Transcurrido un mes de cuarentena, el sistema sanitario comienza a mostrar todo lo que advertimos previamente. Hospitales a lo largo y ancho del país no tienen insumos básicos ni los instrumentos críticos para protección y prevención en el marco de una pandemia. En todos lados, hay exigencias de Elementos de Protección Personal (EPP). Pero además, los médicos y enfermeros carecen de cursos de capacitación efectivos para proceder ante un caso de coronavirus. Las camas son escasas. El personal es insuficiente: en plena pandemia, los enfermeros se ven saturados de trabajo. Para paliar esta situación, se toman medidas insólitas: el Gobierno de la Ciudad, por ejemplo, reincorporó personal retirado –o sea, población de riesgo- para trabajar. Para colmo, el personal sigue mal pago y precarizado. El Gobierno Nacional apenas dispuso un bono miserable de 5 mil pesos a pagar entre abril y julio.
La semana pasada, los resultados estuvieron puestos sobre la mesa. Un 14%, es decir, 374 de los 2700 casos confirmados eran trabajadores de la salud. Se trata de la tasa más alta del mundo de trabajadores de la salud infectados en cada país. Y eso sucede estando aún lejos de los países con mayores números de contagios. El segundo lugar lo ocupa España con el 13%. Toda una muestra de lo que denuncian los mismos trabajadores.
Por otro lado, 4 trabajadores fallecieron en Río Negro, Chaco, La Rioja y Provincia de Buenos Aires. El último, con un caso de sospechado encubrimiento por parte de la Dirección del Instituto Médico Brandsen: la Municipalidad denuncia que el sanatorio ocultó que un paciente tenía coronavirus.
En el Hospital Belgrano, donde había concurrido el propio Kiccilof, se contagiaron al menos 15 trabajadores. Se trata de un caso agravado por la respuesta de la dirección ante el reclamo previo de insumos: los representantes gremiales habían sido expulsados del comité de crisis del hospital. Los resultados dieron la razón a los propios trabajadores, que ahora exigieron y consiguieron la realización de testeos para todo el personal del hospital. En el Hospital Italiano, hospital privado, hay 19 casos confirmados. Se trata también de otro hospital que desoyó las exigencias de los trabajadores durante semanas previas. El Sanatorio Balvanera registró 34 contagiados entre el personal y tuvo que cerrar. El asunto obviamente excede PBA y CABA: en Chaco, las cifras al día 14 de abril son escandalosas. 105 sobre 199 casos (52,7%) corresponden al personal de la salud, según el propio Ministerio de Salud chaqueño. El Hospital Perrando –el hospital más importante de Resistencia- cuenta con 60 casos, entre ellos, la misma directora.
Las respuestas del Gobierno no son menos escandalosas. La secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizetti, atribuyó la cifra a un contacto de tipo horizontal –entre profesionales- y llamó a los médicos a no concurrir en caso de presentar síntomas. Deslizó además que un 33% en realidad habría tenido antecedentes de viaje. Es decir, insinuó que la responsabilidad sería de los propios trabajadores y nada tuvo que ver la falta de protocolos efectivos, insumos ni capacitaciones. Tampoco que buena parte de los trabajadores de la salud desempeñan sus tareas en más de un lugar porque están mal pagos.
Más impresentable fue la respuesta del gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, que apuntó sin pelos en la lengua contra los trabajadores de la salud: «son los principales que tienen que tomar las medidas de seguridad. Porque nosotros no podemos permitir tamaña irresponsabilidad (…) Que el resto no tenga medidas de seguridad, se puede comprender porque no somos expertos en la materia, pero aquellos que están justamente en el servicio de salud, que se me enfermen ¡es el colmo! por no tomar las medidas de precaución, por compartir la mesa o compartir un mate». Vale señalar que en su último comunicado, Aproslar-Fesprosa denuncia que en La Rioja, sobre un total de 39 casos confirmados, el 60% corresponde a personal médico.
Para llevar a cabo una atención a medida de la emergencia sanitaria, Fernández, Kiccilof, Larreta y todos los gobernadores deberían poner recursos en el sector. En lugar de dar de baja todas las licencias –como se hizo en CABA-, debería contratarse más personal, con todos los derechos por convenio garantizados. El personal debería atender descansado y lúcido, no desgastado y estresado. Deberían garantizarse insumos, EPP, infraestructura y todos los recursos necesarios para minimizar las posibilidades de contagio entre los trabajadores de la salud. Deberían realizarse cursos de capacitación elementales. Debería terminarse además con la precarización en el sector y aumentar los salarios de forma urgente. De continuar así, el sistema podría colapsar no solo por la falta de camas, sino por la falta de personal que no va a poder atender estando enfermo. No puede ser que el personal de los hospitales tenga que pedir donaciones de elementos de protección. El Estado debe garantizar que todos los trabajadores de la salud cuenten con los insumos necesarios de forma suficiente, e intervenir los establecimientos privados que no lo hagan. Llamamos a impulsar un reclamo conjunto por todos estos problemas.
Es evidente que la crisis sanitaria expone lo que los capitalistas tienen para ofrecernos a los trabajadores. Un sistema fragmentado y degradado. Desfinanciado y con trabajadores superexplotados. Necesitamos tomar el asunto en nuestras manos: un sistema sanitario centralizado bajo control de la clase obrera, para atender a nuestros propios intereses.
Corriente Clasista Goyo Flores
Superar los criterios raciales para encontrar las clases sociales. Perspectivas de la salud y la educación en EEUU.
Aunque poco conocidas para nosotros, en la principal potencia imperialista se libran importantes batallas. Algunas en