En esta nota, Alfredo Ulliarte, trabajador despedido de la cooperativa Brukman, nos contará cómo se dio el proceso hacia la cooperativización y los problemas actuales de la fábrica ocupada que fue símbolo de lucha del Argentinazo.
Por Julia Egan (TES-CEICS)
Después de 14 años de lucha, Brukman ha caído en una trama de manejos punteriles encarnados por militantes ligados al kirchnerismo. Lo que fue antaño un emblema de lucha, se transforma hoy en un símbolo de los peligros que aquejan a este tipo de experiencias, comúnmente conocidas como “fábricas recuperadas”.
¿Cuándo ingresaste a la fábrica?
No estuve desde la época de los Brukman, sino desde la recuperación de la fábrica, después de estar nueve meses en la carpa. Como cooperativo, soy uno de los fundadores. Entré después del segundo desalojo. Estaba participando en las asambleas populares, en la de Ayacucho y Rivadavia. Casi todas las de ahí participaban en Brukman y empecé a ir. Ahí me enganché y en el segundo desalojo entró la policía y rompió todo. La persona que estaba en mantenimiento había tenido un problema y como yo tenía experiencia, votaron en la asamblea que me sumara. Después vino el último desalojo, y quedamos como cooperativa. La bandera en ese momento, que estaba el PTS y era dirección, era la estatización bajo control obrero, como se levantaba en otras cooperativas.
¿Cómo se llega a la decisión de conformarse como cooperativa?
La situación política fue cambiando, ya no había tantas asambleas, el 2001 lo empezaron a alinear con la salida democrática, ya se preparaban las elecciones. Las movidas de los piqueteros se empezaban a achicar. En esa situación política, el PTS que era dirección, no alcanzaba a ver que el mapa político del país estaba cambiando. En vez de tomar otra táctica, formar una cooperativa, una asociación civil sin fines de lucro, algo que nos diera una legalidad, mantuvo la misma posición porque se oponían a las cooperativas, sin ver que la gente se estaba dispersando y se veía que esa lucha se iba a perder. Ya la gente no estaba dentro de la carpa, se estaban yendo, las organizaciones que venían a apoyarnos también. Después se cambió la postura, se trató de conseguir a alguien que esté ligado al gobierno, que en ese momento estaba Duhalde, y ahí se acercó Luis Caro, del Movimiento de Empresas Recuperadas, que tenía otra cooperativa. Se empezaron con todos los trámites legales, que en realidad ya se habían estado haciendo, con el PTS y Eduardo L. Duhalde, pero Caro era el que venía con la propuesta, entonces lo capitalizaba él.
¿Quién es Luis Caro y a qué sector de la política representa? ¿Qué propuesta tenía para Brukman?
Él estuvo con Duhalde, es de la iglesia, del sector más de derecha de la Iglesia. Su esposa estuvo de candidata con la lista de Aldo Rico en su momento. O sea, representa al sector de la derecha de la Iglesia y a su vez un sector de la derecha de la política de este país.
Nosotros estuvimos en la carpa nueve meses antes de entrar a la fábrica. Tres años para poder salir de la fábrica, porque Caro, cuando ingresamos, se fortaleció. Entonces nos dijo: “Ustedes acá adentro hagan lo que quieran que de la puerta para afuera me encargo yo”. O sea, políticamente, con la chapa de Brukman. Él se metía si alguno de nosotros en los medios decía lo que estaba pasando. Ahí tuvimos la pelea de “salgamos nosotros”, independicémonos, vamos a buscar laburo, vendamos nuestro producto y no terminemos haciéndole trabajo a un tercero. Teníamos un patrón Brukman y ahora vamos a tener 20 patrones porque les vamos a hacer fazón, ¿por qué no hacemos el producto?
Teníamos entendido que la cooperativa se manejaba de forma asamblearia. ¿Cómo funcionaban esas asambleas en los distintos momentos por los que fue pasando la fábrica?
