Nicolás Grimaldi
Grupo de Análisis Internacional – CEICS
Un elemento que debe tenerse en cuenta a la hora de analizar la situación de Venezuela, son las medidas (burguesas) que el propio chavismo está llevando a cabo para resolver la crisis. Si hay algo que caracteriza a los bonapartismos y a los populismos, es la poca prolijidad con los números y las mediciones. Algunos, como Lula, utilizan una trampa estadística para decir que sacó a 40 millones de la pobreza. Otros, como el kirchnerismo, manipulaban las cifras para ocultar la inflación, la pobreza y el desempleo. El chavismo es todavía más ambicioso, ya que directamente decidió no publicar estadísticas desde hace cuatro años, y solo dio a conocer algunos datos en este. Por lo tanto, las mediciones que se realizan y a continuación se presentan son estimativas, por lo que la realidad debe ser mucho peor.
Menos no es más…
Como vemos en el gráfico N°1 el PBI venezolano creció 4 puntos desde el 2010 al 2011, 6 puntos para el 2012, para crecer solo 2 puntos para el 2013, año en que empezó la debacle, cayendo 5 puntos para el 2014, 6 para el 2015, una estrepitosa caída de 17 punto para el 2016, continuando con 11 puntos de caída en el 2017 y 16 puntos para el 2018. El FMI a su vez, estima una caída de 25 puntos para el 2019. De cumplirse este pronóstico, la economía venezolana se achicará un 80% en 6 años.
Ahora bien, está claro que el chavismo achicó su economía, la pregunta es para qué utiliza los recursos. Si vemos la tabla N°1 vamos a encontrar la relación que existe entre el PBI venezolano, y la deuda total que posee, principalmente con China y fondos de inversión a través de bonos de PDVSA. Allí, podemos ver que en el año 2010, el porcentaje de deuda sobre el PBI era del 38%, en 2013 pasó al 46%, 2015 al 52%, y en 2017 al 65%. La deuda venezolana oscila hoy entre los 139 y 175 mil millones de dólares. Vale aclarar que la deuda que Venezuela posee con China es de 62 mil millones de dólares, lo que representa cerca del 55% del total. Esto obviamente no representa lo mismo para Venezuela que para China, ya que mientras para el primero implica tener más de la mitad de su PBI endeudado con el país asiático, para este último, cuyo PBI se calcula en billones de dólares (millón de millón), es más bien insignificante.
Es interesante observar lo que sucede con el gasto social del Estado. Si volvemos a ver la tabla N° 1, el gasto social en 2010 se ubicaba en el 37% del PBI, con Chávez aún vivo y el barril de petróleo por encima de los 100 dólares. De ahí, pasaría a representar el 48% en 2011, y 55% en 2012. Es decir, mientras el PBI creció 10 puntos, el gasto social lo hizo en 18 puntos. A partir del 2013, el gasto social se redujo y pasó a 36%, 41% en 2014, 40% en 2015, 35% en 2016, y 31% en 2017. Esto muestra, primero, que el recorte en el gasto social comenzó aún en épocas de “cierta bonanza”, como el 2013, y en segundo lugar, que cayó un 24% mientras que el PBI cayó un 39%. Medido per cápita, el gasto social pasó de 4.848 dólares en 2012, a 1.698 dólares en 2017. Es decir, una caída del 65%, duplicando la caída del PBI. Esto se explica en parte por la migración venezolana al extranjero, algo que también fue negado por el gobierno, pero que según la estimación realizada por ACNUR, habría 4.001.917 de refugiados, de los cuales solo 1.8 millones estarían en condición legal de residencia, por lo que la cifra total de refugiados estimablemente sea más alta.[1]
De esta forma, el chavismo redujo la economía en un 40%, endeudó el 60% de sus recursos, recortó un cuarto del gasto social en el contexto de crisis, un 65% en el gasto por persona, y expulsó a un 20% de su población. A este infierno en vida que le propone el chavismo a los obreros venezolanos, se suma la caída salarial descomunal, de casi el 98% entre el 2013 y el 2018. El salario se redujo casi un 30% en 2015, casi un 90% en 2017, llegando al 98% en 2018. Esto se produce a pesar de que el gobierno de Nicolás Maduro ha aumentado nominalmente el salario, pero la hiperinflación descabellada que alcanza un 905% en los primeros 5 meses del 2019 pulverizó los salarios, y por lo tanto la vida de los trabajadores venezolanos.
