La prostitución es la forma material y simbólica más profunda de la dominación masculina. Sus efectos sobre la cultura y la sociedad la constituyen en pilar central del patriarcado. Por eso debemos luchar para que caiga dentro del campo de los trabajos socialmente no aceptables, no importa cuán bien remunerada esté, cuán buena condición pueda ofrecer, ni siquiera que se ejerza bajo una forma verdaderamente voluntaria
Carolina Podluzansky – Trece Rosas
El 7 de junio el ministro de Desarrollo Social de la Nación, Daniel Arroyo, lanzó el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP), que incluía el trabajo sexual como categoría en el formulario de inscripción.
Pocas horas después, el mismo formulario ya no aparecía disponible y Gustavo Vera, presidente del Comité Ejecutivo para la lucha contra la Trata y Explotación de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas dependiente de Jefatura de Gabinete que dirige Santiago Cafiero, comentaba en sus redes: “Con el ministro Daniel Arroyo coincidimos, de acuerdo a nuestra legislación y los convenios internacionales, que la prostitución no es trabajo. El formulario ya fue bajado”.
Que AMMAr haya puesto el grito en el cielo no sorprende, sobre todo cuando sus militantes detentan puestos claves dentro del aparato estatal. Lo que resulta no solo contradictorio, sino además grave y peligroso para la lucha feminista, es que misma izquierda que se dice abolicionista apoye el blanqueo del proxenetismo, sobre todo cuando es una verdad de perogrullo que, aunque se pretenda proletaria y se adjudique la lucha contra el trabajo precario, la clandestinidad y la violencia policial, AMMAr desarrolla un programa político burgués y proxenetista.
¿Proletarias o burguesas?
Ya hemos caracterizado a AMMAr en artículos tanto anteriores de El Aromo y en otras publicaciones, pero vale refrescar la memoria para las compañeras “confundidas”. AMMAr defiende la regulación del trabajo autónomo con dos argumentos. Por un lado, se queja de que las “cooperativas” de prostitutas están prohibidas y, por el otro, sostiene que, debido al carácter clandestino de la actividad, los abusos policiales no son combatidos. Claramente no se puede condenar a una compañera que se ve arrastrada a prostituirse, ni se puede avalar la violencia policial. El problema es que detrás de la supuesta defensa de la prostitución autónoma, lo que busca AMMAr es la reglamentación del proxeneta, del burgués del sexo. Veamos por qué.
Por un lado, las leyes argentinas son abolicionistas, no prohíben el ejercicio autónomo de la prostitución, no penalizan a la prostituta ni al cliente. Lo que sí está penalizado es el proxenetismo, esto es, la prostitución bajo patrón. Cuando AMMAr pretende que se regule el trabajo autónomo con los pretextos con que lo hace, una podría verse tentada a creer que están criticando el abolicionismo puramente formal del Estado argentino. Pero no hace falta mirar con lupa para comprender sus verdaderas intenciones, no importa cuán obreras se declaren: tanto la cooperativización como la regulación son la expresión de los intereses de la pequeña burguesía. Y las que perdemos acá somos las mujeres obreras.
La prostitución siempre será expresión de las capas más pobres de la clase obrera y la legalización del proxeneta no solo no modificará las condiciones de trabajo para el grueso de las prostitutas, sino que además transformará un delito actual (el ejercicio del proxenetismo) en una contravención de orden laboral futura (el incumplimiento de los “derechos” laborales acordados por una hipotética ley a las trabajadoras del sector). Un delito menor que será virtualmente imposible de comprobar habida cuenta que el proxenetismo ya reina en el sector aún con leyes mucho más duras. La legalización del proxeneta simplemente va a blanquear y hacer imposible de punir todo aquello que la regulación dice querer evitar.
Por otra parte, la propuesta cooperativa, es una “solución” engañosa, cuyo único propósito es servir de escondite al proxeneta. Nuevamente, a quienes conviene esto es a unas pocas. Basta recordar aquí los casos de María López o Teresa Godoy.
Tanto la legalización del proxeneta como la cooperativización se vuelven formas de justificación y encubrimiento de la prostitución capitalista, es decir, ejercida bajo patrón. Así, AMMAR, la expresión corporativa de estos intereses, se revela como “sindicato patronal”, antes que como organización que pretende la defensa del valor de la fuerza de trabajo de sus afiliadas.
