Por Romina De Luca
Recientemente, el affaire Toyota puso sobre el tapete, otra vez, el estado de la educación en nuestro país. La nota rebotó fuertemente en los medios. ¿Por qué? Daniel Herrero, titular de Toyota Argentina, dijo el 28 de julio, en una charla por zoom organizada en el ciclo Charlas del Rotary Club de Buenos Aires, que su empresa tenía planes de ampliación de la fábrica de Zárate. Dentro de los objetivos buscaban cubrir 200 nuevos puestos, tarea que se les dificultaba. Los motivos detonaron la bomba mediática: “se nos hace difícil, en nuestra área geográfica, encontrar esas 200 personas con secundario completo, porque en Buenos Aires se perdió el valor de un secundario. Y se les hace difícil hasta leer un diario” manifestó el presidente de la empresa.[i] Un cross derecho a la mandíbula de quienes dicen promover inclusión educativa con calidad.
Conviene preguntarse si estos empresarios, que elevan su voz, no son parte del problema. También qué hay de cierto en este diagnóstico. No menos problemática fue la respuesta de muchos sectores encargados de romantizar esta escuela (si algunos no pueden leer, muchos otros sí, esgrimieron para tranquilizarse) o de levantar el cuestionamiento para responsabilizar a los docentes de este cuadro (los docentes simuladores de los que habló Guillermina Tiramonti). Especialistas comentan ahora como si ellos, que asesoraron reforma tras reforma, no tuvieran nada que ver. Junto a ellos, el personal político de diverso signo y color, los hacedores de estas políticas, de reformas y leyes educativas, de cientos de resoluciones y decretos, no pueden tampoco desentenderse de este cuadro del que hoy “parece” quejarse no sin segundas intenciones cierta fracción del empresariado.
Nunca es triste la verdad
Un vendaval de cifras recorrió los medios. Todas elegidas para mostrar la crisis de la escuela secundaria. Esos datos no constituyen novedad ni para especialistas ni para docentes que transitan(mos) las aulas todos los días. En estas páginas y en las de El Aromo, el lector puede examinar decenas de notas. La deserción de una escuela, obligatoria en los papeles, es alarmante: en todo el país comienzan la escuela secundaria 795.471 estudiantes y, seis años más tarde, egresan 356.212. Así de crudo: de cada 10 que empiezan, apenas 4 terminan. La provincia de Buenos Aires no desentona: 309.024 inician la escuela secundaria, 179.564 llegan al último año del secundario (58%) y egresan 134.349, es decir, egresa el 43% de los que iniciaron el secundario (Anuarios, Ministerio de Educación: 2014, 2019).
Es cierto, la cifra es desoladora y hay que ponerla sobre el tapete. Pero cubrir 200 puestos no pareciera una misión imposible aún con ese nivel de desgranamiento, más aún si consideramos cuáles eran las condiciones de la empresa en su búsqueda[ii]: trabajar en Zárate, tiempo completo, secundario (bachiller) completo. Más si consideramos que la tasa de abandono de la localidad es del 4,3% en el sector estatal (el promedio provincial es del 5,5%). En Zárate, el porcentaje de la población de entre 24 y 65 años que terminó el secundario es 37%, un punto por encima del promedio provincial. Se estima que hay 32.716 personas que tienen entre 3 y 17 años y, en toda la escuela secundaria común, 13.304 estudiantes (el 78% en escuelas estatales) en 2018, aunque según los datos de 2019 la cifra sería 9.024, de acuerdo al Relevamiento Final. En sexto año se registraban, en 2018, 1.314 estudiantes.[iii] Según Mariano Narodowski, el problema de Toyota reside en que: “casi no hay varones pobres con secundario completo en Zárate-Campana”. Según su reconstrucción, solo el 2% de los estudiantes varones de sexto año en Zárate pertenecían al tercil más bajo de ingresos, ese que podría aspirar a los puestos. ¿Vamos a creer que todos los que egresan son hijos de burgueses o de “clase media”? ¿Realmente podemos creer que con un 17% de varones de hasta 29 años desocupados en todo el país (datos oficiales), un desempleo oficial del 10% que debe ser multiplicado por tres a poco de pulir la medición del Indec (sumando a los subocupados, desalentados, etc.) y cuando la pandemia hizo que medio millón de jóvenes tuvieran que salir a trabajar, no se pueden cubrir 200 puestos?