Es decir, el chavismo busca solucionar la crisis económica reduciendo el costo de mantener a la clase obrera. Esto incluye la expulsión de su población. De allí que una dictadura que encarcela dirigentes sociales, que impide expresiones políticas disidentes por izquierda, que ataca incluso al propio personal burgués de la oposición, no controle estrictamente sus fronteras y permita la salida libre del país. Basta con conocer la historia de los refugiados, contando como han salido sin mayores problemas en ómnibus, automóvil, e incluso caminando. Para los que quedan adentro, deben vivir con sus miserables salarios, por lo que la situación pasa por resolver sus necesidades básicas de la manera más espontánea, a través del saqueo, por ejemplo, que viene creciendo mensualmente, o a través de alguna salida individual, como improvisar alguna conexión de agua de un desagüe roto o acostumbrase a vivir con los cortes de luz. A esto, se suma las cajas de alimentos que reparte el gobierno, que contienen básicamente granos, frijoles y enlatados para sobrevivir algunas semanas. Lo que queda del mes, queda librado al propio rebusque de la clase obrera.
¿Explota?
Venezuela no ha ido camino a Siria, por ahora, porque no se ha desatado un proceso de guerra civil, producto de que no se conformaron grupos armados importantes que enfrenten al gobierno. La represión, la incapacidad de Guaidó, y la ausencia de una tercera alternativa que aparezca con peso entre ambos bandos, derivo en la apelación de la clase obrera a resolver su vida en la forma que pueda. A esto se suma que EE.UU. tiene casi autosuficiencia de petróleo con el shaleoil, por lo que no requiere de una intervención militar directa, sumado a los problemas internos que eso le traería. No es Siria, pero el chavismo procura llevar a Venezuela una situación similar a Tailandia, con salarios sideralmente bajos sentandolas bases para el aumento de la tasa de explotación de la clase obrera venezolana. La crisis política internacional y la inestabilidad política, han contribuido a impedir que el capital se mueva hacia Venezuela, al mismo tiempo que el gobierno carece de renta para relanzarlo por su cuenta. Difícilmente el proyecto “tailandés” tenga éxito, porque se requiere de una mayor población. Pero, mientras tanto, la pauperización y la descomposición se acentúan.
En ese sentido, el propio chavismo está sentando las bases para relanzar la acumulación de capital. Por eso sus aliados son capitalistas como Rusia, China, Cristina, Evo, o Lula. Como hemos dicho en notas anteriores, la pelea entre Maduro y Guaidó es un conflicto entre dos fracciones burguesas nacionales que representan dos alianzas (burguesas) internacionales que pujan por controlar el ajuste sobre la clase obrera y quedarse con los negocios. Es decir, quien cosechará lo que el chavismo cultivó. En este punto, las FANB son una fracción burguesa más, y mientras que Guaidó le promete inmunidad, Maduro les asegura participar de los negocios, de allí el apoyo institucional a este último. Por este motivo, Guaidó solo habla de cambiar el gobierno, pero su Plan País implica continuar el ajuste que Maduro inició.
Ninguno tiene nada nuevo para ofrecer a
los trabajadores. Si la clase obrera quiere acabar con la miseria, el hambre, y
el exilio, debe tomar el problema en sus manos y actuar como tal en la crisis,
de manera independiente de ambos bandos. Otra vez, socialismo nos prometieron,
socialismo queremos.