La falta de independencia política del frente electoral de la socialdemocracia argentina (eso que conocemos como FITU) es constante y data de casi al menos una década. Después del frente “antiM”, de 2015 al 2019, después de sostener al gobierno por la vía de negarse sistemáticamente a cualquier acto que lo nombre en forma explícita y después de la plaza en favor de Cristina (“contra el FMI”), ahora nos desayunamos con el voto a pie juntillas al proyecto de Carlos Heller.
Para entender este caso puntual, hay que recuperar el contexto. La jugada de Lousteau y Máximo dejó a Alberto sin presupuesto. Es cierto que la prórroga del 2021 le daba alguna discrecionalidad para con las provincias (que puede ejercerse igual, con el presupuesto aprobado), pero en ese proyecto, el Congreso delegaba en el presidente la facultad de modificar varios impuestos a su criterio. Alberto contaba con eso para lograr un mínimo de 450.000 millones de pesos, mitad para Nación, mitad para las provincias. Dicho de otra forma, lo dejaron sin caja.
No conforme con esto, Lousteau fue por más: aprobar en diputados la suba del mínimo no imponible para Bienes Personales (tanto montos, como valuación de vivienda familiar), que venía con media sanción del Senado desde octubre, para lo cual pidió una sesión extraordinaria (mientras uno de sus diputados andaba de fiesta en Alemania y otra paseaba por Disney…).
Para contrarrestar esta jugada, el kirchnerismo decidió empantanar la discusión, haciendo volver el proyecto un Senado conflictivo. En un contexto de mucha paridad, Máximo y Carlos Heller elevaron la alícuota de bienes en el exterior y bienes mayores a los 300 millones de pesos y, con eso, negociaron con el gobierno (que vio la posibilidad de volver sobre los fondos perdidos en la votación por el presupuesto) y con la socialdemocracia (que no tenía nada para ganar, pero creía tener algo para justificar su obediencia). Como era de esperar, el FITU no fue con ningún proyecto propio. En consecuencia, le dio los votos que necesitaba Cristina, sin importarle en lo más mínimo lo que se votaba o dejaba de votar.
Empecemos por el proyecto que en principio se había consensuado en el Senado (entre casi todos los partidos): la suba del mínimo no imponible para Bienes Personales. El monto exento pasó de 2 millones de pesos a 6. Es cierto, hay 450.000 trabajadores que van a estar exentos de pagarlo, pero hoy, ese monto mínimo equivale a 30.000 dólares. O sea, lo que puede acumular cualquier obrero en blanco durante casi una vida o le puede llegar a legar a sus hijos. Decimos “hoy”, porque con la devaluación proyectada, dentro de unos meses, van a empezar a pagarlo capas aún más relegadas de la clase obrera. En el caso de la vivienda familiar, pasa de 18 a 30 millones. Ese mínimo, hoy, suma alrededor de 140.000 dólares. Otra vez, decimos “hoy”. En unos meses, con esa cantidad de pesos adquirirá mucho menos. Ergo, hoy un obrero propietario es considerado un “privilegiado” al que hay que saquear, lo que muestra claramente a qué niveles de vida quiere llevar la burguesía al proletariado argentino.
Sí, ese exacto proyecto es el que votaron Myriam Bregman, Romina del Plá, Nicolás del Caño y Vilca. No fueron capaces de presentar uno propio y denunciar la perfidia de este. Pero eso no es todo. Ni siquiera se aplica el argumento “al menos eximimos a 450.000 trabajadores”, porque para hacer eso debería haber votado por el proyecto que ya tenía sanción. En cambio, al votar con el peronismo, mandó la ley a que se negocie de nuevo en un Senado con mucha paridad y sin saber si va a reunirse este año. O sea, rechazó incluso ese mísero alivio inmediato.
El anzuelo que mordieron los diputados del FITU es el aumento de las alícuotas a pagar por quienes tienen bienes en el exterior o quienes tienen bienes en Argentina superiores a 300 millones de pesos. Sin embargo, la ley no especifica el destino de esos fondos. Ergo, la “izquierda” votó darle una importante suma al presidente para que lo use como quiera, que es básicamente darle plata a la propia burguesía o pagar deudas (que es lo mismo).
Pero hay más. Sin estar escrito en la ley, Massa pidió incorporar la delegación de facultades al presidente para elevar el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias cada seis meses. En lugar de protestar y exigir que se calcule automáticamente por el índice de inflación y mes a mes, el FITU no dijo una sola palabra y levantó la mano.
¿Eso es todo? No, claro que no. Con el antecedente Massa (incorporar un punto a la ley en el mismo debate), apareció Martín Tetaz y propuso la rebaja del IVA al 18%. Carlos Heller lo desestimó con el argumento por el cual debería haberle negado el agregado a Massa: la propuesta no estaba escrita. En lugar de recoger el guante, exigir que se agregue y hacer valer sus votos para formar mayoría, dejaron pasar una oportunidad de llevarle algo real al conjunto de los trabajadores.
Lo que hubiera correspondido a cualquier bloque que se declare, no ya revolucionario, sino simplemente independiente, es elaborar un proyecto propio y pelear por él. El FITU no lo hizo porque queda paralizado ante “la grieta”. Tampoco lo hizo con el presupuesto. En eso, hasta Lousteau tuvo más osadía política y armó uno propio, en tiempo récord, incluso en contra de su bancada. Un bloque verdaderamente socialista hubiera diseñado un presupuesto y hubiera salido a pelear por todos lados por él, explicando su razón, mostrando su voluntad de dirigir al país y su capacidad para sacarlo de la crisis. Era la oportunidad para poner en marcha una gran campaña nacional e iniciar una discusión profunda. Pero no lo va a hacer. No porque sea reformista. Como vimos, incluso un reaccionario puede hacerlo. No lo hace porque está atemorizada ante el señalamiento de que le hace el juego “a la derecha”, sin darse cuenta que se recuesta en otras del mismo tenor.
Pueden decidir no confeccionar un proyecto propio, pero una estrategia algo más audaz hubiera puesto, en forma pública, como condición para acompañar ese proyecto, que se elevase el mínimo no imponible de Bienes Personales de 6 a 10 millones y/o que se especifique el destino (obrero, claro está) de la suba de impuestos proyectada. Y si no, votaban el aumento inmediato tal como proyectaba Juntos, que era un beneficio muy exiguo, pero aquí y ahora. No, ni eso. No pueden salir del barro de las rencillas parlamentarias burguesas, porque no tienen ninguna idea de qué hacer con sus cargos ni pueden plantear una política propia, capaz de llevar el debate más allá del recinto.
Una izquierda que no caiga en las garras del peronismo no se construye con “coraje” o “consecuencia”. Se construye con solidez programática y una mirada clara de qué futuro ofrecer a la Argentina. Esa es la tarea que nos hemos propuesto y ese es el objetivo de nuclear en una gran discusión al conjunto de luchadores.
Razón y Revolución