Hubo momentos que nosotros hacíamos asambleas con la convocatoria, con días de anticipación en la pizarra. Lo que se votaba más o menos se llevaba adelante. Y el último tiempo, de lo que se votaba, se hacía lo que ellos querían. Veíamos que había un Consejo de Administración bien burocratizado, que escondía a una dirección que era Caro. Cuando pasa el tema de la venta de la fábrica, empieza a funcionar un Consejo ampliado, con algunos activistas de ellos que acordaban con su política. Nosotros pensábamos que al salir el conflicto hacia afuera se iba a revertir, pero hay una chatura política que no lo hizo posible.
Las incorporaciones y los despidos, ¿pasan por la asamblea?
Sí, antes. Nosotros decíamos que con seis meses de antigüedad quedabas efectivo, ahora ellos dejan efectivo a quien quieren.
¿Cómo se le hizo frente a este sector?
Con la crisis del 2009, las cooperativas estaban embromadas. Entonces empezamos a reunirnos con compañeros, de los 50-60 de ese momento logramos reunirnos con 20. Hicimos un proyecto que era independizarse de la cooperativa, de salir a buscar subsidios, renovación de maquinaria. Porque a fazón teníamos que competir con los talleres clandestinos. Pero también buscamos subsidios para los sueldos, y las conquistas, porque nosotros cuando ingresamos todos los derechos que teníamos anteriormente bajo la Ley de Contrato de Trabajo los perdimos: jubilación, obra social, aguinaldo, vacaciones. Todo eso lo terminó pagando la cooperativa con su autogestión. Entonces salimos después de tres años a pelearla. Logramos formar una comisión política. Así hicimos el laburo de Aerolíneas Argentinas, porque una de las cosas que nosotros planteábamos en el proyecto era ser proveedores del Estado, que el Estado consuma lo que nosotros tenemos. Encima era una política de Aerolíneas darle a las recuperadas, hicimos más de 30 mil uniformes. También para Austral. A fazón trabajamos para LAN y Desarrollo Social. Pedíamos que el gobierno nos subsidie el gas y la energía para la cooperativa, como lo hace con los privados. Con ese proyecto también conseguimos maquinaria, $600 pesos casi durante un año para cada uno de nosotros, ayuda económica y bolsones de comida. Todo eso con la comisión política. Además, logramos reunir a 72 cooperativas de diferentes lugares: Córdoba, Rosario, para pelear por reivindicaciones para nosotros. Nosotros decíamos: “Ustedes pertenecen al INAES, porque son cooperativas. Nosotros somos trabajadores y ustedes nos metieron en una cooperativa. Nuestro lugar es el Ministerio de Trabajo”. Entonces movilizamos al Ministerio de Trabajo, es decir, avanzamos en ese terreno.
¿Por qué el año pasado se comienza a denunciar el vaciamiento de la cooperativa?
En la feria judicial de 2014, sale el tema de la quiebra. Nosotros tenemos una ley de expropiación que dice que una vez que el Banco Ciudad tase el edificio, se le paga a los acreedores ese valor, y a partir de que se lo pagó la cooperativa tiene la posibilidad de comprarla. Con tres años de gracia y 20 años a pagar en cuotas semestrales, según la tasación del Banco Ciudad. Eso tenía que hacerse en 90 días en 2006/2007. Salió recién en abril de 2014. Cuando el Gobierno de la Ciudad pagó, se empezaron a pagar los créditos laborales que estaban en la quiebra. Ante esta situación, algunas compañeras preguntan si la fábrica ahora se puede vender y Caro, como responsable legal, responde que sí, por lo que se pide que averigüe cuánto sale. Se van enfrente que hay una inmobiliaria y cuando vuelven dicen que el metro cuadrado sale US$2.000. Agarran los planos y hay 3.800 metros cubiertos más 600 descubiertos, son US$7.500.000. Nosotros nos estábamos llevando vales de $200 o $300 por semana. Nosotros fuimos los que planteamos que estaba expropiada como un bien social y entonces no se puede vender. Él dice que sí, porque la ley la hizo él. Empiezan a decir de vender también la máquinaria, porque teníamos máquinas de la época de los Brukman. Cuando se renuevan las máquinas, todo eso queda para la cooperativa. Había máquinas que se podían poner en condiciones y otras que no eran electrónicas, pero que se podían poner condiciones para poner una escuela de capacitación. La propuesta era que las personas más antiguas que tenían el oficio pasaran a capacitar y entrara gente con sangre nueva a las máquinas con un oficio. Como habíamos conseguido los subsidios habíamos cambiado unas máquinas especiales. Malvendieron todo.