Aclaremos que oscurece
El 11 de junio, “Juntas a la izquierda”, agrupación feminista del MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores), integrante del FITU, publicaba en sus redes:
“Nos guste o no, la prostitución existe. Hasta lograr abolirla junto al capitalismo patriarcal, hay que reconocer derechos sociales y a lxs trabajadorxs sexuales autónomxs…. El formulario original de inscripción incluía a lxs trabajadorxs sexuales, pero por la presión abolicionista clerical se las volvió a clandestinizar… No compartimos el concepto de “trabajo sexual” porque no entendemos la sexualidad como mercancía, pero exigimos derechos sociales para lxs trabajadorxs sexuales y planes de empleo para quienes quieran dejar la prostitución. Repudiamos la trata de personas y la explotación sexual, delitos económicamente organizados con amparo del aparato policial, judicial y político, o sea al amparo de este Estado capitalista y patriarcal que luchamos por abolir.”[1]
Para esta izquierda de la “tercera posición” parece que se puede ser abolicionista y regulacionista al mismo tiempo. Reconoce que la prostitución es la “mercantilización del cuerpo femenino al servicio del placer masculino” y apoya el blanqueo del proxenetismo. Reconoce también que hay que “abolir las razones socio-económicas estructurales que empujan a la prostitución”[2] pero la plantea como una cuestión de elección individual, dado que aparentemente hay quienes quieren salir y quiénes no. ¿Quiénes son esas que no quieren salir de la prostitución? ¿Que la “ejercen por su propia voluntad”? Las obreras, no. A las mujeres obreras no las empuja la elección, sino la necesidad material.
Para colmo de desatinos, parecería que las abolicionistas, al igualar prostitución y trata, caemos en el prohibicionismo y el punitivismo y perseguimos al cliente y a la prostituta, además de que deberíamos dejar de lado las “acusaciones morales”. Bastaría con buscar abolicionismo en el diccionario para desmentir semejante disparate, o habernos escuchado las repetidas veces que, en la asamblea organizativa del 3J, planteamos la necesidad de incluir en el documento la prostitución como una de las formas de violencia contra las mujeres, explicando por qué la prostitución y la trata son dos caras de la misma moneda, qué intereses defiende AMMAr realmente y que la salida que debíamos proponernos era el abolicionismo real. Pero parece que para esta “izquierda feminista” siempre es más cómodo esperar que luchar, aún cuando eso implique una política anti-obrera y anti-feminista. Entonces, dado que “nos guste o no, la prostitución existe”, hasta que llegue la revolución, a aguantarse compañeras.
Para las obreras, abolicionismo real
La prostitución es la forma material y simbólica más profunda de la dominación masculina. Sus efectos sobre la cultura y la sociedad la constituyen en pilar central del patriarcado. Por eso debemos luchar para que caiga dentro del campo de los trabajos socialmente no aceptables, no importa cuán bien remunerada esté, cuán buena condición pueda ofrecer, ni siquiera que se ejerza bajo una forma verdaderamente voluntaria. En tanto institución, la prostitución es enemiga del feminismo, hay que abolirla, y no hay abolicionismo real sin la sanción al putero. El “modelo sueco” no penaliza a la prostituta ni es prohibicionista, sino que carga contra una de las bases del sistema. Si aceptamos la prostitución como una alternativa laboral cuya satisfacción supone el reconocimiento del derecho del varón a dominar a la mujer, no hay abolicionismo. Sin embargo, en Argentina, donde masas enteras de jóvenes mujeres caen en la prostitución simplemente porque son obreras, son pobres y están desocupadas, el modelo abolicionista argentino tiene que incluir una solución a la desocupación. Sin esa solución, ninguna ley ni proyecto va a eliminar la prostitución. Luego, la lucha por la abolición de la prostitución pasa por la superación del abolicionismo formal, la sanción del putero, pero también por la exigencia de un subsidio general a la desocupación igual a dos canastas básica para todas las mujeres obreras desocupadas. Esta consigna, no solo liga a la prostituta con su clase, sino con el movimiento de obreros desocupados, con el movimiento piquetero y con las acciones y luchas que mayor éxito han tenido en este país a la hora de “distribuir” riqueza. Bastaron dos días de lucha, el 19 y 20 de diciembre de 2001, para obligar a toda la burguesía argentina a extender el universo de planes sociales a más de dos millones y medio de personas. A eso tenemos que convocar a las compañeras, a organizarse como desocupadas y exigirle al Estado las libere del yugo prostitucional.
[2] https://mst.org.ar/2020/02/21/jimena-baron-puso-el-dedo-en-la-llaga/
Me encanta la politica de la legalisacion de las prostitutas donde nosotros los varones tenemos una amplia satisfacion y divercion con las mujeres prostitutas gracias aheyas nos satisfasemos nuestros deseos sexuales
Es exitoso es realmente importante en la sociedad el trabajo de las prostitutas