Educación. Toyota y la burguesía “yo no fui”

en La Hoja Socialista 23/Novedades

La semana pasada se filtraron las declaraciones de Daniel Herrero, titular de Toyota Argentina. El empresario salió a decir que su empresa tenía planes de ampliación de la fábrica de Zárate, pero que se topaba con un gran obstáculo: no encontraban egresados con secundario completo y los postulantes que se presentaban no tenían capacidades lectoras mínimas para interpretar una nota periodística. Según él, esto era expresión de la pérdida de valor del secundario completo en la región donde operan (Zárate en particular) pero un cuadro extensivo a la provincia.

Habría que preguntarse si estos empresarios, que elevan su voz, no son parte del problema y qué hay de cierto en su diagnóstico. Es claro que decenas de datos expresan la crisis del secundario o de la escuela argentina. Ahora bien, tenemos un 17% de varones de hasta 29 años desocupados en todo el país (datos oficiales), un desempleo oficial del 10% (que debe ser multiplicado por tres a poco de pulir la medición del Indec), y medio millón de jóvenes que tuvieron que salir a trabajar tras la pandemia. Frente a este panorama, ¿de verdad podemos suponer que no se pueden cubrir 200 puestos?

Lo cierto es que Herrero habla como si no tuviera nada que ver con el cuadro de degradación educativa que, por supuesto, es real. Las quejas empresariales llegan por parte de una clase que hundió al país. Evidencias no faltan: casi la mitad de la población es pobre y siete de cada diez infantes lo son, décadas de caída del salario formal en un cuadro dónde uno de cada tres argentinos está desocupado, los planes sociales ni siquiera funcionan como parches y solo el 25% de las niñas y niños toman almuerzo y cena todos los días.

Todos estos, números muy parecidos a los de la peor crisis de la historia argentina (diciembre de 2001) y consolidados en valores estables algo más bajos, pero igual de alarmantes desde los setenta. Estamos ante un capitalismo en descomposición, es decir, de una sociedad agotada al igual que la clase que la dirige (Los Herrero y compañía).

Cierto es que esta sociedad, un capitalismo quebrado y en descomposición como el nuestro, expulsa población del campo productivo y, en el mejor de los casos, retiene en él masas decrecientes de empleo calificado. Es esa pequeña porción calificada a la que aluden “los Herrero”. Y esa fracción ha construido la solución para sí: resolver el problema particular por su cuenta. 

Simplemente, no quieren tener que, en palabras de Paolo Rocca unos años atrás, entrevistar a 3.000 personas para cubrir apenas 540 puestos. Techint resolvió “su” problema con la apertura y/o padrinazgo de su propia escuela en Campana. Toyota transitó un camino similar cuando junto a la SMATA, la USAL y la misma Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia lanzó su propio reclutamiento de personal y creó un programa –“Educate para el cambio”. El objetivo: que esos operarios terminaran el secundario resguardando ellos una calidad mínima que no iban a conseguir en el FINES 2. Patalea Herrero porque el programa les fue discontinuado durante la pandemia. ¿Será ese el interés que esconden sus declaraciones?

No menos problemática fue la respuesta de muchos sectores encargados de romantizar esta escuela o de levantar el cuestionamiento responsabilizando a los docentes. Comentan como si los pedagogos que asesoraron en materia educativa todos estos años no tuvieran nada que ver con el resultado final que se tradujo en política educativa. Porque son ellos los que diseñaron las reformas educativas de la Ley Federal a la Ley de Educación Nacional.

Estos pedagogos son los que nos invitan a sostener trayectorias, a no estigmatizar evaluando para no producir un “destino”. Son los que vieron en el Fines 2 una respuesta adecuada a las necesidades de los sectores obreros. Son los inventores de la “promoción acompañada”, de las áreas de conocimiento, de los contenidos básicos, mínimos o priorizados. Son los que defienden hoy una “nacionalización” inexistente. Esa gente es la que acusa a los docentes de “simulación” cuando son ellos los mentores ideológicos que justifican la miseria educativa actual. Ellos fueron los encargados de convencer a los docentes, cuyos salarios son miserables y sus jornadas laborales infinitas, que la tarea de la etapa era contener y no educar. Deberían hacerse cargo de su parte. 

Lo cierto es que el problema que enfrentamos es social y no encuentra solución en el marco del mundo capitalista actual. Un análisis socialista de los problemas de la educación debe desenmascarar a los que en esta fiesta decadente pretenden simular un “yo no fui”.

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