Es cierto que ese desgranamiento de la escuela es centralmente obrero. Más aún, diríamos que forman parte de la población obrera más pauperizada, pobre, y que técnicamente llamamos “población sobrante”, es decir, masa de la población que a este sistema social “le sobra” según sus necesidades de valorización. En criollo: a la burguesía argentina le sobra medio país. Literal. Y, oh casualidad, el desgranamiento de la escuela secundaria es de la mitad (diez a cinco). Esos que le sobran a esta clase parásita no necesitan educación: le sirven brutos y baratos. Ahora bien, resulta difícil deducir que el problema se ubica en que ese 40% que logró egresar en tiempo y forma responde a una estructura social clasemediera tal como parece inferir Mariano Narodowski. En la provincia de Buenos Aires, sobre el total de egresados, el 44% son varones. ¿Vamos a creer que ninguno es obrero? Este es el problema de inferir la estructura de la sociedad por ingresos, tal como hace el INDEC y retoma el Ministerio de Educación en sus propias categorías de vulnerabilidad socioeducativa, para quienes con $67.000 de ingreso, hoy, ya no se es pobre. Se trata de una inferencia muy a contramano de la estructura social de nuestro país, con el 72% de los trabajadores asalariados. Si vamos a hablar del cuentapropismo, que compone casi un cuarto de los ocupados, la mitad no tienen obra social ni cobertura médica, y su ingreso promedio está por debajo del de los asalariados. Cuesta creer que en esos cuatro que se reciben, en tiempo y forma, no haya obreros cuando tenemos una estructura social con un el 90% de ellos y podrían derivarse tranquilamente los 200 postulantes para una empresa. Por cierto, dentro de los jóvenes que no asisten a establecimientos educativos de entre 18 y 24 años, la mitad tiene secundario completo o más.
Un ejercicio similar puede hacerse para despejar el problema de la comprensión lectora. No saben leer el diario, dijo Herrero. Pues bien, según las pruebas Aprender del 2017, en Zárate, el 37,6% de los alumnos de primaria tiene rendimiento lector básico o por debajo del básico en el sector estatal, cifra que se eleva al 66,3% en lo que refiere a las habilidades matemáticas de las y los estudiantes. Muchos –incluyendo la vieja izquierda trotskista– se alegraron porque, dicen, el 63% sí puede leer. Está claro, por la composición de la estructura social que reseñamos más arriba, en ese 63% tiene que haber obreros pobres futuros candidatos de Toyota. Para el nivel secundario, según las pruebas de 2017, los guarismos son del 52% y del 83% en el distrito para lengua y para matemáticas.[iv] En el 48% de los que tienen rendimientos satisfactorios hay entonces también obreros. Pero lejos estamos de presenciar un fenómeno nuevo. Se miren como se miren desde la década del ochenta los resultados se acumulan en la misma dirección primero tímidamente y desde los noventa fiscalizados trianualmente por las PISA, ONE/Aprender, TERCE que certifican que un número nada menor de estudiantes transita la escuela arrastrando graves problemas. Hemos escrito mucho sobre ello. Por eso, otra vez, conviene pensar por qué la voz empresaria se alza recién ahora. ¿Habrán descubierto ahora estos guarismos?
Las quejas empresarias llegan por parte de una clase que ha hundido al país. Deberían hacerse cargo porque evidencias no faltan: casi la mitad de la población es pobre y 7 de cada 10 infantes lo son, décadas de caída del salario formal en un cuadro donde 1 de cada 3 argentinos está desocupado, los planes sociales ni siquiera funcionan como parches y solo el 25% de las niñas y niños comen almuerzo y cena todos los días. Números muy parecidos a los de la peor crisis de la historia argentina (diciembre de 2001) y consolidados en valores estables algo más bajos, pero igual de alarmantes desde los setenta. Este cuadro expresa un capitalismo en descomposición, una sociedad agotada al igual que la clase que la dirige y que pretende seguir viviendo a costa nuestra. Este es el magma en el que debemos ubicar a la escuela.
