Violación consentida es un título fundamental para comprender por qué lo único que se puede hacer con la prostitución es abolirla. El libro fue escrito por una sobreviviente de la prostitución, Delia Escudilla, y presenta de primera mano toda su experiencia. Es útil incluso como material para la escuela, ahora que la Educación Sexual Integral es un elemento clave en la formación y educación de nuestros adolescentes.
Como vimos en LHS Nº2, la dominación de clase (burguesía sobre proletariado) y la opresión de género (varones sobre mujeres) se entrecruzan. Y la prostitución tiene un lugar clave en ese cruce. Pero esa relación es compleja. No va a desaparecer la sociedad de clases porque desaparezca la prostitución, pero no se va a terminar el patriarcado sin la abolición de la actividad prostituyente. Por otro lado, no se termina con el patriarcado sino se elimina el capital, pero no porque se elimine el capital se termina necesariamente con el patriarcado.
La prostitución es un elemento central para la dominación de clase a través del género. Para el patriarcado, hay dos “tipos de mujeres” enfrentadas. Las primeras, las esposas y madres, serían “las serias”, a las que se les enseñará que su pareja puede “ir de putas”, que ese es un “derecho” del hombre. A las putas, se les dice que ellas están para pasarla bien, para satisfacer aquellos deseos que los hombres no pueden cumplir con sus mujeres “legales” o para ayudar a los hombres que, por una u otra razón, no reciben atención de las mujeres “serias”.
El patriarcado califica de “mujeres de segunda” a las que se encuentran en situación de prostitución. Pero también hay un límite de clase: casi ninguna burguesa ha sido prostituta y la mayoría de las mujeres en situación de prostitución son obreras. Pero además la inmensa mayoría de las personas en situación de prostitución son mujeres.
El asunto de la prostitución es materia de discusión en el movimiento de mujeres. Por un lado, las “regulacionistas” entienden que la prostitución es un trabajo y que, por lo tanto, hay que regularlo. Eso opina en Argentina la CTA y más específicamente AMMAR, una ONG sin inscripción gremial que se dice feminista.
El abolicionismo, en cambio, considera la prostitución como una actividad socialmente inaceptable. Y no le faltan razones. La realidad es que el regulacionismo es una máscara liberal de la opresión femenina y una vía de regulación del proxenetismo. El libro Violación Consentida va a orientar al lector en este problema y le hará comprender dónde está la “trampa” de los que piensan que hay un “derecho” individual a prostituirse: la prostitución –incluso cuando pueda ser “rentable” para algunas- supone la opresión sobre las mujeres en general. Sostenerlo, incluso regularlo, como si viviéramos en una sociedad de individuos sueltos, solo tiene un resultado: acentuar esa opresión, sobre todo para las obreras.
Con Violación Consentida queda más que claro que las prostitutas son trabajadoras desocupadas y que su lucha debe ser por empleos no prostituyentes. Ningún programa que ponga en situación de extrema vulnerabilidad –como el regulacionismo- a las mujeres obreras es feminista.
El feminismo no lucha por la libertad individual a expensas de todo el resto, sino por emancipación de todas las mujeres. Eso no significa cuestionar la necesidad ni la desesperación de las prostitutas, ni dejar de exigir que el Estado no las persiga o reprima. Pero sí hay que apelar a la conciencia y la organización: abandonar la calle suma a la mujer en situación de prostitución al conjunto de la clase. Así el feminismo socialista solo puede ser abolicionista. Este libro es un gran aporte a esa lucha. Vale la pena leerlo.
Para seguir leyendo
Una crítica socialista a la prostitución la puede ver en: “¿Es la prostitución trabajo autónomo?”, http://bit.ly/2VzvDC4