¿Qué fue el Pacto Social?

en Aromo/El Aromo n° 117/Novedades

El Pacto Social fue, desde la campaña electoral de 2019, la propuesta de Alberto y Cristina para hacer frente a una crisis que ya lleva más de 10 años. Había que reeditar un acuerdo entre trabajadores y empresarios decían, como el que puso en marcha Perón en 1973. Tanto el año pasado como este, el gobierno intentó avanzar en este tipo de política, cuya base es un acuerdo de precios y salarios para contener la inflación.

Guido Lissandrello y Gonzalo Sanz Cerbino

Aunque la pandemia impidió poner este tipo de acuerdos en el centro de la escena, sin tanta pompa se avanzó en medidas que nos remiten al Pacto Social: los intentos infructuosos para contener los precios; los aumentos diferenciados en salarios estatales y jubilaciones que otorgaron sumas fijas a los sectores de ingresos más bajos a principios del año pasado; los acuerdos entre la CGT y la UIA en medio de la pandemia en 2020, que a cambio de “frenar los despidos” consagraron una brutal caída salarial; y, más recientemente, las reuniones del gobierno con la UIA y la CGT, en febrero de 2021, donde volvieron a proponer un acuerdo de precios y salarios. Si no se avanzó más en formalizar el Pacto Social fue porque la pandemia hizo el trabajo sucio sin necesidad de mayores acuerdos. El principal objetivo del Pacto, ayer y hoy, es contener los aumentos de salarios a cambio de un simulacro de control de precios. Con la excusa de la pandemia, la burocracia sindical no solo aceptó paritarias por debajo de la inflación, sino también rebajas nominales en los salarios, de 30% o más, “por la crisis”. Aún así el Pacto Social pervive en la mitología peronista como un momento en que los trabajadores obtuvieron mejoras significativas en sus condiciones de vida. Para derribar estos mitos, nada mejor que reconstruir esta historia. Para eso, compartimos un fragmento del libro ¿Qué fue el Pacto Social?, de Guido Lissandrello y Gonzalo Sanz Cerbino, publicado en la Biblioteca de la UNI de Ediciones ryr. Allí se analiza qué ganaron y qué perdieron los trabajadores en 1973. Veremos qué el resultado fue el mismo que hoy, sin ninguna pandemia de por medio.

El Pacto Social

¿Quién firmó qué cosa?

 El “Acta de Compromiso Nacional entre los representantes del sector laboral, empresarial y estatal”, conocido popularmente como el Pacto Social, fue suscripto el 30 de mayo de 1973. Firmaron el acuerdo José Ignacio Rucci, en representación de la Confederación General del Trabajo (CGT), Julio Broner por la Confederación General Económica (CGE) y el ministro de Hacienda y Finanzas, José Ber Gelbard, por el gobierno. Según consta en el documento firmado, los objetivos del acuerdo eran “incrementar la participación de los trabajadores en el ingreso nacional”, acabar “con la desocupación y el subempleo” y “terminar con el descontrolado proceso inflacionario”. Para ello todos los sectores sociales debían realizar sacrificios, aunque estos “necesariamente deberán ser mayores por parte de aquellos que tienen más capacidad para realizarlos”. La principal herramienta para alcanzar estos objetivos era un acuerdo de precios y salarios. Los trabajadores recibirían un modesto aumento de sueldo, una suma fija común a todas las ramas y categorías, que achataba las escalas salariales. Los empresarios acordaron bajar algunos precios (aunque bastante menos de lo que habían subido en los meses anteriores) y congelarlos. A partir de ese momento, y durante dos años, en las convenciones colectivas de trabajo no se discutirían mejoras salariales sectoriales. El texto declaraba “inaceptables” los “aumentos de salarios indiscriminados”, porque favorecían la especulación y elevaban las expectativas inflacionarias. De hecho, quedaba prohibido cualquier reclamo o huelga por mejoras salariales. El texto era explícito en este sentido: “Los suscriptos aceptan formalmente que la fuerza de la ley y la voluntad del Estado sancione a aquellos que transgredan las reglas de este compromiso nacional”. Cualquier aumento, tanto de salarios como de precios, sería concedido por el gobierno, en caso de que lo considerara necesario.

