Las librerías engañan porque reúnen objetos que se parecen en su aspecto pero sirven para diferentes usos. Aunque todos son libros, hay un muro invisible que separa a las novelas de los recetarios de cocina, a la poesía de los textos de contabilidad, a los bestsellers de los catálogos de fotografía. Hay libros y hay libros: libros que corresponden a un público general y otros que apuntan a especialistas, maniáticos o a quienes pertenecen a un gueto intelectual, al círculo de interesados en un tema más o menos esotérico, desde la filatelia hasta el budismo. Pero hay un género que cabalga entre ambas categorías, que es el de la historia política, y abarca desde la obra erudita hasta el periodismo urgente. Dentro de ese vasto universo se encuentra la literatura militante, que tal vez supo tener más seguidores pero que hoy atraviesa tal vez un revival.
No soy un consumidor de ese material (es cierto, la frase suena como que no soy consumidor de pornografía), pero como las librerías amontonan lo heterogéneo, hace poco me llamó la atención un libro llamado El año I de la revolución rusa, que integra la colección “Básicos del Socialismo” de la “Biblioteca del Militante” de Ediciones Razón y Revolución. Este es un curioso proyecto que se propone como forma de militar por el socialismo publicar 250 títulos divididos en cinco colecciones “de lectura ágil y gran importancia, a un precio irrisorio”. Estamos, evidentemente, en el seno de la izquierda, entre quienes creen que el socialismo es una causa que requiere que se le construya alrededor una cultura y que haya una biblioteca con los “textos imprescindibles que merecen ganarse un lugar en la biblioteca de cada militante”.