a entregar muchísimas y extenuantes horas a la tarea que le encomendaban. También en el caso de la investigación nos encontramos con una inmensa base que aporta al mecanismo selectivo. Base cuya inmensa mayoría no podrá desarrollar su vocación o lo hará de manera acotada, y en niveles de subsistencia, para que algunos tengan éxito. Incluso, al igual que los jugadores profesionales, es factible que algunos atraviesen la frontera de clase recibiendo participaciones accionarias o en patentes, y una gran difusión mediática.

El cansancio y las profesiones venerables

En 1848 se publicaba el Manifiesto Comunista en el que Marx exponía de manera sintética la dinámica del capitalismo. Decía en el mismo:

“Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus “superiores naturales” las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”. Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal. La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y digna de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados”

Y afirmaba poco unas páginas más adelante:

“En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detall, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta por tanto a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado. El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan el trabajo del proletario todo carácter propio y le hacen perder con ello todo lo atractivo para el obrero éste se convierte en un simple apéndice de la máquina y solo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje”

En la medida que la dinámica general del capitalismo es la polarización entre una clase explotadora expropiadora y cada vez más minoritaria, y otra explotada cuyo número crece sin cesar y que ha sido expropiada, lo que hemos expuesto se revela no solo como parte de esa dinámica, sino como un mecanismo indetenible dentro de ella. Entre las muchas cosas que los capitalistas expropian de manera creciente se encuentra el disfrute, sometido a la lógica el mercado y el rendimiento, y las profesiones “venerables” como denomina Marx a aquellas relacionadas de manera más directa con las relaciones humanas, que también caen expropiadas y atadas a la lógica del mercado y el rendimiento.

Lo que Marx exponía hace 170 años ha seguido un derrotero un poco más largo, pero no ha cambiado su destino. Muchas actividades incipientes o inexistentes a la fecha del Manifiesto, surgieron y atravesaron todo un desarrollo desde el artesanado a la industrialización en este largo siglo y medio. Sin embargo, si esa llegada tardía tiene un impacto en nuestra conciencia, e incluso en nuestro sufrimiento, no implica cambios en cuanto a la dinámica general el desarrollo capitalista.

Los efectos que las exigencias del capital sobre el trabajo generan en ciertas profesiones y tareas la desarrollamos en una nota anterior sobre el Síndrome del Quemado por el Trabajo. En ella destacábamos que su especificidad era afectar aquellas profesiones en las que la vocación, el sentido del servicio o la relación con los resultados y el objetivo final no estaban totalmente quebrados. En general tareas a las que la subsunción el capital, el sometimiento progresivo a su lógica, llegó más tardíamente. En la misma rechazábamos la perspectiva de buscar soluciones individuales minimizando la raíz social del problema, como los tratamientos de desensibilización o la exclusividad de las terapias individuales que van tratando, un problema social, individuo por individuo. En la segunda parte de esta nota abordaremos a los pensadores burgueses que descubren y encuentran en la disparidad en que se realiza la subsunción el capital, la posibilidad de negar la vigencia de este último y de atribuir, nuevamente y cuando no, los problemas, en este caso el cansancio, y las soluciones a las decisiones y acciones individuales. Comenzando por Byung-Chul Han que en lugar de una revolución que destruya las relaciones sociales burguesas, sitúa “entre las correcciones necesarias que deben hacérsele al carácter de la humanidad el fortalecimiento en amplia medida del elemento contemplativo”


[i] https://football-observatory.com/IMG/sites/b5wp/2020/wp342/en/

[ii] https://www.nytimes.com/2021/04/08/health/coronavirus-mrna-kariko.html

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