¿Qué ganaron los empresarios?

A cambio de un aumento salarial mínimo y la promesa de un congelamiento de precios, los empresarios obtuvieron el compromiso de la CGT y el Estado de que no habría huelgas por reclamos salariales. No es un dato menor. Desde 1969 la conflictividad laboral y los salarios venían en alza. La izquierda ganaba cuerpos de delegados, comisiones internas y seccionales de sindicatos importantes, como el caso del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA) de Córdoba. En este contexto, la burocracia sindical y el gobierno se comprometían frenar cualquier reclamo. Incluso recurriendo a la fuerza, lo que serviría para sacarse de encima a esos molestos “zurdos”. Los empresarios además obtendrían otros beneficios, como créditos a bajas tasas de interés para fomentar la reactivación productiva y cubrir los aumentos salariales. La propaganda, sin embargo, presentaba a los empresarios como los perdedores de este acuerdo. Eran los que harían los mayores “sacrificios”, porque tenían “mayor capacidad para realizarlos”. El “sacrificio” empresario pasaba por el congelamiento de precios, por eso cabe preguntarse: ¿tal cosa realmente existió?

Para responder a esta pregunta, veamos los datos duros. En esta misma página el lector encontrará un gráfico que muestra la evolución del Índice de Precios al Consumidor entre mayo de 1973 y octubre de 1974, los meses que estuvo en vigencia el Pacto Social. Como verá, salvo por dos meses en que bajaron, los precios no dejaron de subir. Si hubo algo parecido a algún tipo de control, desapareció claramente en 1974: entre febrero y octubre de ese año la inflación acumulada fue del 24%, alcanzando picos mensuales de 3,8%. Lo del congelamiento fue, claramente, una farsa. Sucede que el acuerdo ponía en funcionamiento una Comisión de Precios y Salarios, para monitorear esos indicadores y determinar futuros aumentos. Como se ve, la burguesía obtuvo allí mejoras casi todos los meses, mientras que con los salarios no pasaba lo mismo. Tenía a mano un mecanismo de presión que utilizó recurrentemente: el desabastecimiento y el mercado negro. Cuando el precio no cerraba, los productos desaparecían de las góndolas y solo podían obtenerse “por izquierda”, pagando un precio superior al oficial.

Pero al firmar el Pacto, argumentará algún lector, los salarios subieron mientras que los precios bajaron. Ya veremos qué pasó con los sueldos, pero vamos a lo que pasó con las rebajas de precios. Entre mayo y junio de 1973 los precios bajaron 2,9%. Bastante menos que el 3,5% que habían subido el mes anterior, y mucho menos que la suba de precios acumulada entre enero y mayo de 1973, que fue de un 28,7%. Lo mismo puede decirse de la baja de precios de enero de 1974, que fue de un 5,7%. Solo en diciembre del año anterior los precios habían subido 8,1%. Y ni hablar de lo que sucedió cuando desplazaron a Gelbard, en octubre de 1974: la inflación contenida se desbocó. En 1975 alcanzó el 160% anual.

¿Qué perdieron los trabajadores?

El Pacto impuso un cerrojo a las luchas cuando la conflictividad estaba en alza, y había por delante mucho que ganar. La burocracia sindical y el gobierno se comprometieron ante los empresarios a poner en caja a cualquier trabajador que osara desafiar el Pacto Social emprendiendo luchas por mejoras salariales. Era un aval para la represión que se descargó contra comisiones internas, seccionales y sindicatos combativos.

Se suponía que los obreros ganaban sí, con el congelamiento de precios. Pero ya vimos lo que pasó con eso. El Pacto, además, incorporaba otros supuestos beneficios para los trabajadores. Prometía un reordenamiento del sistema tributario para anular su regresividad, que quedó en la nada. De hecho, en 1975, el gobierno peronista creó el Impuesto al Valor Agregado (IVA), que al recaer sobre el consumo, es el arquetipo de impuesto regresivo: todos pagan el mismo impuesto, pero pagan más los trabajadores porque vuelcan la mayor parte de sus ingresos al consumo. El acuerdo establecía a su vez aumentos para las jubilaciones, que no alcanzaban a recuperar el poder adquisitivo perdido en los meses previos. También se acordó la implementación de tarifas sociales para los sectores de menores ingresos, inaugurando una política que repartía migajas solo a los trabajadores más empobrecidos, que hoy nos venden como “solidaridad”. En suma, una miseria en relación a lo que se llevaba la burguesía. Ya desde 1972 los precios internacionales de los productos agropecuarios venían en ascenso, por lo que una enorme masa de riquezas ingresó al país entre 1973 y 1974. Esa riqueza fue a parar a los bolsillos de la burguesía industrial que, mediante créditos a tasas negativas, subsidios y protección, puedo embolsar millones, mientras para los obreros quedaba poco y nada.