Cierto es que esta sociedad, un capitalismo quebrado y en descomposición como el nuestro, expulsa población del campo productivo y, en el mejor de los casos, retiene en él masas decrecientes de empleo calificado. De ahí el 10 a 5 de la escuela secundaria. Pero es esa pequeña porción calificada a la que aluden los Herrero o, en otro momento, los Rocca. Y esa fracción burguesa ha construido la solución para sí: resolver el problema particular de su empresa por su cuenta. Simplemente no quieren, en palabras de Paolo Rocca unos años atrás, tener que entrevistar a 3.000 personas para cubrir apenas 540 puestos. Techint resolvió “su” problema con la apertura y/o padrinazgo de su propia escuela en Campana. Toyota transitó un camino similar cuando junto a la SMATA, la USAL y la misma Dirección General de Cultura y Educación de la provincia lanzó su propio reclutamiento de personal a través de las consultoras Randstad, Adecco y Manpower y creó un programa, “Educate para el cambio”. El objetivo: que esos operarios terminaran el secundario resguardando ellos una calidad mínima que no iban a conseguir en el FINES 2.
Patalea Herrero porque el programa fue discontinuado durante la pandemia. ¿Será ése el interés que esconden sus declaraciones? Porque como clase no quieren ni pueden resolver el problema social (y estructural) que se expresa tras los fríos números de la deserción o las capacidades lectoras en general de la población escolar. ¿Para qué educar si necesito “brutos y baratos” a 7 de cada 10 futuros obreros? La educación es un pantano pero, así y todo, Toyota podrá cubrir sus 200 operarios y de ser necesario los capacitará o hará que terminen el secundario. Son las dos caras de la descalificación del proceso de trabajo: la descalificación masiva convive junto a nichos de recalificación. Y ese movimiento es el que produce esta escuela.
Explicación se busca
No menos miserable fue la respuesta de los pedagogos que opinan como si ellos no hubieran asesorado reforma tras reforma. Algunos encararon la cuestión aludiendo, cuándo no, al formato perimido de la escuela secundaria enciclopedista y poco flexible frente a la demanda empresarial de habilidades “blandas”. Otros, como pusimos más arriba, a la falta de flexibilidad de la escuela que expulsa a los trabajadores. Pero fue Guillermina Tiramonti[v] quien encarnó el mayor cuestionamiento. Acusó centralmente a los docentes de ser simuladores, esos que aprueban alumnos y observan una confabulación entre el personal político y la burocracia sindical docente para sostener el statu quo frente al desinterés empresario y la salida de la clase media de la escuela pública a la privada; en un proceso privatizador que no tiene para nada las magnitudes que estas voces azuzan.
En medio de tanto disparate, Tiramonti sí dijo algunas verdades. Centralmente que la expansión escolar se realizó sobreutilizando recursos: escuelas y docentes. A las primeras, las colmó de turnos y de matrícula o las construyó de pésima calidad. Habría que agregar aquí, aunque Tiramonti no lo mencione, la estrategia de la escuela árbol, comité o fábrica, que creó el plan Fines 2 con los mismos resultados: degradación de las condiciones de estudio para los hijos de la clase obrera, dotándolos de títulos secundarios exprés carentes de contenidos. Para los docentes, salarios de hambre. Pese al relato de la burocracia sindical, Tiramonti resumió el hecho agudamente: los docentes tienen salarios equivalentes a los del servicio doméstico. Cierto. Hay que recordar aquí que en la década del ’30 el salario del cargo testigo equivalía a casi dos canastas familiares de la época y fue bajo el peronismo (de Perón) que se inició el espiral descendente de nuestros salarios con un golpe letal en los años setenta y ochenta. Su resultado: hoy el cargo testigo docente no logra cubrir ni la mitad de lo que se necesita para ser pobre, oficialmente hablando, y poco más de un tercio de la canasta de ATE-INDEC.