Entonces para las vacaciones dijeron “nos vamos todos y vamos a cerrar”. Había una compañera en el sexto piso que vive ahí hace 8 años desde que se murió el marido, que se tendría que haber ido y por diversas cuestiones no se fue y no se mandató que se vaya. En ese momento les agarró el apuro para que se vaya, aunque había avisado que en marzo iba a solucionar su problema. Entonces se le dice que vienen a ver el edificio y que no se puede vender si hay gente viviendo ahí. Era lo que querían hacer los Brukman, ni ellos llegaron a vaciarla tanto. Hicieron una reunión por afuera y después vinieron a la asamblea, donde se vota que tiene que irse el 13. Llega la fecha y la compañera no se va. Ese día, viernes, había que cerrar la fábrica. Aparecen a la mañana temprano, y un tipo empieza a meterle candados y cerraduras, a todas las puertas. Una compañera dice que si no se resuelve el tema de la compañera no se va de vacaciones y se queda en la fábrica. Y así otros. Entonces ellos dicen que no se va nadie porque la situación se tiene que resolver y la compañera se tiene que ir. Lo tenían preparado, porque al rato empezaron a caer parientes de ellos, gente ajena a la cooperativa, que no sabíamos quiénes eran. Una compañera y un compañero se quedaron acompañándola a ella y sus hijos. La gente de Caro hizo una maniobra para dejarme afuera de la fábrica, cerrando el portón. Dicen los que estaban adentro que subieron la escalera como 30, entre patoteros, con martillos, maza, corta fierros, palos. Entraron a romper ventanas, vidrios, y los compañeros se empezaron a amotinar con camas, lo que había. Me avisaron por celular y llamo al 911 y enseguida llega la policía, si no los mataban. Al final, quisieron que se vayan los dos compañeros y quede la compañera sola, con 15 de las personas que la fueron a desalojar y que además tenían las llaves. Pero nadie le daba garantías. Así que volvió todo para atrás y quedó en nada. Cuando fuimos a retomar las tareas, a un grupo de compañeros no nos dejaron entrar porque estábamos “desafectados” y nos dijeron que continuáramos por la vía legal. Esto porque mediante una carta documento nos habíamos manifestado en defensa de la compañera y denunciado la situación que se vivía al interior de la fábrica.
¿Qué alternativas se presentaron frente a la de la venta?
Se puede bajar la fábrica al sótano, planta baja y segundo piso y nos quedamos con eso y 3ro, 4to, 5to y 6to piso lo alquilamos y con eso pagamos la cuota, mientras hacemos funcionar la fábrica. Pero quieren vender y reventar la lucha. Si hubiésemos tenido el trabajo de AA, de Austral, de Desarrollo Social, de la Superintendencia la cosa sería distinta. Pero ahora que el Estado ya pagó, tenemos que empezar a pagar nosotros. Entonces decimos: ¿por qué no se hacen cargo ustedes [el Estado] del edificio y de la fábrica. Nosotros producimos, discutimos el salario, discutimos la plata, todo. Si la fábrica ya es de ustedes. ¿Para que vamos a pagar algo que nunca va a ser de nosotros?
Lo que planteas es que, al ser ustedes proveedor del Estado, este podría aparecer como la patronal, pasar a ser trabajadores del Estado.
Claro. Porque en la práctica lo estábamos haciendo.
¿Y cómo se manejaría la producción?
Bajo control obrero.