¿Y qué pasó con los salarios? Por lo visto, parece ser lo único que ganó la clase obrera con el Pacto Social. Pero veamos mejor. Si observamos el cuadro que muestra la evolución del promedio anual de los salarios reales (es decir, deflacionados) de trabajadores registrados y no registrados, parece que los obreros ganaron mucho. Sin embargo, si observamos con cuidado, no es tan así. El salario promedio de 1973 es apenas un 9,3% superior al de 1972. Pero este aumento se enmarca en una tendencia al alza salarial que había comenzado en 1969, al calor del aumento de la conflictividad social. De hecho, 1972 es un año de crisis y mucha inflación, por eso es el año con peores salarios desde el Cordobazo. Al comparar los salarios de 1973 con los de 1969, la mejora producto del Pacto Social es menor: apenas de 7,3%. El segundo año del Pacto, 1974, sí parece un poco mejor. La suba con respecto a 1973 es de 17,8%. No es mucho igual, sobre todo para un momento histórico que la mitología peronista presenta como el mejor de los mundos posibles. Los aumentos salariales obtenidos en el marco del Pacto Social no resultan tan espectaculares. Más si tenemos en cuenta que esos niveles salariales se obtuvieron de la mano de las grandes luchas iniciadas con el Cordobazo, que el acuerdo suscripto en 1973 venía a frenar. Y a eso hay que sumar que la mejora fue sumamente efímera: a partir de 1975 los salarios comenzaron a caer. Pero aún hay más: lo que vimos hasta ahora son los salarios anuales promedio. Esto esconde, por un lado, que los aumentos no eran iguales para todos (recordemos que se trataba de sumas fijas). Y por otro, oculta las alzas y bajas mes a mes, sobre todo en un período donde la inflación es alta. Veamos entonces cómo fue la evolución de los salarios en los meses que duró el acuerdo.

Como se observa en el cuadro que presenta la evolución mensual de los salarios bajo el Pacto Social, las sumas fijas impactaron elevando un poco más los sueldos más bajos. Por eso los salarios del personal no calificado suben más que los del personal calificado. Pero eso no es lo peor. Si vemos la evolución mes a mes, los beneficios que los trabajadores obtuvieron son más bien pobres. Vayamos despacio. Empecemos por explicar lo que el lector tiene ante sus ojos: el gráfico muestra la evolución de los salarios reales de convenio para dos categorías de trabajadores, el personal calificado y no calificado de la industria y la construcción. Hablamos de salarios reales porque el indicador “descuenta” lo perdido por inflación: si un mes la inflación sube 3% y los salarios no aumentan, los salarios reales habrán caído. A su vez, se trata de un gráfico de “base 100”. Se toman los salarios de un mes base (en este caso, los salarios de enero de 1969), que será igual a 100. A partir de allí, mes a mes, se suma cada aumento salarial y se resta lo que se pierde por inflación. Por eso, al analizarlo hablaremos de “puntos” que se pierden o se ganan, en lugar de porcentajes. Ahora que puede entender el gráfico, vamos a analizarlo.