Ahora bien, esas verdades no la absuelven a ella de su parte de responsabilidad. Hay que recordarle a Tiramonti que FLACSO, institución de la que forma parte, fue y es la usina de los pedagogos asesores del gobierno. Ese organismo es el que nutrió y formó a las integrantes de las carteras educativas nacionales y provinciales: de Decibe a Filmus pasando por Tedesco y tantos otros. Esos hombres y mujeres son los que diseñaron las reformas educativas de la Ley Federal a la Ley de Educación Nacional. Son los que nos invitan a sostener trayectorias, a no estigmatizar evaluando para no producir un “destino”. Son los que vieron en el Fines 2 una respuesta adecuada a las necesidades de los sectores obreros. Son los inventores de la “promoción acompañada”, de las áreas de conocimiento, de los contenidos básicos, mínimos o priorizados. Son los que defienden una “nacionalización” educativa inexistente. Son lo que se encargaron de embellecer las reformas más miserables: ésas que adecuan la escuela a la miseria social generada por una sociedad decadente.
La burguesía y sus pedagogos progres, o los que como Tiramonti acusan ahora a la escuela de ser la única responsable de esos problemas, pretenden salir indemnes. El problema ya no es el de una sociedad capitalista decadente sino de un modelo de escuela elitista y vetusto y, cuándo no, de los docentes. ¿De verdad cree Tiramonti que todo se resuelve seleccionando mejor a los docentes o estableciendo incentivos salariales? Así, lugares comunes se repiten: que los docentes fueron formados con viejos modelos, que no saben enseñar a las poblaciones obreras, o no saben evaluarlos, que son autoritarios. Por eso, serían responsables del fracaso. Para convencerlos de su responsabilidad y de la necesidad de que realicen tareas sin sentido (contener y no educar), la burguesía apela a estos intelectuales que, a la primera de cambio, señalan con el dedo cuando fueron sus propuestas las que vehiculizaron esos resultados y agravaron lo que supuestamente critican. Justifican la consolidación de una escuela de clases sin ninguna pretensión universal. Ojalá tanto debate sirva para señalar a los verdaderos responsables: esa burguesía parásita que dirige nuestros destinos. Ella solo puede ofrecernos miseria, embrutecimiento y muerte a la mayoría mientras resuelve individualmente cómo hacer que su rueda de ganancia siga funcionando y no se detenga. Cínicamente pretende espantarse con los resultados de su sociedad, pavorosa para todos nosotros.
[i]Clarín, 29/7/2021. Disponible en: https://www.clarin.com/economia/toyota-toca-limite-capacidad-produccion-zarate-pide-ok-japon-ampliacion_0_MPzf-QaSf.html
[ii]Iprofesional, 6/8/2021. Disponible en: https://www.iprofesional.com/economia/345008-toyota-publico-busqueda-de-operarios-con-secundario-completo
[iii]Esa es la cifra que estimó Mariano Narodowski a través del Observatorio Argentinos por la Educación. ¿Por qué Toyota no consigue 200 jóvenes con título secundario para trabajar en su planta?, agosto de 2021. Disponible online en: https://cms.argentinosporlaeducacion.org/media/reports/Informe_Toyota_.pdf
[iv]Buenos Aires-Dirección General de Cultura y Educación-Dirección Provincial de Evaluación y Planeamiento-Dirección de Información y Estadística: Región Educativa 11, diciembre 2019. Disponible en: https://abc.gob.ar/secretarias/sites/default/files/2021-04/region_11.pdf
[v]La Nación, “El simulacro de la educación”, publicada el 11/8/2021. Disponible online en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/en-la-argentina-la-ensenanza-publica-es-un-gran-simulacro-nid11082021/?outputType=amp&__twitter_impression=true