Empecemos por medir el impacto del aumento concedido al firmarse el Pacto Social. Tomemos los sueldos de julio de 1973, que son los más altos desde que se firmó el acuerdo. Si comparamos esos sueldos con los de mayo de 1973, parece que los trabajadores ganaron bastante: 21 puntos de aumento en los sueldos del personal calificado y 25 en los del personal no calificado. Pero como señalamos varias veces, ese aumento solo venía a cubrir lo perdido por inflación en los meses previos. Si comparamos los sueldos de julio de 1973 con los de enero de 1973, la supuesta ganancia se esfuma: los sueldos del personal no calificado son apenas dos puntos superiores, y los del personal calificado son un punto más bajos. A partir de ahí los salarios comienzan a deteriorarse progresivamente, porque los precios siguen subiendo sin que haya nuevos aumentos de sueldo. De hecho, para diciembre de 1973 lo poco que se había ganado había desaparecido. Los salarios de ese mes no solo están por debajo de los de julio de 1973, sino incluso bastante atrás de los de enero de 1973, cuando todavía gobernaba el General Lanusse. Los salarios del personal no calificado de diciembre de 1973 están 10 puntos por debajo de los de enero de 1973, y los del personal calificado 12 puntos por debajo. Como vemos, el promedio anual engaña bastante.

Para compensar lo perdido por la inflación, en 1974 se concedieron tres aumentos salariales, en enero, abril y noviembre. El de enero mantiene los salarios por debajo de los de julio de 1973 e incluso por debajo de los de enero de ese año. El aumento de abril es un poco más importante. Ese mes, los salarios se ubicaron ocho puntos por encima de los de julio de 1973 en el caso del personal no calificado, y cinco puntos arriba para el personal calificado. Sin embargo, a partir de allí comienzan a descender aceleradamente. Para octubre de 1974, cuando José Ber Gelbard, el impulsor del Pacto Social, dejó su cargo, los salarios del personal calificado estaban 12 puntos por debajo de los de julio de 1973, y los del personal no calificado, 11 puntos abajo. La cosa siguió empeorando por el avance de la inflación contenida y ni siquiera los grandes aumentos que se arrancaron con las movilizaciones contra el Rodrigazo, en junio de 1975, duraron mucho tiempo. En marzo de 1976, cuando un golpe militar puso fin al tercer gobierno peronista, los salarios estaban por el piso. Para el personal calificado eran 30 puntos inferiores a los de julio de 1973, para el personal no calificado 31.

En suma, podemos concluir que los trabajadores ganaron poco y nada con el Pacto Social. Algún aumento salarial miserable que apenas cubrió el avance de la inflación en los meses previos, y que encima se fue perdiendo poco a poco porque el congelamiento de precios, con suerte, duró unos meses. Y todo eso a cambio de renunciar a toda lucha por aumentos de salarios, en el momento en que estábamos en mejores condiciones para emprender la batalla. A cambio de darle, también, al gobierno y a la burocracia la potestad de ahogar mediante la represión cualquier lucha. Lo dijimos: Perón venía a cerrar el proceso revolucionario abierto en 1969, y el Pacto Social es un engranaje clave en esta estrategia. Es la zanahoria miserable que intentó tapar los palos que el peronismo tenía reservados para los trabajadores que no se conformaban con las migajas que les tiraba el gobierno. ¿No hablamos de los palos todavía? Vamos a eso entonces.

La letra chica del Pacto Social

Como era de esperar, y tal como sucede con todo acuerdo, siempre hay una letra chica. No en sentido literal, se entiende. El Pacto era suficientemente claro en sus alcances. Pero lo cierto es que el tercer gobierno peronista lo acompañó de una serie de medidas, leyes y discursos que construían un andamiaje más amplio y buscaban asegurar lo que la burguesía veía amenazado desde 1969: la dominación social. El dominio de una clase siempre se basa en dos formas: la coerción y el consenso. La primera es la represión, con leyes y con palos. Tiende a pensarse que esta es la forma más fuerte de dominación, pero lo cierto es que la más peligrosa no es esta, sino la segunda. ¿Por qué? Porque el consenso es el resultado de que la burguesía instaló en la cabeza de los obreros la idea de que este mundo es el mejor que hay y el único posible. Si en la represión el amo le da latigazos al esclavo, cuando se logra el consenso el esclavo se da latigazos solo.

Los peronistas, en los ’70 y después, intentaron presentar al tercer gobierno del General como un momento más consensual que represivo. Pero en la realidad fue todo lo contrario. Efectivamente, la violencia estatal existió y en grandes dosis. Cualquiera sabe de la existencia de la Triple A, pero hay más. Veamos entonces cómo intentó Perón recomponer la dominación social, apuntalando el Pacto Social.

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